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lunes, 18 de diciembre de 2023

La educación física de Rosario Villajos

Tenía muchas ganas de leer “La educación física”, el algoritmo me dio la brasa, una y otra vez, durante mucho tiempo, pero no fue hasta el lunes que lo encontré en la biblioteca esperándome. Ay, la biblioteca! Tenía que ser allí. Las bibliotecas también tienen un papel importante en la vida de la protagonista de la novela, Catalina. Me llamaba la atención especialmente la cubierta y la faja que trae la chica de la fotografía. Una faja (braga-faja) reconocible por tantas de nosotras. Yo también me quite la faja como Catalina para empezar a ser yo misma. El argumento es sencillo pero intenso. Catalina una adolescente de 16 años vuelve a casa después de un suceso muy desagradable con el padre de una amiga (incidente que no descubriremos en su extensión hasta las últimas páginas, pero suceso del que la mayoría de nosotras, de mayor o menor forma hemos sido objeto). En el periodo de esta huída hacia su casa que va desde las 18.15 a las 21.45 (que es la última referencia que marca capítulo) repásanos la historia de una adolescente a principios de los 90, que es la historia de muchas de nosotras (aunque yo en los 90 ya tenía 20, las historias de mujeres jóvenes son muy parecidas). La pertenencia al grupo, la desubicación, la soledad, la ajeneidad de tu cuerpo, el descubrimiento del sexo, la identidad sexual, la falta de educación en la materia, … buf. La novela se sitúa históricamente en el momento en el que en el Mediterráneo desaparecen para aparecer muertas tres meses después, tres adolescentes que hacían auto-stop para ir de fiesta (he tenido que buscar la fecha pero los nombres me han salido solos: Toñi, Miriam y Desi). Estos hechos marcan un hito dentro de la historia más negra y perversa de nuestro país, unos hechos de los que jamás sabremos la verdad, que tantas páginas de periódico han llenado y que abrieron el paso a la telebasura (nunca olvidare a la periodista “estrella” de entonces en un polideportivo haciendo espectáculo del dolor de aquellas familias, en mi opinión hay un antes y un después después de estos hechos en la forma de hacer televisión en nuestro país). Catalina tiene miedo: miedo de lo que le pueda pasar en una carretera sola de vuelta a la ciudad, miedo de sus padres, miedo de una enfermedad que tuvo de pequeña y de la que no nos dan muchos datos pero que marca su infancia, miedo de que no la quieran, miedo de que la quieran, miedo de su cuerpo,… en fin, que me ha encantado aunque no me haya sentido muy identificada con tantos miedos yo también los tuve (aún los tengo) pero nunca pensé en mi casa como en una jaula o una cajita con agujeros, nunca vi a mis padres como desconocidos, nunca sentí que mi cuerpo no era el mío con todas y cada una de sus lorzas. Sí, he visto muchos comportamientos que adivino en padres y madres de otras… pero esa es otra historia que no es la mía, afortunadamente. Os recomiendo la lectura que da para reflexionar. Un título que daría mucho juego en los clubes de lectura en los que, sobre todo, hay lectoras. Y un final de esperanza, por cierto, que me ha emocionado.

viernes, 8 de diciembre de 2023

Luces de Navidad sinónimo de vecindad.


