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jueves, 27 de octubre de 2022

Mayorga inédito.

Foto Fundación Princesa de Asturias

“El folio, el papel, lo aguanta todo” con esta frase y un sentimiento de agradecimiento que se agranda hacia Avilés, ciudad en la que debutó como director teatral con “La lengua en pedazos”, se despidió ayer del público del Palacio Valdés. Juan Mayorga calzado con sus zapatos de escritor nos dio dos posibles finales (quizás haya aún más) de su obra inédita “La colección” que leyó para un teatro abarrotado, lleno de amigos y aficionados, rendido a su talento y a su talante. Una obra que escribió o, seguramente, remató durante el confinamiento, en un momento en el que “lo que tocaba era darse” contó, haciendo alusión a que en lugar de al puñado de lectores a los que habitualmente envía sus textos cuando los acaba para que empiecen a criticar su trabajo (ya dijo el lunes en Gijón que “una crítica desde la lealtad, aunque sea dura y severa, es un acto de amistad”) lo envió a un número mucho mayor de lectores. Sobre el papel, el escritor puede hacer de todo, otra cosa es lo que pueda hacer en escena el director, porque en el escenario no cabe todo. No cabe físicamente en escena pero sí en la imaginación de cada espectador, en ese pacto actor-público, que ayer pudo imaginar puertas cerradas, cajas en las paredes, archivos y a los cuatro actores que compondrán el elenco de esta obra, encabezados presumiblemente por Pepe Sacristán al que yo misma (antes de que él lo dijera) podía ver, podíamos adivinar, en el papel de Héctor desde que Juan comenzó la lectura, más o menos dramatizada y muy dinámica (aunque muy larga en mi opinión, pero no por extensa sino porque programar a las 20.00 es muy tarde, sobre todo, para los que llevamos una intensa semana de Teatro y de premiado, una semana inolvidable y, como decía estos días otra lectora, “imperdible”). Y allí, con cuatro sillas de atrezo, representando cada una a los cuatro personajes de la obra: Carlos, Susana, Berna (no sé si con b o con v) y Héctor, nos leyó prácticamente toda la obra, cambiando de lugar (o de silla) cada vez que daba voz a quienes todos veíamos sobre la escena. El Mayorga inédito fue un Mayorga espectáculo, cada vez que se levantaba y sentaba, movía, tumbaba, cambiaba de sitio en un particular “juego de la silla” que daba agilidad a la lectura. El Mayorga inédito fue un Mayorga mágico que nos hizo transportarnos a un tiempo y lugar indeterminados para reflexionar sobre temas tan transcendentes como el paso del tiempo y la herencia (yo también me preguntó quién heredará mis libros); el sentido de la propiedad y la obsesión por las cosas, por poseerlas; la belleza, el paso del tiempo y el amor. El Mayorga inédito nos llevó de la mano por el laberinto que dibujan sus personajes y repitió varias veces una de las palabras que parece talismán en su obra la palabra “mapa”. El Mayorga inédito fue ayer el Mayorga amigo, rodeado de gente de teatro, que nos ha contado anécdotas, que nos ha provocado a salir de nuestro sitio de confort, generoso y también es el Juanín (me sale en asturiano) atribulado por todo lo recibido estos días, por los lectores en Gijón, por los alumnos de la Escuela Superior de Arte Dramático, por el público en las instalaciones de la Fábrica de Armas de Oviedo, reconvertida en centro cultural por la Fundación (ese debería de ser su destino último), por los alumnos de infantil que le aplaudían delante del Reconquista (está en redes el vídeo) y que algún día asistirán con devoción a alguna de sus obras para seguir creciendo como personas. Nunca una ciudad ha leído tanto teatro como la nuestra en estos últimos meses preparando un encuentro, el del lunes, con tantas expectativas, todas cumplidas. Una ciudad que se convierte en estos días en el escenario de la obra teatral que son los premios, que se llena de vida, una ciudad que disfruta del maratón que la Fundación prepara a sus premiados y, doy fe, que lo de Mayorga lo ha sido. Nosotras concluimos la carrera el sábado con la representación en Gijón de la obra “Silencio”, Blanca Portillo y el Teatro Jovellanos nos convertirán una vez más en piezas del engranaje del universo Mayorga



 


 

viernes, 21 de octubre de 2022

Así empieza lo malo


Me he debatido con este libro y con mi misma a lo largo de su lectura, propuesta en el Club de Lectura de Quirós a raíz del fallecimiento del autor. Vaya de antemano que no había leído nada de Marías a pesar de haberle regalado a mi padre alguno de sus títulos y de que “Los enamoramientos” lleva siglos en mi lista de deseos. Finalmente, en medio del vaivén de “me gusta”, “lo dejo”, “vaya rollo”, el libro me ha vencido porque tiene un final redondo (en mi humilde opinión). Es verdad que Marías no es fácil, solo hace falta leer algunas frases rebuscadas o retorcidas, un lenguaje culto, en el que la subordinación es la regla y, en este sentido, siento mucho haber elegido este título pues no tengo muy claro si alguna de las lectoras se habrá perdido en medio del laberinto que construye el autor con el lenguaje (lo que tiene mucho mérito, pero no ayuda a la lectura). No es fácil, pero la historia de Muriel y Beatriz es una historia muy común (la de un matrimonio roto por el engaño y lo que ocurre cuando el cónyuge engañado descubre del mismo, de un amor que no es auténtico al menos por una de las partes y la historia de muchas parejas de este país en una época en la que no había divorcio y las apariencias eran las que eran), pero además es una historia de violencia de género porque Muriel desprecia hasta el infinito a su mujer, enferma mental, si bien no queda muy claro que parte de culpa tiene de esa enfermedad el maltrato (a mí no me cabe duda de que una parte importante es responsabilidad directa suya). Marías también cuenta la historia de una España que renace tras la muerte del dictador, una España que aún se lame sus heridas, heridas incurables como efectivamente ha quedado de manifiesto y nos muestra algunos de los desmanes que los vencedores hicieron tras su victoria (nada nuevo bajo el sol, pero no por eso hay que dejar de leerlo y hacerlo tantas veces como sea necesario para no olvidar). Y para todo esto utiliza a un narrador que me ha gustado especialmente, un narrador que en algunas ocasiones se convierte en protagonista de la historia, no es un mero voyeur, sino que participa activamente de lo que ocurre e incluso se convierte en pieza necesaria para que la acción avance. El joven de Vere que nos cuenta la historia hacia atrás desde su madurez y, a lo largo de la misma, no tiene problema en traicionar la lealtad que le debe a su empleador llevado por el deseo carnal de su juventud. Así a bote pronto se me ocurre un paralelismo entre Muriel y su mujer Beatriz que serían las dos Españas eternamente enfrentadas y sin entendimiento y De Vere que sería la España que nace a finales de los setenta y que es un potro desbocado difícil de domar… Los personajes secundarios, vencedores y vencidos, las tropelías cometidas por algunos desde su posición de autoridad, el retrato del Madrid que despertaba del letargo y que desembocaría en la movida, los roles nuevos de mujeres que iban a vivir vidas opuestas a sus madres y a sus abuelas y que, sin embargo, siguen siendo sometidas, la homosexualidad, el suicidio, el fantasma de Beatriz en la cama de De Vere adulto, mucha, mucha plancha en estas más de quinientas páginas, en fin, si podéis con Marías y superáis algunos pasajes os gustará este libro.