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domingo, 25 de julio de 2021

Los caminos que fueron.

Camino antiguo de Alba a la altura de Castañera.

Comento en redes sociales sobre el estado de los caminos en las rutas de montaña y un amigo me sugiere que escriba algo. Últimamente hay más gente que me pide que escriba sobre diferentes temas de actualidad, el otro día sobre las declaraciones de Alberto Garzón acerca del consumo de carne. No voy a hacerlo, pero sí voy a resumir en tres frases lo que opino: según las estadísticas (aunque la Estadística es una gran mentira porque los resultados siempre dependen de la muestra que se toma para realizarla) coincido en que comemos mucha carne, aunque no sé quienes, dado el nivel de pobreza de los españoles que tenemos que elegir entre comer carne o pagar la luz; coincido en que hay que mejorar nuestra forma de consumir, pero no solo carne, recuerdo que he leído en alguna parte la cantidad vergonzosa de agua que se gasta para fabricar unos vaqueros y coincido (porque para eso había que ver el vídeo de la campaña hasta el final) en que la ganadería extensiva (en mi caso en Asturias), al menos como yo la conozco, es la forma menos mala de explotación (solo hay que darse un paseo por nuestras morteras y puertos y ver cómo vive nuestro ganado observando a los humanos cuando pasamos cerca de ellos, aunque alguna excepción también hay). No voy a escribir nada más sobre este tema. Cualquiera que se exponga y más teniendo algún tipo de responsabilidad, se arriesga a ser lapidado. Doy  fe. 



Vuelvo pues a los caminos. Leo una tribuna de Loli Gallego, de Proaza sobre los ríos y no puedo evitar el paralelismo entre ambas denuncias. 

Camino antiguo de Alba que enlaza con la pista en Machaculos.

La pandemia me trajo a vivir a Quirós. Estoy contenta. Fue una elección personal. Ahora tengo calidad de vida y tranquilidad. La responsabilidad ante el virus que sigue ahí fuera para mi y para los que me rodean, es, era y sigue siendo personal e individual, así que llevo 14 meses haciendo mínima vida social y, por ello, mucho monte, en burbuja, claro. He recorrido prácticamente toda la Sierra del Aramo, por ella no hay muchos caminos porque casi se llega a todas partes en coche (pistas ganaderas por medio) pero nosotros vamos a pie, por pista pero a pie. Hemos explorado parte del antiguo camino que subía a Alba y que prácticamente está inexplorable, pero durante el invierno pudimos pasar, con dificultades, pero pasamos, porque la nieve tumbó la maleza. También nos hemos aventurado mas y en todos los casos las dificultades para encontrar caminos han sido las mismas con GPS y todo. Al final encuentras una pared de vegetación impracticable que te impide pasar al otro lado, es el tiempo de improvisar. El año pasado en el Hayedo de Lindes, el sendero inexistente nos obligó a echarnos ladera abajo hasta el río para luego volver a subir al otro lado. El domingo pasado el sendero de tierra que desde Lairuanaval y marcado con jitos, nos conducía a Tene bordeando la Peña se había vuelvo invisible (y éramos tres para encontrarlo). Esta experiencia personal es compartida por vecinos en cada aldea (el otro día una vecina de Llanuces lo denunciaba en FB) y por caminantes que me he encontrado personalmente y “rescatado”. Si los caminos se cierran, perdemos parte del encanto de hacer senderismo, pero perderemos también el potencial de una actividad económica que debería de ser principal en este concejo: el Turismo. Imaginaros hacer Bermiego-La Rebollada y comerte un buen plato de pote de berzas en Casa Generosa en Pedroveya o Molinos de Corroriu desde Arroxo y dejarte caer a Casa Jamayo y tomarte un buen plato de pote de castañas. Está bien ir por pistas, siempre he visto la pista de Alba como una herramienta de trabajo pero también como la fórmula de que los más mayores puedan seguir subiendo a Alba. Y no es lo mismo ir por la Senda del Oso, la senda es un lugar inhóspito en invierno y mira que soy pro-Senda, pero no es para nada lo más bonito que tenemos. “En diez años”, me decía a propósito de este tema Roberto F. Osorio, cronista oficial del concejo, esta misma semana, “solo tendremos la carretera general y la Senda del Oso.” Menudo panorama. Si se cierran los caminos se cierra el acceso a espacios a explorar y no hablo de sitios tremendamente alejados, hablo de caminos al lado de casa que en el siglo pasado llevaban a fincas que se explotaban para pasto. Si se cierran los caminos, en diez años, Quirós será una fantástica masa forestal, una auténtica fábrica de Oxígeno, un pulmón para la zona y el paraíso para la fauna salvaje. Osos y jabalíes, corzos y rebecos serán felices en nuestros bosques (como ya lo son), el lobo campará por las morteras (como ya lo hace) acercándose cada vez más a los núcleos rurales (en el futuro, más y más, deshabitados) y Quirós, al igual que otros muchos lugares, será un lugar inhóspito en el que no podremos vivir. Igual es el momento de actuar con responsabilidad y empezar a hacer algo. Sin prisa pero sin pausa porque, tengo la sensación, de que el tiempo corre en nuestra contra. Tiro el guante a las autoridades en cuyas manos está la solución, aunque sinceramente no sé quienes son. Mientras las sextaferias (no solo de aceras en Bárzana, aunque también) deben de potenciarse y promocionarse, lástima de ausencia de vecinos, los que hay son tan mayores… los jóvenes están tan lejos de esta realidad o tan cerca que no la ven y muchos de los nuevos pobladores piensan que las ortigas son de atrezzo. Ahí lo dejo.

