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jueves, 25 de diciembre de 2014

Mañana también será Navidad

Mañana también será Navidad. Amanecerá y será Navidad. 
Será Navidad en los hospitales y en los centros de menores, en las cárceles y en los asilos de ancianos, en los albergues y en las casas de acogida, en los comedores sociales y en los campamentos de refugiados, en las viviendas tuteladas y en los barrios marginales, en las pateras y en los muros que nos avergüenzan.
Mañana también será Navidad. Avanzarán las horas. Dará el mediodía en el reloj de la Escandalera y seguirá siendo Navidad.
Será Navidad para los desahuciados y los inmigrantes, para los parados y las gentes sin hogar, para los esclavos y los abusados, para las mujeres maltratadas y para los niños abandonados y los soldados, para el hombre que duerme en el cajero con la única compañía de su perro. Para los que están ciegos porque no quieren ver. Para los que están sordos porque no quieren oír. Para los mudos a los que han silenciado su voz. Para aquellos a los que han arrebatado su inocencia. Para los padres y madres que han perdido a sus hijos, para los que no tienen consuelo ni esperanza, para los que están en el infierno y los que recorren un desierto. Será Navidad en Gaza y en Iraq, en Ucrania y en Lampedusa, al otro lado del Estrecho y a éste, al sur de la frontera y al norte de la misma.
Mañana también será Navidad. Nos sentaremos a comer y retornaremos lentamente a nuestra rutina y seguirá siendo Navidad.
Será Navidad para los matrimonios felices y para los que están en crisis, para los padres separados y para los que son solteros, para los padres y madres que luchan y crían a sus hijos solos, para todas las familias de cualquier condición y de cualquier clase. Para los que aman y para los que no saben hacerlo.
Mañana también será Navidad. Será Navidad para los pastores y para los más humildes del mundo, para los más pobres y los marginados.
Será Navidad para todos y cada uno de los ángeles que son Luz que iluminan, luz de esperanza, luz de presente y de futuro, para todos los que trabajan por construir un mundo más justo y en paz, para los que creen que de verdad otro mundo es posible.
Mañana también será Navidad. Anochecerá y será Navidad y así, un día tras otro, hasta que vuelva a ser 24 de diciembre y por un momento el mundo se pare para volver a creer en la magia.
 
Que la mirada de la Navidad, que la mirada de tu Navidad vaya más lejos del día de hoy y se extienda al resto de días del año. Que la solidaridad esté presente en tu horizonte cada día del año que estamos a punto de empezar


sábado, 20 de diciembre de 2014

Vísperas de Navidad

Voy a poner todo esto que sigue a continuación entre comillas porque es una reflexión personal a raíz de la lectura de una noticia en LNE, es decir, la noticia es tan reciente que los datos pueden variar todavía, seguramente lo harán.
"Ayer por la tarde leí de refilón que la policía había rescatado a unos niños de un piso de Pumarín en Oviedo. Se me pusieron los pelos como escarpias. Soy de Pumarín. He vivido treinta años allí. He crecido allí. He ido allí al colegio. Me bautizaron en la parroquia de San José. Vaya a dónde vaya y viva dónde viva, Pumarín es mi barrio. Y hoy cuando vi la foto en el periódico casi reconocí la terraza. En Benjamín Ortiz estuvo mi segunda casa durante mi infancia pues allí viven unos amigos muy queridos con los que compartimos tiempo, espacio y vivencias de pequeños.
Los que me conocéis sabéis lo especialmente sensible que soy al tema niños (soy sensible a más temas, pero los niños me duelen en el alma, seguramente por los que no he tenido) Anoche lo comentamos tomando un vino, pero quedo ahí. Mi amiga Susana que es maestra nos contó el protocolo que les dan a seguir en los colegios en caso de que un niño llegue sin dormir, mal aseado, con golpes o moretones,...etc.etc. pero ¡Ojo! tampoco podemos criminalizar a todo el mundo, sobre todo en tiempos de esta puta crisis (que yo sigo diciendo que la peor crisis que nos afecta es la de valores). Pues eso, no podemos controlar si todos desayunan en sus casas o si todos llevan la ropina limpia, porque a lo peor la única comida decente que hacen es la del comedor escolar o quizás la lavadora se estropeó y no hay dinero para arreglarla o simplemente el polo blanco que es gris de tantas lavaduras ya no da para más. Lo comentamos porque Marimar y yo tenemos sobrinos pequeños y porque Susana es madre y maestra. Lo comentamos porque estamos en el mundo, porque nos duele todo cuando vemos esto, porque ¿somos personas...? Eso queremos creer.
Y me levanto hoy, con la ilusión de prepararme un café estupendo que me regaló Chelo y me vengo a Facebook y leo la LNE, precisamente desde su muro. Y al leer los detalles, me quiero morir:
morir de pena por esos chiquillos (tres hermanos,TRES, de tres años, dieciocho meses y 20 días, 20 DÍAS puñeteros y miserables días de vida de mierda que ha tenido ese bebé);
morir de asco por esa madre que, se dedique a lo que se dedique, es desnaturalizada y no merece llamarse madre;
morir de angustia pensando en el sentir de esos críos solos desde no se sabe cuándo, sin comer, sin beber, cagaos y meaos, a punto de perder la cabeza sin saber qué pasa allí, sin llegar siquiera a alcanzar el grifo del bañal; 
morir de vergüenza por lo que somos, por lo que hacemos, por lo que nos hemos convertido; 
y morir de responsabilidad porque ¿nadie vio que allí vivían tres niños en situación de absoluto desamparo? ¿Nadie? ¿Ni los vecinos? ¿Ni los médicos? Coño, qué acaba de parir ¿ni el colegio? Coño, que el de tres años tiene que estar escolarizado. ¿Ni la familia de ella? Coño, que la güela tiene a un hermanín mayor. ¿Dónde coño estaban los de asuntos sociales? ¿De qué son culpables estos críos? ¿De qué coño son culpables los niños de este puto mundo de mierda? Nazcan dónde nazcan cada vez más absolutamente desprotegidos, impúdicamente expuestos a los focos de la prensa, cadáveres entre la maleza de las vías del tren, cuerpos desangrados en una escuela, acuchillados por su madre en Australia, abandonados a su suerte en un piso de Pumarín en Oviedo ¿Qué coño es esto? Tenemos un Nobel de La Paz que es una niña a la que quisieron matar por ir al colegio, una niña que tenía que estar aprendiendo, pensando en su primer beso, despertando al mundo, disfrutando de su infancia, coño JUGANDO y no dando conferencias.
Sí, muero de responsabilidad porque soy inmune a la injusticia, porque miró a otro lado y me digo "total, yo no puedo hacer nada" porque seguiré pensando en mis regalos de Reyes, en gastar lo que no tengo, en acumular cosas que no necesito, porque seguiré siendo insolidaria y no dando los abrazos que tanto necesitan y necesito, porque seguiré desde mi pecera de cristal viendo pasar la vida, rodeada de mis libros con Lola y el mundo, mientras yo no muevo un dedo, seguirá girando.
Mirad, en mi humilde opinión, esta sociedad no tiene futuro y no porque vayamos a agotar los recursos que tenemos, ni porque el aire sea irrespirable, ni porque nuestros gobernantes sean unos chorizos indecentes (qué sigan recortando en asuntos sociales, sanidad, enseñanza, qué sigan... Que llegará el tiempo que recortemos nosotros... Llegará y lo haremos en las urnas que es dónde tiene que ser) Esta sociedad no tiene futuro porque no nos preocupamos de los más importantes: nuestros niños y nuestros ancianos, nuestro futuro y nuestra memoria y así nos va, pero lo que es peor ASÍ NOS VA A IR."

domingo, 14 de diciembre de 2014

Una chaqueta roja con pompones.

Marilena (año 1943?)
La débil luz que anunciaba al invierno que se acercaba presuroso la despertó. La claridad se colaba por las rendijas del pequeño balcón de la habitación que compartía con su abuela María. El cristal se había empañado por la diferencia de temperatura entre el frío de la calle y el agradable calor que se había conservado en el interior de la casa. La cocina de carbón todavía mantenía algunas ascuas de la lumbre de la noche anterior. Su abuelo Luis se acostaba el último y se levantaba el primero para mantener vivo el fuego. No había casi nada de todo, pero no se escatimaba ni una sola piedra del poco carbón que tenían, ni una astilla, no fuera a ser que los niños pasaran frío. Pensó que a lo mejor había nevado y una sonrisa llenó su cara de niña enmarcada por rizos negros mientras sus ojos se decidían a abrirse definitivamente ante la promesa de la incierta nieve.
Podía ser. Era su tiempo, el de la nieve, quiero decir. Era 4 de diciembre, el día de Santa Bárbara, un día especial como todos los 4 de diciembre. ¿Qué hora sería? Pronto comenzarían a sonar los voladores que celebraban su cumpleaños. Ah, no. No era realmente su cumpleaños lo que celebraban aquellos ruidosos y numerosos voladores, los tiraban los obreros de la Fábrica de Armas para conmemorar a su patrona. De todas maneras, en su honor o no, se sentía afortunada. No conocía a nadie, por lo menos en su escuela, que celebrase su cumpleaños con voladores. Aquel sonido atronador que reflejaba la alegría de los trabajadores por su día libre era, sin duda, su mejor regalo. No había muchos excesos, estaban demasiado cerca de la Navidad. Si acaso unos calcetines nuevos que estrenaría para ir a Misa esa misma mañana a la Iglesia de Santa María la Real de la Corte. Después, su tía Carmina le preparaba un chocolate con churros para invitar a sus amigas, Loli y Ana Mari, a desayunar. Algunas veces Ana Mari traía para compartir las chocolatinas que su padre emigrante en Francia le enviaba.
¿Tendría alguna sorpresa especial este año? Unas zapatillas de suela gorda de goma de ésas que cuando saltas desde una banqueta parece que rebotas en el suelo serían también un buen regalo. No se quejaba de nada, ni por nada. Voladores y calcetines nuevos, chocolate con leche y churros formaban una fantástica combinación.
La Fábrica de Armas de Oviedo estaba situada fuera de la muralla medieval que delimitaba el embrión de la ciudad y lejos del moderno y creciente centro comercial, congregaba tras sus muros, ocupados en sus talleres, a un importante número de trabajadores entre militares, obreros y aprendices y extendía su influencia por toda la zona y sus alrededores. Aplaudían la llegada del 4 de diciembre, cómo para no hacerlo, cómo para no estar contentos: un día libre y una paguina extra, una Eucaristía y un desayuno de hermandad. Los aprendices formaban con disciplina casi militar en la plaza Feijoo para entrar en orden en la iglesia y asistir a Misa. Al desayuno posterior estaban invitados todos aquellos que eran alguien, o pretendían serlo, dentro del panorama local junto a las autoridades civiles y religiosas. Una vez hasta acudió el obispo y lo normal era ver al gobernador militar de la provincia compartiendo mesa y mantel junto al alcalde de la ciudad.
Los días anteriores, la pequeña talla policromada que representaba a la Santa abandonaba su lugar en el altar de la recogida capilla situada en los terrenos de la Fábrica y era solemnemente trasladada hasta al altar mayor de la Corte. Allí sobre un paño de terciopelo azul con los bordes rematados con hilos dorados descansaba al menos por una semana desplegando toda su belleza y luminosidad. Todo era muy teatral, con un fuerte barniz dramático. Las niñas más pequeñas que cada año leían en la escuela la historia de la Santa y su martirio, no dejaban de impresionarse y  subían por la calle de la Vega después de las clases para acercarse a admirar a aquella Santa tan guapa e irse luego a casa horrorizadas pensando que a aquella niña la había decapitado su propio padre para luego caer muerto fulminado por un rayo.
Marilena ponía todo su entusiasmo en celebrar aquel día, no sólo por su cumpleaños, sino porque además no había escuela. La maestra del Postigo que también estaba invitada al desayuno con los ingenieros, suspendía las clases y exhortaba a sus alumnas a asistir a la fiesta religiosa vestidas con sus humildes mejores galas. Al día siguiente comentarían lo que habían visto y vivido con todo el lujo de detalles que permiten observar los ojos de unas niñas pequeñas.
Las semanas previas eran un ir y venir de jovencitas preparando sus abrigos, las que los tenían, para poder acercarse a la iglesia y aparentar algo, lo que fuera. Las tías de Marilena, Carmina y Alicia, que eran pantaloneras se veían sujetas a un tremendo ajetreo. Arreglaban y planchaban los uniformes de casi todos los que iban a participar en tan gran acontecimiento y  pasaban las noches en vela dando la vuelta a los ajados abrigos, cambiando botones y composturas, remendando o reformando la ropa de muchas de aquellas jóvenes, casi niñas, que veían una oportunidad única para entablar amistad o quién sabe si algo más con alguno de aquellos apuestos militares destinados en la Fábrica o, si no, con alguno de aquellos jovencísimos aprendices con un futuro profesional especialmente prometedor aunque todavía lejano. Ellos, los aprendices, la mayoría hijos de campesinos de las aldeas cercanas a Oviedo, veían los grandes sacrificios que sus padres hacían para sacarles de la miseria del campo. Allí recibían formación académica y aprendían un oficio. Aquellos obreros y aprendices que llegaban a Oviedo cada día en tren con el almuerzo en una fiambrerina, le caían mal, muy mal, rompían el inmaculado manto blanco que formaba la nieve en el invierno con su caminar apresurado para llegar a sus puestos de trabajo en los distintos talleres antes que la sirena anunciará el inicio de la jornada laboral. A ella que lo que más le gustaba del invierno era la nieve y ver aquella plazoleta que separaba su casa de la de sus tíos llena a rebosar de nieve.
Se decidió por fin a abandonar el calor de la cama para asomarse a la ventana sin hacer ruido. Sí, había nevado. El manto blanco estaba sin tocar, no se veía ninguna pisada sobre él. Nadie lo había pisado, pero no tardarían en hacerlo. Le estropearían aquel paisaje limpio y puro que tanto le gustaba contemplar por mucho que la luz de la nieve la deslumbrará apenas un momento después de empezar a mirarla fijamente. Sin embargo, nadie podría estropearle su día de cumpleaños. Al final aquel 4 de diciembre sería distinto. Junto a unos calcetines nuevos su tía Alicia le había tejido una chaqueta de punto inglés con pompones, igualita que la de Conchita, la hija de la maestra.
Voladores y chocolate con churros, calcetines nuevos y una espectacular chaqueta roja con capucha y pompones para estrenar. ¿Se podía ser más feliz? Ella creía que no. De hecho, nunca fue tan feliz como en aquel su octavo cumpleaños.



