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lunes, 28 de septiembre de 2015

Lo relativo de las cosas.

Carmina con sus sobrinos Marilena y Robertín. Campo San Francisco de Oviedo año 1950?

El diez de setiembre de 1985, sufrí la primera pérdida importante de mi vida. La tía de mi madre, mi tía Carmina, murió cuando nadie ni siquiera lo había previsto. Realmente nadie había valorado la posibilidad de que aquella cirugía aparentemente sin mayores consecuencias nos la arrancaría de cuajo. Antes de esto habíamos perdido a nuestros abuelos paternos y a otro tío de mi madre, tras una enfermedad larga y dura, pero no fue lo mismo. Primero porque cuando faltaron mis abuelos no fuimos conscientes, aunque recuerdo perfectamente a mi padre llorando como un niño por la muerte de su madre y segundo porque a los niños de entonces no nos hacían partícipes de la gravedad de  las cosas que pasaban en las casas, aunque recuerdo con claridad meridiana la enfermedad tremenda del tío Luis, lo durísimo que fue físicamente para él que era tan bueno que ni siquiera sabía quejarse preocupado como estaba por no dar más de hacer a la gente que le rodeaba y lo amargo que fue para sus hermanas afrontar el dolor de su hermanín querido y luego vivir sin él. Recuerdo también la impotencia de mi madre enfrentándose sola al diagnóstico que condenaba a muerte a aquel buen hombre. Ellos que siempre fueron una piña. Yo tenía ocho años. Aquella muerte vistió literalmente de luto a una familia que tuvo que poner la mejor cara (y lo hicieron) para apenas unas semanas después celebrar mi Primera Comunión.
Sin embargo, enfrentarte por primera vez a la muerte cuando se tienen quince años y estás en plena revolución, te hace crecer. A los quince años algunas cosas adoptan caracteres de tragedia y aquello supuso el primer gran drama del que en cierta forma fui protagonista. Y fue tragedia y drama para todos, por lo inesperado e injusto, por una probable mala praxis, por tantas cosas...
Carmina era la hermana mayor de mi abuela Elena, en realidad para nosotros era una abuela más. Soltera y la mayor de cinco hermanos había establecido un auténtico matriarcado en torno a ella en el que ejercía su soberanía mandando (porque mandar mandaba mucho a su manera) y viviendo, sobre todas las cosas, por sus sobrinos: primero, por mi madre y sus hermanos y luego, por nosotros. Yo siempre digo que uno se puede sentir querido de muchas maneras, a veces, son simplemente los gestos y los detalles, lo que sientes y la acogida... No recuerdo que mi tía nos dijera muchas veces lo que nos quería y, sin embargo, la calidez de sus abrazos, el amor con que nos cocinaba los platos que más nos gustaban, cada acto y cada poro de su piel nos lo decía y nos lo decía a gritos. A veces, no hacen falta las palabras, bastan las miradas. No recuerdo platos más sabrosos, ni tardes más divertidas haciendo collages de papel de revista con una especie de engrudo hecho con harina y agua que pegaba, vaya sin pegaba, en una pieza de madera que tienen los talleres de costura. Carmina no era mi abuela, pero ejercía de tal, sin real responsabilidad de una abuela, claro. Primero había ejercido de madre con sus sobrinos auténticos sin responsabilidad de madre. Yo creo, sin temor a equivocarme que mi madre tiene muchas más fotos con su tía que con su propia madre. La memoria de la infancia reside en los sentidos y la mía se quedó en aquella casa baja del Campo los Patos desde la que veíamos pasar a los vecinos mientras mis tías que eran pantaloneras cosían en la habitación principal. Aquella casa con cocina de carbón y sonido ambiente de maquina de coser, donde comí patatas fritas que nunca más he vuelto a comer y aprendí a hacer merengue y a requemar arroz con leche con el gancho de la cocina. Tardes de vecinas en torno a la obra que había que entregar, chocolate con churros, días de cine con bocadillos y coca colas en botellas de cristal. Dios mío, qué guapo y qué triste es dejar que fluyan así los recuerdos.
Bueno, que me pierdo, ayer Cris me decía que siendo recién casada se llevó un gran disgusto y su madre le dijo que aquello no era para disgustarse, que había cosas más importantes por las que preocuparse, efectivamente la vida se lo demostró poco tiempo después.
¿Adónde quiero ir con esto? a dos ideas: lo que vivimos nunca, NUNCA, es tan importante como parece en el momento. Si pones perspectiva y espacio, tiempo o simplemente analizando cosas y haciendo examen de conciencia, al final todo es relativo, nada es absoluto. Pero, por otro lado, NADIE tiene derecho a decirte cuán importantes son las cosas y cómo has de gestionar tus emociones. Lo dije ayer y lo repito hoy, con mis contradicciones, soy feliz de poder manifestar mis sentimientos en toda su extensión. Y, sinceramente creo, que la contención y la mesura sólo son justas compañeras en contadas ocasiones, por ejemplo, en un atraco.
La segunda idea es que cada uno lleva sus duelos como puede o como le enseñaron. Pienso muchas veces en mis abuelos ¿quiere decir que he pasado el duelo y estoy preparada para seguir? Creo que nunca se pasa del todo el dolor por los que nos faltan, la ausencia no se llena nunca, simplemente tenemos que seguir y punto. Nadie se muere, de mano, porque le falté una parte. Qué fácil sería morirse de pena. Yo me hubiera muerto entonces, hace treinta años, con quince... Y el mundo hubiera seguido sin más sin mi. Nuestras vidas sufrieron un naufragio. Nuestro grupo familiar perdió el Norte al menos hasta que pudimos recomponer el puzzle sin la pieza central que faltaba.
Bueno, pues eso, en esta vida todo es relativo y respecto a mi tía esta noche he soñado con ella, treinta años después, me llamaba desde una ventana en un edificio alto, yo le decía adiós con la mano señalándole que no podía pararme y ella me mandaba un beso. Igual este sueño quiere decirme algo.

