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miércoles, 31 de agosto de 2016

Toscana: sin meditar nada


Piazza del Campo (Siena)

Aquí los tenéis, toda la Piazza para ellos. La fauna africana viajando por Europa. 7.05 de la mañana, a diez minutos del hotel. Solo estabámos algunos, poquísimos, italianos camino del trabajo, una mujer con su perro (ayyyyy, cuánto he echado de menos a Lola) las palomas y yo. Luego llegaron dos japoneses. Os prometo que tengo las fotos sin gente de la Plaza también en la cámara cosa que es excepcional. Una mujer muy maja que viaja con su marido, majísimo también (en este viaje con algunas personas tan raras) se emocionó tanto al poner sus pies en las escalerinas que bajan a la Piazza que su emoción me emociono a mi. A mí me ha pasado un par de veces esta semana (sé que si hubiera estado sola me habría echado a llorar al ver el David en la sala que crearon expresamente para que mostrará su descarada perfección desproporcionada y protegerlo de atentados, locos y despropósitos humanos) pero se me ha hecho extraño verlo en los ojos de otra persona. Entonces tras el atragantón, he pensado que menos mal que todavía queda gente capaz de emocionarse y demostrarlo en público. Claro que la plaza es una de las más bellas del mundo y es para emocionarse y no solo por su trazado en forma de concha dividida en nueve secciones que simbolizan la regla de los Nueve miembros del Consiglio que gobernaron la ciudad. En la parte de arriba se encuentra una fuente que se llama Fonte Gaia (fuente de la alegría) no me digáis, si hasta el nombre de la fuente es bonito. La atmósfera que se respira allí, a cualquier hora del día o de la noche, la convierte en el centro de la ciudad. Allí late Siena, sus habitantes de siempre y los que la habitamos solo por unos días. Podría ser, sin duda, el escenario de una película de cualquier género, de un delito de cualquier tipo, de una persecución de espías, de una declaración de amor, de un desengaño... Todo cabe en esta plaza de singular forma y cuya leve inclinación invita a los enamorados a sentarse en el suelo y contemplar desde allí (o tomando el aperitivo) como la bellísima luz estival de la tarde se fuga torre arriba. Me llevo de recuerdo la última noche en la Piazza tomándome un helado esperando un milagro. Mis pensamientos en ese momento estaban a bastantes kilómetros de allí, soñando con la luz de una mirada que convierte en bello todo lo que toca.
Siena es Toscana pero Toscana es mucho más que Siena. Toscana es, sobre todo, una experiencia sensorial y en el último tramo del viaje nos hemos dedicado a ello. Gusto y olfato por la buena mesa y el rico vino (no es de extrañar que nazca aquí el movimiento slow food de la mano de Carlo Petrini como reacción al fast food). Tacto del sol acariciando nuestra piel e incluso hiriéndola. Oído de un italiano que hablar, habla muy rápido, pero que son de lentosssss (claro que igual es que los turistas realmente no estamos de vacaciones sino haciendo un maratón). Y vista de unos paisajes que remueven para fijarse para siempre en tu retina: ocres de tierras trabajadas, líneas trazadas con tiralíneas de viñedos cargados de uvas esperando ser cuidadosamente tomadas, dorados de hierba recogida, siluetas de cipreses en el horizonte, pueblos perfilados sobre suaves colina, equilibrio entre paisaje y construcciones tradicionales... Hay momentos en los que el tiempo parece haberse parado para siempre.
Toscana son cipreses, vides y olivos. Pan sin sal para que forme con el delicioso embutido toscano un maridaje perfecto. Salami aderezado con crema de tartufo o de aceitunas. Toscana también es escenario vivo de películas, muchas más que "Bajo el sol de la Toscana".  "La vida es bella" con una ruta guiada en Arezzo que recoge los escenarios de la película de Roberto Benigni, "Té con Mussolini" de Franco Zeffirelli entre Florencia y San Gimignano o la inolvidable "Una habitación con vistas" de James Ivory que he de recuperar sin falta y de la que tengo un vago recuerdo, pero que sé me gustó mucho cuando la vi hace ya tanto tiempo, con aquella Helena Bonham Carter casi niña. Cuna de personajes de cuentos infantiles, de músicos universales, del Renacimiento.
Ha sido un viaje muy guapo (incluso podría decir ha sido "el viaje", pero tampoco me voy  a columpiar porque vendrán otros que serán aún mejores y porque me he encontrado algunos personajes que vaya por Dios) Gracias a Yoli que, sin saberlo, me dio el empujón que necesitaba y a Judi a la que hace tiempo persigo para que me lleve con ella a Italia. Me voy como vine ENAMORADA, pero ahora doblemente ENAMORADA de un hombre y de un paisaje. Italia debería de ser asignatura de viaje obligada para todos aquellos que queremos aprender algo en cada salida fuera de nuestro paraíso particular. Próxima parada Roma. Mira que no me quedan cosas por ver.