miércoles, 26 de noviembre de 2014

Was ist passiert in deinem Leben?

Me pregunta mi amiga Katja, que ha dado señales de vida después de un tiempo de duelo, que qué ha pasado en mi vida. Buena pregunta. 
Y es que ha pasado un año desde el primer cumpleaños de este blog y hoy  celebramos el segundo. Sí, tenemos dos años. DOS AÑOS YA. Y digo hacemos porque los cumple Bea la de Lola y los hace también esta relación epistolar que hemos creado entre todos nosotros y que, para que negarlo, cada vez me gusta y me llena más. Y yo, tan amiga de fiestas, pensaba  organizar una grande e invitaros a todos a un pedacito de tarta virtual, pero las noticias de esta semana, me han conmocionado. Iba a escribir una entrada que ya tiene título desde el verano en la que contaría la génesis de este proyecto y su posterior nacimiento. Revelar los nombres de los hombres que originaron esta historia, porque sí, en el origen fueron todos hombres. Aunque el ánimo no me acompaña, la escribiré. No hoy, ni ahora, ni mañana. No es su tiempo. Quizás con ella celebremos la tercera velita o quizás, quién sabe, nunca vea la luz.
Y me pregunta Katja desde Alemania en un correo electrónico que me ha llenado de alegría y en el que, a pesar del tono todavía oscuro que me transmiten sus palabras, da muestras de estar remontando su drama personal que qué ha ocurrido en mi vida durante este tiempo de silencio.
Así que ayer cuando leí el mensaje, me pregunte a mi misma que en qué he estado pasando mi tiempo, y la primera y única respuesta que me salía era "he estado escribiendo". Me he pasado un año escribiendo, siendo constante y con el compromiso de continuidad. Porque para qué quieres un blog si no vas a escribir en él. Todo comenzó de la manera más tonta. Una mañana ocurre algo que te demuestra que sigues viva y todo lo que tienes dentro empieza a brotar a borbotones dando lugar a la idea de que este proyecto en pañales (que aún lo está) adquiera consistencia. A veces, la causa de que algo eché a andar no tiene nada que ver ni contigo, ni con lo que te traes entre manos en tu día a día. Igual que dar a un botón y poner en marcha el mecanismo de tu vida que creías parado. Hay cosas que simplemente pasan y que hay que dejar que fluyan. En general, yo que sólo me arrepiento de lo que no dejo que ocurra por mis miedos, estoy muy contenta de este 2014 que me ha pasado volando, la semana que viene ya es diciembre.
Y es que ha sido un año fantástico. No sé si suena pretencioso decir que ha sido el mejor año de mi vida. Seguro que vendrán otros igual de buenos e incluso mejores, pero éste he descubierto que los sueños generan proyectos y los proyectos futuro. También puede ser que mi umbral de felicidad sea más bien bajo o que soy poco exigente con lo que pido a la vida. "No es más feliz el que más tiene, sino el que menos necesita". Y  así, he estado escribiendo con todo lo que esto conlleva de esfuerzo y trabajo. Leer mucho y usar el diccionario, consultar dudas e intentar no repetirme, pero sobre todo, crear historias. Historias imaginadas o reales, historias inspiradas en recuerdos infantiles o en vivencias de adulta, historias llenas de amor o de tristeza. Historias creíbles o no, pero con capacidad de emocionar. Y esto me ha hecho muy, muy feliz. He llorado mucho, para que negarlo, recordando cosas que me han pasado o que precisamente no han pasado y ya no pasarán, pero de esas lágrimas también extraigo una lección. Me quedo con lo bueno. La vida es un tremendo aprendizaje que no acaba hasta el último suspiro.
He hecho también un poco de terapia de piel, la justa, para convencerme de que la gente se arriesga muy poco, que hay que darle a los sentidos lo que piden y que, en esto de la piel si hace falta, hay que dejársela a jirones. Yo por mi parte lo intentaré todas las veces que haga falta.
Ha sido un buen año. Un año en el que he visitado países exóticos y escalado montañas mágicas. He cruzado ríos llenos de cocodrilos y navegado por mares abarrotados de piratas. He vivido mil y una aventuras, las que quería y deseaba vivir. También algún desengaño. Los menos. Cuánta necesidad tenía yo de este blog, ahora me doy cuenta. Cuánto de mi hay en él.
Un año en el que he conocido gente interesante: autores consagrados y escritores noveles, cuentistas y poetas, bibliotecarios y lectores como yo que han llenado mi vida de palabras y versos, de recursos e imágenes. Gente maravillosa como maravilloso es su trabajo.
Dos años ya desde aquella primera entrada que obedecía a algo que ni ocurrió, ni ocurrirá. Gente de ida y vuelta que te demuestra que da igual los años que pasen pues la toxicidad la traen de serie. Es innata en ellos. Menos mal que encontré el antídoto. Hoy vuelvo a tu vida, mañana salgo, pasado vuelvo a entrar. No, no te confundas, ni me confundas. Una vez que has dejado el juego, estás fuera para siempre.
Dos años, el tiempo de una ortodoncia; dos años multiplicados por ocho, los años que llevo trabajando en la empresa que es mi segunda casa. Dos años en los que he escrito todo y nada, en los que he dejado lo mejor de mi y lo peor. Dos años cuya lectura es positiva siempre. Dos años que han pasado con el vértigo de una exhalación.
Un par de apuntes para acabar que luego dice Macu que me enrollo:  Mi agradecimiento a mis padres. A mi madre porque me enseña que la generosidad es una forma de estar en la vida aunque te dejes la propia en ello y a mi padre que me enseña que los sueños que se consiguen son aquellos que tenemos en nuestras manos y por los que podemos trabajar, que me apoya en todas mis decisiones, las de cuerda y las de loca. A ambos porque me aceptan como soy, porque les debo la vida y lo que soy. Y mi admiración a los lectores, a todos y cada uno de los que se asoman a esta ventanita de mi vida, porque sin ellos esto no tendría sentido.
Besos para todos y una vez más gracias por estar ahí.

jueves, 20 de noviembre de 2014

Huyendo del infierno.


"...Que tengo la piel morada y el alma quebrada.
Que maldigo aquel día en que dije "Sí, quiero".
Que mi cuerpo tiembla cuando oigo tus pasos.
Que ya no brilla el sol en mis días
Y mi noche es oscura y cerrada..."
                                                      fragmento Pulga Croft

