"Deseo que seas muy
feliz. Tú como persona y tú junto a los tuyos. Los niños vienen a
este mundo para ser felices. No debería haber ningún niño que no
lo fuera. Así que te deseo felicidad y que seas capaz de hacer feliz
a los que te rodean, que tu vida sea ejemplo de niño feliz, que
llenes la vida de música, espontaneidad y frescura. Que juegues
mucho, que te rías más, que disfrutes de tu infancia. Que nadie
perturbe tu inocencia. Que no haya Herodes en tu vida ni reales, ni
ficticios. Te deseo abrazos, besos, caricias y risas. Te deseo un
saco de sonrisas para que las regales en el 2014. Que te encuentres
gente amable en el camino que saqué lo mejor de ti."
Bea
la de Lola en "Hugo,
feliz año 2014"
genocidio: (Del gr. γένος, estirpe, y
-cidio) 1. m. Exterminio o eliminación sistemática de
un grupo social por motivo de raza, de etnia, de religión, de
política o de nacionalidad.
infancia:
(Del lat. Infantĭa) 1. f. Período de la vida
humana desde que se nace hasta la pubertad. 2. f. Conjunto de
los niños de tal edad.
indefensión:
1. f. Falta de defensa, situación de las personas o cosas que
están indefensas. 2. f. Der. Situación en que se
coloca a quien se impide o se limita indebidamente la defensa de su
derecho en un procedimiento administrativo o judicial.
Las víctimas no tienen
nacionalidad, sólo son víctimas, mucho más cuando se trata de
niños. Niños que desconocen el significado de un himno y de una
bandera, de un credo y de unas fronteras, si es que alguna vez estos
conceptos encerraron algún significado válido. Niños indefensos.
Cada familia llora y entierra a sus niños muertos. Todos son muertos, sólo
muertos.
Cuando el 12 de junio,
Eyal, Gilad y Naftali, tres chavales judíos, fueron secuestrados y
asesinados, probablemente estaban planeando el verano de sus vidas,
pensando en las chicas con las que les gustaría salir, comentando
los resultados de sus exámenes, ideando unas vacaciones en la playa
o un viaje a la Vieja Europa a conocer la parte de la historia de su
pueblo que nos avergüenza a todos y que no hay que olvidar. Eran
chicos empezando la vida, discurriendo un futuro. Cuando el 2 de
julio Muhammad caminaba por la calle y fue secuestrado y, más tarde,
quemado vivo, sólo era un chaval en la misma situación que los
anteriores, quizás acudiera a clase de música o estuviera pensando
en los resultados del Mundial que se estaba celebrando tan lejos, tan
cerca. Poco importaba en aquel momento cuál era su religión, su
país o su nacionalidad. Cuando todos ellos, unos antes y otro
después, aparecieron muertos, eran tres judíos asesinados por
terroristas de Hamás y un palestino asesinado por un radical judío (así calificó la prensa tendenciosa a los asesinos: unos terroristas y otro radical).
Estas muertes fueron la excusa, aunque la maquinaria de Israel necesita
pocas excusas para ponerse en marcha y arrinconar al pueblo palestino. Ahora
bien, no debemos olvidar que ni todos los judíos son genocidas, ni
todos los palestinos son terroristas.
He visto a una madre
judía pedir que los culpables del asesinato de su hijo y sus amigos
fueran llevados ante la justicia y que no se contagiase a personas
inocentes el dolor ilimitado que ellos estaban sintiendo con la
pérdida de los suyos. ¿Cómo puede una madre mantener un mínimo de sentido común en
medio de la sinrazón?
He visto a gente sentada
en sillas de playa observando como el ejército israelita bombardea
las poblaciones palestinas, arrasándolas en busca de objetivos
terroristas reales o imaginados. Admirando y aplaudiendo el espectáculo impecable
de luces y explosiones como en un cine de verano, ignorando que esas
bombas o ¿acaso no? son el telón de un escenario en el que se
representa un guión de muerte y exterminio.
He visto la foto de un niño palestino con el cráneo vacío en brazos de un padre roto por el dolor ante su hijo muerto, ayer otro niño palestino sujetaba la mano de su madre a la que se le iba la vida mientras lloraba a gritos. Quitando que tengo mis dudas del efecto que produce en nosotros la obscenidad de estas fotos que muestran el dolor desnudo y absoluto de padres e hijos, soy consciente de que también son el testimonio y la radiografía misma de lo absurdo y sin sentido, real e histórico que se están viviendo hasta ahora mismo en Palestina. No creo sinceramente que publicar estas fotos nos lleve a ninguna parte, pero que a estos niños les roben la vida, la infancia y el alma, que estos niños tengan grabadas para siempre en sus retinas las imágenes que están viviendo o, mejor dicho, las imágenes de los que están muriendo a su alrededor, no tiene nombre.
Se me rompe el corazón pensar que ese niño sin media cabeza en brazos de su padre, que ese adolescente que abraza el cuerpo muerto de su hermano ya sin color en sus mejillas asesinado mientras jugaba con sus amigos en una playa, podría ser uno de los nuestros y llamarse Pablo o Jorge. Sin olvidar lo que pasó en el pasado, esto también es un genocidio y está ocurriendo ahora y los otrora perseguidos son ahora perseguidores.