Cuando yo era pequeña y bajaba de Salcedo con mis padres y mi hermano, los domingos de vuelta a la ciudad, me llamaba la atención un pueblo de cuento que antes de llegar al pantano aparecía a la derecha dibujado en la montaña, encaramado en la ladera. Su disposición en la pendiente hacía que mi madre siempre nos dijera “mirad, si parece un nacimiento”. El pueblo en cuestión es Tene. Los años, mi compromiso con el periodismo de caleya y también lazos familiares, me llevaron muchas veces a Tene donde conocí a personas de la talla humana del artesano Esteban, el último güelu del Aramo Alvaro, compañeros, símbolos de coherencia y compromiso como Pedro o la jovencísima Marina, tejedora sueños y también de lana de oveja xalda. Son solo algunos ejemplos, no voy a mencionarlos a todos. Tene no es distinto al resto de aldeas quirosanas, todas ellas atesoran a personas maravillosas y también a algún personaje pintoresco, porque no decirlo. Ayer Tene que tiene una bien avenida asociación de vecinos desde hace muchos años que lleva el nombre de Lairua. estrenó tradición: el encendido de las luces navideñas. Era la primera vez y el honor de encenderlas lo tuvo Vera Viejo, nieta de Juan Viejo, tesorero de la Asociación. Juan e Isabel su mujer tienen mucha culpa de que Tene se haya animado a tener su nueva tradición junto al vecino pueblo de Aciera que, no hay que olvidar, abrió brecha y tanto éxito han tenido. Aciera se ha convertido en el pueblo más conocido de Quirós por sus luces, por sus gentes y por la acogida que prestan a los visitantes. Miles de personas pasearon el año pasado (y se esperan este) por sus calles. Sana rivalidad y buena vecindad une a ambas aldeas. Así ayer estaban allí José Antonio, Víctor y Martín para apoyar a los vecinos de la aldea de arriba. Tene me recordó ayer a las primeras veces de Aciera, mucha ilusión, mucho trabajo, pero aún tímidos. Esperad a que se vayan animando con los años. Pero el auténtico espíritu de la Navidad que encarnan Tene y Aciera no tiene luces, ni colorinos, ni villancicos, el auténtico espíritu de la Navidad es el de la solidaridad, el del trabajo en equipo, el de arrimar el hombro, el de hacer comunidad y de eso saben mucho los quirosanos de siempre y las dos asociaciones protagonistas, la Asociación Canor Fandos de Aciera que recibe inspiración de quien fuera su alcalde de barrio y la mencionada Lairua de Tene. Contaba mi tía Domitila, viuda con dos hijos, como más allá de sus padres, hermanos y hermanas, sus vecinos y vecinas le echaban un cable en las labores más pesadas en unos tiempos que no eran estos. De esto se trata, de remar juntos, de aunar esfuerzo, de sumar talento. Más allá del resultado de las efímeras luces y de alguna molestia del barullo de estos días recuperar el sentido de vecindad, mimarlo, limar diferencias y soñar juntos. Concejos como el nuestro tienen que poner todas sus esperanzas en su población porque de ella depende su supervivencia. Un concurso ideado por el Ayuntamiento premiará la mejor iluminación realizada por el trabajo asociativo (también hay una categoría para establecimientos y empresas), pero el premio se lo lleva el concejo con personas como las que viven en Tene y en Aciera, personas para las que la buena convivencia es fundamental, personas que transforman la sociedad con pequeños gestos como son poner una estrella en su antojana.



martes, 31 de octubre de 2023

“Dobles Vidas” en clave Master

Anoche ví “Dobles vidas” y más allá de la parte que refleja las vidas personales de los protagonistas (que me interesa más bien poco porque es un culebrón de parejas cruzadas en las que todo el mundo engaña a todo el mundo, bueno, todo el mundo no…), me ha gustado mucho la reflexión que hace sobre el mundo editorial, también sobre las bibliotecas en un momento dado, los blogs, twiter y sobre el mercado y su evolución, los gustos de los lectores y el libro digital. Creo que el director quiere enfrentar también a dos generaciones (o a tres): el editor mayor, cansado que quiere abandonar el barco porque su empresa no es rentable, el editor joven que cree en lo que hace pero ve observa cómo todo va cambiando (hasta su esposa le pregunta que si a él lo van a vender también con los muebles), la trepa que defiende que las cosas tienen que cambiar y van a hacerlo (volubilidad que también practica en su vida). En mi opinión, hablamos de profesiones muy vocacionales. Conozco muchos editores pequeños que están entusiasmados con su trabajo y que no lo ven como fórmula de hacer dinero porque no creo que esa sea la fórmula para hacer dinero, la verdad. Creo que efectivamente el mercado parecía hace unos años inclinado hacia el mundo digital, los más agoreros pronosticaban el fin del libro en papel, pero siempre existirán bibliófilos que se admiren ante una novedad de calidad excepcional, ante un libro descatalogado que encuentran en una librería de viejo o ante una edición bella y cuidadosamente realizada (ohhhh esas primeras novelas que son un lujo de lectura). El placer de tener un libro en tus manos no lo supera ninguna lectura digital (aunque yo también lea en digital y pensaba que nunca lo iba a hacer) y tiene un punto romántico. Un árbol, una manta, un libro y un lector (o lectora). La película abre muchas vías para la reflexión, también para la reflexión política, esto me parece muy interesante: hay un momento en que la mujer del escritor que es uno de los vértices del triángulo y trabaja como asesora de imagen/jefa de prensa (de qué trabaja realmente) de un político llega a una reunión de amigos y una de las chicas más jóvenes no sabe dónde ha estado con su candidato, no sabe dónde ha estado geográficamente hablando y hablan de política y de ambición política y de ilusión a la hora de votar. Volviendo al mundo de los libros, yo me pregunto: ¿dónde están los lectores?, ¿cómo conseguir que la gente lea?, nosotros ya hemos subido al carro (yo al menos), pero ¿cómo conseguir nuevos “contagios”?. P.D: muy contenta de reencontrarme a Guillaume Canet a quien vi en “Juntos nada más” basada en un libro muy bonito de Anna Gavalda con el que disfrute mucho en su momento.