Es temprano. Apenas ha podido pegar ojo. Se levanta y pone la cafetera. Toma una ducha. Tiene que arreglarse, pero todavía no quiere enfrentarse al espejo. Tiene suerte, el vaho lo ha empañado y no puede devolverle su reflejo. A pesar de todo lo ocurrido, se siente gris, mustia y pequeña. Hoy no iba a ser distinto. Tiene un poco de dolor de estómago, ayer vomitó de madrugada, una molestia en un costado y un sabor como a metal en la boca, como a sangre. Si intenta respirar profundamente, parece que le cuesta hacerlo. Puede ser que se golpeara sin darse cuenta. Después de la noche que ha pasado no está nerviosa, o al menos, no más nerviosa de lo que es habitual en ella. El día promete ser largo.
Se esmera en preparar café. Piensa que quizás tarde un tiempo en poder volver a tomarse ese café largo y fuerte, cargado y sin azúcar, muy caliente como a ella le gusta. En el fondo no es malo renunciar a algunas cosas, no será un precio excesivo el que se va a cobrar su libertad. No, no lo será. Daría cualquier cosa por recuperar su vida.
Piensa en su madre y en su abuela. Su madre se puso el mundo por montera y la dejo sola al pie de su abuela. Se fue a vivir lejos. Construyó su familia sin aquella niña a la que tuvo de soltera cuando decidió que no iba a dar su brazo a torcer ante aquel cabrón que la engañó con unos ojos verdes que lo decían todo sin necesidad de palabras. La dejó embarazada y luego le dijo que la preñez no era problema suyo. Tuvo suerte al final su madre. Ha sido feliz con el hombre bueno al que encontró en el camino tras dar algunos tumbos, pero sacrificó a su hija, no podía mirarla y ver los mismos ojos que la embaucaron para dejarla tirada. Volvió a por ella, por lo menos una vez, pero no fue capaz de recuperarla. La niña tenía ya su sitio junto a la abuela.
Ay, si no hubiera sido por la abuela. La abuela que ya había sacado sola adelante a sus tres hijas tras morir su marido en la guerra. Era maestro, le mataron por enseñar. Cómo cambió su vida aquella guerra. Cuánto trabajó aquella mujer, cuánta plancha de otros, cuántas escaleras fregadas de rodillas... Nunca ni una queja, ni un reproche. Su abuela que se esmeró tanto en educarla para ser independiente, para ser mujer, para ser ella misma y para respetarse...
-"Nena, nunca dependas de un hombre. Y prepárate. Una profesión es lo más importante. Una profesión que te dé capacidad para vivir por tu misma."
Ahora la siente removiéndose en su tumba, viendo el rumbo que ha tomado la vida de su adorada nieta, sin poder hacer nada. Siente que la ha traicionado. Es lo que más le duele, la traición a su abuela. No puede dejar de pensar que de vivir, ella sí hubiera impedido su boda.- "No lo ves Ana, éste es un lobo con piel de cordero" se lo dijo una y otra vez representándose en sueños los días antes de la boda. "Ana, hija, no te cases. Este hombre no es legal."
Sus amigas lo calaron rápido. Su mejor amiga, en concreto, al primer vistazo le decía lo que veía y que ella negaba:
 - "Es violento, ¿no lo ves?, ¿no escuchas como escupe lo que piensa? y no piensa nada bueno. ¿No ves como se crispa cuando discute? Es altivo, se cree superior a nosotros. Se enfurece por todo. Es violento, Ana, ¿no lo ves o no lo quieres ver? Este hombre no es para ti. Sacátelo de la cabeza."
Pero entonces fue él quien la sacó de allí, quien la arrancó de entre ellas y llevándosela a rastras la alejó. Le cortó las alas. Primero a otro barrio, fuera de los lugares comunes y de su gente que eran su refugio. Más tarde a otra ciudad. Le prometió que cerca del mar estarían bien y que juntos solucionarían sus problemas.
-"¿Qué problemas tengo yo si sólo tengo uno y eres tú?" Se decía a si misma mientras asentía sumisa ante lo que él proponía.
Se instalaron y cuando ella se había hecho a la idea, él volvió a decidir unilateralmente y concluyó que era la oportunidad de sus vidas, un auténtico chollo, aquella casita sin vecinos a unos pocos kilómetros de allí. No le dijo nada sobre la gente que había empezado a murmurar detrás de él cuando salía del portal. Sí, la casa nueva era preciosa pero allí nunca llegaba el sol, rodeada de una finca enorme llena de árboles frutales que no florecían, hortensias siempre secas y una buganvilla que sólo con mirarla se marchitaba. Eso sí, allí nadie oiría sus sollozos, ni sus gemidos, ni el ir y venir de golpes, ni el denso silencio que se hacía después de cada paliza, ni los "lo siento", ni los "te quiero" que venían después. -"No me pidas perdón, demuestra que me quieres".
En la mudanza llevaron también las tinieblas que se cernían sobre aquel matrimonio sin cimientos, en el que crecía asalvajada y sin control la desconfianza y enraizaba cada vez más dentro el miedo. Desconfianza y miedo. Ni luz, ni fruto, ni futuro. Una relación de hielo que desde fuera parecía perfecta, pero que de cerca desprendía un frío de acero.
A veces se arrepiente de no haber tenido hijos. -"Quizás todo hubiera sido distinto, un hijo hubiera arreglado las cosas o no, pero, entonces un hijo hubiera sido la razón para escapar de este infierno en el que se ha convertido mi vida."
¿Cuándo su vida comenzó a irse por el desagüe? ¿Cuándo se convirtió en una kamikaze? ¿Cuándo todos pasaron de ser testigos a convertirse en cómplices de aquel hombre que se presentaba como el marido impecable y cautivador? Su suegra que mira y no ve. No ve las marcas en los brazos, siempre de rebeca en verano. Los morados en las piernas, siempre con medias aunque haga calor. Las ojeras permanentes, los labios agrietados de tanto mordérselos nerviosa cuando él está presente y sus manos, sus pobres manos ¿Cuándo empezó a morderse las uñas? Y esa lividez de muerte en que se ha tornado el color de sus mejillas. La primera noche en blanco sin poder dormir pensando que aquellos golpes no formaban parte de ningún juego de amantes ¿Cómo tardo tanto en darse cuenta?
-"No te mientas"- le diría la que fue su mejor amiga -"Empezó la primera vez que te mandó callar con la mirada, la primera vez que dio un puñetazo en la mesa porque la sopa estaba sosa o cuando en la pedida de mano, sí, aquella noche en casa de sus padres, derramaste el vino sobre el mantel de hilo blanco y él se levantó con tanta fuerza que tiró al suelo parte del servicio. ¿Te acuerdas del día que rompió el cristal de la puerta del salón de un portazo? y ¿el día que te dijo que eras una mierda, que sin él no eras nada, que si te ibas, te hundiría o peor aún, te buscaría para matarte?."
Piensa que ahora, por fin, será libre. Libre de él. Libre del miedo. Libre para pensar, para opinar, para estar guapa y saberse atractiva. Libre de ser feliz, más libre que en la cárcel sin barrotes en que se había convertido su vida. Más libre encarcelada que en su prisión particular. En la jaula de oro en la que él exhibía orgulloso su trofeo más exquisito: ella.
Se levanta, tiene que hacer una llamada. Coge el teléfono y marca al 112. Tiene que llamar para contarles que ha matado a su marido. Harta de sufrir, harta de golpes y amenazas, de patadas y de tormentos. Harta de tapar con maquillaje los hematomas, cuando las heridas del alma no hay con que esconderlas. Anoche él le partió literalmente la boca. Nunca le había marcado la cara, siempre había sido cuidadoso en eso. Ha sido en legítima defensa. Era su vida o la de él. ¿Cómo tuvo fuerzas para clavarle un cuchillo? ¿Cómo pudo siquiera empuñarlo?
-"Sí por favor, envíen a una patrulla, espero aquí... Sí, está muerto, seguro... Sí, estoy bien, gracias, puede que tenga la nariz rota y quizás una costilla, me cuesta un poco respirar... Sí, sí, espero aquí, ahora ya no tendré que huir... Sí, espere que le doy la dirección... "
Cuelga y va al baño, pasa por delante de la habitación sin mirar siquiera. El vaho se ha ido del espejo. Empieza a maquillarse. A ver como puede disimular el hinchazón de la nariz.

 http://lavozdeltrubia.es/2016/11/07/de-puertas-adentro-un-camino-de-salida-para-la-violencia-machista/


sábado, 15 de noviembre de 2014

El futuro que viene.

"Mas lo que de verdad
importa
es que mires,
¡que sueñes!,
-pero siempre con los ojos
bien abiertos-
que seas tú el timonel
de tu nave
y que nunca
nadie,
te arrebate tu sombrero."
                     Pulga Croft

El 16 de noviembre de 1998 nació Daniel. A medio día su madre llamó para decirme que iba a ingresar porque el chiquillo ya llegaba. Fuimos a clase a la Escuela de Idiomas y a la salida, sobre las 21.00, pasamos por allí Maite y yo para ver si había noticias. Sí, las había, teníamos un niño nuevo cerca de nosotras, un niño que iba a crecer y hacerse hombre siendo nosotros testigos de su vida. No lo pudimos ver, no sé porqué, vimos a su madre que estaba hambrienta después del esfuerzo realizado. Estaban felices, la familia empezaba a tomar forma.
Al día siguiente era martes, yo ese año había empezado a estudiar Empresariales y, la verdad es que estaba entusiasmada, con el entusiasmo del que tiene un nuevo proyecto en la cabeza y sabe que, durante el tiempo que dure, otras cosas dejarán de preocuparle. Como tenía ya los créditos de libre configuración y unas cuantas asignaturas convalidadas por mi previa licenciatura en Derecho, mi horario era más flexible que el del resto de los estudiantes, así que fui hasta Maternidad a conocer a Daniel. Y allí estaban los dos. Recuerdo a la recién estrenada mamá con su muñeco bebé sobre la viejuna manta azul de la cama del hospital, con esa cara de amor infinito y alegría, sorpresa y miedo que se les pone a todas las madres primerizas. Fuera de aquella habitación, ir y venir de ambulancias, colas que daban la vuelta al edificio donde estaba situado el centro de donaciones. Estupor y tristeza. Ocho muertos en un accidente en Llanes, el conductor y siete estudiantes de instituto. Jacque y yo, sin decirlo, pensamos en aquellas madres que un día también habían tenido por primera vez a sus niños arrugados y colorados en sus brazos, a los que ahora el destino arrebataba de su lado cubriéndolo todo con un velo negro, sin apenas haber comenzado la vida. Esa es otra historia, sin embargo, cada vez que Dani hace años no puedo evitar recordar aquella mañana, ni los días sucesivos en el pequeño municipio de Ribadedeva en el Oriente asturiano de donde eran originarios aquellos chiquillos a los que la puta carretera segó sus vidas.
Pero volvamos a Dani. Hoy no quiero repetir todo lo que ya he escrito acerca de él. Tengo anécdotas de un niño tranquilo que ha ido creciendo sin apenas darnos cuenta y ahora es más alto que su padre. Con todo el tiempo que hemos pasado juntos nunca le he visto una actitud irreverente ni maleducada, ni con los suyos, ni con los que también somos suyos por afinidad. Daniel será un hombre trabajador y responsable, pero ahora es su momento de salir y divertirse, de tomar pequeñas decisiones que serán importantes en su futuro aunque ahora no lo parezcan, de hacer deporte, de estudiar y demostrar que es capaz de conseguir sus retos, de besar ranas de color rosa en busca de la compañera con la que compartir su vida y su futuro.
Es tu tiempo de vivir, Dani, porque tu vida nos ha pasado en un suspiro y la nuestra en apenas un instante. Y, en realidad, han pasado tantas cosas en este cortísimo espacio de tiempo, tantas lágrimas y tantas risas, tantas decepciones y descubrimientos, tantos momentos juntos. Hay amigas que son hermanas y tu madre es una de ellas. Sobran más palabras. Dani, disfruta tu momento porque la vida es ahora y cuando te des cuenta serás padre y tu madre abuela (je,je,je) qué relativo es el concepto tiempo cuando se tienen apenas dieciséis años. Vive, ríe, sueña, pero sobre todo, no vendas tu libertad, no sacrifiques tus sueños e intenta manejar por ti mismo el timón de tu nave. Es difícil, no creas. No olvides tu herencia, la de tus abuelos, la tierra de donde vienes, tus raíces. Y sujeta tu sombrero con mano firme, pues debajo de él estarás bien protegido. Piensa también en Martín, tu hermano, eres su referente. No lo olvides.
Hoy Dani hace 16 años. La memoria caprichosa hace que yo recuerde aquel día de esta forma y no de otra. Si todos los que vivimos aquel día lo contáramos, tendríamos una historia diferente, unas sensaciones distintas.
El jueves, Dani y Yaiza, me acompañaron a hacer un recado. Cuando les pregunte a sus padres, ellos aceptaron. Fuimos a tomar un batido. Mientras estaba en la barra pidiendo para los tres, ellos dos hablaban animados subidos en sus taburetes. Uno enfrente del otro. Dani ni siquiera es un año mayor que ella. Por un momento vi el futuro, dos niños que son amigos gracias a la amistad de sus madres que se prolonga por más de tres décadas, gracias al esfuerzo que hemos hecho de pasar tiempo juntos, de compartir cosas. Dos niños empezando la vida. Y pensé: "Me gusta el futuro"
Si yo hubiera escrito el argumento de mi vida, tendría una Yaiza y un Dani en la misma. Una Yaiza y un Dani que no se llamarían así para discutir y reírme con ellos, para estar orgullosa de sus triunfos y consolarlos en sus fracasos, para ir de compras e ir al cine, para saber lo que es la complicidad entre una madre y sus hijos. Si me hubieran pedido opinión para escribir este guión, la protagonista habría tenido por lo menos dos hijos para cargar en unos brazos, los míos, hechos para abrazar. Sólo echo de menos eso, aunque como no los he tenido tampoco los puedo echar realmente en falta. Dos hijos y la posibilidad de vivir una historia de amor en la que poder ser yo misma, sin límites y sin fronteras, lejos de convencionalismos, apartada de miedos, superando conflictos propios y ajenos. Dos hijos y un amor de película, tampoco es pedir tanto ¿no creéis? A lo primero he renunciado, pero con lo segundo sigo soñando. Quizás en algún momento llegue...

