1. adj. Digno de ser honrado o acatado.
2. adj. Tratamiento que en algunos lugares se da a los titulares de determinados cargos. U. t. c. s.
político, ca.
5. adj. Dicho de una persona: Que interviene en las cosas del gobierno y negocios del Estado. U. t. c. s.
8. f. Actividad de quienes rigen o aspiran a regir los asuntos públicos.
A la luz de la foto del Parlamento Europeo vacío
estos días debatiendo sobre el "conflicto" en Gaza, de
alguna que otra noticia de primera página de periódico nacional y/o
autonómico y de la entrevista que le han hecho hoy a Josep Alsina
vicepresidente de la plataforma civil catalana Somatemps en RNE
en la que ha esbozado un panorama político catalán bastante
más sucio y menos limpio de lo que hasta ahora pensábamos y
sabíamos o mejor, de lo que hasta ahora había salido de las
supuestas fronteras del país catalán y, por tanto, más acorde con
lo que tristemente es el conjunto español, se me plantea la
siguiente reflexión.
A estos políticos que se ausentan les pagamos
entre todos nosotros. Yo contribuyo a la riqueza de este país con mi
humilde trabajo y a las arcas del mismo con una pasta o lo que para
mi es una pasta. Como yo el resto de los ciudadanos de esta España
nuestra, pues impuestos pagamos todos de una u otra forma. Tengo
una nómina de la que cada mes un 20% sólo en concepto de IRPF se va
para la Hacienda Pública. Un 20% que quiere decir que de cada 100
céntimos de euro, 20 céntimos son para las arcas de Papá-Estado
(que somos todos, eso está claro) 1/5 parte de mi trabajo se cuela
en un primer filtro en impuestos. Eso sin tener en cuenta lo que
pagamos de Seguridad Social, cuando la mayoría sabemos o creeemos
que éste es un sistema insostenible y a punto de quebrar que se
sostiene en un equilibrio inestable, en un espejismo. Cada vez
que me tomo un café pago un 10% de IVA. Cada vez que lleno el
coche de gasoil, ya ni siquiera quiero ver lo que me cuesta y menos
echar la cuenta de lo que va para impuestos. Entre
alcantarillado, recogida de basura, tasas y demás, tener agua en Quirós nos
cuesta tanto como tenerla en Oviedo, etc., etc. Si al final me van a
cobrar por mirar como crece el manzano que hay al otro lado de la
ventana en mi casa del pueblo. Nos van a cobrar por respirar y
usar las playas, por pasear por el monte y ver amanecer.
Cuando estudiaba Derecho y veíamos la objeción
de conciencia, se estudiaba de refilón también una figura
llamada objeción fiscal. No recuerdo muy bien los
límites de la misma, pero ahora soy consciente de cuánto aprendí
en Constitucional con aquel profesor tan guapo y tan joven al que la
vida y los años han tratado bastante bien (decididamente voy a tener
que recuperar ese texto del que tanto me estoy acordando estos
últimos meses) Al final la objeción fiscal era algo imposible de
realizar. No era factible. No es factible. Quizás en un mundo
diferente pudiera serlo. El argumento del objetor fiscal era
manifestar su oposición a que una parte de sus impuestos fuera
destinada al gasto militar. Pensad que yo estudié Derecho a caballo
entre finales de los ochenta y primeros de los noventa del siglo
pasado, de plena actualidad la invasión de Irak a Kuwait, que
desencadenó la Guerra del Golfo entre agosto de 1990 y febrero de
1991. Bueno que me pierdo: yo hoy recuperaría esta figura, al menos
como forma de dar un golpe encima de la mesa y como parte del derecho
al pataleo que al final va a ser lo único que nos quede. Pediría
que mi parte de impuestos que es lo suficientemente abultada para
alguien de mis circunstancias, no sólo no se dedicará a
pagar gasto militar, ni ¡OJO! a subvencionar a ningún credo
religioso, sino que tampoco se dedicará a pagar a ningún
honorable y agradecido estómago de profesión político.
Con mi dinero NO.