sábado, 24 de julio de 2021

Los juguetes que son los niños que fuimos.


Dicen que la infancia es el lugar en el que habitamos. Quiero creer que esta afirmación sólo vale para aquellos que fuimos felices en ella y que, el resto, los que no tienen la suerte de vivir la infancia como yo, al menos, la entiendo, son capaces de huir de la suya buscando un lugar más habitable. En el último libro que hemos leído en el club de lectura de Quirós “El corazón del tártaro” de Rosa Montero la idea se repite una y otra vez, la infancia ese espacio común en el que aprendemos a ser porque lo que vivimos se nos pega a la piel de forma tal que no somos capaces de sacárnoslo. En mi caso, afortunadamente, esa infancia pegada tan profundo hizo de mí la persona que soy, llena de defectos, pero también sustentada en unos cimientos firmes, a veces, demasiado firmes (tanto que me impide girar en derredor y ver más allá de lo que alcanza mi vista a ver). La infancia marca a fuego lo que seremos después. Es lo que hay. Nosotros crecimos acunados por el amor de mis padres y de una familia grande, donde los mayores eran importantes (y teníamos muchos) y donde las mujeres de la familia de mi madre (en nuestros primeros años) y luego las hermanas de mi padre fueron ejemplos a seguir. Ejemplos de independencia, también de lo que yo sí quería ser y no quería repetir y nos transmitieron la sensación de que a los sobrinos se los quiere casi igual como a los hijos propios aunque compartamos poco. De aquellas mujeres a hoy, la vida ha cambiado mucho en este medio siglo. Tanto que tengo la formación que no tuvieron ninguna de ellas (a pesa de que algunas eran infinitamente inteligentes) y la independencia que algunas llevaban por bandera y que me enseñaron era fundamental para navegar por este valle que es la Vida. Estoy segura que, algún día, serán personajes de una novela. Una pincelada de cada una: coraje y valentía, genio y dulzura, servicio y capacidad de organizar, belleza que también es importante … si algo las caracterizó a todas ellas fue el trabajo y los sueños que, muchas veces, por desgracia, no consiguieron, o sí, en los que conseguimos la generación que vino después. Madre mía, si yo no quería hablar de mujeres… yo quería hablar de juguetes. Se me fue la pinza con lo de la infancia. 
El Museo Etnográfico de Quirós acoge desde el pasado 17 de julio una Exposición de Juguetes que recoge más de medio siglo de las infancias de los niños y niñas quirosanos que son exactamente iguales (o casi) a las infancias que recordamos (también los niños de ciudad). Muñecas y juegos de mesas, puzzles y cómics, juegos en familia y deporte, los kioskos y jugar en la calle. Jugar en la calle. Qué buenos tiempos, te picaban al timbre y un montón de chiquillos corríamos calle abajo y arriba jugando al escondite, al cascayu, a la comba, en bicicleta o jugando a la pelota. Todo era más fácil entonces. Con la supervisión de los mayores que, a menudo, simplemente daban una voz por la ventana para que subieras a merendar, pan con chocolate si había suerte, o para que te recogieras porque ya era la hora. Nosotros tuvimos un triciclo amarillo y una BH azul y mi Nancy esquiadora. Aprendimos a andar en bicicleta en un polígono, no sé porqué… y mi hermano tuvo un monopatín naranja. Crecimos leyendo cómics, los mismos que ahora lee mi sobrino y que aún andan por casa y libros de Los Cinco. Mortadelo y Filemón, Zipi y Zape, mi dulce Esther y aquel 13 Rue de Percebe del que siempre me llamó la atención poder ver las entrañas de cada uno de aquellos pisos enanos en los que pasaban tantas cosas y que era una ventana increíble para mirar y contar lo que pasaba y, en aquella comunidad, había un auténtico semillero de historias.