jueves, 7 de septiembre de 2023

Hacer de la música virtud


Sin apenas darnos cuenta agosto queda atrás. Un agosto de primeras veces, de besos consentidos, de manos sudadas que se buscan y se encuentran, de adolescentes que se descubren e inventan mientras los mayores observamos atónitos como la vida que creímos larga va pasando despacio acortándose rápido. Un agosto de yerba y de tormentas, de días de niebla que asfixia y de calor asfixiante que invalida. Un agosto que, como todos, se va con la creencia absurda pero esperanzadora de que volverá pronto. Un tiempo lleno de lugares que acogen y en los que te sientes acogido y que en Quirós ha traído alicientes nuevos en espacios conocidos y que tímidamente ya habían puesto en marcha actividades semejantes, nacidascon ánimo de una continuidad que no fue tal porque los proyectos, a veces, pandemia por el medio, no salen como esperábamos. Y así, en uno de esos locales amables de nuestro concejo, con nuevos gestores, la música fue protagonista del verano convirtiéndose en virtud, ofreciendo a turistas y vecinos además de un marcoexcepcional por su belleza, buena mesa y buen trato, banda sonora original y diferente a nuestro estío. Cada fin de semana, las largas tardes estivales se convirtieron en festival particular a tamaño reducido, combinando copas y ritmos para un público entusiasta. Y sonó la música en diferentes estilos y de diferente forma, vocalistas, dúos, DJs y se llenó la Vega de Arrojo de sonidos y risas, porque si algo tiene la música en verano cuando es buena es que alimenta sentidos y anima a compartir sonrisas. No olvidaré este año alguno de los conciertos que nos regalaron, todos de calidad, todos bien recibidos. Una oferta amplia y variada que buscó satisfacer a quienes acomodados en la terraza escuchaban con la iglesia de San Pedro como testigo. Innovar es posible, también en hostelería. Apostar por la música en un concejo de montaña, alejado de dunas y de olor a crema solar. Apostar como lleva haciéndolo con éxito la Taberna Narciso en el vecino concejo de Teverga. Apostar y arriesgar creyendo que la música mueve montañas y si no, moverá a algunos a venir a conocernos. Y, de pronto, cerrado agosto, setiembre a la vuelta de la esquina, cargado de promesas, novedades y planes, con la confianza de que la música siga presente en nuestras vidas y también en nuestros bares, en esta estación que nos espera y que en la que es probable nos acompañará el tiempoQueremos música en vivo y la queremos en los bares.



martes, 18 de julio de 2023

Tiempo entre costuras



El pasado sábado, 15 de julio, fue inaugurada la exposición “No dio puntada sin hilo”. La muestra es un homenaje a la modista Ana María García Fernández (1929 Casares-Oviedo 2022) que desarrolló su oficio principalmente en Oviedo durante décadas del siglo XX al tiempo que ejerció su magisterio en el arte de coser entre cientos de alumnas que pasaron por su academia.

El montaje que podemos ver en las instalaciones del MEQ ha sido obra de su sobrina Menchu que junto a sus hermanos Rosi y Juanjo, con la colaboración de Alva Rodríguez directora del Museo, manifestaron a este medio su satisfacción por el resultado obtenido. “La idea surge cuando a la muerte de nuestra tía nos ponemos a recoger la casa, encontramos tantas cosas tan interesantes que pensamos que sería un buen homenaje hacer algo con ello. Esto es una parte muy pequeña de lo que Anita tenía. Seguro que desde dónde esté estará feliz”.

Anita García Fernández nació en Casares (Quirós), da sus primeros pasos como modista en Bárzana para después trasladarse a Gijón y a Oviedo. En 1950 obtiene el título de Corte y Confección ligándose a la empresa Martí de Barcelona. Tras un tiempo de práctica realiza estudios de Diseño en la Escuela de Moda Felicidad Duce (Feli) también en la ciudad condal. En 1969 instala su taller en la calle Fray Ceferino de Oviedo y abre una Academia de Corte y Confección. En 1970 su hermana Amalia se incorpora a su equipo. Entre los años 1980-1995 se trasladan a la calle Campoamor dónde continua su actividad hasta su jubilación. Mujer inteligente e inquieta desarrolló su trabajo siempre innovando y buscando inspiración participando en diferentes jornadas profesionales del diseño y la moda.