Estoy sobradamente preparada y soy lo justo de lista para saber que si quiero dedicar parte de mi presupuesto
a Sanidad y Educación, Servicios Sociales y Cultura, Fomento y
Agricultura, Justicia y Turismo (por poner algunos ejemplos) y
convertirlo en hospitales y material quirúrgico, médicos y
profesores, pupitres y tizas, asfalto y señalizaciones, pintura para
viales y quitanieves para el invierno, becas y libros para
bibliotecas... (todo lo que se os ocurra) tengo que quitarlo de otra
partida (principio básico del presupuesto, que se aplica también
al personal y familiar) Yo, sinceramente, lo quitaría de los sueldos
de estos señores, que triste y erróneamente elegidos por nosotros,
se cogen vacaciones y se van con la Paz de Oriente Medio a quién
sabe dónde dejando el Parlamento vacío. ¡OJO! El Parlamento
Europeo, las Cortes Generales y los 17 Parlamentos autonómicos (pues
las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla no tienen, ¡menos mal!)
Que no digo yo que no merezcan vacaciones, sólo que cuando se les
necesita no están y cuando están miran para otro lado. Lo peor
no es que se vayan ahora que están discutiendo acerca de Palestina,
esto es sangrante y vergonzoso, lo malo es que también se ausentan
cuando se tratan otros temas, no más importantes,
pero si que nos afectan más directamente (aunque no podamos,
ni debamos cerrar los ojos ante la batida que está haciendo el
ejército del Estado de Israel sobre la población palestina y que es un
genocidio).
Yo quiero que mi parte de impuestos se destine a que
Susana tenga un nuevo encerado para que pueda seguir enseñando
y Carmen el equipamiento que necesita el gimnasio del nuevo
HUCA en Oviedo, que Chelo pueda seguir adquiriendo novedades para
la biblioteca que gestiona y Nacho y el resto de la gente del
Archivo Histórico sigan teniendo el sistema adecuado para la
conservación de todos los documentos que alberga, que haya fondos
para seguir investigando las enfermedades que ya están siendo y
serán las epidemias del futuro, que López Otín y su equipo puedan seguir investigando, que Blanca y los buenos tengan medios para perseguir a los malos, que la abuela de Luis tenga
derecho a un centro de día gestionado con fondos públicos, que Rafa
tenga derecho a una segunda opinión médica y el colegio Quirós
pueda conservar sus unidades y no le quiten ninguna más por
razones de presupuesto, ni una más.
Quiero que mis impuestos se destinen a mejorar las
instalaciones escolares y los hospitales, las urgencias y los centros
culturales, las vías de los trenes y los museos. Quiero que sirvan para llevar a cabo políticas de
igualdad, de integración, de solidaridad con los menos favorecidos o
con menores oportunidades. No quiero que sigan engrosando cuentas en
Andorra, ni en Suiza, ni en paraísos fiscales, los que sean. Cada
euro que se lleva un político corrupto nos lo roba a todos.
Me pasma la facilidad con la que una conocida
familia catalana sacaba en mochilas millones de euros. Se han paseado por allí como si fuera su cortijo. Me deja atónita la facilidad de algunos para tomar lo que no es suyo. Señores
políticos ¿saben cuánto hay que currar para ganar un millón de
euros? No tendrían tiempo en sus vidas indolentes para hacerlo con
el sudor de su trabajo. Nunca. Jamás. Hay que trabajar mucho. Toda una
vida.
Cada vez que me convocan a las urnas me digo que
será la última que vote. No puedo evitarlo, dicen que el
hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma
piedra. Y yo voy y voto. Una y otra vez, en todas las elecciones, sin
fallar, porque creo en la Democracia, porque creo que nos merecemos un
buen gobierno, porque no somos manada, ni piara, ni recua, ni
rebaño... Somos personas. Personas que no nos merecemos a estos
gobernantes. A mi al menos no me representan, cada día me lo demuestran más.
** La asociación SOMATEMPS representa un colectivo de voluntarios de distintos ámbitos de la sociedad catalana que defienden la identidad hispana de Cataluña.
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