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viernes, 29 de noviembre de 2013

Recolección: 1. f. Acción y efecto de recolectar.

recolectar.
(Del lat. recollectum, supino de recolligĕre, recoger).
1. tr. Juntar personas o cosas dispersas.
2. tr. Recoger la cosecha.

2. tr. Recoger la cosecha.
He conocido a un niño. Su padre es recolector. Son peruanos, aunque el niño, que tiene seis años se empeña en decir que es español. Vale, técnicamente es español. Nació en España, pero es peruano. Todavía no sabe lo importante que va a ser en su vida su origen, el origen de sus padres. El principio de su historia como persona.
El niño es uno de esos pequeños tesoros que la vida (y sus padres) depositan en mis manos para echarles una mano (pequeñita) en este principio del camino. Cuando les explico a los niños que la vida es un camino, no soy consciente de lo complicado de esta metáfora para ellos. Pero sí, la vida es un camino. Y en el camino de mi vida, casi todos los setiembres aparece un niño o una niña, que se hace un hueco para siempre en mi corazón. Sólo espero que ellos recuerden algún día con cariño el tiempo que pasamos juntos. Y así, he visto como Claudia aprendía a leer; Alba dejaba de llorar superando una timidez casi enfermiza, que a mi llego a preocuparme, cada vez que Marisa o yo le dirigíamos la palabra. Y así, un setiembre tras otro y ya son siete. He visto también la crueldad infinita de los niños y eso no me ha gustado nada. Nos queda tanto por hacer a los adultos para evitarles a los niños esos comportamientos torticeros, hirientes, injustos, tan propios de mayores. He visto a niños hacer daño con palabras de adulto, sólo por el placer de herir al otro. He escuchado palabras en su boca que escupían sus mayores. Si lo pienso fríamente, cosas terribles. Eso no me gusta nada, pero también forma parte del escenario que me ha tocado vivir.
Bueno, volviendo a Adrián que así se llama mi tesoro peruano. El padre es recolector. Recoge la cosecha. Una de las profesiones más humildes y hermosas del mundo, sin reconocimiento, sin apenas ruido, sólo él y, en este caso, las plantas de arándanos que crecen en Bueida y que se comercializan en el extranjero. "Recolector" me dijo "re-co-lec-tor" haciendo hincapié en las sílabas, cuando yo le dije "será agricultor" Pues no, es recolector. 
Me encanta como usan las palabras esta gente venida del otro lado del mundo, como las acarician, como usan el español, el idioma que nos une, el que tenemos en común, como recuperan palabras que lo enriquecen.
Un par de semanas más tarde, le pregunté a Adrián si tenía novia y me dijo muy serio que le gustaba una niña que era su amiga (yo ya había adivinado quién era la niña) y le dije "¿Rubia y con los ojos azules?" "Si", me respondió "pero, no quiero que lo sepa, porque me avergonzaría toda mi vida"
¿No es un amor mi pequeño peruano? 
Adrián tiene un punto añadido. Lee genial con apenas seis años. Es increíble como lee. Me ha dicho, gente que conoce a sus padres, que están muy implicados en su formación. Su madre me decía el otro día que leían juntos y que ella hacía mucho enfásis en la lectura y luego el niño la imitaba. Me decía que leían juntos y que luego le decía al niño que le contará lo que había leido. Quizás está intentando que su hijo no tenga más que trabajar con las manos, en la tierra, cuidando la finca de otro, mimando los frutales que no son suyos. Quizás sueña con un futuro mejor para él, aquí en España tan lejos de su país. Si, seguro que ese es su sueño.
Aún así tengo un reto con él, y es que me mire a los ojos cuando le hablo. Estoy segura de que llegará el día en que podamos mirarnos a los ojos. Bueno es un niño. Habrá que darle tiempo.

1. tr. Juntar personas o cosas dispersas.
Y resulta que he conocido a un hombre que es recolector. "Re-co-lec-tor" como diría Adrián.
Se dedica a recolectar cosas.