martes, 15 de septiembre de 2015

Una araña, el Ratoncito Pérez y Rompesuelas.

He liberado una araña. El domingo, cuando llegué de Quirós, una enorme araña negra y peluda había hecho de las cortinas del salón su particular espacio habitable. Cuando la vi me pareció repelente, sin embargo no la aplasté, la cogí con un bote transparente y la cerré dentro. Vivió allí, en una especie de palacio de cristal, durante todo el lunes. Estaba prisionera, viva, pero atrapada. Ayer por la noche seguía viva. Me fui a la cama pensando que hacer con ella. Esta mañana la solté en el parque. Puede que muriese ahogada entre la lluvia o puede que no y siga aportando lo que sea que aporte al equilibrio universal. No tengo ni idea de cuánto tiempo de media vive una araña, tampoco me preocupa. Son asquerosamente feas y, en apariencia, no tienen ojos visibles para mi, de manera que no pueden mirarte mientras las pisas.
Mientras Tecla estuvo en el bote pensé en muchas cosas. Voy a empezar a creer que tengo tanta vida interior como aparenta lo que escribo. Pensé en las personas presas, viviendo vidas ajenas a ellos mismos. Tecla podía haber sido feliz en su nueva casa, pero no parecía justo que yo decidiese su destino, tampoco que yo me arrogase el derecho a decidir sobre su vida. Pensé en los que viven atrapados por las guerras, suyas propias o de otros, en la ausencia de libertad, en no poder circular libremente, en enfrentarte a una jauría de humanos que pretenden aniquilar tu libertad. Pensé también en el concepto absolutamente particular de la belleza. Qué pasaría si las arañas fuesen paradigma de belleza y no algo que aborreces. Algunas personas les tienen tanto asco que es superior a sus fuerzas.
Hombre, reconozco que las arañas no son el bicho más querido del reino animal, pero tienen su función y, por otro lado, son increíbles como ingenieras, fijaos en las exquisitas telas de arañas que tejen en telares invisibles. Habéis visto con que delicadeza estos delicados tapices casi transparentes acunan las gotas de rocío. Sí, sin duda, he hecho una buena acción.
Soy incapaz de matar una mosca, lo reconozco. El Ratoncito Pérez se ha instalado en mi casa y no soy capaz de colocarle una trampa. Lo escucho, trabajar y trabajar incansable cada noche, pero no puedo matarlo. Sólo espero que salga por donde entró. Decididamente  se ha equivocado de sitio, en mi casa no hay dientinos que recoger, tanto Lola como yo hemos perdido hace tiempo los dientes de leche. Nosotras hemos perdido ya casi todo.
Así que esta mañana he liberado una araña mientras en Tordesillas asesinaban un toro. Un toro de enormes ojos oscuros y mirada mansa, porque no creo que haya animal con mirada más limpia que los bonachones toros y vacas paciendo tranquilamente en las fincas y diciendo "a nosotros que nos dejen en paz". Sí, la sinrazón instalada entre nosotros. Señores, eso no es cultura, es una mierda. Es una tradición de mierda. Y eso que no soy especialmente extremista. Animalista lo justo, aunque es verdad que tu particular relación con los animales cambia cuando convives con uno. Quiero decir, no iría a ponerme entre los lanceros y el toro arriesgando mi vida. No estoy tan en contra de la caza como ¿debería estarlo? No entiendo al cazador más allá de su función estrictamente necesaria. No sé si hay algo placentero en matar a un animal en el bosque. Prefiero no saberlo. Como carne, aunque probablemente podría vivir sin comerla (bueno, no sé, me muerto por un bocadillo de jamón) pero no me entra en la cabeza que un numeroso grupo de exaltados humanos acribillen a lanzazos a un toro. Encima hay un concurso en juego y ¿qué premian? No quiero saberlo. Sólo espero que la mirada de los ojos oscuros del noble animal les persiga cada noche en sueños por toda la eternidad. Este país no tiene remedio, es cierto.

martes, 8 de septiembre de 2015

Crónica sentimental en rojo. Pasión por mi tierra.