Arezzo 

martes, 23 de agosto de 2016

A 11000 metros de altura.

El año pasado, un día como hoy, era domingo y el cielo era otoñal. Una paleta de grises que cuál cúpula renacentista protegía el verde de mis montañas. Es lo que tiene Asturias en esta época en la que los cielos azules son premios que nos tocan en la tómbola de la vida. Son cielos más bonitos aún, si cabe, por lo que suponen de regalos inesperados. Lo normal son los cielos grises preludio del otoño que, a buen seguro, nos espera a partir del 1 de setiembre.
Hoy es martes y el cielo es azul rabioso de un verano que se resiste, al menos en esta parte del mundo, a irse. Un verano intenso y divertido. Sin embargo, hoy he visto, esta vez desde el cielo, el mismo puzzle infinito que el año pasado. Estaba formado por teselas ocres y amarillas, verdes y marrones. Redondas, cuadradas y alargadas. Pedazos de vida que forman las tierras de labor que he sobrevolado. Vida fatigosa de trabajadores que incansables desafían al tiempo y las penurias. Me he acordado de "La España vacía" de Sergio del Molino (que, por cierto, me acompaña en este viaje). Esa España de interior, vacía, rural y abandonada que tanto amamos unos y niegan otros. Ese paisaje hostil o acogedor, según lo mires, que hoy he observado desde el cielo a once mil metros de altura y que me ha hecho sentirme pequeñita, minúscula incluso diría yo. 
Luego, para evitar que la reflexión se me fuera de las manos, he pensado en cómo coño puede un aparato de metal de ese tamaño sostenerse en el aire desafiando la ley de la gravedad y he sonreído para mi misma por lo absurdamente tonta e ignorante que puedo llegar a ser.
He visto los Pirineos como un escenario de cartón piedra con sus cimas de nieves perpetuas. Ríos y carreteras, viaductos y pueblos, reflejos brillantes de tejados y azules de piscinas que aguardan los últimos juegos infantiles por este año, cuadrículas de ciudades trazadas con tiralíneas.
Ciertamente cambian mucho las cosas desde donde las miras, pero la vida es un puzzle estés arriba o abajo, en el que faltan o sobran piezas y además muchas veces las que hay no encajan. Pienso en la suerte que he tenido encontrándote, lo bueno de haberte conocido y lo malo de haberlo hecho a destiempo. Florencia me recibe con ese azul estival y una luz que hiere los sentidos. Me quedan ocho días para disfrutar de la Toscana. Un tiempo en el que tampoco encontraré respuestas porque ya sé que quizás lo que no hay son preguntas. Una semana para que sea de nuevo setiembre quien te devuelva una vez más a mi vida, aunque esta vez sea para decirme adiós.





martes, 16 de agosto de 2016

Después de Alba.

