Se acaba agosto y con él las vacaciones y los descubrimientos y llega el setiembre del inicio y del reencuentro.
El agosto de fiestas de prao y nuevos amores, de ermitas perdidas en montes y pueblos de serena belleza, de playa y cañitas, de sol y calor inconstantes (como casi siempre en Asturias), de niebla y forros polares al anochecer. El agosto de tremenda luna llena y lluvia de estrellas. El agosto en que hicimos km y km por las carreterucas de este concejo maravilloso que llevo pegado a la piel, al que tengo la suerte de pertenecer y que es mi segunda casa (si pudiera sería la primera): Quirós. Tantas veces olvidado. Desconocido. Con ese freno que supone el cruce de Teverga en el que los turistas muchas veces sólo por error tiran de frente y descubren lo que tenemos y lo que ofrecemos generosos sin pedir nada a cambio más que un "Ve y cuéntalo, pero sólo a quién sepa apreciarlo" Cuyos montes mantienen la frescura y la inocencia de los territorios sin explorar. Que, bajo una cúpula invisible, guarda celoso paisaje y paisanaje, tradición y leyenda, pasado y futuro.
El agosto en que cada fin de semana tuvimos una fiesta: Las Nieves en Villar de Salcedo y Santa Olalla en Villagime, Alba en Salcedo y San Roque en Bermiego, San Bartuelu en Ricabo y hoy San Melchor en Cortes, casi todas ellas con la compañía siempre cómplice de Claudia y Bea.
El verano del compromiso con la tierra: "Vamos a recorrer Quirós" propuso Claudia y como en un pacto de sangre, como una promesa que hay que cumplir, recorrimos sin fallar ni un sólo domingo: Bermiego, Las Llanas, Lindes y Cortes, Faedo y Fresnedo, Arrojo, Tene y Aciera, Muriellos, Muriellos Cimero, Rano y Vallin, Rodiles, Ronderos y Ricabo, Llanuces y Murias, Cienfuegos y Villar de Cienfuegos. Visitamos minúsculas capillas como la de Santa Bárbara en Rodiles e iglesias en lo alto como la de San Miguel en Vallin. Buscamos ermitas derruidas que no encontramos y pueblos abandonados en proceso de repoblación. Descubrimos puentes y molinos olvidados, fuentes habitadas por hadas en las que el sonido del agua agradecía nuestra visita, lavaderos dispuestos a contarnos alegrías y penas de mujeres que iban allí a lavar, cementerios llenos de historias de hombres y mujeres, historias concluidas e historias inconclusas. Compartimos tiempo y espacio con las gentes que habitan estas tierras y que nos recibieron como aire fresco que llega con preguntas nuevas que reciben viejas respuestas. Los pueblos que quedan, los haremos en setiembre.
El agosto de la tierra prometida, del recuerdo y la pena. De los que no están, pero viven en nosotros cada momento. De los momentos de vacío y del llanto sanador.
Se acaba el agosto en el que Lola consolido su amistad con Sergio y Marco y ¡aprendió a conducir!
Y mañana es setiembre. Y con él trae las prisas y la rutina, San Mateo y el sonido de los engranajes que empiezan a rodar después de los meses indolentes del verano. El ritmo nuevo del principio de curso. Para mi el año siempre empieza en setiembre y eso que no tengo niños. No lo puedo evitar.
El setiembre en que Hugo empezará al colegio con lo que ello implica. Se nos hace mayor el pequeño. Y llenará su casa de libros y fichas, de lápices de colores, gomas de borrar y sacapuntas, de mochilas infantiles y uniformes de colegio. Y continuará su proceso, como hicimos todos, de ser y crecer como persona y formarse. ¿Cuál será su futuro?
El setiembre de la boda de María. Aquella niña creativa y desbordante que derrochaba energía y tenía un plan. A la que la vida mostró que áquel no era su plan. El destino la sacó de su Galicia natal y la llevó a fundar su hogar y su familia lejos de su tierra y de los suyos. ¡Qué ganas tengo de veros!
El setiembre de las citas literarias, el setiembre que nos conducirá raudo y veloz a octubre con la promesa de nuevas novelas y nuevas lecturas. El setiembre de las tardes discurriendo como llenar el tiempo libre que me deja el trabajo. El momento de adquirir compromisos nuevos que olvidaremos rápido. De iniciar cosas que no nos gustarán o sí, nos entusiasmarán, del prueba-error hasta dar con lo que verdaderamente queremos y buscamos.