Nota: Tres semanas después de nacer Dani mi vida dio un giro de 180 grados. Recibí una oferta de trabajo, deje la Escuela de Empresariales aunque aprobé una asignatura y un tiempo más tarde me independice. Desde entonces a hoy han pasado 16 años en un momento y para mi ha sido la mejor etapa de mi vida. Volvería a vivirla casi exactamente de igual forma. Cuando la salud acompaña y estás a cubierto da igual el tiempo que haga fuera. Besos para todos.

jueves, 6 de noviembre de 2014

Guiones de cine y vidas sin guión.

"Si se pone en peligro la vida de un inocente, ésta será la indemnización: vida por vida, ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie, quemadura por quemadura, golpe por golpe, herida por herida." (Éxodo, 21: 23-25)

He leído estos días El detective moribundo de Leif GW Persson, escandinavo y autor de la trilogía El declive del Estado de bienestar. En El detective moribundo y a lo largo de más de cuatrocientas páginas en las que la acción no decae en ningún momento, un jubilado y enfermo ex jefe de la policía judicial central, admirado y querido por sus antiguos colegas, amigos y familia persigue al autor de un asesinato prescrito en un intento de hacer justicia a pesar de que las condiciones para conseguirlo no son las propicias. La pequeña Yasmine Ermegan de nueve años fue violada y asfixiada. La asignación del caso a un policía incompetente que erró en la principal vía de investigación y el asesinato de Olof Palme pocos meses después que obligó a desviar todos los medios y recursos en su resolución, cerró el caso en falso e hizo que permaneciera durante veinticinco años en una caja de cartón en el sótano de la policía. La oportuna trombosis cerebral de Lars Martín Johansson, "el hombre que era capaz de ver a la vuelta de la esquina sin agacharse y mirar a escondidas", le pone en manos de la neuróloga Ulrika Stenholm y es ella la que le dará las pistas para desenredar la madeja y resolver el asesinato.
Brevemente este es el argumento del libro que me ha tenido enganchada y cobijada estos dos últimos días y que a la luz de los acontecimientos en mi ciudad, el descubrimiento del cuerpo de un niño de dos años tirado entre la maleza que crece al lado de las vías del tren junto a una maleta, me provoca una reflexión acerca de la venganza y del que es el peor de los crímenes, en mi opinión, aquel que tiene por objeto hacer daño, de la forma que sea y gratuitamente, a una criatura inocente e indefensa, a un niño. 
En la novela de Persson el policía jubilado, rodeado de secundarios de lujo, se debate entre el delito prescrito y la forma, legal o no, de hacer justicia a la pequeña Yasmine. Y aparece todo el tiempo la justificación moral del "tomarse la justicia por su mano". Pero ¿cuándo la justicia deja de serlo y se convierte en venganza? Y ahí está el debate, cuál es el límite, cuál la frontera entre una y otra. En las sociedades primitivas parece que la ley del talión era la válida (aún hoy se aplica en algunas culturas para escándalo de Occidente). Nosotros estamos dentro de un sistema jurídico imperfecto, muy imperfecto, pero que establece un orden en el que yo quiero creer. Un Estado de Derecho que garantiza (o pretende hacerlo) Sanidad y Educación, pero que es incapaz de garantizar la seguridad de sus miembros más débiles. Vamos a ver, ¿cómo saber si un niño está en peligro en el sitio dónde se supone que va a estar más amparado y protegido? Y si existe una mínima sospecha, ¿no había una intervención previa de los asuntos sociales? ¿Cómo se pueden prevenir estas situaciones? Por otro lado, este sistema imperfecto sí se preocupa de garantizar a los presuntos culpables un juicio justo, proporcionarles un abogado de oficio y respeta en todo momentos sus derechos y las garantías procesales. Esto es normal y deriva del fin último del Derecho Penal que no sólo es reparar y satisfacer el daño causado sino conseguir la recuperación y la reinserción del delincuente.
En la novela el viejo policía se pregunta y pregunta a los suyos cuántos hombres adultos pueden disfrutar teniendo relaciones con una niña: ¿uno de cada cien mil, uno de cada diez mil o uno de cada mil? Yo me pregunto ¿cuántos progenitores puede pegar hasta la muerte a un hijo suyo o de su pareja, a un niño que ni siquiera sabe lo que es la vida, y seguir respirando tan tranquilos? Así y todo, intentó mantener la cordura en estos supuestos tremendos. No sé si es por mi formación jurídica, por el hecho de no ser madre o porque estoy segura de que de ocurrirle a uno de los míos no sería capaz de maquinar venganza alguna, simplemente me moriría.
Clama esta semana la opinión pública en Oviedo contra los autores de este brutal asesinato, un niñín de entre dos y tres años, apaleado con saña hasta matarlo y que encontró la paz cuando, por fin, le dejaron abandonado y muerto. Era tarde para él. El guionista de su vida se cansó de escribir demasiado pronto o quizás nació ya sin guión alguno. Nadie puede creer que no iban a encontrar su cuerpo, pero quizás los autores materiales de semejante crueldad pensaron que pasaría más tiempo antes de que lo hicieran. Estos días recordaba como en los ochenta, desde la ventana de la que era mi habitación en casa de mis padres, veíamos entre la vegetación que crecía salvaje entorno a las vías del tren, bolsos y otros objetos robados, carentes de valor o no y arrojados allí por los amigos de lo ajeno, junto a basura y porquería. Una vez había una bicicleta de reluciente color rojo. Cuántas veces los policías vestidos todavía de marrón corrieron por allí tras un delincuente común o un yonqui que había robado un radiocasete en un coche. Pienso en qué hubiera pasado si lo que hubiéramos visto fuera el cuerpo sin vida de un bebé. Pienso en el pobre hombre que sí vio un diminuto pie cuando silbaba mientras desbrozaba, pensando en el tiempo tan desagradable que hacía y que había empezado sin avisar, sin poder imaginar que aquel iba a ser el peor día de su vida.
Y de qué era culpable este bebé. Qué pecados ajenos vino a purgar. Quizás fuera culpable de haber nacido, o de haberlo hecho en el seno de esa familia y no en otra. Quizás fuera culpable de haber pasado la noche llorando por un dolor de oídos o por una muelina que estaba empezando a salir. Quizás despertó a su madre porque se había hecho pis mojando el colchón del piso de alquiler al que acababan de mudarse.  O quizás a su madre le estorbaba en la futura vida que su nuevo novio le prometía. O simplemente no hizo nada y su asesino sólo necesitaba descargar su frustración por una situación de la que nadie y menos el niño era responsable. Sólo espero que el sistema caiga sobre los culpables con toda su extensión porque ésta es la peor de las violencias domésticas, la infligida en el seno familiar por progenitores al eslabón más débil de la misma, los hijos pequeños, que paguen por ello y que los ojos suplicantes de la víctima les persigan para siempre convirtiendo en un infierno su existencia. Esa será la mayor venganza.
Durante muchos años Estelita, la abuela de una alumna muy querida, siempre nos contaba que la realidad siempre superaba a la ficción. Mi madre, cuando éramos pequeños y había alguna escena fuerte en la película que estabamos viendo, siempre nos decía que era mentira. Sí, la historia imaginada por Persson se aproxima tanto a la realidad que podría ser cierta, de hecho hay historias verídicas muchísimo peores. Sí, la realidad supera a la ficción. Y es que la maldad está intrínsecamente unida a la persona humana, aunque en mi opinión y afortunadamente no en la misma medida que lo está la bondad.

domingo, 19 de octubre de 2014

Elena y su lucha contra el cáncer.

Hoy es el Día Contra el Cáncer de Mama. El caso es que ayer con el tremendo aire que hacía no fui capaz de sacarme de la cabeza a mi abuela Elena que le tenía pánico al viento y era capaz de pasarse la noche despierta vigilando la palmera de la Fábrica de Armas que veía desde la ventanina de su puerta. Mi abuela tuvo cáncer, aunque no fue de mama. Fue diagnosticada cuando yo era una niña de párvulos de cara redonda y coloretes y mi hermano un rubio de pelo casi blanco y ojos azules que tenía casi todo de vikingo. Mi abuela nos adoraba. Nos adoraba porque no sabía querer de otra manera y nosotros que no teníamos ni idea de lo que significaban las palabras cáncer, ni pérdida, ni enfermedad, ni dolor, ni, por supuesto, muerte fuimos su horizonte en aquellos días de olor a hospital y a medicinas. El Dr. Villaverde, un joven ginecólogo que empezaba su andadura, fue su dios particular y le salvó la vida en una operación a vida o muerte que era de las primeras veces que se hacía. Elenita Peláez para salir de allí se pusó como meta verme hacer la Primera Comunión. Y ésa y todas las pequeñas metas que se fue poniendo a lo largo de su vida fueron las que la llevaron hasta los 89 años en plenitud de facultades (murió a los 96, pero el último tramo no cuenta, al menos hoy) y fueron las que la mantuvieron a salvo de que el cáncer volviera. Y no volvió, vaya si no volvió. Hubo muchas más metas. La recuerdo en mi jura en el Colegio de Abogados juntos a mis padres, mi hermano y mis amigas, orgullosa no, lo siguiente y el día que celebramos el final de la carrera de mi hermano comiendo en El Quesu, por ejemplo.
A mi abuela la tuvieron tres meses ingresada llena de drenajes y tubos, intentando que todo volviera a funcionar. En cuanto se pudo levantar nos veía por la ventana de Maternidad. Nosotros entre los coches agitábamos nuestras maninas, preguntándonos porque no bajaba a abrazarnos y ella seguramente rezaba por lo bajo evitando llorar porque mi madre se lo habría prohibido o porque había pasado tanto miedo que ya no tendría más lágrimas. Mientras tanto hizo amistad con la enferma que tenía al lado, una niñina de diecinueve años que estaba pasando por lo mismo. Quién las vería a las dos aquellas largas madrugadas compartiendo los planes que tenían con la incertidumbre de no saber si podrían llevarse a cabo. La joven también se salvó y, años después, mis abuelos la acompañaron el feliz día de su boda.
Seguramente a mi abuela hoy la hubieran operado de forma menos agresiva, los años no pasan en balde y la ciencia ha avanzado una barbaridad. A pesar de aquella carnicería ella se fue a casa con una única pauta, lavar la herida con agua y sal y así lo hizo mi madre el tiempo que duró el postoperatorio. Tuvo algunas secuelas el resto de su vida fruto, no de la mala praxis quirúrgica, sino del tiempo aquel. Hoy a muchas mujeres se les reconstruye la mama en el mismo momento de la operación o se las interviene evitando quitársela. La cirugía es menos invasiva si se puede evitar al menos de cara al exterior. Eran otros tiempos.
El caso es que quiero afirmar que a día de hoy (y tb hace cuarenta años) el cáncer se cura. Es verdad que algunos diagnósticos todavía son una sentencia de muerte, pero ¿acaso no es una sentencia de muerte un infarto fulminante, un accidente de tráfico o cualquiera de las formas de morir de repente que se nos ocurran? Aunque sé que es duro oirlo el cáncer, a diferencia de estas muertes, te deja organizar un poco, sólo un poco, tu vida y la de los tuyos y te permite luchar y enfrentarte a él. Ya sé que nadie sustituye al ser querido, pero ni en éste ni en los otros casos, porque el que se va no tiene ya repuesto en nuestro corazón. Así que hoy, un día en el que se celebra la lucha contra un cáncer que afectará a una de cada ocho mujeres a lo largo de sus vidas, quiero dejar constancia de este testimonio que si no es igual es muy parecido.
La prevención y la detección precoz, la investigación y los tratamientos farmacológicos son fundamentales en la lucha contra la mortalidad. La familia y el apoyo sicológico son los pilares en los que sujetarse. La concienciación de hombres y mujeres por hacerse sus controles preventivos y por mejorar y cambiar, si fuera necesario, sus hábitos de vida, la importantísima y necesaria inversión en personal científico y recursos (menuda utopía con los tiempos que corren), el seguimiento de los tratamientos y, sobre todas las cosas, la actitud y la pasión a la hora de luchar. Nadie sabe más de pasión por la vida que un enfermo de cáncer, estoy convencida.
Y una vez que recibes los últimos resultados que te dicen que estas limpia y que te olvides, que te morirás de cualquier otra cosa pero no de esa puta enfermedad que os ha traído en vela los últimos tiempos, retoma tu vida y VIVE. No sobrevivas, VIVE, vuelve a tus proyectos los que pospusiste mientras duró el tratamiento, los que aparcaste por temor o por miedo, los que deseabas cumplir. Hoy yo conozco mujeres a punto de cumplirlos. Y no tengas miedo, ¿el cáncer te reta? Pues plántale cara y gana la batalla.