¿Qué busca Israel
aparte de terror y muerte? Israel busca despojar al pueblo palestino
de lo suyo: de sus casas y sus tierras, de sus jóvenes y sus niños,
de su futuro y de su esperanza. Busca atraparlos en una cárcel de
barrotes invisibles donde sin ninguna posesión, imposibilitados
para acudir a sus trabajos, sin agua y sin comida, sin electricidad y
sin libertad pierdan los restos de la cordura que les queden. ¿Cómo
no va a crecer la semilla de la venganza en la tierra palestina si la
están sembrando los vecinos israelitas?
Es inmoral herir y
golpear a un pueblo que está en su tierra, la que siempre ha sido
suya, hasta que su única salida sea revolverse y morder ellos al mismo tiempo al
puño que les aplasta. Al mismo tiempo, sí, pero en desigualdad.
Unos, los grandes, con el apoyo tácito o expreso del Gobierno del
país más poderoso del mundo que mima al guardián de sus intereses en semejante polvorín y con la complicidad de la comunidad
internacional que mira para otro lado cuando Oriente Próximo arde.
Otros, los pequeños, con palos y piedras. En esta batalla desigual
David no vence a Goliat
La historia de un país no se puede escribir con sangre, ni de miembros lacerados, ni a golpe de mortero, ni a golpe de misil. La historia de una tierra la escriben sus científicos, sus escritores, sus pintores, sus actores y actrices, sus hombres y mujeres de bien. La escriben los jóvenes y los niños si los dejan crecer. La historia de un pueblo no la deberían de escribir nunca sus políticos, ni sus jerarcas, ni sus líderes religiosos, cuando todos éstos sólo saben masacrar al débil, aplastar al diferente, acabar con las minorías, alimentar el odio, tratar a sus vecinos como a insectos a los que exterminar.
¿Es imposible la paz en esa tierra? ¿Cuántos Cristos con cuerpo de niño son necesarios para poner fin a una locura que dura ya demasiado tiempo? Esta claro que en aquellas tierras confluyen demasiados intereses que no colaboran en absoluto a poner fin a la tragedia.
La historia de un país no se puede escribir con sangre, ni de miembros lacerados, ni a golpe de mortero, ni a golpe de misil. La historia de una tierra la escriben sus científicos, sus escritores, sus pintores, sus actores y actrices, sus hombres y mujeres de bien. La escriben los jóvenes y los niños si los dejan crecer. La historia de un pueblo no la deberían de escribir nunca sus políticos, ni sus jerarcas, ni sus líderes religiosos, cuando todos éstos sólo saben masacrar al débil, aplastar al diferente, acabar con las minorías, alimentar el odio, tratar a sus vecinos como a insectos a los que exterminar.
¿Es imposible la paz en esa tierra? ¿Cuántos Cristos con cuerpo de niño son necesarios para poner fin a una locura que dura ya demasiado tiempo? Esta claro que en aquellas tierras confluyen demasiados intereses que no colaboran en absoluto a poner fin a la tragedia.
La comunidad internacional es culpable y tiene las manos manchadas de sangre. Cada uno de nosotros también somos culpables. Hay más conflictos,
conflictos que pueden enquistarse igual que éste, enquistados ya para siempre, no olvidemos
a Ucrania, ni a Siria auténticas bombas de relojería. Tampoco que desde
Dubrovnik, destruida durante la guerra de los Balcanes, se ve la costa
italiana y que la Unión Europea tampoco hizo nada entonces. La
memoria es fugaz y a menudo juega a despistarnos.
Quizás es cierto que las puertas el infierno están en la Tierra Prometida.
Quizás es cierto que las puertas el infierno están en la Tierra Prometida.
Hola Bea:
ResponderEliminarHan transcurrido cinco días desde tu post y la ofensiva israelí sobre Gaza continúa. Van 121 niños muertos. Los telediarios también dicen que un soldado israelí fue canjeado por un millar de prisioneros palestinos. ¿Es esa la relación de valor entre palestinos e israelíes? ¿Uno por un millar? ¿No se supone que somos todos iguales? Está claro que no, esas son tonterías de mujer blanca occidental.
Comprendo que las cosas no son tan sencillas como puede parecer, que es un conflicto enconado por años y años de luchas, que hay demasiados muertos y demasiado odio, pero algún día habrá que ponerle fin a tanta barbarie.
Y no solo a la guerra, sino a la humillación de la vida cotidiana en Palestina, a la falta de recursos, al estrangulamiento de su economía. Así solo consiguen que sus habitantes prefieran morir a vivir porque apenas tienen nada que perder.
Te recomiendo que veas la película "Omar" si es que la ponen por Oviedo, es palestina, no es un panfleto y es muy buena.
Un saludo.
No somos todos iguales, eso sólo ocurre sobre el papel. Ayer un amigo del Facebok que escribe poesía se preguntaba cómo sería el mundo si no tuviera tejados, ni paredes, ni puertas y los vecinos fueran vecinos y no extraños. Este chico, que es de Gijón, escribe muy bien. Bueno, el mundo existiría igual y tendríamos un único suelo, la tierra que pisamos, y un único techo, el cielo que admiramos. Entonces si seríamos iguales, pero seguirían existiendo las guerras, aunque el motivo seguramente no sería la tierra. Gracias Gemma, un besín.
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