Fiesta Grande en Alba. Al final aguantó el tiempo que se pronosticaba malo tras la macro-tormenta de la madrugada del lunes. Lo que se conoce como una noche toledana en toda regla: aire, rayos y truenos, agua a cántaros y granizo en pleno agosto que me recordó, por un momento, otro día de Alba en los años ochenta cuando los granizos tuvieron el tamaño de cubitos de hielo.
Vamos, lo que se dice un tiempo perfecto para la macro-fiesta que se pretendía celebrar. Y la hubo, macro-fiesta digo, porque para los chavales la lluvia no es un impedimento cuando se trata de divertirse, aunque los más jóvenes pasaron miedo y mucho, me atrevería a decir, pues las montañas amplifican el sonido de la tormenta hasta límites casi apocalípticos. Tiendas por el aire, esqueletos de avances y toldos desperdigados por todas partes, sacos de dormir empapados. El paisaje después de la tormenta añade un punto nuevo de desolación al basurero en que se convierte la Mortera de Salcedo.
Macro-tormenta, macro-fiesta y macro-pelea decían ayer, aunque esto último dejé de convertirse en noticia para convertirse en tradición esto de cerrar las verbenas a base de puñetazos.
Y no seré yo quien critique la forma de divertirse de nadie, pues no es en absoluto mi derecho, pero digo yo que un poco más de cuidado estaría bien. ¿Tan dificil es dejar limpia la porción de suelo que generosamente el pueblo de Salcedo cede? Y digo generosamente porque ganancia de la subasta de la fiesta le queda muy poca (estuve presente en la última) y digo que siquiera la fiesta no sea deficitaria para quien la organiza cuando aquello se ha convertido en un auténtico botellón. Quién lo iba a decir.
Un Alba más o un Alba menos, todo depende del cristal con que se mire. Igual hemos que reflexionar acerca del equilibrio entre progreso y educación, que parece que tienen una tortuosa relación inversa.
Tengo mi propia opinión. No cabe duda que la pista a Alba nos trajo un montón de ventajas a los que habitualmente estamos por allí, sobre todo, a los que trabajan por allí. Gracias a ella nuestras cuadras y cabanas están siendo más y mejor aprovechadas, nuestras fincas tienen accesos que no imaginábamos y se ha solucionado que personas mayores participen de la romería por excelencia del concejo de Quirós de la que son, sin duda, su auténtica alma. Pues sí señores, los auténticos romeros son los, quirosanos o no, que continúan subiendo a Alba a venerar a la Virgen o que simplemente continúan una costumbre que iniciaron sus ancestros. Sin ellos y sin Ella la fiesta no existiría. A cambio tenemos cosas que no teníamos, pero ¿qué no queremos? Algunos de nosotros, quizás la mayoría, tenemos una dependencia tan grande del coche, que si pudiéramos llegar con él a la puerta de la capilla, lo haríamos. Hemos abierto las puertas de nuestra mortera a algunos excesos, demasiados diría yo, sobre todo, etílicos, que no son ni saludables, ni del todo pacíficos. Convertir nuestras romerías en auténticas competiciones de excesos no creo que sea lo más interesante. Hoy el paisaje de la mortera será semejante a un campo de batalla, sin vencedores ni vencidos, o mejor, todos derrotados. Esta desolación que dejan algunos abusos sólo la veremos los vecinos que nos aventuremos estos días por allí, ganaderos o no, pero lo sufriremos todos, empezando por nuestro ganado y nuestros pastos. Seamos responsables y consecuentes, usemos con cabeza los recursos y no abusemos de ellos. Alba es de todos, en nuestras manos está conservarla y poder disfrutar mucho tiempo de su belleza y su paisaje.
En frente la fiesta de Trobaniello, más familiar, pero que es ejemplo de convivencia entre romeros y paisaje. Igual tenemos el ejemplo aquí  mismo y no queremos ni verlo. Ellos los de la otra parte del Valle, mantienen la tradición de su Virgen, su comida campestre y su romería. Con ella empiezan una semana de auténtica fiesta tradicional en la que  han conseguido no desvincular a la aldea de la fiesta. Eso en Salcedo, no se sabe porqué motivo, se ha perdido para siempre.
Aún así y tras esta visión crítica y no exenta de tristeza, para mí Alba 2016 ha sido un día precioso que no olvidaré por motivos personales, la primera fiesta de Alba para mi guapísima sobrina. La compañía de mi familia y de amigos, gente importante en mi vida. Os emplazamos para la celebración de Alba 2017, por favor, con sentido común.

sábado, 13 de agosto de 2016

Morir en la carretera.