martes, 14 de octubre de 2014

"La mujer de al lado" de Ovidio Parades

"Cuando la vida comenzó a pesar.
¿Cuándo sucedió eso? ¿Cuándo comenzó a pesar la vida?"
                                                         Ovidio Parades en "La mujer de al lado"

Me encanta el otoño. Es mi estación favorita. No sólo me gustan sus colores y sus olores, ni los árboles que mudan de tonalidad para luego abandonarse, desnudarse de hojas y empezar su preparación para lo nuevo que vendrá en primavera. Es el ciclo de la vida que se repite año tras año dejando atrás lo caduco y lo viejo. Me gusta no sólo porque lo hacen las labores propias del mismo: recoger manzanas del suelo que sólo son la excusa para enredar por fincas y pomaradas, ir a castañas como justificación de largos paseos por el monte con los niños cargados con cestos de mimbre que nunca llenan. Es tiempo de llagares y faroles de amagostar. Sidra dulce y castañas asadas son los auténticos pequeños manjares que nos trae el otoño. El Bosque de Lindes va dorándose sin prisa, pero sin pausa. En unos días robles y hayas, castaños y fresnos darán un auténtico espectáculo de amarillos, rojos y marrones, el brillante naranja de las calabazas destaca en las huertas entre sus enormes hojas. La paleta de color de esta estación es infinita. El sonido de los pasos sobre el tapiz de hojas secas por los caminos se magnifica frente al silencio que reina en nuestros bosques apenas roto por el cortejo de los animales. Las sendas se cubren con una alfombra dorada y cobriza que cada momento cambia su barroco colorido. Cada hoja es una pieza del mosaico original y único que nos ofrece el otoño. Y ese olor a tierra mojada... Habrá gente que prefiera la explosión de la primavera preludio de tardes de terraza y playa, de sol y calor, pero yo me quedo con este tiempo inestable y lluvioso, ventoso y voluble como yo misma, que nos obliga a sacar los chubasqueros y los gorros de agua, pero que todavía nos sorprenderá con algunos días de sol que atesora avaricioso y nos irá entregando con cuentagotas de aquí al 21 de diciembre.
Además el otoño ovetense nos ofrece un extra, ya una costumbre en los últimos años (para mi éste será el tercero) la presentación de la obra del escritor Ovidio Parades que siempre llega con su último libro por estas fechas como regalo anticipado de Navidad. Este año es una novela coral "La mujer de al lado"
En ella los caminos de Emilio y Lucía confluyen por casualidad en un momento concreto de sus vidas. Él la está comenzando y ella está intentando reconstruir la suya lejos de un pasado que quisiera poder borrar. Este encuentro ofrece al autor la oportunidad de relatarnos la historia de ambos, también la de sus familias. Cada capítulo es una pequeña novela dentro de la acción principal. Ellos mismos y cada uno de los que les rodean, todos, cada uno de nosotros, tenemos nuestra propia novela. ¿Es una novela de amor? Sí, es una novela de amor, de despertar y de curación, el amor que enseña y que redime. ¿Es una novela dura? Sí, es una novela dura porque trata un tema duro, uno de los peores azotes que sufre nuestra sociedad: los malos tratos, la violencia de género, la violencia dentro del hogar, una auténtica tragedia. El odio gratuito y la sin razón, los celos y el miedo. El miedo que se pega a tu piel y no te deja vivir, ni respirar. El miedo que te ahoga y te inmoviliza. El silencio que enmascara el dolor. Sin embargo, la novela envía un mensaje positivo, un "si quieres, puedes" aunque eso suponga muchas veces arriesgar tu vida y la de los que están contigo. No hay ni una sola mujer en la tierra que no merezca vivir en paz y ser feliz, qué pena que en muchos casos esa paz pase por una lápida en el cementerio con su nombre escrito en ella. Si queréis saber más, tenéis que leer el libro. Este texto es un regalo para todas las Lucías que gritan "basta" y para todos los Emilios que se arriesgan a amar aunque sea por un momento.
Y ¿qué decir del autor que no hayamos dicho u oído ya?
Quiero creer que también conocí al Ovidio librero un otoño buscando el libro infantil de un amigo ilustrador que había editado Ámbitu, en aquella librería de barrio tan fatalmente situada en una calle por la que sólo pasaban los vecinos y gracias, una calle que es la antítesis de lo que es una calle comercial. Conocí a Ovidio allí y en un brevísimo plazo de tiempo la librería cerró. Apenas nos dio tiempo para entablar amistad, pero si para darme cuenta de que aquel local acogedor y lleno de libros por todas partes tenía en su librero su mejor capital. Él escuchaba y asesoraba en todo lo que le preguntábamos, nos encargaba los títulos que no había en aquel momento y recuerdo que, una vez, me llamo para comentarme que había salido un libro nuevo de Barbery. Era un trato personal y cercano. Al cerrar la librería le perdí la pista como librero, pero el destino me lo devolvió como bloguero.
Hoy tener un blog es algo muy común, pero tener un blog al día es algo complicado. Si encima tienes a un montón de gente repartida por el mundo que espera sus entradas y sus vivencias, sus críticas de cine y su análisis personal y siempre exquisito de la última obra literaria que tiene entre manos es lo más. Ovidio Parades lo tiene. Su blog está vivo y yo seguidora de muchos (bueno, no tantos) doy fe que mantener un blog vivo durante cinco años es una hazaña. Una proeza que exige mucho tiempo, mucha dedicación y mucho esfuerzo. Ovidio además de un gran profesional como librero y como creador es un hombre generoso, muy generoso y así lo demuestra desde su ventana al mundo donde no duda en elogiar aquella obra ajena que según su criterio merezca la pena. Como divulgador es fantástico.
A lo largo de los dos años que han transcurrido entre estos tres octubres, Ovidio se ha convertido en mi mentor, mi ejemplo y mi referente no sólo por su forma de trabajar, sino también por su forma de comunicar, de observar la realidad de su ciudad que es la mía y de retratarla, de contar como fue nuestra infancia y como es nuestro presente. He aprendido mucho de él y con él. No sólo leyendo sus textos, sino que he educado mi criterio. Siguiendo sus recomendaciones me he vuelto más exigente. He crecido como lectora. Podría asegurar que ahora soy mucho más selectiva.
De todo lo que ha cambiado mi vida en este tiempo, él sin duda tiene mucha culpa y nunca me cansaré de agradecérselo en público y en privado, en voz alta y por escrito. Y que quede claro que nuestra relación pasa por un apresurado vino este verano y eso sí, mi absoluta fidelidad y entusiasmo a la hora de seguirle por donde quiera que va siempre que mi vida lo permita. Él sabe el respeto y la admiración que le profeso.
Ninguno de los dos podemos ver el futuro, yo querría y seguro que él también, pero creo que nos esperan muchas cosas que celebrar. Sus éxitos seguro.