La muestra en la que se ha representado parte del taller, la mesa de cortar y los patrones, los maniquíes con los modelos listos para entregar a las clientas y el pequeño espacio en el que Anita repasaba fechas de entrega, facturas e ideaba futuros modelos, quiere ser un reconocimiento a todas aquellas mujeres, muchas de ellas sin salir de sus aldeas, que aprendieron a coser como una tarea más de su condición de ama de casa. Mujeres, que llevando la economía familiar, realizando labores de huerta y trabajando con los animales, además, tenían tiempo para remendar un calcetín o darle la vuelta al cuello de una camisa gastado por el uso. Muchas de esas mujeres, auténticas artesanas, hacían su aportación económica a la familia confeccionando piezas de vestir para las niñas y jóvenes de la aldea. Vestidos que estrenaban coquetas los domingos o el día de fiesta grande. Zulima de Rano que llenaba su casa de aprendices que bajaban de los pueblos del concejo o Fortunato, el sastre, son algunos de los nombres a los que también se homenajea con este trocito de historia. Maestras y aprendices, modistas y sastres, patronistas y pantaloneras, todos ellos escriben en sus talleres cientos de historias personales, cientos de sueños de novias, de jóvenes, de niñas de Primera Comunión entre hilvanes y entretelas, ojales y dobladillos, composturas que convertían las prendas en especiales, acompañados por el familiar sonido de la máquina de coser que, normalmente de noche y al calor de la cocina de carbón daba forma a los sueños de ir a la moda y ser única entre todas.


sábado, 13 de mayo de 2023

Primer capítulo “Con el agua al cuello” Josu Monterroso



La no Navidad

 

Un moscardón estuvo toda la bendita siesta revoloteando por el dormitorio; eso era cierto. Lo que no era cierto es que Prisca no pudiese dormir por su culpa y que de ahí el mal humor con el que se presentó en la cocina para merendar. Al tercer gruñido de la anciana ante el platón de galletas, su hermana Lucre apuró el café, tomó su bastón y se retiró de la mesa a trompicones y sin decir ni mu, para qué entrar al trapo por sandeces. No tenía ganas de rechistar porque, al salir al porche, Lucrecia tenía la boca ocupada mordisqueando una perrunilla que finiquitó justo al sentarse en su mecedora. Se sacudió las migas del jersey; quedó embobada observando a su cuñado trabajar en el huerto del jardín; miró al horizonte y vio la tormenta acercarse. Relamió las comisuras de sus labios y suspiró resignada ante los nubarrones. Lucre tomó la bolsa con sus trastes, dispuso las agujas bajo sus axilas y comenzó a tejer.

Más de una hora estuvo llamando a Prisca.

A cada poco, detenía la labor, inclinaba medio cuerpo sobre el reposabrazos de la mecedora y gritaba hacia el hueco de la puerta abierta de la casa…

¡Prisca, ven aquí! ¡Prisca, qué andas enredando ahí, tú sola! ¡Prisca, el atardecer! ¡Prisca, ven, que te cuento que te cuento, que esto te va a interesar!

Insistió más por querer compañía que por preocupación, pues el televisor se oía dentro de la casa y Lucrecia intuía el culo de su hermana aplastado en el butacón. Se imaginaba a Prisca jugando con su larga trenza gris y enarcando las cejas cuando creyese que la tele tenía razón, marcando un gesto de asombro como si el aparato la hubiera leído el pensamiento, pelando almendras y juntando las peladuras en un montoncito, peladuras tan finas que ni ensuciarían el cristal de la camilla.

¡Prisca! ¡Abilio se ha cortado con la azada! ¡Corre!¡Ven! ¡Medio dedo se ha llevado, el muy tarugo!

Desde el final del jardín y porque el viejo no ha perdido su buen oído, Abilio se yergue y la mira con esa cara suya de perro pachón encabronado. Lucre menea la cabeza para restar hierro a su broma. Él se encoge de hombros, desiste de las boberías de las hermanas y vuelve a doblar el espinazo.

Ahora sí. Ahora Prisca aparece en el porche con una mueca de angustia, pero trae las manos vacías, ni rastro del botiquín, así que debe ser que no viene a ayudar sino que no quiere perderse la desgracia que prometía animar la tarde. Prisca, azorada, posa las manos en la baranda de madera y mira hacia el huerto. Su marido continúa de una pieza y distraído en lo suyo. De vez en cuando, Abilio se seca el sudor de la frente con la manga y alza la vista para contemplar los nubarrones, midiendo en el viento la velocidad de la tormenta. Y resopla. Abilio siempre resoplando cuando algo se le tuerce, ¡ni que las tormentas estuviesen bajo su mandato! Enfadada por haber caído en la trampa de su hermana mayor, Prisca entorna los párpados y mira a Lucrecia con recelo y por encima del hombro. Lucrecia, concentrada y sin dar descanso a sus agujas, sonríe falazmente. Prisca pone los ojos en blanco antes de volver a contemplar los nubarrones del horizonte.