Hace unos años la muerte en carreteras quirosanas de una pareja me tuvo en vilo por unas horas. Las que fueron desde que leí en prensa que unos jóvenes habían muerto llegando a Quirós hasta que supe quienes eran. Durante ese tiempo pensé en qué parejas conocidas podían estar subiendo hacia Quirós a esa hora y en ese día, creo recordar que era un día laborable.
Cuando un manto de dolor y llanto cubrió el valle al conocerse los nombre de los fallecidos, alguien me pidió que escribiera algo sobre el doloroso suceso. Yo honradamente no podía hacerlo porque apenas era capaz de poner cara a la chica con la que había coincidido un par de veces, pero subí al tanatorio a dar el pésame, tengo amigos entre los miembros de su familia y ya sabéis la solidaridad de los pueblos en estos casos. Cuando volví a casa contagiada por el dolor de una madre que estrujaba un pañuelo entre sus manos apoyada en la pared y cuya imagen a día de hoy aún me hace llorar, escribí un texto sobre el dolor ajeno que se compartió muchas veces en las redes. Aquel día, inocente de mi, alcancé a ver por primera vez el poder de las redes sociales. Conservo el texto. Hace unos días estuve con la madre, no la había vuelto a ver, volví a vivir la escena del tanatorio y vi en su mirada el inmenso dolor que vive para siempre en su interior. Una sola muerte en carretera es demasiado.
Ayer sobre las 13.00 horas una foto en Facebook me puso en alerta. Esta vez era un motorista. Bajaba hacia Quirós. Yacía muerto, solo, sobre el asfalto cubierto con una manta. El helicóptero a pocos metros. La guardia civil evitando a los curiosos. Una caravana en una carretera secundaria es sinónimo de accidente. Nadie sabe la angustia que pase mientras descartamos que fuera un quirosano. Algunos amigos andan en moto de carretera. Cuando después de hacer un montón de llamadas me confirmaron que no era de Quirós me di cuenta de cuantos amigos que no son de Quirós andan en moto y cuántos de ellos están viniendo a pasar unos días aquí. También me preocupaba el trato periodístico que iban a dar al hecho. Un accidente es noticia, pero mucho cuidado con lo que cuentas. Detrás de un fallecido en carretera hay muchas personas, también niños, hay que ser escrupulosamente aséptico y, por encima de todo, respetuoso.
Ayer un motorista ovetense de 36 años moría en La Cobertoria. La carretera siega vidas jóvenes y ancianas. La carretera mata. La puta carretera y el puto destino. El asfalto y la máquina, combinación peligrosa aún en condiciones de conducción responsable. ¿Qué llevó a este joven a volver a Oviedo desde León por este camino y no por otro? ¿En qué cruce de caminos eligió el equivocado? Quizás fue que venía con tiempo suficiente, que no conocía las atractivas y sinuosas curvas de este puerto quirosano, que había tenido noticias de las pruebas deportivas celebradas en el y quería conocerlo in situ, que le encantaba el paisaje, que le disfrutaba sumar kilómetros descubriendo paraísos escondidos... Quién sabe, no lo sabrá nadie. Un muerto más para las estadísticas, un proyecto de vida roto para siempre. Desde aquí y aún con el corazón encogido mi más sincero pésame. Se llamaba Oliver y tenía toda la vida por delante.

miércoles, 3 de agosto de 2016

Enamoramientos

Días de verano con cielos de otoño.
Felicidad que se mide en calidad.
Momentos para los sentidos.
Sabor a sal. Olor a mar. Arena en la piel.
Escuchar tu voz en el susurro de las olas rompiendo en la orilla.
Cerrar los ojos y que estés junto a mí.