jueves, 9 de octubre de 2014

La dueña de Excalibur

Teresa Romero tiene ébola. Esta auxiliar de enfermería que se presentó voluntaria para tratar a Miguel Pajares y a Manuel García Viejo, los dos nacionales españoles a los que se repatrió enfermos, se debate entre la vida y la muerte. Es fácil que pierda esta batalla. Tiene todos los boletos de la rifa. El tema ahora es que los responsables de la sanidad madrileña y española pretenden hacernos creer que es ella misma la que, por error o negligencia (o ambos a la vez), se contagió con el virus. La información que nos está llegando pinta a una mujer negligente, mentirosa y culpable de lo que le está pasando. Tendrán suerte y Teresa se les morirá y con ella la posibilidad de poner luz en lo que ocurrió a pesar de tener una cámara grabando las asistencias a los enfermos y las entradas y salidas de la habitación. En este país en el que los profesionales de la medicina están sosteniendo, con más ganas que medios, un sistema sanitario que se derrumba, al tiempo que se pone en evidencia, cada vez más, la ausencia total de integridad moral en nuestros gobernantes, una mujer hasta hacer cuatro días anónima, está luchando contra la enfermedad y enfrentándose al sistema. 
Pues sí, Teresa Romero es culpable, es culpable a pesar de que llamó a los de Medicina preventiva para comunicarles que se encontraba mal, culpable a pesar de que adoptó las medidas para no contagiar a su marido, culpable por no comentárselo a su médico de familia y, hoy, también he escuchado que es culpable por haber ido a depilarse. Dicen "No se encontraba tan mal si fue a depilarse"
Yo lo que creo es que Teresa sólo es culpable de creer que el protocolo, los trajes de bolsas de basura y los guantes de 0,15 céntimos (los más baratos que les ofertaron) iban a funcionar. Culpable de creer que España, un país que presume de estar a la cabeza de Europa, tenía capacidad para frenar un virus de mierda que se está cebando en uno de los países más pobres del mundo porque no tienen ni para hidratar a los enfermos. HIDRATARLOS. Y donde, encima, abrazan a sus muertos por no sé qué creencia suya (totalmente respetable por otro lado). Teresa de lo único que es culpable es de ser una ingenua y de creer en el sistema público de salud de este su país. Yo no doy crédito a que no haya un hospital donde poder controlar la enfermedad, como tampoco me puedo creer que no haya un lugar donde tener a Excalibur en cuarentena cuando gran parte de la comunidad científica apuntó lo importante que podía ser estudiar si el perro estaba infectado o no, y si lo estaba, ver cuál era la evolución de la enfermedad en los animales domésticos.
No señores, no hay ni hospital, ni laboratorio de referencia pero, eso sí, estamos a la cabeza de Europa o eso pretendemos. A la cabeza de la ignorancia, del catetismo y en manos de la clase política más miserable que nos ha tocado y a la que hemos votado. Y me pregunto yo ¿cómo es que el resto de países del primer mundo han repatriado a sus nacionales enfermos y sólo se ha contagiado Teresa? Periodistas, voluntarios de ONG, médicos y personal sanitario, hasta ahora ningún caso que no viniera enfermo del origen, menos nosotros. Es un hecho que el virus del ébola iba a llegar a Europa. Era imposible que en el mundo de la globalización no lo hiciera. Un ingeniero que se cruza en el aeropuerto internacional de París con un colega que viaja a Japón y se estrechan las manos, un inmigrante enfermo que llega a nuestras costas en patera. ¿Cuál es la diferencia entre uno y otro? En teoría, los medios al alcance de uno y otro para atajarlo. Y SI, hay gente que se cura y hay gente que supera la cuarentena, en el hospital de Mabesseneh en Lunsar (Sierra Leona) acaban de hacerlo. Nos dijeron que nos iban a matar las vacas locas y la gripe aviar, pero nos vamos a morir de asco si no nos morimos antes por culpa de la contaminación.
Y mientras a Teresa la estigmatizan ¿qué pasa en España?
Condenan al juez Elpidio a diecisiete años y medio de inhabilitación por perseguir a Blesa como primero hicieron con Garzón (éste por el caso Gürtel). Imputan a Rato y a Blesa (coño, éste otra vez) por el caso de las tarjetas opacas de Caja Madrid. Más de 15 millones y medio de euros en gastos sin justificar realizados por los consejeros y los directivos de esta entidad. Nada un grupete de amigos que se iban juntos de farra, de putas o de caza. ¿No era ésta la Caja que vendía preferentes a nuestros padres y abuelos? ¿Estarán sus ahorros dentro de esta partida? (Hay que decir que sólo tres de ellos no usaron la tarjeta. Joder, va a ser que la honradez en este país es la excepción) Spottorno, ex Jefe de la Casa Real, hace mutis por el foro antes de que le imputen también a él. Mas sigue en sus trece y ahora busca la fórmula para poder celebrar el 9N sin romper la unidad e intentando burlar al TC. La Fiscalía Anticorrupción investiga a Villa, el histórico líder sindical de la minería asturiana, por haberse acogido a la amnistía fiscal del 2012. Nada, tenía debajo del colchón un millón cuatrocientos mil euros y se olvidó de declararlo. Moco de pavo. Que no digo yo que los sindicalistas tengan que ser pobres de solemnidad, pero ¿sabéis lo que cuesta ganar un millón de euros trabajando honradamente? Ah claro, que si es honradamente no se le despista a la Agencia Tributaria. Igual en HUNOSA con el vale del carbón le dieron una "black card" (la verdad es que en este caso el nombre le viene al pelo) En el accidente del tren en Galicia sólo es responsable el maquinista. No sigo, porque podría estar hasta mañana.
Tenemos un país en caos, en ruina moral que es mil veces peor que la económica. Pienso que la crisis del ébola acaba de empezar, pero da igual porque ya tenemos culpable: Teresa Romero, ¿no habíamos quedado en eso? Ella y los desahuciados, los parados y los preferentistas que no leían los contratos, los afiliados al SOMA que creían en su líder y cada uno de nosotros que vivíamos por encima de nuestras posibilidades. Todos excepto nuestros políticos que son irresponsables totalmente, ni el consejero de Sanidad de Madrid, ni la ministra de Sanidad (al final el único capaz de irse asumiendo su fracaso y dando la cara ha sido Gallardón) Esta "pija ministra vestida de azul" decía que el momento más feliz del día era "cuando veía como vestían a sus hijos" Dios Mío, aparta de nosotros a esta gente. Pero ¿sabéis qué? Cuando vayamos a votar, no haremos nada. Muchos dirán, "¿Total para qué?" "¿Regeneración democrática?" Y ¿os extraña que la gente esté harta?
Espero que sólo haya una víctima en esta crisis y que la víctima tuviera cuatro patas.

martes, 7 de octubre de 2014

Sobre los guardianes del conocimiento y las fortalezas del saber.

biblioteca: Del lat. bibliothēca, y este del gr. βιβλιοθήκη).
1. f. Institución cuya finalidad consiste en la adquisición, conservación, estudio y exposición de libros y documentos.
2. f. Local donde se tiene considerable número de libros ordenados para la lectura.

escándalo: (Del lat. scandălum, y este del gr. σκάνδαλον).
3. m. Desenfreno, desvergüenza, mal ejemplo.

desmantelar: (Del lat. dis, des-, y mantellum, velo, mantel).
1. tr. Echar por tierra y arruinar los muros y fortificaciones de una plaza.
2. tr. Clausurar o demoler un edificio u otro tipo de construcción con el fin de interrumpir o impedir una actividad.
4. tr. Desamparar, abandonar o desabrigar una casa.

El pasado sábado, día 3 de octubre, en el Polideportivo de Grado tuvo lugar el IV Encuentro de Clubes de Lectura de las Bibliotecas Públicas de Asturias promovido por el Grupo de trabajo de animación a la lectura de la red de bibliotecas públicas de Asturias con su coordinadora Cristina Jérez a la cabeza. Autores de la talla de Manuel Rivas, Clara Sánchez y Manuel Vicent han ido abriendo el camino hasta llegar a éste en el que la protagonista fue Rosa Montero o, mejor, Rosa Montero fue la excusa. Las estrellas indiscutibles fueron, son, la lectura y los lectores, el autor y el proceso creativo, el diálogo enriquecedor y la relación provechosa que se establece entre todas las piezas: autor, lector y obra. Y es que como dice Rosa "Cada lector que lee un libro lo reescribe" Totalmente cierto. Cuando lees un libro no puedes abstraerte de tus circunstancias personales y vitales que te siguen a donde quiera que vas. No te desnudas y las dejas fuera. Las impresiones y las sensaciones que te provoca la historia son distintas siempre. Creo que no sólo lo reescribes una vez sino que lo haces cada vez que vuelves sobre una obra.
Cuando llegué a Grado, yo iba desde Quirós por mi cuenta, el ambiente festivo que se respiraba en el exterior del recinto me impresionó. La verdad es que era mi primera vez (últimamente hay muchas primeras veces en mi vida, lo que es una suerte pasados los cuarenta y cuatro) De hecho, pensé que aquella cantidad de gente asistía a un evento deportivo. Cuál sería mi sorpresa cuando NO, todas aquellas personas que manifestaban un alboroto emocionado y casi infantil acudían a la misma convocatoria que yo. ¡Menudo éxito! Pensé entonces en el trabajo diario que hacen los guardianes del conocimiento en una carrera de obstáculos por tener sus grandes o pequeñas fortalezas del saber puestas al día, en lo dificil que lo tenemos ellos, nosotros y la cultura en general. Pensé en todos los correos electrónicos que había recibido de mi bibliotecaria favorita, Chelo Veiga de la Biblioteca Sara Suárez Solís de Pumarín de Oviedo, para informarnos de la preparación del encuentro. Calculé el tiempo y el trabajo en equipo que había detrás. Pensé en todo lo que cuesta hoy en día movilizar a la gente para hacer algo, cualquier cosa y como lo habían conseguido. Me alegré. Enormemente.
Al comienzo del encuentro, tras una breve intervención del Alcalde (que excusó tener que irse) y de la Concejala de Cultura (que se fue de puntillas, pero no se excusó) Gustavo Adolfo Fernández, el bibliotecario de Grado dijo, y repitió varias veces, que "el que da lo que tiene, lo da todo" en un intento de justificar la celebración de la multitudinaria reunión de lectores en un recinto deportivo. Estoy segura, del talante de Rosa Montero así se desprende, que ella se hubiera reunido con sus lectores, con los quinientos que estábamos allí, en el patio de un colegio o en la cocina de su casa, si tuviera una cocina tan grande en la que cupiéramos todos. Pero SÍ, es cierto, parece un poco raro que una villa como Grado no tenga un auditorio cuando a algunas ciudades de este país sólo les falta tener puerto marítimo sin tener siquiera mar (ironía modo on) y es que la presentación del acto y de la escritora se convirtió por momentos en una crítica al uso que, sin orden ni concierto, se ha hecho en este país de los dineros públicos que provienen de nuestros bolsillos.
Pero volviendo a la escritora, Rosa Montero es una mujer con un cierto aire de fragilidad pero con una voz que comunica y que llega. Periodista y novelista, comprometida con la sociedad a través de la Plataforma Teaming que con pequeños gestos solidarios busca dar voz y solución a historias mínimas que arrastran problemas máximos. Intenta dar visibilidad a personas invisibles. Es portavoz de causas perdidas (no siempre perdidas). Firme defensora de los animales y posicionada en contra del maltrato en todas las formas posibles. Sólo hay que echar un vistazo a su muro de Facebook para ver que ella ha entendido a la perfección cual es la fórmula para usar las redes sociales en aras del interés y el bien común. Junto a las fotos que saca desde las habitaciones de los hoteles en cada ciudad por la que pasa y sus artículos, reseñas de sus libros y opiniones de los lectores, dibujos de Bruna y Carlota, cualquier causa justa tiene un hueco en su muro.
"Es un escándalo como se están desmantelando los medios para la difusión de la cultura" dijo Rosa Montero el sábado refiriéndose a los palos que en forma de Reales Decretos, futuros canones o recortes de medios y recursos están llevando las fortalezas del saber, los principales y más importantes centros a la hora de acercar la cultura a la gente de a pie: las bibliotecas. Y lo dijo a punto de finalizar la magistral exposición y el diálogo posterior que ofreció a los más de quinientos lectores reunidos para escucharla y celebrar lo que nos une, la lectura. Rosa Montero y los que hacen posible que escritores de esta talla vengan a Asturias, los miembros del Grupo de trabajo de animación a la lectura de la red de bibliotecas públicas de Asturias, los guardianes del conocimiento y nosotros, los lectores llegados desde todos los puntos de la región fuimos los mimbres de un encuentro que fue una fiesta. Rosa se encargó de poner la magia con sus palabras.
Y es que la lectura que nos une es una enfermedad. Una enfermedad más peligrosa que algunos virus que circulan por ahí fabricados artificialmente en laboratorios. Es una enfermedad que no te mata, sino que te hace libre. Te da los instrumentos para ser persona. Te facilita los mecanismos para pensar y razonar. También te ayuda a relacionarte con los demás aunque sea un acto íntimo. Esta enfermedad que te lleva a querer saber más, te hace descubrir que la verdad está en el conocimiento, que hay muchas verdades, universales y particulares. Todas igualmente respetables y ciertas para los que las defienden, siempre que no pretendan imponerse. La cultura y, en particular, la lectura te forma el criterio y te ayuda a crecer, te hace ser capaz de apreciar otros puntos de vista y de cambiar el color del cristal a través del que miras. Cuando era pequeña pasé mucho tiempo en la biblioteca de mi colegio donde quiero creer que me leí todos los libros. Más adelante el premio a crecer, era poder ir sola a la Biblioteca Pública en la calle San Vicente de Oviedo los sábados por la mañana. Recuerdo la emoción cuando me dieron el carnet de lector adulto. Era como graduarse. Guardo un recuerdo de aquel lugar muy diferente de lo que es ahora la Biblioteca del Fontán, moderna y luminosa.
La verdad no entiendo la vida sin bibliotecas. Y ¿cuál es el papel reservado a los bibliotecarios? Sin duda, el principal, ser los guardianes del saber.





















domingo, 5 de octubre de 2014

Estados de ánimo.


