Marilena (año 1943?) |
Podía ser. Era su tiempo, el de la
nieve, quiero decir. Era 4 de diciembre, el día de Santa Bárbara, un día especial como todos
los 4 de diciembre. ¿Qué hora sería? Pronto comenzarían a sonar
los voladores que celebraban su cumpleaños. Ah, no. No era realmente
su cumpleaños lo que celebraban aquellos ruidosos y numerosos
voladores, los tiraban los obreros
de la Fábrica de Armas para conmemorar a su patrona. De todas
maneras, en su honor o no, se sentía afortunada. No
conocía a nadie, por lo menos en su escuela, que celebrase su
cumpleaños con voladores. Aquel sonido atronador que reflejaba la
alegría de los trabajadores por su día libre era, sin duda,
su mejor regalo. No había muchos excesos, estaban
demasiado cerca de la Navidad. Si acaso unos calcetines nuevos que
estrenaría para ir a Misa esa misma mañana a la Iglesia de Santa María la Real de la
Corte. Después, su tía Carmina le preparaba un chocolate con
churros para invitar a sus amigas, Loli y Ana Mari, a desayunar.
Algunas veces Ana Mari traía para compartir las chocolatinas que su
padre emigrante en Francia le enviaba.
¿Tendría alguna
sorpresa especial este año? Unas zapatillas de suela gorda de goma
de ésas que cuando saltas desde una banqueta parece que rebotas en el
suelo serían también un buen regalo. No se quejaba de nada, ni por nada.
Voladores y calcetines nuevos, chocolate con leche y churros formaban una
fantástica combinación.
La Fábrica de Armas de
Oviedo estaba situada fuera de la muralla medieval que delimitaba el embrión de la ciudad y lejos del moderno y creciente centro comercial, congregaba tras sus muros, ocupados en sus talleres, a un
importante número de trabajadores entre militares, obreros y
aprendices y extendía su influencia por toda la zona y sus
alrededores. Aplaudían la llegada del 4 de diciembre, cómo para no hacerlo, cómo para no estar contentos: un día libre y una paguina extra, una Eucaristía y un
desayuno de hermandad. Los aprendices formaban con disciplina casi
militar en la plaza Feijoo para entrar en orden en la iglesia y
asistir a Misa. Al desayuno posterior estaban invitados todos
aquellos que eran alguien, o pretendían serlo, dentro del panorama
local junto a las autoridades civiles y religiosas. Una vez hasta acudió el
obispo y lo normal era ver al gobernador militar de la provincia
compartiendo mesa y mantel junto al alcalde de la ciudad.
Los días anteriores, la
pequeña talla policromada que representaba a la Santa abandonaba su
lugar en el altar de la recogida capilla situada en los terrenos de
la Fábrica y era solemnemente trasladada hasta al altar mayor de la
Corte. Allí sobre un paño de terciopelo azul con los bordes
rematados con hilos dorados descansaba al menos por una semana desplegando toda su belleza y luminosidad. Todo era muy teatral, con un fuerte barniz dramático. Las niñas más
pequeñas que cada año leían en la escuela la historia de la Santa y su martirio, no dejaban de impresionarse y subían por la calle de la Vega después de las clases para acercarse a admirar a aquella Santa tan guapa e irse luego a casa
horrorizadas pensando que a aquella niña la había decapitado su
propio padre para luego caer muerto fulminado por un rayo.
Marilena ponía todo su entusiasmo en celebrar aquel día, no sólo por su cumpleaños,
sino porque además no había escuela. La maestra del Postigo que
también estaba invitada al desayuno con los ingenieros, suspendía
las clases y exhortaba a sus alumnas a asistir a la fiesta religiosa
vestidas con sus humildes mejores galas. Al día siguiente
comentarían lo que habían visto y vivido con todo el lujo de
detalles que permiten observar los ojos de unas niñas pequeñas.
Las semanas previas eran
un ir y venir de jovencitas preparando sus abrigos, las que los
tenían, para poder acercarse a la iglesia y aparentar algo, lo que fuera. Las tías de Marilena,
Carmina y Alicia, que eran pantaloneras se veían sujetas a un tremendo ajetreo. Arreglaban y
planchaban los uniformes de casi todos los que iban a participar en tan
gran acontecimiento y pasaban las noches en vela dando la vuelta a los
ajados abrigos, cambiando botones y composturas, remendando o reformando la ropa de muchas de aquellas jóvenes, casi niñas, que veían
una oportunidad única para entablar amistad o quién sabe si algo
más con alguno de aquellos apuestos militares destinados en la
Fábrica o, si no, con alguno de aquellos jovencísimos aprendices
con un futuro profesional especialmente prometedor aunque todavía lejano. Ellos, los
aprendices, la mayoría hijos de campesinos de las aldeas cercanas a
Oviedo, veían los grandes sacrificios que sus padres hacían para sacarles de la miseria
del campo. Allí recibían formación académica y aprendían un oficio.
Aquellos obreros y aprendices que llegaban a Oviedo cada día en tren
con el almuerzo en una fiambrerina, le caían mal, muy mal, rompían el inmaculado manto blanco que formaba la nieve en el
invierno con su caminar apresurado para llegar a sus puestos de
trabajo en los distintos talleres antes que la sirena anunciará
el inicio de la jornada laboral. A ella que lo que más le gustaba del invierno era la nieve y ver aquella plazoleta que separaba su casa de la de sus tíos llena a rebosar de nieve.
Se decidió por fin a
abandonar el calor de la cama para asomarse a la ventana sin hacer ruido. Sí, había
nevado. El manto blanco estaba sin tocar, no se veía ninguna pisada sobre él. Nadie lo había
pisado, pero no tardarían en hacerlo. Le estropearían aquel
paisaje limpio y puro que tanto le gustaba contemplar por mucho que
la luz de la nieve la deslumbrará apenas un momento después de
empezar a mirarla fijamente. Sin embargo, nadie podría estropearle su día de
cumpleaños. Al final aquel 4 de diciembre sería distinto. Junto a unos
calcetines nuevos su tía Alicia le había tejido una chaqueta de
punto inglés con pompones, igualita que la de Conchita, la hija de
la maestra.
Voladores y chocolate con
churros, calcetines nuevos y una espectacular chaqueta roja con
capucha y pompones para estrenar. ¿Se podía ser más feliz? Ella creía que no. De hecho, nunca fue tan
feliz como en aquel su octavo cumpleaños.
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