Recolecta sueños y proyectos, los suyos propios y los de los demás. 
Para darles forma. Para hacerlos reales o por lo menos, intentarlo.
Recolecta horas de sueño, las mías y, me imagino, que las suyas propias.
Recolecta eficacia, discreción y verdades...
Recolecta ideas, pensamientos, conocimiento...
Recolecta todo o casi todo lo que se puede, se deja o merece ser recolectado.
Recolecta momentos, vivencias.
Recolecta excelencia.
Recolecta fotos que luego regala.
Recolecta bosques, rebecos y corzos, castaños, fayas, luces y sombras.
Recolecta nieve y momentos nevados.
Recolecta sentimientos.
Y observa y escucha, pero no juzga.

Y yo a punto mismo de escribir mi carta a los Reyes. Me pido tres cosas:
 - Un saco de sonrisas para compartir,
-  otro saco para recolectar las vuestras,
-  y me pido, tu silencio, tu sosiego, tus pensamientos, tu conversación, tus manos y tus besos.

De ti, me lo pido todo.

P.D. tranquilos, pero no sé si este otoño loco me ha traído inspiración en lugar de la melancolía que yo esperaba. Y ha puesto mi vida del revés. Bueno será cuestión de dejarse llevar, pero tranquilos que sólo es poesía.