Esperando a los ciclistas.
Hace unos años cuando la Vuelta subió por primera vez al vecino Angliru mi padre, mi hermano y yo subimos por Alba a conocerlo. Yo había estado una vez con el grupo de montaña de la Universidad de Oviedo, pero no recordaba nada, la verdad. Aquel día subía una especie de media maratón, o algo así, corriendo. Llegamos, vimos y volvimos. Recuerdo a mi padre decir algo como "Esto en Alba, sería espectacular" Idénticas palabras utilizó Selino, el padre de Claudia, cuando fue hasta allí "Madre, un final de etapa en Alba, sería tremendo". Sin embargo, ni uno ni otro probablemente creyeron que lo de ayer fuera a ocurrir nunca. "No lo verán mis ojos" pensaron Canor y Selino que, a fecha de hoy, ya son de los más viejos del lugar pero llegó y lo vieron. Mi padre no vino porque tenía que hacer en Oviedo y porque muy pragmático y conformista desde el principio dijo "Se ve mejor en la tele".
Papá, ¡lo de ayer había que haberlo visto en directo junto a Hugo!
El auténtico espectáculo fueron los miles de personas que entregados a un vilipendiado deporte, el del ciclismo, castigado vilmente con el doping con el que hombres malos han estrujado a los deportistas más ambiciosos o más inocentes, no lo tengo muy claro, llevaron en volandas a los ciclistas. Un deporte que tiene multitud de seguidores en el mundo, pero muchos, muchísimos en la cornisa cantábrica, gente que viaja con sus peñas detrás de los casi siempre pequeños héroes que se  juegan la vida en la carretera y a veces, tristemente en los laboratorios. Afortunadamente la cada vez mayor presencia de controles garantiza la integridad física de unos y la limpieza y la recuperación de credibilidad del deporte tan respetado y tan maltratado por momentos. Aplaudo esta vuelta al origen. Al ciclismo lo dignifican las personas, no sólo las estrellas, sino, sobre todo, cada uno de los sufridos miembros de los equipos, áquellos de los que casi nadie recuerda el nombre al finalizar las grandes Vueltas.
El público fue el auténtico protagonista, familias enteras con niños pequeños que fueron un goteo constante desde primeras horas de la mañana hasta convertirse en una tremenda riada de todos los colores, de todas las edades, todos con su mejor vestido, el de la sonrisa y el del esfuerzo de llegar a meta para disfrutar, caminando más de seis km la mayoría desde la carretera general AS-229 para participar de la fiesta.
Este fue el ambiente de la meta: amistad y compañerismo.

Fue un día especial. No sólo para los quirosanos, pero, sobre todo, para nosotros. No creo que haya habido uno solo quirosano  que no haya estado ayer en Alba, al menos de pensamiento. Y es que los quirosanos que somos muy nuestros y tenemos una idiosincracia muy particular, hemos conseguido dos hitos importantes en los últimos tiempos. La celebración del concierto de Celtas Cortos en 2012 y ahora la organización y el apoyo incondicional de este fin de etapa. Esto pone de manifiesto que trabajando juntos podemos sacar arriba lo que nos propongamos. Igual había que tatuárnoslo por alguna parte para no olvidarlo cuando, de repente, nos volvemos aceradamente críticos e incluso perversos. Quirós sólo es uno y el interés común también es sólo uno. No dejemos de trabajar por ello. Creamos en nuestro concejo y en nuestro potencial. Creamos en las personas y en el trabajo en equipo. No nos pongamos metas. Con la resaca de emociones del día de ayer, estoy convencida (ya lo estaba antes) de que juntos es posible.
Cuando a una la envenenan de niña con el amor a su sitio de pertenencia como lo ha hecho mi padre y como lo hicieron mis tías, sus hermanas; como lo hace el orbayu con la tierra de forma tranquila, serena y lenta, calando despacio benéficamente para llegar y habitar no sólo en los sentidos, sino en el alma donde se encuentra mi auténtica esencia de persona; cuando una ama de la manera que yo lo hago al mi Quirós; cuando una sabe perfectamente dónde quiere estar, con quién y porqué, los días como el de ayer son lo más y dan auténtico sentido a mi vida.
Ambientazo bajando de Alba una vez finalizada la etapa
 Hemos trabajado mucho, algunos más que otros, claro, aportando grandes o pequeñas cosas, granitos de arena o paletadas de ella, creyendo ciegamente que éste podía ser un día para nuestra historia. Mostrar nuestro paisaje era el objetivo. ¿Qué la producción de televisión podía haber sido mejor? Todo se puede mejorar está claro, pero Quirós dio su mejor cara, la que queríamos dar, la que deseábamos dar, la del sol y el verde, la del paisaje y su gente, la del deporte y la convivencia. Celebrémoslo hoy y evaluémoslo mañana. Disfrutemos de ello y esperemos muchos otros setiembres como éste. A mi sólo me faltó una sonrisa, pero me resarciré. ¡Espero!