La luna de este anochecer no será blanca, eso ya se veApareció etérea y tiene un color de hueso, como de diente de ajo. Tampoco es redonda porque las nubes la cortan;calostros de leche en el cielo. La radio posada sobre el alfeizarel cable parece una culebrilla escuálida adentrándose por la ventana, y Lola Flores cantando una copla que Lucrecia canturrea por lo bajini… Que no mirase tus ojos, que no llamase a tu puerta.

¿Por qué mientes, boba?

Prisca acaricia su larga trenza.

Para que salgas de tu madriguera. Aquí se está mejor, al aire libre.

¡Hace frío! Se queja golpeando la baranda.

Ya se va notando que el invierno se acerca, hermana.

Empieza a oscurecer. Prisca cierra bien su rebeca, puños bajo las axilas.

Haber salido antes comenta Lucre con total indiferencia, arrastrando la voz. No será porque no te he avisado, llevo horas llamándote.

La luna de este anochecer no será blanca, eso ya se ve, hermana.

¡Vaya novedad!

Mírala masculla Prisca con desganatiene color de hueso, como de diente de ajo. Tampoco es redonda porque las nubes la cortan; calostros de leche en el cielo.

Todas las lunas son iguales, Prisca.

¡Y ninguna te sirve de compañía!, que tienes que molestarme con tus embustes para hacerme salir.

Es que te tengo una exclusiva. Llevo horas llamándote para contarte que...

… ¿Qué? prorrumpe Prisca de mala gana, se vuelve y contempla a Lucrecia, que ha dejado de tejer pero continúa cabizbaja.

Bueno vacila Lucre y posa la labor sobre su regazo, seguro que tú ya lo sabes. Sí , seguro que sí, ya debes saberlo, así que mejor no te cuento que…

¡¿Qué?! ¡No empieces con tus tonterías haciéndote de rogar! Será otra de tus mentiras.

Lucrecia hace caso omiso a su reproche, toma aire y suelta la noticia de sopetón…

Pues que el niño telefoneó y…

… ¡Lucre, por Dios!, que el niño ya va para los cuarenta.

Para mí siempre será mi niño. El caso es que Sebastián viene dentro de un par de días. El domingo. Una comida familiar, todos juntos, ¡por fin!

Bien, una buena noticia, para variar.

Prisca se sienta junto a Lucre, en la mecedora de al lado.

–Y no viene solo, Prisca, no viene solo.

Lucre se hace la interesante, calla y enrosca la lana a sus dedos. Prisca retiene el aliento y clava su mirada puntillosa en ella. Se muerde el labio de la rabia que le da, porque no está bien eso de lanzar a la cara un barreño de agua fría y después fingir que fue un accidente, igualita que las niñas pánfilas de los colegios de monjas.

No viene solo repite Prisca para seguirle el juego.

No, no viene solo. El muy tonto dice que se ha enamorado, esta vez de verdad. ¿Ves cómo sigue siendo un niño?

Maravilloso masculla Prisca y su gesto parece no estar de acuerdo con su contestación. Todo. Novia incluida. A ver cómo será ésta, porque la última... ¡Ay, la última! ¡Qué desazón, pobre mío! Por poco no sale vivo de aquella.

Pues debe ser mejor. Quizá no se equivoque en eso de haberse enamorado, tal vez sea la adecuada para él, porque me dijo que… se casa.

¿Qué? Prisca, para disimular su espanto, se aferra al reposabrazos.

¡Ay, Dios! ¡Tengo que terminar este jersey! Lucre toma de nuevo las agujas arqueadas y se las acopla a las hendiduras de sus costillas.

¿Se casa? ¿Cómo que se casa?

En primavera, Prisca; eso me dijo. Se han comprometido. Por eso la trae, quiere que la conozcamos. Bueno, por eso y porque…

Lucrecia prefiere guardarse sus intuiciones. Su sexto sentido de vieja le está rasgando en las entrañas que Sebastián llegará con la soterrada intención de poner la casa familiar en venta.

¿Por qué? ¿Está embarazada?

No no, solo es extranjera.

¡Y qué cuernos tiene que ver eso para traerla! ¡O para casarse!

Pues que en Navidad se irán con la familia de ella, viajarán a su país. A Inglaterra. Eso dijo. Para darlos la noticia.

Prisca regresa la vista al frente y contempla a su marido, impaciente por contarle la andanada de ideas que pasan por su mente y para allá que va. Se pone en pie sin dejar de hablar con su hermana.