La Exposición me ha encantado, quizás, si tengo que ponerle un pero es que la sala se ha quedado un pelín pequeña. Muchas de las piezas provienen de colecciones particulares, otras son fondos del Museo (qué de tesoros esconden los museos) e incluso alguna pieza ha sido fabricada para la ocasión, también hay un audiovisual con fotos del Museo de Asturias muy interesante. No dejéis de visitarla, si podéis, con niños. Puede que no veáis nada nuevo, pero os sorprenderá lo semejantes que eran las formas de jugar y quizás recuperéis vuestras canicas del trastero o volváis a coleccionar chapas y recordéis todos aquellos juegos que compartíais con vuestros amigos y que descansan en el desván de la memoria. 


jueves, 8 de julio de 2021

Alba se escribe con b.



No iba a contarlo pero voy a hacerlo porque mi abuelo Arturo se revuelve desde ayer en su tumba. Cuando nosotros éramos pequeños, muy pequeños, el juego favorito que teníamos con mi abuelo era “jugar con las palabras”, después jugábamos a la brisca y al parchís pero, de pequeños, hacíamos campeonatos de palabras. Por eso, siempre supe que vaca se escribe con v (aunque exista una baca que se escribe con b) y burro se escribe con b. Dicho esto, la tarde de ayer me recordó a mi abuelo que era un vasco con v, de Vizcaya con V, aunque ahora Bizcaia se escriba con B, y de Zalla, un pueblecito de las Vascongadas (como decían entonces) también con V. Cuidar la ortografía ha sido y es algo importante, mucho, en mi escritura, entre otras cosas porque muchas veces al leer un texto, si está plagado de faltas y errores gramaticales lo normal es que no entiendas nada de lo que lees. Es una preocupación por el lector, no por mi, la verdad. El caso es que, de vez en cuando (y van dos esta semana), aunque tú no tengas nada que ver, te conviertes en protagonista y piensas “bueno, una cura de humildad nos viene bien a todos”. Voy  a interpretarlo así, como cura de humildad, no como insulto gratuito ni como ganas de ridiculizarme porque no nació el que pueda insultarme (los siento, chicos) ni el que sea capaz de ridiculizarme (para eso ya se encargaron mis padres de llenarme bien la mochila de  autoestima y de sentido común, algo que pienso mucho desde que peino canas, sobre todo, cuando observo incrédula la infinidad de complejos y traumas, muchos de ellos infantiles, que arrastra la gente, no os quisieron lo suficiente cuando erais niños?)). El caso es que ayer, recordando una anécdota muy, muy antigua de una compañera del colegio que leyó en misa y equivocó “corintinos” por corintios, quiero pensar que quedará para la historia que Bea la de Lola, una vez escribió Alba con v, (ya sabía mi hermano que esa v traería cola) pero también quedará cómo a algunos les salió el tiro por la culata y como bien apuntó una lectora “hasta el mejor escribano echa un borrón” (amanuense que diría mi padre recordando a un buen amigo). Yo añado “hasta el rabo todo es toro” y la mejor “venganza” con v, se sirve fría, aunque realmente algunos personajes o personajillos no merezcan que yo mueva ni un papel de sitio (y digo papel porque es lo que me parece más liviano que puedo mover)… Ah, tengo amigas, muchas, que cuando ven una falta en un texto mío (que alguna hay), la corrigen en privado. Lástima de la “buena gente” que puebla está bendita red social y tanto aportan… (ironía modo on). Las redes que tanto bien hacen se han convertido en vomitorio de tantos que no tienen donde expresarse,… una pena, oiga.