Cada mañana igual. Se levanta. Levanta la persiana. Se asoma para ver que tiempo hace. A veces tiene suerte y alcanza a ver la luz de la luna como una promesa de caricia, si esto no ocurre siente la primera decepción del día, como una bofetada. Amanece y, sin embargo, la oscuridad empieza a rodearla. No hay nada que la ayude a sobrellevar lo que supone empezar un nuevo día. Mira a su alrededor y se pregunta si tiene el escenario que quería. Quería un balcón y tiene una ventana. Soñaba con un jardín y tiene una plantina en la cocina, suerte qué sobrevive. Es un regalo, ella nunca se hubiera atrevido a encargarse de algo vivo. Hay días que no puede ni cargar consigo misma. Deseaba una terraza desde la que ver infinitos tejados y sólo ve idénticas ventanas a la suya, ventanas de ladrillo, detrás de cada una, idénticas vidas a la suya. Algunas sin cortinas desnudan sin complejos ni pudor las vidas de los otros.
Prepara café y, mientras tanto, repasa mentalmente las tareas del trabajo programadas de antemano: reuniones con clientes y planificar los pagos atrasados, llamadas por hacer y correo que archivar. Asuntos que enfrentar con buena cara. Prepara la careta que sonríe, será mejor el día. Cada día idéntica rutina, idéntica agonía.
Está cansada. Nunca pensó que estaría cansada nada más levantarse. Un lunes con toda la semana por delante, nada más llegar de vacaciones y lo está. Le queda tanto para que sea de nuevo viernes. Algunos días querría que el techo de su habitación cayera y la aplastara. Un techo convertido en losa de un sepulcro eterno y definitivo. No volver a tener que pensar en reinventarse. No preocuparse más por respirar. Decirle al corazón que deje de latir. Ir apagando uno a uno los servicios centrales de su cuerpo. Abandonarse y dejarse arrastrar por la marea de un mar embravecido, pero eso, por suerte o por desgracia, nunca ocurre.
Hay momentos en los que huiría de esta realidad que le ha tocado. Dejarlo todo. Echaría a correr detrás de aquello en lo que cree, que tanto anhela, pero que no estaba reservado para ella. Es una simple cuestión de propiedad. No le tocó el premio de la tómbola. Nunca le toca nada. "Hay que jugar" le dice su madre con acierto. Pierde el turno y el tiempo, el rumbo y la ocasión. Siempre le tocan malas cartas. No alcanza a comprenderlo. Desconoce ella misma dónde está. Se ha perdido. Hay barro alrededor y la lluvia ha borrado las huellas del camino. Tanto tiempo intentando encontrarse. No reconoce lo que es, ni en lo que se ha convertido. Tan lejos de la meta, cada día más alejada de sus sueños que se van por el desagüe del lavabo. El sumidero se traga lentamente un poco más. No alcanza a mirarse en un espejo y verse. No saben dónde están ni ella ni lo que busca. Acaba de llegar y quiere irse. Se sienta a descansar y se levanta. No sabe si es hambre lo que tiene o será sed. El cansancio que la vence la desvela. Apenas duerme.
Su pelo brillante y abundante se ha vuelto de ceniza. Su útero y su piel resecos para siempre. Muertos. Su vientre hueco, helado como acero, ya no acogerá futuro ni esperanza. Está vacía. Se han apagado las ganas para siempre. Hay manchas prematuras en su rostro, algunas en sus manos, anuncian que ya no habrá más primaveras, ni cálidos veranos. Ha llegado el otoño y se ha instalado en medio del salón para quedarse. Presagio de que está cerca el invierno. Está llegando y trae el frío. Los cálidos y tenues rayos del sol que hablaban de crecer y disfrutar, se han perdido para siempre en su memoria. No habrá más largas y benignas estaciones, habrá que guarecerse en los establos y, al lado de las bestias, esperar que llegue pronto el fin o un nuevo día.
Y ¿cómo ha sido esto? ¿dónde dejó su vida? ¿A quién vendió su juventud? o acaso ¿la gastó sin darse cuenta? "Se te cayó en el parque bajando el tobogán con otros niños, en los recreos del cole, las veces que reímos en el Cuentu bailando el ritmo endiablado del garage. Se consumió en tardes cogidos de la mano contando la lluvia de hojas de los árboles, en sueños incumplidos y en planes fracasados, entre las hojas de los libros que leímos y en algunas traiciones recibidas" ¿Quien decidió su vida?  Nadie le advirtió de la caducidad del juego, de cómo se le echaba el tiempo encima sin haber hecho nada. Es despreocupada la juventud. "Nadie creía lo que decía la abuela y mira ahora. Se nos acaba el tiempo"
Y, sin embargo, algunos días en los que se atreve a enfrentarse al reflejo que de ella le devuelve el  espejo, sigue viendo la niña que quería comerse el mundo, la joven para la que no existían fronteras, la mujer que amaba abriéndose en canal y se entregaba lanzándose a rodar a tumba abierta, la adulta responsable y sin problemas, sin dudas ni mentiras, sin miedos ni complejos, que iba a tener la tierra prometida e iba a disfrutarla poniéndose el mundo por montera. No existía la tierra prometida sólo encontró paraísos falsos que se desvanecían sólo con mirarlos. Sentirse nada, ser nadie.

Recoge rápido sus cosas, no llega a trabajar. Cierra la puerta tras de sí y deja en casa toda la oscuridad que lleva dentro. Afronta un nuevo reto. Se promete intentarlo. Una vez más, quizás la última o quizás hoy encuentre una razón para seguir viviendo que le devuelva la esperanza.

lunes, 29 de septiembre de 2014

Lola.


Nunca pensé compartir mi vida con una peluda compañera de cuatro patas y, en febrero, hará ya nueve años que lo estoy haciendo. Lola, que hoy precisamente hace nueve, llegó a mi vida en el 2006, tenía cuatro meses y medio, y fue presentada en sociedad en mi 36 cumpleaños. Aquella fiesta fue un caos, como casi todo en mi vida (menos mi trabajo afortunadamente, aunque a veces lo parezca) En mi piso nos reunimos para conocer a la perrina y celebrar mi cumple casi cuarenta personas, de hecho, ella huyó del barullo de niños y mayores y encontró su refugio debajo de mi cama.  "Dónde me he metido" pensó. Desde aquel día hasta hoy, han pasado muchas cosas, casi todas buenas, aunque he de reconocer que me ha metido en algunos líos y que si no fuera por el amor que le tengo, la habría matado hace tiempo. Tiene los ojos más bonitos del mundo y con esa mirada me desarma, así que, es bastante complicado mantener el enfado. Le gustan los niños como a mí y tiene mi mismo mal café. Creo que es verdad que los perros se parecen a sus dueños o ¿serán los dueños a los perros?
En estos años juntas, ella ha templado mi carácter y no al revés (que es como debería haber sido, creo, ¿no?)
Si quieres saber lo que es la lealtad, pon un@ perr@ en tu vida.
Si quieres saber lo que es "ser incondicional", pon un@ perr@ en tu vida.
Si quieres poner a prueba tu paciencia, pon un@ perr@en tu vida.
Pero, lo más importante, si quieres ver como alguien cree, confía y espera en ti sobre todas las cosas, pon un@ perr@ en tu vida. Y si es hembra mejor que mejor. Es la relación "personal" (en el sentido de que compartimos espacio vital) más duradera que he tenido y si obviamos que no pone pasta para los gastos, ni colabora en las tareas, es la mejor compañera de piso. Bastante más ordenada que yo e incluso menos ruidosa aunque hace unos años para matar el aburrimiento se dedicará a mover muebles cuando yo no estaba. Siempre acepta lo que le propones hacer como el mejor plan. Nunca se queja del menú y no se pelea por el mando de la tele (di tú que eso del mando en mi casa no es problema pues nunca sabemos donde está) Si no fuera por ella, mis fines de semana se habrían convertido en encierros voluntarios rodeada de libros, sin contacto con nadie. Y ella en las tardes de invierno de domingo espera fielmente a los pies de la cama a que yo acabe de leer la novela de turno y nunca, nunca me inquiere, ni me exige cambiar de planes en el último momento. Mi compromiso con Quirós, también pasa por su existencia, ya que como había que llevarla al monte... pues hagamos algo allí. Puedo afirmar que mi existencia cambió con ella. Incluso podría decir que no entiendo mi vida sin ella.
¿La vida, mi vida, debería de haber sido de otra forma? Si, seguramente sí, de hecho Lola no estaba prevista, pero como no lo ha sido y me gusta el devenir que ha tomado, hoy soplaré las velas por Lola y como deseo, pediré un puñado de años más para compartir juntas con salud y calidad de vida, porque los perros también se merecen una buena vejez y en ello estamos. También pediré que cuando llegue la hora no me pueda el egoísmo y la deje marchar en paz al "cielo de perros", sólo al de perros porque sí fuera al de "perros y gatos" tendríamos un problema.
Felicidades Lola, me haces muy feliz, espero que tú también lo sientas así.

