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viernes, 6 de febrero de 2015

Reescribiendo Cenicienta (iii)


 El baile. Objetivo: Encontrar a la dueña del zapato

El baile tuvo lugar a lo largo de tres días en uno de los palacios más hermosos que se conocen en el mundo y contó con los monarcas del país como anfitriones. La excusa del mismo era el anuncio del compromiso matrimonial de la hija mayor. El motivo real, como todo el mundo conoce pues ha sido filtrado de forma interesada por los medios oficiales y extraoficiales, no era otro que el príncipe heredero encuentre pareja. Los años van pasando y él que siempre ha dado muestras de su carácter ha ido rechazando una tras otra a todas las princesas que su padre junto al Primer Ministro le han ido sugiriendo.
-“Quiero casarme” ha declarado muchas veces en público “pero quiero hacerlo por amor” ha añadido siempre como muletilla.
El Palacio que incluye en la propiedad unos fantásticos jardines diseñados por el mismo artista que ideó Versalles, contiene el laberinto de mazes (perdedero o laberinto de caminos alternativos) más extenso de cuántos existen en el mundo y que según cuenta la leyenda sólo las personas de alma pura e inocente son capaces de no perderse dentro y salir sin ayuda.
El espectacular escenario fue engalanado para la primera velada con miles de flores frescas color blanco y multitud de luces que daban al interior de los salones la impresión de día. Aunque habría más de cien muchachas de la alta sociedad parece que el príncipe heredero se fijó únicamente en una joven ataviada con un impresionante vestido blanco roto y que relucía como una estrella en medio del salón de baile. La dulce mirada de la joven cautivó al Príncipe en cuánto se cruzaron de forma casual. Al llegar las 00.00 ella tuvo que retirarse y ante la insistencia de su acompañante de acompañarla a casa se escabulló entre las paredes del laberinto desapareciendo como por arte de magia.
Para el segundo día de las celebraciones, el palacio fue adornado con las más bellas flores recién cortadas de color burdeos y una vez más la iluminación conseguía que los invitados apareciesen mucho más guapos y apuestos de lo que eran (sobre todo algunos). El príncipe volvió a elegir como pareja de baile a la misma señorita que la noche anterior que vestía un impresionante diseño de color marsala, y combinaba a la perfección con la exquisita decoración floral. Su porte elegante y natural así como su delicada belleza la hacen parecer la pieza que le faltaba a nuestra familia real. Ellos no se separaron ni un solo momento y se les vio en actitud atenta y cortés. El preocupándose de que a ella no le faltará nada. Ella mirándole enamorada cada vez que él reclamaba su atención para comentarle algo o presentarle a alguno de los insignes invitados. Una vez más, al llegar las 00.00, ella se despidió y abandono apresuradamente el palacio. El Príncipe que en esos momentos había ido a hacer una petición a la orquesta, sólo alcanzo a verla entrando por la puerta del laberinto y allí volvió a perderla de vista.
Cansado de no saber cuál es la verdadera identidad de la joven a la que parece que nadie conoce y rendido de amor por ella, según sus propias palabras y tras los últimos acontecimientos, el Príncipe planeó conseguir que la joven permaneciera más tiempo junto a él, para ello ordenó a sus lacayos que untasen con pez los peldaños de la escalera y así la joven, confundida al quedarse atrapada literalmente pegada, accedería a decirle quién es su familia y cuál es su dirección para que el Príncipe pueda ir a presentar sus respetos y pedir su mano sin más dilación.
Así llegó el tercer día de fiesta y esta vez el Príncipe asesorado por su madre experta en rosas, mandó que todas las estancias se llenaran con estas flores en color azul. Nuestra protagonista vestía esta vez un fabuloso tono azul klein que hacía que sus ojos azules parecieran aún más azules con el reflejo en ellos de las miles de rosas. Se instalaron en las paredes del salón principal enormes espejos que ampliaban hasta el infinito el tamaño de la estancia y multiplicaban el reflejo de ambos bailando de tal forma que desde todos los rincones de Palacio el resto de los invitados pudiera admirar la fantástica pareja que forman. Y al dar las 00.00, sin tiempo para más y sin mediar explicación alguna, la joven mujer que ha robado el corazón de nuestro Príncipe se preparó para huir y bajando precipitadamente los peldaños casi sin rozarlos tropezó y uno de sus pies dejó el zapato pegado en la pez. Mientras el Príncipe recogía su trofeo, un humilde zapatito de tamaño casi diminuto y elaborado por expertas manos artesanas, ella volvió a desaparecer por la puerta del laberinto.
- “No pasa nada, la encontraremos” dijo el Príncipe esperanzado “y cuando encontremos a la mujer que le sirva este zapato, antes de que se me vuelva a escapar, le pediré matrimonio y permaneceremos juntos para siempre”.


 


3 comentarios:

  1. Veo que estás haciendo todo un ejercicio literario Bea, bien!!!

    Aprovecho para dejarte aquí la nueva dirección de mi blog, que es el de siempre, pero con la dirección cambiada. Por si lo tenías apuntado por algún lado ¿vale?
    www.letricidiospremeditados.blogspot.com

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