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miércoles, 20 de mayo de 2020

Solidaridad en tiempo de pandemia.



Orestis y su familia podrían ser los protagonistas de una historia más de este tiempo extraordinario, de esta pandemia que nos ha tocado vivir, una de tantas como han vivido los ciudadanos de este país, pero su historia es única porque es la suya propia y porque suma a las dificultades añadidas a este encierro impuesto (muerte, soledad, pérdida de seres queridos, enfermedad, incertidumbre laboral, viviendas precarias, brecha educativa y digital, ...) la solidaridad tevergana. El fantástico mantra “quédate en casa” no ha sido igual para todas las familias, de hecho, seguramente habrá habido tantos “quédate en casa” diferentes como personas pueblan este planeta llamado Tierra. Pero volvamos a Orestis, si ya era complicado el día a día de esta familia monomarental ovetense, estos dos últimos meses lo han puesto patas arriba. Orestis es autista severo, con un 75% de discapacidad reconocida, y la idea de vivir confinados se presentaba ante ellos con un horizonte de incertidumbre y un auténtico reto. “Vivimos en un piso de 80 metros cuadrados, mi madre de 74 años, mis dos hijos mellizos, Carmen y Orestis, y yo.” nos cuenta María, la madre de Orestis, “estar 24 horas con tu hijo con autismo en un piso, un autista severo, es complicado. Orestis es sensorial, hiposensible, necesita moverse mucho y hacer ruidos, tocar cosas ásperas. Es otra dimensión de persona. Está conectado con la naturaleza y la naturaleza es analógica, no digital, tiene olores, sabores, texturas, ruidos y pueden llenar su hiposensibilidad”. Con el panorama desalentador de tener a su hijo encerrado amaneció el pasado 13 de marzo. La suspensión de las clases, Orestis acude al Colegio de Educación Especial de Latores, y la paralización de los servicios que, en este caso, prestan voluntarios y técnicos de Cruz Roja, unido a la preocupación de convivir con la abuela, obligaron a María a buscar opciones y así se echó a la calle, movió a sus contactos y buscó soluciones, aunque fueran temporales. Esta joven madre que a estas alturas se declara “agotada” no escatima trabajo ni esfuerzo a la hora de encontrar soluciones pero es este caso la respuesta vino de la mano de una empresaria de turismo rural tevergana que decidió ceder sus casas rurales, cerradas durante el confinamiento, a familias que se encontrasen en situaciones especiales. Así y gracias a la solidaridad de esta joven emprendedora, que en todo momento ha ocupado una discreta posición no pretendiendo ningún tipo de reconocimiento ni protagonismo, solo hacer lo que consideraba necesario y echar una mano, María y sus hijos, la abuela Olga se quedó en Oviedo haciendo su cuarentena, se trasladaron a la antigua escuela de Entrago en Teverga. “La casa rural es muy bonita. Me gustó la idea de que fuera la antigua escuela, es amplia y cómoda, de madera y piedra. Orestis estaba tranquilo y jugaba mucho con su hermana.” Establecidos de forma temporal en su nuevo hogar también diseñaron nuevas rutinas, fundamentales para estos niños. “Bajábamos todos los días a la compra a San Martín y la gente fue muy amable, nos tenía preparado el pedido para que Orestis no tuviera que esperar mucho.” María habla con mucho cariño de la gente de Teverga, también elogia la calidad de la cesta de la compra que hacía allí “la carne de Basi es buenísima y los productos de la panadería me encantaron. La gente fue cordial. Me consoló un poco de esa distancia que hay que mantener con el otro. Para mí esta distancia es desamparo pues yo realmente necesito mucha ayuda con Orestis. Las cosas no están tan mal, lo vamos llevando. Iba a su cole y tengo un apoyo de Cruz Roja y, de repente, te quedas sola con él y no puedes hacer nada, ni teletrabajo. Entiendo la situación pero para mí esto es muy difícil de llevar”. Así María ha bautizado esta la distancia social impuesta como “distancia del desamparo”. En realidades en las que la presencia física y el contacto se hacen imprescindibles añadimos a la soledad el desamparo y así lo han vivido muchas de estas familias. María, a pesar del miedo, hace una lectura positiva de estas semanas que ha pasado en Teverga “me ha gustado mucho la experiencia, se han ofrecido siempre a ayudarme y además me he enterado que la maravillosa pediatra de mis hijos, Laura García Riaño, nació a dos casas de la escuela. Ahora entiendo porque es tan maja, tevergana tenía que ser”.

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