Playa de Frexulfe (Occidente asturiano)

La primera vez que alguien enamora, lo hace para siempre. No hay nada ni nadie que borre ese primer beso, precisamente porque ser el primero es lo que lo hace único, aunque sea un fraude y te decepcione, no escuches música de violines, ni haya fuegos artificiales (cuánto daño nos ha hecho el amor romántico). Te enamoras de la persona que está en el momento justo en el lugar preciso. Siempre juntos. Tiempo y espacio. Tú y yo. Aquí y ahora. Inventemos algo. Y nos inventamos la historia de amor más bonita y tierna, más fuerte y sólida, creyendo que descubrimos la forma de hacer fuego o la rueda, aunque ya hayan sido inventados hace siglos. Nos enamoramos, llenos de las inseguridades y de las dudas de los adolescentes, pero entendiendo ese amor como lo más grande que nos ha pasado nunca a nosotros y a la humanidad.
Fíjate si es importante esa primera historia. Es bonito, sabe dulce y salado, pasas del frío al calor de los abrazos, sales de tí hacia el otro. Descubres que los sentidos son una infinita combinación de los cinco que te han enseñado en el colegio.
Habitualmente ese primer enamoramiento rompe. No se sustenta sobre base firme. Se asienta sobre el deseo apresurado, la belleza insolente de la juventud, la ilusión por dejar de ser niño e ir hacia la vida o, mejor, hacia lo que crees que es la vida, una vida que nunca es como nos contaron o como nos imaginamos. El compañero de instituto o de Facultad, tu amigo de infancia o el de tu hermano, el vecino de la escalera... Este primer amor idealizado va casi siempre asociado a juego y a aprendizaje, a veranos en el pueblo y romerías, a descubrimiento de cuerpos en revolución que comienzan a experimentar deseos de adulto. En realidad es quebradizo y frágil y rompe aderezado por la indolencia de una o del otro o por la de ambos, por la ausencia de planes, solo presente, porque sigue premisas de inmediatez, rapidez y ausencia de futuro. Todo es presente y el horizonte no representa un límite sino la meta, la libertad y la búsqueda constante de la voz personal. Es así o, al menos, debería serlo. Es bueno y malo. Es todo y, de repente, nada. Cara y cruz. Rara vez llega a buen puerto. 
Las veces siguientes, uno se enamora a cuentagotas y con la convición de que también sea para siempre. Hoy un gesto y mañana una palabra, una conversación interesante y un pedacito de tiempo compartido, el título de un libro y una peli que recuerdas, un lugar favorito o un proyecto en común. Pequeñas o grandes cosas que entre dos cimentan la construcción de una historia que, para que negarlo, siempre creemos que es la definitiva. Como el agua que, poco a poco, va haciendo ceder las paredes de una presa hasta desbordarlas. Despacito, sin prisa pero sin pausa. Una delicada labor como la de envolver un regalo, el más preciado. Una valiente misión como la de habitar una isla desierta y descubrir en ella un tesoro, el más valioso. Explorar una cueva o subir una montaña. La ardua tarea de conquistarte y de dejar que me conquistes. No bajar la guardia y trabajar, trabajar, trabajar por ese enamoramiento que está vez sí será para siempre. Siempre el definitivo es el último. Estas segundas veces, suele ser un enamoramiento a segunda vista. Con la edad no hay posibilidad de que nada ni nadie te impacte. Te han herido, defraudado o lo has hecho tú. Tienes nuevos miedos que no tienen nada que ver con los de antes. Te has vuelto perezosa y descreída. Cuando nadie ni nada es capaz de sacarte de tu espacio de confort, una se enamora de un hombre en un segundo encuentro, a base de miradas limpias que te hacen ver tu mundo de forma más nítida y clara, con roces apenas perceptibles, con complicidad y respiraciones que dan la vida. Y aunque te niegas la sensación que tienes metida en el cuerpo y no puedes sacarte de dentro, aunque pasan los días y las noches y no sabes nada y te parece que la historia no va a ninguna parte, e intentas seguir, avanzar, no pensar en él, un día respiras su aliento y  no puedes negarte, ni negarle más y esta vez seguro que sí es la última. Una vez más estás convencida. Luego encuentras una playa donde las olas rompen con suavidad en la orilla, acariciandola y descubres que cualquier escenario es bueno para vivir un amor, pero que algunos son especiales.
Es bonito enamorarse, es un estado de gracia y disfrutarlo es una obligación. Volveré a enamorarme y será la última, pero esta vez por prohibida e inesperada es la más bonita.
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