¡Vaya con la extranjera! ¡Pues bien empezamos! Ya se lo quiere llevar lejos como quien se compra una flamenca y la guarda en la maleta, entre las toallas. Claro que no me extraña, Lucre, tal como está este país… si hasta el rey tiene que robar porque no le llega para lo suyo. En fin, si antes Sebastián asomaba el hocico, ahora no le veremos ni las vibrisas. Prisca mira en la distancia a Abilio y grita haciendo aspavientos. ¡Abilio, Abilio! ¡Que el hijo se nos va a vivir a Londres!

¡Yo no te he dicho eso! Se queja Lucre a voz en grito y rascándose un codo. ¡No chinches, Prisca! ¡Deja en paz a tu marido!

¡Abilio! Que el hijo dio un braguetazo, ni más ni menos que ¡con una guiri! Prepárate Abilio, que nos hemos quedado sin hijo con una sola llamada telefónica que, para colmo, para colmo, Prisca mira a su hermana, ni siquiera he atendido yo, que soy su madre. ¡Y así están las cosas, Abilio! ¡Así están las cosas! Prisca da una palmada al aire y relata socarrona para el cuello de su blusa. ¡Ea! Ya le he amargado la tarde… Tanto huerto, tanto huerto… No voy a sufrir yo sola.

Lucrecia, malhumorada, de un tirón estira la lana para liberarla del ovillo que, sin alejarse, rueda rebotando ante sus piesPrisca se acoda en la baranda del porche y contempla el jardín.

Eres una chanchullera, Prisca, pero hoy no me vas a sacar de mis casillas. Estoy contenta porque viene el niño y voy a terminar su jersey para poder regalárselo. Hace una pausa para organizar la maldad en su cabeza y al final sentencia con retintín. En Inglaterra debe hacer frío, mi niño.

El niño el niño… Mira qué birria de jardín, Lucre.Demasiada casa para tan poco jardín. Muy cuidado lo tenemos, eso sí, que nosotros fuimos muy apañados de siempre. Abilio con su huertito; tú con tus macetas y tus gnomos; yo con mi hermosura alegrando a la madre naturaleza… pero es tan pequeño que para tener esto habría sido mejor no tener nada. Buena gana de andar enredando, hermana.

¡Ahora le toca al jardín! ¡Dios, qué cruz!

En un jardín tan ridículo no se puede celebrar una boda y los guiris son mucho de celebrar bodas al aire libre, en los jardines emperifollados de sus casas, que yo lo he visto en las películas. Aquí sobra casa y falta jardín. En fin… No hay nada que hacer. La nueva se llevará el casamiento a su país y otra vez pierde España, ¡como en Eurovisión!

Prisca hace una pausa, apenada deja caer los hombros y suspira. Lucrecia ha oído ese gemido apagado de cachorrilla malherida, conque frena sus agujas y se lanzaal rescate, arrimándose a su hermana para acariciarle la espalda. La mecedora, sin ella, continúa bamboleándose sobre los tablones, que chirrían.

Prisca. No pierdes un hijo, ganas una hija… bilingüe, imagino… y muchas tazas de té a las cinco… y tartas de zanahoria.

No, hermana, no… Si estaba pensando en el pueblo, Lucre.

El pueblo, el pueblo se queja Lucre meneando la cabeza y deja de acariciarla de sopetón.

¡En el pueblo esto no habría pasado! ¡Ya está! ¡Ya lo he dicho! Es esta ciudad arrogante en la que cada vez la gente importa menos y todos quieren marcharse. Prisca mastica sus palabras, por su gesto deben saber a rancio. Esto se está acabando, Lucre.

¡Claro claro! Por eso tú fuiste la primera en salir por patas del pueblo cuando Abilio vino a buscarte, y ahora culpas a la mujer de querer llevarse a Sebastián. Si es que se lo lleva, porque aquí nadie dijo nada de que el niño se mude al extranjero. Pues Abilio bien que te llevó a ti y tú te dejaste llevar, que poquito te importó el puebloentonces.

¡Leñe! Solo digo que la vida habría sido de otra manera en el pueblo. Allí teníamos terreno de sobra para celebrar una boda.

¡Que te gusta hacerte mala sangre, alcornoque! ¡Tengamos la fiesta en paz!

¡No habrá fiesta, boba! Ella también se la llevará porque ya ¡no tenemos pueblo! ¡Solo este jardín ridículo!

