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jueves, 5 de febrero de 2015

Reescribiendo Cenicienta (i)


Carta de Cenicienta a su madre

Querida madre,

dudo a la hora de escribirle estas letras pues sé que, desde dónde usted habita ahora, nada puede hacer por mí. No sólo no puede ayudarme, sino que si pudiera leer estas palabras, lo único que harían sería llenarla de una infinita tristeza. Pero es tanto el dolor que siento, tanta la soledad en la que me encuentro instalada, que sólo hallo esperanza en este desahogo. Como el viajero que no sabe qué ramal del camino ha de seguir, estoy en una encrucijada. Por una parte no tengo a nadie a quien contar mi inquietud y por otra, lo último que quisiera en este mundo sería perturbar la merecida paz que, tras su dura enfermedad, ha encontrado. Descanse madre, pero abra sus brazos para acogerme una vez más y escuchar mis penas o al menos déjeme soñar con que está junto a mí y lo hace.
Madre, ¿por qué tuvo que irse? ¿por qué no me llevó con usted? Recuerdo la última tarde, la fiebre y la agonía, con palabras quedas me dijo que fuera fuerte y que ayudará a padre, que le apoyará. ¿De verdad creía, madre, que padre iba a necesitar de mi brazo para apoyarse en él a modo de bastón? Hoy pienso que mi felicidad hubiera sido hacer este último viaje juntas. Si ambas hubiéramos partido hasta un destino incierto, mis días serían otros. Todo sería más fácil.
Padre tardó apenas un invierno en superar la desdicha de su muerte y tras guardar un duelo relativo contrajo nuevo matrimonio con una mujer muy bella que aportó a nuestra menguada familia a sus dos hijas. ¿Qué si son bonitas, madre? Sí, las tres son bonitas, pero las tres son oscuras. Trajeron a la casa una mezcla de turbio pasado y de falso presente. La oscuridad se instaló en la casa y entre nosotros. ¿Si la ama, madre? Sí, la ama. Parecen felices. El sólo tiene tiempo para ella y se ha apartado de mí. Un día, padre me llamó a la sala y me dijo que aceptará a su nueva esposa como una madre. Yo le dije que eso no iba a poder ser. Yo sólo tengo una madre y no hay nadie que pueda sustituirla en mi corazón. Puede que otra ocupe su lugar en la casa y quizás en la alcoba de padre, pero en mi corazón es imposible. Tendría que arrancármelo y volver a nacer. De todas maneras, le dí mi palabra de que la respetaría como madrastra y que obediente cumpliría sus deseos. Y en ello trabajo cada día. Intento respetarla y honrarla como la esposa de mi padre, pero cuánto más la conozco, cuánto más observo su comportamiento, el de las tres, más oscuridad veo en sus miradas, más maldad en sus palabras, más doblez en sus actos. Rezo cada día para que mis movimientos no delaten mis pensamientos, por no traducir a palabras mi pesar y mis dudas. Rezo porque vaya pasando el tiempo y calmándose mi aflicción y mi agonía por no estar más junto a usted.
Madre, con usted se fue la luz y a esta casa la cubrió un manto de ceniza. Son literales mis palabras, ahora vivo en la cocina, haciendo de criada para mi madrastra y mis hermanastras. Convivo con Petra que junto a su trabajo de siempre, desempeña las funciones de cocinera y el mozo de las cuadras que alguna vez me deja montar mi yegua. Gracias a ellos puedo mantener la cordura y algunas veces hasta tenemos ganas de reírnos. Duermo en un pequeño jergón al lado de la lumbre. Ya sabe madre que sólo hay un pequeño aposento para el servicio y ahí sigue viviendo Petra. No soportaría verla durmiendo en la cocina después de tanto tiempo con nosotros. Ella que tanto se esmero en cuidarla el tiempo que duró su enfermedad. Mis ropas también son grises. No hay sitio para más color entre los pucheros que el de las verduras, además no hay motivo para el color cuando sólo hay niebla a nuestro alrededor. Ropas grises, grises pensamientos. Dice Petra que hasta mi piel se ha vuelto cenicienta y así ha empezado a llamarme “Cenicienta” Ahora soy Cenicienta, madre, como ceniciento es mi interior. Sí, ya sé parece un juego de palabras, una broma, pero mi vida se escribe en clave de grises.
Algunos momentos en la cocina recordamos que en esta casa la vida un día fue diferente. Otros días, la nueva señora de la casa y sus hijas, desde mi antigua habitación que ahora ocupan o en el salón de costura, hablan juntas y se ríen. Tienen mi bastidor, dijeron que yo no lo necesitaba. Recuerda madre cómo trabajábamos en él, cómo me enseño a bordar, qué labores tan delicadas hacíamos juntas y qué ratos tan bonitos pasábamos en aquel rincón. Me enseñó que las cosas hay que hacerlas con amor. “Hija, todo lo que hagas, hasta lo más sencillo, la labor más humilde hazla con amor, con mucho amor y dedicación”. Y eso es lo que intento imprimir a mis labores diarias ayudada por Petra. Friego los suelos y hago la colada con amor. Pelo patatas y saco agua del pozo con amor. Traigo los huevos del gallinero y amaso el pan con amor.
Ayer ellas, burlándose de mí y de mi aspecto, me dieron la noticia. Quieren destruir su jardín, madre, arrancar sus flores y talar sus árboles, el único espacio de esta casa dónde todavía puedo respirar su aroma y sentir su presencia. Quieren construir un cenador e instalar una pajarera para criar pájaros. Madre, ¿qué pájaro querría nacer sin libertad? ¿ha visto usted pájaros enjaulados que sea felices y canten? Eso sí que no lo iba a permitir. Me armé de valor y me planté ante padre. “Padre, déjeme conservarlo. Lo cuidaré con el mismo mimo y las mismas ganas que lo hacía madre. Padre, por su memoria.” Y aceptó, aún no sé cómo, pero lo hizo. Esa mujer lo ha hechizado con sus ojos negros y su piel tan blanca. A su lado, con mi aspecto de criada, sólo parezco eso, una criada sucia y triste, pero sí, padre me ha permitido conservar su jardín, madre, quizás vuelva el color a mis mejillas y el brillo a mis ojos, quizás regrese la alegría a mi corazón y encuentre la esperanza lejos de esta carta que usted, muy a mi pesar, nunca llegará a leer.
La añoro madre. Cuide de mí. No deje que mi alma se duerma y no vuelva a despertar.
Su hija que la quiere
Cenicienta



 

3 comentarios:

  1. ¡Qué bonito! ¡Cuánto me gusta leer un cuento a estas alturas de la vida!
    Me ha encantado esa imagen de que son bonitas... pero oscuras. Genial.

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  2. Estoy haciendo un curso de escritura con una escritora asturiana, este era un ejercicio para trabajar los puntos de vista del narrador, tiene tres entradas diferentes, la más floja es la del baile, sin embargo a la profe le ha gustado mucho el tema de los colores. Nada Gemma que a la que le gusta meterse en líos se mete hasta el final.

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    1. A mí también me ha llamado la atención lo de los colores, es muy bonito.

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