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viernes, 21 de diciembre de 2018

Hugo el fagotista.

Ayer fui por "primera vez", como el explicó a sus compañeros y maestra, a la clase abierta de música para padres en calidad de "tía acompañante". Hugo, mi sobrino es un niño muy alto que, si no lo conoces, solo cuando estás un rato con el te das cuenta de que aún es muy pequeño, su altura y su alto nivel de lenguaje a veces nos hacen creer que es más mayor, pero NO, solo tiene siete años. Ayer en su clase de música, con varios de sus compañeros de colegio, Mateo y Matías, pude ver, entre otras cosas, lo tremendamente pequeño que es. Hugo toca o mejor, acaricia o quizás, maltrata el fagot. Este instrumento que es relativamente joven, se desarrolló a principios del siglo XVIII y alcanzó su forma actual en el siglo XIX, es el más grave de la familia viento madera. Pienso que el fagot es un instrumento absurdo que solo tiene una pieza compuesta en exclusiva para él. Es absurdo o no, porque realmente el fagot no se entiende sin el resto de instrumentos de la orquesta, ahí lo dejo. Que solo haya una pieza nos da la ventaja de que en cada función Hugo la tocará mejor hasta probablemente convertirse en un virtuoso de "El pequeño John" (o "El gran John", pues no sé muy bien cómo se llama el tema). Hugo ayer tb tocó con su maestro una obrita que el anunció en catalán "Las ocas van al campo". Fue una tarde muy divertida en la que recordé lo que aprendí en el colegio de Música con la señorita Quetina que ya era viejísima entonces y a la que luego veía en el Rialto muchas veces cuando estudiaba en el Edificio Histórico de la Universidad en la calle San Francisco cuando solo era la Universidad dando por sentado que los estudiantes de Derecho era los únicos que íbamos a ella, en fin, cosas de Oviedo, lo que aprendí entonces es todo lo que sé aún hoy y que ayer brotaba al tiempo que Mercedes, la profesora, les preguntaba a los pequeños alumnos: la duración de las figuras. Me gustó mucho, muchísimo lo que vi, pero también me sorprendió la de bostezos de cansancio que tenían los niños y niñas a las siete de la tarde, que bostezando y todo, seguían leyendo la lección y el ritmo de la clase. Algo tiene la música que engancha... Hugo no será un gran músico pero seguro que la formación musical que reciba le ayudará a ver el mundo de otra forma, con otro color, con otra alma, estoy convencida. Mientras mi empeño está puesto en que pruebe otros instrumentos pero el está muy feliz con su fagot a medias (es tan grande el fagot o tan pequeño el fagotista que le faltan dos partes del instrumento).
Y hoy estoy aquí, acabando el otoño y esperando el invierno, pensando en qué futuro les espera a Hugo, Olivia, Mateo, Marías, Oscar, Asier y Amalia... por nombrar algunos de los que ayer leían música para alegría de sus padres y madres (y de la tía acompañante) por cierto, todos ellos bastante talludinos (otro ejemplo de cómo ha cambiado nuestra sociedad). Solo espero que tengan más sentido común que los que les precedemos y que sean capaces de enmendar alguno, solo alguno, de nuestros errores.

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