Hay que ver, Prisca, ¡hay que ver! Que te lo he dicho miles de veces: ¡Esa telaraña solo está en tu cabeza! Que te lo llevo jurando y perjurando décadas: que el recuerdo de la infancia es la mentira cochina más grande que ataca en la vejez; que la ciudad no es tan mala; que el retiro en el pueblo no se habría dado como fantaseas y que ni padre ni madre ni perrito que nos ladre, de cuantos tuvimos, quedan vivos. Adiós gallinas, puercos, vacas, conejos,palomas y hasta el palomar. ¿De la casa? Ni los cimientos. Como si nunca hubiera existido. ¿Los vecinos? ¡Muertos! Padre, madre. ¡Todos muertos, Prisca! La presa se rompió y el agua del embalse arrasó el pueblo. Fue una desgracia, si lo sabré yo que estaba allí. ¡Parece mentira que me hagas recordar esas cosas! ¡No sería así como ahora imaginas! ¡Te lo juro!

Y con ese juramento las dos han envejecido renqueando para llegar hasta aquí, en especial Lucrecia, que es mayor y tiene que usar bastón desde el accidente, y total para qué, para ver una mierda de luna, que ni blanca ni redonda, y tejer un jersey hortera en el viejo porche de un jardín demasiado pretencioso para lo poco que es y el huerto tan ridículo que tiene. Prisca se frota las manos, avergonzada, y asiente con resignación.

Tienes razón, lo siento, Lucre, lo siento.

Lucre, hastiada, regresa a la mecedora y retoma sus agujas.

Déjame tejer, Prisca, y no fastidies más.

Pues no haberme hecho salir, que bien tranquila estaba yo viendo la televisión.

Quiero acabar el jersey a tiempo para regalárselo a Sebastián.

Tras una pausa, Prisca mira al frente y sonríe condisimulo porque sabe que lo siguiente va a fastidiar la labor de su hermana.

Hoy es viernes informa con retintínme toca baño.

Lucre, desesperada por no poder seguir tejiendo, arrebuja el jersey, bruscamente lo mete en la bolsa, tomasu bastón y se pone de nuevo en pie para preparar el baño. Prisca disfruta del enfado de su hermana pero algo la distrae, conque mira con curiosidad al frente y saluda con la mano mientras sonríe de oreja a oreja. La cabeza de una vecina aparece por encima del muro que cerca la casa y lo recorre hasta llegar a Abilio. Unas manos enguantadas surgen y zarandean en el aire una cajita de VioxxEl viejose endereza y olvida sus surcos de tierra y sus semillas; de todas maneras es muy tarde, apenas queda luz y se acerca una tormenta. Abilio se toma con calma la interrupción, sonríe afable pero no devuelve el saludo. Escucha encantado lo que la mujer le ha venido a contar y después da las instrucciones adecuadas, a modo de consejo y no de prospecto. Está acostumbrado a este tipo de situaciones, los vecinos se presentan en casa o le paran por la calle para exprimir su sapiencia. Él, programado por años en su farmacia, los despacha de buena gana con palabras sencillas y una entonación suaveacariciando con deleite su bigotillo. Parece que no pero es que sí, las hermanas lo saben bien, en secreto el viejo disfruta este tipo de interrupciones.

¡Buenas noches tengamos! Prisca saluda desde la distancia y seguido cuchichea con su hermanaMira ésa, ya están molestando a Abilio. Ni jubilado le dejan tranquilo.

¡Pero si a él le encanta! Mira, mira cómo se acaricia su bigotillo; eso es que está pensando. Lucrecia mira hacia la casa de enfrente y demuda el gestoHay luz en la casa de enfrente. Ethel ya ha llegado. Hace mucho que no la veo. ¿Es que habéis discutido?

Con esa es imposible discutir, Lucre, ya sabes lo ñoña que es, la pobre.

Pobre por qué, ¿por ser maja? ¡Qué manía de confundir la bondad con la debilidad!

Si tú lo dices.

Ni me acuerdo de cuándo fue la última vez que asomó por aquí esa cabeza de calabaza que tiene. No sé, da qué pensar. ¿A ti no te da qué pensar, hermana, que Ethel ya no venga por aquí? pregunta Lucre con aires de misterio.

¡Le gusta mucho el bingo! ¡Tiene un vicio con las bolas! Claro que, a falta de otras, ésas valen.

¡Será! Eso no es razón para dejar de visitarnos.

Se habrá enamorado o se habrá cansado de nuestras chifladuras.

Antes se pasaba todo el santo día metida en casa.

Antes era antes, Lucre. Ahora por aquí solo asoman los muertos. Como esa que molesta a Abilio. Mírala mírala, si está con un pie en la tumba.

¡Para, Prisca!

¿Abilio lo sabía?

¿Que esa ya está muerta? Imagino que sí, en cuanto vio su medicación. Abilio es listo, Prisca; pero también es muy profesional, no soltará prenda por más que le atosiguemos.

¡No, boba! ¡Lo de Sebastián!

¡Ah! ¡Lo del niño! Pues claro, estaba conmigo cuando el niño llamó.