lunes, 25 de noviembre de 2013

Un año ya

Un día de estos hará un año desde mi primera entrada en el blog. Blog que nació de la manera más tonta posible y que, tras crearlo, durmió el sueño de los justos una larga temporada. Sin embargo, un reencuentro, desafortunado por el motivo, pero alegre por lo que supuso, me llevo a escribir el primer texto. Y aquí estoy, hoy, casi un año después y con casi 3000 visitas que para mi es un récord teniendo en cuenta que es un blog de nada (no es ni de recetas, ni de moda, ni de música, ni de literatura, ni de estilo), pero a la vez es un blog de todo, porque es un blog de sentimientos, de alma, de proyectos y de futuro, sobre todo, de futuro. Y como, en el fondo, todo somos un poco voyeur y nos encanta escudriñar las vidas de los otros, igual este desnudo integral que hago de vez en cuando es lo que engancha. A todos nos gusta mirar por las ventanas de cortinas descorridas o directamente sin cortinas, porque hay de todo. Mirar el interior de las casas. Adivinar o jugar a adivinar quién o qué se esconde dentro. Y quizás, si no escribiera sobre mi, sobre los míos, sobre lo que leo, lo que veo, lo que me duele, lo que me hace fuerte, quizás mis amigos no se acercarían a leerme. O mejor, quizás, y esto también lo pienso y lo creo, mis amigos me leen porque me quieren y ese amor y esa energía son los que me hacen seguir día a día. Y es, por eso, por lo que hoy quiero hacer un acto total de egocentrismo y dejando que el mundo sea el que giré a mi alrededor y no girar yo al ritmo de él, reivindicar lo mío.
Y quiero reivindicar lo mío, a mi familia: mis padres que me dieron alas para volar sola y criterios para saber hacerlo. A mi hermano por traer a Laura a nuestras vidas y por tantas otras cosas. A Laurita por querer a mi hermano. A los dos por regalarme a Hugo. A  Hugo por llenar una parte importante de nuestras vidas y hacerlo con sonrisas y esperanza. A mis abuelos y a mis tíos. A mis primos, a los que me conocen y a los que no. A los que no están, porque nos han dejado, pero que cuidan de mi desde dónde estén. Siento su energía y su herencia en muchas ocasiones. A mi tía Domitila. No sabes cuánto se te echa de menos en este otoño que es invierno por momentos, la lumbre de tu cocina y tu conversación, las ganas de vivir que te acompañaron hasta que te rendiste. A mi tía Hortensia que me transmitió, no se sí era consciente, la importancia de ser independiente. A mis abuelos paternos, Ludivino y Rosario, ¿qué pensarían de esta nieta suya anclada por voluntad propia en el puerto de esta minúscula aldea asturiana?
A mi abuelo Arturo. Tan alto y tan fuerte. Con su olor a colonia. Tan vasco, a pesar de los años vividos en Asturias. Vencido por la artrosis desde siempre, o, al menos, desde que yo tengo consciencia. Con sus ojos azul mar, que te transmitían intensidad e inmensidad. Con su gesto adusto cuando no le gustaba algo que habíamos hecho. Repasando con nosotros, mi hermano y yo, ortografía todos los sábados y, más tarde, todos los domingos. Cenando sopa de arroz, sin caldo. Comiendo una tortilla espectacular cocinada por el mismo. Llevándole el desayuno a la cama a mi abuela. Aguantando, estoico, las mil perrerías que le hacía mi primo Alberto que llegó cuando casi los demás éramos adultos. Porque Alberto, que hoy es un hombre hecho y derecho, era un trasto que cada domingo agujereaba con el gancho incandescente de la cocina de carbón el caldero de fregar de mi abuela Elena.
Reivindico mi ciudad: Oviedo. Pequeña, gris, burguesa, sin mar, que te permite ir andando a todas partes. Agotando en medio de la crisis su antiguo esplendor provinciano. ¡Ay! si no fuera por los Premios Príncipe y el Teatro Campoamor.
Reivindico mi pueblo: Salcedo en Quirós. Minúsculo como ya he dicho, con sus montañas, las mías, su bosque de robles, castaños y avellanos. La faya de Selino, que de tanto decirlo ya es un poco mía y que marca el paso inexorable de las estaciones y de los años, observando el ir y venir cadencioso de los vecinos a su alrededor. Mi aldea con sus necesidades y carencias, con sus vecinos, sus traiciones, sus necedades y su mediocridad. "Pueblo pequeño, infierno grande" dicen acertadamente. Me da igual, yo allí soy feliz, soy yo misma, he encontrado mi sitio.
Reivindico a mis amigas: a todas, a pesar de todo. A las de siempre, a las nuevas, a las solteras, a las casadas, a las únicas, a todas. Pero hoy, no sé el porqué quiero reivindicar a Claudia, porque siempre está ahí, en las buenas y en las malas, aunque pasen los años y las circunstancias cambien. A Bea porque me transmite serenidad y es un descubrimiento, por su corazón, por su saber estar, por haber traído a su familia a mi vida, por su niño que es un amor, por su hermana y por su madre. Y a Jacque, porque ella y yo sabemos que lo que hay entre nosotras si es auténtica amistad, que ha ido creciendo con los años, madurando como nosotras, echando raíces firmes. Gracias por todos lo ratos que me acogieron y me acogen, aunque yo ahora sea menos vulnerable (¡Gracias a Dios!) Sus familias, las de las tres, son las mías.
No puedo ponerlas a todas porque esto se haría eterno y seguro que me olvidaría a alguna, aunque bueno con esto de editar siempre se podrían añadir. Dos más: Susana por demostramos lo fuerte que es y luchar como una loba por salir triunfadora. En esta vida para llegar hay que luchar, luchar siempre, sin rendirse. Susana eres única. Y a Maite por volver a mi vida, aunque nunca se fuera del todo.
Todas ellas saben que tiene un trocito de mi corazón y que sin ellas yo no sería la que soy hoy.
Reivindico: lo bueno y lo malo que hay en mi. Mis virtudes, que las tengo, y mis defectos por los que pido perdón desde aquí. Mi mal humor, mis idas y venidas, mi locura, mis miedos, mis temores, mis sueños, mis ilusiones. Mis guerras, mis batallas perdidas de antemano. En definitiva todo lo mio, precisamente por serlo.
Y reivindico a Lola porque me ha hecho más humana, a pesar de su condición. Me ha hecho más humana, más responsable y menos egoísta. Porque cada día, a pesar de su cabeza dura, su necedad, su mala educación, su manía persecutoria por gatos y gallinas, me enseña el significado de la mejor terapia, la del amor,  y actualiza el significado de incondicional. Y porque, sin duda, sin ella este blog no existiría o quizás sí, pero se llamaría de otra forma.