sábado, 27 de septiembre de 2014

Mi abuela Rosario



No conocí a mi abuela Rosario, la madre de mi padre. Murió cuando yo tenía ¿seis años? Sí, puede ser, seis años y medio. Se fue el 11 de agosto del año siguiente a que lo hiciera mi abuelo Ludivino, cuando las labores del verano en la aldea habían bajado el ritmo para coger otro, realmente nunca lo bajan del todo. Mientras la gente esperaba ansiosa la llegada de Alba, la fiesta de Salcedo, una de las más importantes de Quirós, mi hermano y yo esperábamos, jugando en la antojana, la muerte de mi abuela. Ella se decidió a partir una vez que la yerba estaba toda metida para interferir lo menos posible en el devenir diario y no dar quehacer a sus hijos, quizás pensó primero en el trabajo extra que estaba dando a sus hijas, tampoco era tan raro. Un velatorio de los de antes era una historia, hoy sería una aventura. Qué costumbres aquellas, tener dos días al difunto en la sala, en la cocina o en la habitación, en una casa de pueblo, pequeña y humilde en la mayoría de los casos, recibiendo a la gente en fila, primero, los siete hijas e hijos y los seis yernos y nueras, mi tía Domitila ya estaba viuda, los nietos y nietas. Dando café y bebiendo sol y sombra, atendiendo a la gente y rezando el rosario. Cómo han cambiado algunas cosas, quién iba a decirles a nuestros muertos que saldrían dos días antes de su casa camino del cementerio para estar metidos en una sala a buena temperatura de conservación, alejados con anticipación y precipitación de sus lugares íntimos y propios, en un previo a ser enterrados o, actualmente, incinerados. Compartiendo duelos en la cafetería del tanatorio por hijos y parejas, abuelos y amigos, vecinos y compañeros de trabajo. Todos los dolientes juntos sin relación ni concierto alguno. "Todos mecidos" Mezclados unos con otros.
Me acuerdo del velatorio de mi abuela, no sólo por lo que me hayan contado, sino por mi misma. Puedo decir que junto a una débil imagen que tiene que ver con mi abuelo, éstas son los memorias más antiguas que conservo. Y es que aquel día vi llorar a mi padre por primera vez. Aquel hombre, que pasados los cuarenta, lloraba sin consuelo por que perdía a su madre. Dicen que cuando esto ocurre, cuando perdemos a nuestros padres, se hacen patentes nuestra soledad en el mundo y nuestra finitud como personas. Estás solo, ya para siempre solo. De repente, los cimientos del edificio sobre los que has asentado tu vida empiezan a tambalearse. La certeza de que ellos están ahí se acaba bruscamente. Pierdes su voz y su olor, su consejo y su presencia, para siempre. Yo no puedo pensarlo, los tengo a los dos, no quiero hacerlo. Ya lo pensaré cuando se acerque el tiempo, sólo espero que la ausencia me encuentre preparada.
Volviendo a mi abuela, sé muy pocas cosas de ella. Prácticamente nada de su ser como madre, ni como esposa, y menos aún de su ser como persona. No son muy habladores los de esta familia, menos mal que yo en eso he salido a la de mi madre. Sin embargo, si pienso todo lo que he ido oyendo durante estas casi cuatro décadas reconozco que acumulo un puñado de recuerdos, meras anécdotas que me han ido contando. Nada que sea realmente importante. No fue a la boda de mis padres, cosa que a mi todavía hoy me resulta imposible de entender. Siempre han echado la culpa a los medios de transporte y a las malas vías de comunicación. Puede ser una buena excusa, se mareaba tremendamente (también lo hacían mis tías y no por ello dejaban de montarse en coche), pero a mi no me convencería que mi suegra no viniera a la boda (jajaja) Por eso mi padre llevo de madrina de boda a su sobrina Beatriz y en la foto donde están los novios con sus padres se puso mi tía Maruja, que por cierto, también se llamaba Beatriz (ya, ya sé lo que estáis pensando, "esta Bea, que quiere ser cebolla en todos los guisos se coló en la boda de sus padres al menos nominalmente" el caso es que cuando yo nací mis padres, nublados los sentidos por la emoción del primer hijo y como no me habían elegido nombre, me pusieron Beatriz porque no había ninguna en la familia, pero esa es otra historia pues tenemos tres Beatrices, tres Rosarios, dos Julios, dos Nicanores, dos Ludivinos, vamos un derroche de imaginación lo de la familia Álvarez Álvarez).
Sin embargo, si vino a conocerme cuando nací y me trajo una "pita" que mi madre recién parida colocó en la ventana de la cocina y se le cayó al patio de luces. Es un poco extraño priorizar el nacimiento de una nieta a la boda de un hijo, pero bueno ella sabría, a lo mejor quería compensar la ausencia en la boda. Sé también que tuvo una relación correcta con mi madre una chica de Oviedo de veintipocos años que se metía en la casa de una mujer que podía ser su abuela y que era su suegra. ¿Qué pensaría mi madre en una aldea asturiana a principios de los setenta sin agua, sin luz, sin baño, con la única posibilidad de llegar a pie o a caballo? Una sociedad que tenía una atmósfera totalmente diferente a la de ella y su familia. Un mundo de bacinillas y palanganas, de lecheras para ir a por agua a la fuente. Tuvo que ser un tremendo contraste, ¿un shock quizás? Enseguida le regaló mi madre dos nietos, una niño y un niña, mi hermano y yo, que vinimos a perturbar la paz de un gallinero en el que hacia tiempo que no había pitinos, "les pites de mi güela" vivían estresadas cada vez que nosotros aparecíamos y ese estrés postraumático traía cola.
La verdad es que no puedo contar muchas más cosas. No sé en qué creía, ni con qué soñaba. No se sí fue feliz, aunque creo que la vida no la trato mal del todo. Sí, sé que le gustaba el melocotón en almíbar, siempre tenía un bote sin abrir sobre el mueble en la despensa junto a la enorme masera que, en aquellos días, era imprescindible en todas las casas. La veo sentada en su silla de anea en la galería desde donde alcanzaba a ver los límites de lo que era su universo, un universo que se extinguía al tiempo que su salud y su vida, a punto de dar un giro de 180 grados, un mundo en marcha hacia adelante sin retorno. Hay otra escena en mi memoria, de Almodóvar total, que tiene que ver con ella, muy triste y a la vez muy divertida que prometo contar algún día, no hoy, no en esta entrada. La enfermedad de los ancianos y la inocencia de los niños tiene límites difusos. Los niños pueden convertir en juego situaciones que son verdaderamente dramáticas. Es una de las ventajas de la infancia.
Me entristece no tener historia con esta abuela como la tuve con la otra de la que podría escribir un libro. De esta abuela que desconozco tengo el físico, eso le dijo a mi madre la abuela de Feli en el mismo velatorio pero ¿qué hacía yo allí entre los adultos? Puede que simplemente observara guardando todo en algún rincón del desván de mi memoria o que mirara un cuento o los dibujos de un libro infantil. Puede que hiciera de rabiar a mi hermano escupiendo palabras que él desconocía o que simplemente estuviera allí para recoger el aliento de mi abuela y transformarlo en la mujer que soy ahora. Muchas veces pienso en ellos, en mis abuelos de Salcedo ¿qué pensarían de mi? ¿y de nosotros? ¿nos reconocerían? ¿Reconocerían algo más que la silueta de sus montes o los colores de este otoño prematuro, de estas montañas que son mi herencia más valiosa?



domingo, 21 de septiembre de 2014

Y ella estaba en un andén.

Cuando conocí a María yo tenía 26 años, había acabado la carrera de Derecho y andaba perdida e intentando encontrarme, buscando un lugar al que pertenecer y en el que acampar definitivamente. Puedo creer que nunca una inocente invitación a un viaje, una Semana Santa, haya supuesto tanto para alguien. Aquella Pascua cambió mi vida. Yo creo que para bien, aunque sigo siendo una mandona incansable y un poco manipuladora (de verdad, que lo hago sin maldad) Aquella Pascua en Zamora, en aquella ciudad y con aquel silencio, aquella religiosidad que se respira en la calle y, sobre todo, con aquella gente, sí, cambió mi existencia. María tendría unos 19 años y tenía muy clara su opción de futuro. Yo creo que María siempre ha tenido claro lo que quería, sólo que, a veces, es la vida la que decide, o mejor, va descartando opciones que no son las tuyas. Eso pasa un poco con todos. Ella siempre habla de que hicimos juntas un Camino de Emaús, yo no tengo claro si se refiere al que hicimos en Zamora, en Salamanca, en Oviedo o al que hemos ido haciendo juntas a lo largo de estos ya dieciocho años de amistad. Si, María, esto nuestro ya alcanza la mayoría de edad. Una amistad para mi importante, muy importante porque es el nexo con un pasado que fue muy bueno y que viví en compañía de una gente a la que adore y que hoy ya no están en mi vida, que se extiende a este presente dulce que está viviendo (alegrándome SIEMPRE de su felicidad desde la distancia) y que espero se prolongue en un futuro de luz y de amor, de "hilos rojos" que unen para siempre "miles de fueguinos", de "hilos rojos" que unen en una red infinita todos los corazones de la gente que quiere a María.
Y así, en estos años, seguí el periplo vital de María. De vez en cuando teníamos noticias de ella. María está en Santiago en la Facultad, está en Madrid con las monjas, ha vuelto a Vigo. Y fui viendo como aquella niña tremendamente madura y creativa (cuando alguien habla de creatividad yo siempre pienso "Anda, si conocieran a María") se convertía en una mujer adulta, con los pies en el suelo, que sabía lo que quería y que iba a luchar por conseguirlo. Fue en un viaje a Vigo, otra Semana Santa (su madre decía ayer que igual hacia ya más de 12 años, puede ser) nos abrió su corazón y a mi, personalmente, me ganó para siempre. Me pareció haber entendido mal lo que nos estaba contando, me costó un segundo procesarlo, frené el coche, la miré y le pregunté sí estaba oyendo bien. Si, María no iba a ser monja, se había enamorado y desenamorado. Había decidido abrir los armarios de su casa y vivir libremente. Aquella confesión, en mi Ford fiesta rojo por las calles de Vigo, su ciudad, no cambió para nada nuestra relación, es más, hoy siento que para mi aquel acto de confianza fue uno de los regalos más bonitos que me ha dado la vida. Mira tú qué tontería.
Fue pasando el tiempo y nos seguimos viendo. También en Oviedo, recuerdo un día en el Naranco, hacia un día precioso. Y apareció ADECO. Viajaba todo el tiempo. Iba y venía, me contaba sus proyectos, algunas novedades de su vida y, un buen día, dió el salto a Madrid con lo que aquello suponía de revolución. La última vez que la vi, hasta ayer, fue en el aeropuerto de Barajas. Nosotras habíamos ido a ver a Bruce y como no habíamos podido coincidir, nos fue a despedir al aeropuerto. María es así de generosa. "Yo voy al aeropuerto" Nada, fueron apenas veinte minutos y un café. La vi bien, pero apenas tuvimos tiempo. 
Y esta Navidad, un comentario mío en Facebook "Acabo de recibir mi primer regalo de Reyes" me trajó por whastapp el segundo (ay, las redes sociales) "Voy a ser madre" Joder, eso si que era un regalo y yo venga a llorar de la emoción. Hay gente que es un puñado de nervios, yo soy un puñado de emociones dispuestas a llevarse por delante las barreras de un dique y a derramarse inundándolo todo. "Nada, voy a ser madre y nos casamos en setiembre, tienes que venir" y desde aquel día hasta hoy. Celebrar el amor siempre es bonito, celebrarlo con la familia y los amigos, tus maestras del colegio y tus compañeros del trabajo, tus vecinos. Yo ayer viví eso: la celebración del amor en toda su extensión, vi a unos padres felices de la felicidad de sus hijas, anchos con el pequeño gran regalo que es Marcel, unos padres que por encima de todo quieren a sus hijas como las mujeres únicas que son.
María es una mujer espectacular, es calidad, es excelencia, es PERSONA. María es María. Ten cuidado que no se crucé en tu vida porque te enganchará. Creo que nunca le he visto una mala cara, ni cuando teníamos que programar, preparar y evaluar algún encuentro, en ese momento era la primera y la mejor. Ha hecho una travesía larga, no sé sí difícil, pero valiente, con amor, respeto y tolerancia. "Si quieres conseguir algo, visualizalo" Suscribo cada palabra de las que dijeron ayer de ella. Fue tierra buena y dió fruto, los frutos que alimentan nuestra relación, nuestra amistad y su vida.
Y respecto a Sonia sólo puedo decir lo que me contó la primera vez que hablamos de ella. Me dijo que ella estaba en un andén, esperándola y la encontró. Hay muy pocas personas capaces de ver que la persona que está allí, en ese lugar y no en otro, ese instante y no otro, es el amor de tu vida. En un andén o en una parada de autobús, en una biblioteca o en un semáforo, en la presentación de un libro o en una romería. El amor está en todas partes porque efectivamente está, esperando que lo tomes o lo respires, que te atrevas y te embarques en la complicada y maravillosa aventura que es amar. María se lanzó como lo hace siempre si cree que merece la pena y hoy estoy en Vigo con un tremendo resacón de aguardiente de emociones. Deseando volver a vernos, para que me cuentes todo, cada detalle, pues seguramente una boda no es ni el lugar, ni el momento. Habrá tiempo María, que esto nuestro seguirá para siempre. Te quiero y quiero a Sonia y a Marcel por lo que son. Nos vemos en el camino.