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lunes, 18 de diciembre de 2023

La educación física de Rosario Villajos

Tenía muchas ganas de leer “La educación física”, el algoritmo me dio la brasa, una y otra vez, durante mucho tiempo, pero no fue hasta el lunes que lo encontré en la biblioteca esperándome. Ay, la biblioteca! Tenía que ser allí. Las bibliotecas también tienen un papel importante en la vida de la protagonista de la novela, Catalina. Me llamaba la atención especialmente la cubierta y la faja que trae la chica de la fotografía. Una faja (braga-faja) reconocible por tantas de nosotras. Yo también me quite la faja como Catalina para empezar a ser yo misma. El argumento es sencillo pero intenso. Catalina una adolescente de 16 años vuelve a casa después de un suceso muy desagradable con el padre de una amiga (incidente que no descubriremos en su extensión hasta las últimas páginas, pero suceso del que la mayoría de nosotras, de mayor o menor forma hemos sido objeto). En el periodo de esta huída hacia su casa que va desde las 18.15 a las 21.45 (que es la última referencia que marca capítulo) repásanos la historia de una adolescente a principios de los 90, que es la historia de muchas de nosotras (aunque yo en los 90 ya tenía 20, las historias de mujeres jóvenes son muy parecidas). La pertenencia al grupo, la desubicación, la soledad, la ajeneidad de tu cuerpo, el descubrimiento del sexo, la identidad sexual, la falta de educación en la materia, … buf. La novela se sitúa históricamente en el momento en el que en el Mediterráneo desaparecen para aparecer muertas tres meses después, tres adolescentes que hacían auto-stop para ir de fiesta (he tenido que buscar la fecha pero los nombres me han salido solos: Toñi, Miriam y Desi). Estos hechos marcan un hito dentro de la historia más negra y perversa de nuestro país, unos hechos de los que jamás sabremos la verdad, que tantas páginas de periódico han llenado y que abrieron el paso a la telebasura (nunca olvidare a la periodista “estrella” de entonces en un polideportivo haciendo espectáculo del dolor de aquellas familias, en mi opinión hay un antes y un después después de estos hechos en la forma de hacer televisión en nuestro país). Catalina tiene miedo: miedo de lo que le pueda pasar en una carretera sola de vuelta a la ciudad, miedo de sus padres, miedo de una enfermedad que tuvo de pequeña y de la que no nos dan muchos datos pero que marca su infancia, miedo de que no la quieran, miedo de que la quieran, miedo de su cuerpo,… en fin, que me ha encantado aunque no me haya sentido muy identificada con tantos miedos yo también los tuve (aún los tengo) pero nunca pensé en mi casa como en una jaula o una cajita con agujeros, nunca vi a mis padres como desconocidos, nunca sentí que mi cuerpo no era el mío con todas y cada una de sus lorzas. Sí, he visto muchos comportamientos que adivino en padres y madres de otras… pero esa es otra historia que no es la mía, afortunadamente. Os recomiendo la lectura que da para reflexionar. Un título que daría mucho juego en los clubes de lectura en los que, sobre todo, hay lectoras. Y un final de esperanza, por cierto, que me ha emocionado.

viernes, 8 de diciembre de 2023

Luces de Navidad sinónimo de vecindad.


Cuando yo era pequeña y bajaba de Salcedo con mis padres y mi hermano, los domingos de vuelta a la ciudad, me llamaba la atención un pueblo de cuento que antes de llegar al pantano aparecía a la derecha dibujado en la montaña, encaramado en la ladera. Su disposición en la pendiente hacía que mi madre siempre nos dijera “mirad, si parece un nacimiento”. El pueblo en cuestión es Tene. Los años, mi compromiso con el periodismo de caleya y también lazos familiares, me llevaron muchas veces a Tene donde conocí a personas de la talla humana del artesano Esteban, el último güelu del Aramo Alvaro, compañeros, símbolos de coherencia y compromiso como Pedro o la jovencísima Marina, tejedora sueños y también de lana de oveja xalda. Son solo algunos ejemplos, no voy a mencionarlos a todos. Tene no es distinto al resto de aldeas quirosanas, todas ellas atesoran a personas maravillosas y también a algún personaje pintoresco, porque no decirlo. Ayer Tene que tiene una bien avenida asociación de vecinos desde hace muchos años que lleva el nombre de Lairua. estrenó tradición: el encendido de las luces navideñas. Era la primera vez y el honor de encenderlas lo tuvo Vera Viejo, nieta de Juan Viejo, tesorero de la Asociación. Juan e Isabel su mujer tienen mucha culpa de que Tene se haya animado a tener su nueva tradición junto al vecino pueblo de Aciera que, no hay que olvidar, abrió brecha y tanto éxito han tenido. Aciera se ha convertido en el pueblo más conocido de Quirós por sus luces, por sus gentes y por la acogida que prestan a los visitantes. Miles de personas pasearon el año pasado (y se esperan este) por sus calles. Sana rivalidad y buena vecindad une a ambas aldeas. Así ayer estaban allí José Antonio, Víctor y Martín para apoyar a los vecinos de la aldea de arriba. Tene me recordó ayer a las primeras veces de Aciera, mucha ilusión, mucho trabajo, pero aún tímidos. Esperad a que se vayan animando con los años. Pero el auténtico espíritu de la Navidad que encarnan Tene y Aciera no tiene luces, ni colorinos, ni villancicos, el auténtico espíritu de la Navidad es el de la solidaridad, el del trabajo en equipo, el de arrimar el hombro, el de hacer comunidad y de eso saben mucho los quirosanos de siempre y las dos asociaciones protagonistas, la Asociación Canor Fandos de Aciera que recibe inspiración de quien fuera su alcalde de barrio y la mencionada Lairua de Tene. Contaba mi tía Domitila, viuda con dos hijos, como más allá de sus padres, hermanos y hermanas, sus vecinos y vecinas le echaban un cable en las labores más pesadas en unos tiempos que no eran estos. De esto se trata, de remar juntos, de aunar esfuerzo, de sumar talento. Más allá del resultado de las efímeras luces y de alguna molestia del barullo de estos días recuperar el sentido de vecindad, mimarlo, limar diferencias y soñar juntos. Concejos como el nuestro tienen que poner todas sus esperanzas en su población porque de ella depende su supervivencia. Un concurso ideado por el Ayuntamiento premiará la mejor iluminación realizada por el trabajo asociativo (también hay una categoría para establecimientos y empresas), pero el premio se lo lleva el concejo con personas como las que viven en Tene y en Aciera, personas para las que la buena convivencia es fundamental, personas que transforman la sociedad con pequeños gestos como son poner una estrella en su antojana.