viernes, 1 de noviembre de 2013

Cementerios

Hace un tiempo una de mis amigas empezó un blog (que abandonó como casi todo el mundo hace, ya me parece a mi que esté mio dura mucho) y en una de sus primeras entradas escribió sobre el día de Todos los Santos. Puede ser un topicazo escribir esos días sobre cementerios, pero un comentario de esta mañana en mi Facebook, me ha dado pie. Dice Cris que delante de la Iglesia de Salcedo descansa un pedazo de su corazón. Se refiere a su madre a la que perdió muy pronto, demasiado pronto y a la que seguramente ha echado muchísimo de menos en tantas ocasiones, también ahora que va a ser abuela, sus consejos y su buen hacer le vendrían bien. Pero yo me preguntó ¿podría cuantificarse el dolor que sentimos por la ausencia de los nuestros? ¿Cuánto echamos de menos a los que no están? Yo creo que no hay medida para hacerlo, ni en litros de lágrimas, ni en noches desvelados por su pérdida, ni en momentos de vacío que quisieras llenar. Cuántas cosas le habría dicho que no le dije, cuántos planes por realizar juntos, cuántos besos y abrazos perdidos, cuántos "te quiero" a medias.
Yo he ido hoy temprano al cementerio, a dejar unas flores, sencillas y guapas, una oración a mis abuelos paternos. Abuelos a los que perdí siendo una neña y de los que conservo muy pocos recuerdos, apenas ninguno. Sin embargo, mis abuelos están en una foto en la sala de mi casina de Salcedo. Una foto que el otro día mi sobrino, de apenas tres años, reconoció también en casa de mis padres en Oviedo y preguntó que quienes eran. ¡Ay los niños! Perfectos observadores de la realidad que les rodea, aún cuando creemos que no se enteran de nada. Ojo con ellos, que oyen, ven y comprenden más cosas que nosotros adultos sordos, ciegos y de cortas entendederas.
Me pierdo, perdón.
Visitar los cementerios forma parte de la tradición, independientemente de las creencias. Y es una tradición que no se pierde, a pesar de las modas, transmitiéndome de padres a hijos, o en este caso, el mío, a nieta. Es una forma de manifestar respeto y recuerdo a los nuestros que no están. Un día para hacerlo públicamente. Alguno pensará "es un día para aparentar" bueno, pues sí, para que negarlo. También es un día de encuentro no sólo con los muertos sino también con los vivos. Personas que sólo se acercan al pueblo por Difuntos. Claudia y yo era el día que nos veíamos despues de pasar el verano juntas. Era una cita obligada.
Yo fui el miércoles en Oviedo: horarios de cierre y prisas, estrés y tráfico, aparcamientos repletos y municipales regulando la circulación... Qué distintas son las cosas en las ciudades. En los pueblos la puerta del cementerio suele estar abierta. En estos días las mujeres, en su mayoría, se afanan en limpiar nichos y sepulturas. Son momentos de intimidad para algunos y de comunidad para otros (recordad a las mujeres manchegas de Almodóvar en la película "Volver" marujeando en el cementerio).
Muchos cementerios hoy son lugares de culto. La gente acude a ellos a presentar su admiración a estrellas de cine, cantantes, políticos, escritores... Así la gente visita en el cementerio de Montparnasse en París a Julio Cortázar o a Simone de Beavoir y Jean Paul Sartre que fueron amantes y hoy descansan juntos. Otros son auténticas atracciones turísticas como el Cementerio Judío de Praga, el cementerio de Eyüp en Estambul situado sobre una colina con vistas al Cuerno de Oro y que da pie a un fantástico y larguísimo paseo entre tumbas, el de Mirojob en Zagreb donde junto a fantásticas construcciones funerarias, mausoleos y esculturas te puedes encontrar turistas de todas las nacionalidades. En Asturias tenemos el de Luarca, pero todos y cada uno de los cementerios de nuestras aldeas son bonitos y  tienen un significado especial para quienes tienen a alguien en ellos.
Los cementerios son sitios seguros, donde se respira paz y tranquilidad, nadie quiere perturbar el descanso de los muertos, en ellos puedes encontrar el silencio tan necesario algunos días, por eso deberíamos de ir más veces de paseo hasta allí. La paz de los muertos y el arte funerario son una buena combinación para pasear.
Hoy es un día especial, todos los 1 de noviembre lo son. Es un día emotivo, triste y alegre a la vez, que da lugar a encuentros familiares.
Los nuestros no están, partieron de este mundo, pero cuidan de nosotros. Como dice Cris se llevaron un trocito de nosotros que descansa junto a ellos. Mi recuerdo hoy para los míos, que obvio mencionar y también para los que se fueron este año, en especial para Goyo, Eva y Carmen, todos de forma anticipada, todos llevándose parte de nosotros.
Hoy en medio de la resaca de Halloween para muchos, me quedo con mi tradición.