El niño, el niño.

Para mí siempre será mi niño y ¡punto en boca!

Pues nada, punto en boca entonces.

El anochecer comienza a desparramarse sobre el jardín.

Prisca, con los dedos entrelazados, manos sobre la panza, cree que si el jardín fuera más grande, sería divertido ver a su esposo pequeñito en la distancia, con los brazos en jarra frente al muro, charlando con una cabeza y dos manos enguantadas. Un gnomo encorvado, con botas katiuskas y el poco pelo de nieve que le queda en el cogote, ensimismado ante un teatro de guiñol. Pero el jardín es el que es y no hay sitio para la magia, por mucho gnomo de porcelana que Lucrecia plantase. Prisca sabe que estas majaderías, que tanta gracia le hacen, son sus espejismos de caleidoscopio; si una se gira un poco, la vida cambia, se recoloca y queda más bonita, porque las vidas que ve por ahí suelen mostrarse grandes, luminosas, livianas, pero de puertas para dentro… ¡Ay, de puertas para dentro! Empequeñecen, repetitivas, llanas, con algún que otro disgusto que compensan con alguna que otra alegría, se dan solo en dos o tres habitaciones por las que rondar y todos se sientan para comer, ver la televisión y cagar. Así de claro lo tiene Prisca.

¿Te acuerdas cuando este jardín estaba lleno de gente? pregunta Lucre.

Pues claro, y nunca nos rompieron nada…

Bueno bueno, yo no lo recuerdo así pero…

… ¡Nada! Ni las flores ni el huerto y mira que se juntaba gente para pedirme audiencia. Docenas, cientos, ¡miles! Que hasta Ethel tenía que ayudarme con la agenda.

O parecían tantos porque, como tú bien dices, el jardín es pequeño.

Prisca hace oídos sordos a la aclaración de su hermana.

¡Qué buena vecina fue Ethel siempre! Solícita y discreta. ¡Me ayudaba tanto! Yo aparecía hasta en los periódicos, Lucre.

Y mala vergüenza me daba a mí, y la gente venga a llegar a las puertas de la casa para pedirte un milagro, y el cura erre que erre contigo, que por poco te excomulga, y la gente venga a llegar y tú venga a sacarlos los cuartos con eso de que los pensamientos crean la realidad.

El cura, el cura. ¡Pues como él! ¡Era un trabajo! ¡Debía cobrar! Los pensamientos crean la realidad y enseñar a pensar correctamente tiene su mérito, como tal debe ser remunerado adecuadamenteYo les ayudaba. Entonces yo era buena y hacía milagros, ¡una santa! ¡Santa Prisca! Santa Prisca me llamaban.

Ahora eres mala como el hambre y la guerra. Tu corazón de alquitrán…

¡Lucre!

He de reconocer que fue divertido mientras duró, casi siempre Lucre menea la cabeza, sopesando los buenos y malos momentos, y aunque me fastidie, a veces lograbas grandes cosas que…

… Eso fue cuando Sebastián se nos fue a la Universidad y la casa se volvió más grande de lo que era, si cabía.

Aquellos libritos de metafísica para tontos fueron tu tabla de salvación y esa pobre gente, que creía a pies juntillas en tus tonterí

… ¿Por qué dijiste que yo ya lo sabía? interrumpe Prisca con el gesto torcido.

¿El qué?

Antes, cuando te hacías de rogar como las niñas pánfilas de los colegios de monjas, dijiste que seguramente yo ya lo sabía y yo no tenía ni idea de que Sebastián había telefoneado.

¡Uy! Pensé que habrías oído el timbre, las voces y nuestro jolgorio al enterarnos de su visita. Abilio se puso muy contento. Tiene ganas de ver a su muchacho.

Pues no, no oí nada.

Como llamó durante la siesta y tú no pegaste ojo por culpa de ese moscardón, pues no sé, hermana, no sé.

Prisca se aferra con fuerza a la baranda, la carne bajo sus uñas se torna blanquecina. Lucre, remilgada ysatisfecha por haber chinchado a su hermana, recoge sus bártulos de tejer mientras tararea la copla que suena en la radio.

A tu vera, siempre a la verita tuya se acerca a la espalda de Prisca y canta a su nuca, siempre a la verita tuya.

Prisca siente la pelusa de su cuello erizándose, se yergue y toma una bocanada de aire, que retiene. Lucre, cojitranca y con la bolsa de la costura bajo el brazo, se adentra en la casa. A solas, Prisca exhala de sopetón y alza las manos al frente para estrangular el aire. En el interior de la casa se escucha a Lucrecia finiquitando la copla…

Hasta el día en que me muera.