El setiembre de los encuentros y de las reconciliaciones, que nos devolverá antiguos amantes o nos traerá nuevas historias. El momento de retomar asuntos pendientes y de coger el toro por los cuernos. El tiempo de tomar decisiones aplazadas para después del verano aunque sean dolorosas. El setiembre que nos traerá al otoño. El otoño del renacimiento cuando la naturaleza también empieza su proceso que concluirá en primavera. Ya está mudando el verde del verano en el dorado que llega fiel y puntual, igual un poco pronto, a su cita anual.
El setiembre en que Lola hará nueve añazos y me recordará que yo también soy nueve años más vieja y que cada día que pasemos juntas será un día menos en nuestra particular y personal relación. Mi Lola, querida, que me has enseñado el auténtico significado del amor desinteresado y la lealtad, cuando no estés, permanecerás siempre viva en este blog.
Y setiembre me recordará que el agosto que hemos vivido y el tiempo que hemos compartido, ha sido único y que no volverá. Que nunca más tendré las mismas ganas, ni los mismos deseos. Que nunca más seremos los mismos que fuimos el agosto del año 2014.
El setiembre en que Hugo empezará al colegio con lo que ello implica. Se nos hace mayor el pequeño. Y llenará su casa de libros y fichas, de lápices de colores, gomas de borrar y sacapuntas, de mochilas infantiles y uniformes de colegio. Y continuará su proceso, como hicimos todos, de ser y crecer como persona y formarse. ¿Cuál será su futuro?
El setiembre de la boda de María. Aquella niña creativa y desbordante que derrochaba energía y tenía un plan. A la que la vida mostró que áquel no era su plan. El destino la sacó de su Galicia natal y la llevó a fundar su hogar y su familia lejos de su tierra y de los suyos. ¡Qué ganas tengo de veros!
El setiembre de las citas literarias, el setiembre que nos conducirá raudo y veloz a octubre con la promesa de nuevas novelas y nuevas lecturas. El setiembre de las tardes discurriendo como llenar el tiempo libre que me deja el trabajo. El momento de adquirir compromisos nuevos que olvidaremos rápido. De iniciar cosas que no nos gustarán o sí, nos entusiasmarán, del prueba-error hasta dar con lo que verdaderamente queremos y buscamos.
El setiembre de los encuentros y de las reconciliaciones, que nos devolverá antiguos amantes o nos traerá nuevas historias. El momento de retomar asuntos pendientes y de coger el toro por los cuernos. El tiempo de tomar decisiones aplazadas para después del verano aunque sean dolorosas. El setiembre que nos traerá al otoño. El otoño del renacimiento cuando la naturaleza también empieza su proceso que concluirá en primavera. Ya está mudando el verde del verano en el dorado que llega fiel y puntual, igual un poco pronto, a su cita anual.
El setiembre en que Lola hará nueve añazos y me recordará que yo también soy nueve años más vieja y que cada día que pasemos juntas será un día menos en nuestra particular y personal relación. Mi Lola, querida, que me has enseñado el auténtico significado del amor desinteresado y la lealtad, cuando no estés, permanecerás siempre viva en este blog.
Y setiembre me recordará que el agosto que hemos vivido y el tiempo que hemos compartido, ha sido único y que no volverá. Que nunca más tendré las mismas ganas, ni los mismos deseos. Que nunca más seremos los mismos que fuimos el agosto del año 2014.
Nunca volvemos a ser los mismos pero siempre seremos los que fuimos porque lo que has vivido en este agosto se ha incorporado a tu experiencia, ¿no crees?
ResponderEliminarSoy uno de esos turistas de los que hablas, uno que ha estado en Asturias unas cuantas veces pero que ni siquiera había oído hablar de ese lugar que mencionas, Quirós, ¿será que está muy escondido o será que solo he sabido ir a las rutas más turísticas? Me voy a buscarlo en territorio Google.
Cuando vuelvas, yo te llevo a Quirós, fíjate, en julio estuvo en mi casa una americana que quería ir a Picos, y le dije, "vale, ok, pero el primer finde yo te llevo a otro sitio" y después de ir conmigo ya no fue a Picos. No es comparable, por supuesto
ResponderEliminarEstuve mirando el mapa y me pareció una zona preciosa. Hace unos años estuve con mi pareja en Somiedo y nos encantó, de hecho se lo recomiendo a todo el mundo, pero justo Quirós no lo había oído nunca y no, no lo conozco. Muchas gracias, Bea.
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