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domingo, 17 de mayo de 2020

Lo raro es vivir

Hay veces en que lo normal pasa a extraordinario así por las buenas y lo notamos sin saber cómo. [...] Y sobreviene el miedo o la parálisis.” Lo raro es vivir, Carmen Martín Gaite.




Y así, hasta ayer hizo dos meses, lo normal, que era desayunar en el patio de mi casa cada domingo hiciera sol o no lo hiciera o tomar café apoyada en el quicio de la puerta mirando la lluvia caer con fuerza o desganada o escuchando la nieve depositarse lentamente sobre la tierra que pisamos y nos acoge, salir a buscar leña para avivar el fuego de la chimenea o intentar salvar el fuego que me quema tantos días por dentro amenazando morirse y yo con el, ver la hierba crecer y las estaciones llegar, quedar y pasar una tras otra, eso, lo normal, no atendiendo al tiempo que pasa sin prisa y sin necesidad de llenarlo de cosas, dejó de serlo para convertirse en lo extraordinario. Y no sé si fue por las buenas o por las malas pero fue y cambió para siempre nuestras vidas.
Y así igual que un hombre normal se convierte ante tus ojos en extraordinario o descubres en tus carnes que alguien aparentemente bueno es un monstruo o un mentiroso o un traidor, lo normal, lo que no vemos, ni apreciamos, lo que no escuchábamos porque estábamos sordos o porque el ruido exterior o el que clama desde dentro silenciaba todos los sonidos que sí merece la pena escuchar: los pájaros que ocuparon el parque reconquistando su espacio, a las palomas en su cortejo de primavera, el llanto esperanzador de un recién nacido o una madre que regaña a sus polluelos con cariño pero no exenta de estricta rigidez, el ruido de platos y de cazuelas, el olor de los guisos que volvieron para poblar la escalera que nunca habían dejado de habitar, el sonido de los aplausos, el resonar los pasos por las calles,... empezamos a escuchar durante este tiempo extraordinario todas esas cosas normales que el ruido disfrazaba y que habíamos convertido en mudas presos de otros sonidos. Todo lo que hacíamos sin darnos cuenta: tocar, abrazar y besar a nuestros seres queridos. Todo dejó de ser normal y se revistió de un halo de excepcionalidad.
Y así lo raro fue vivir. Vivir como veníamos haciéndolo, vivir como creíamos que se hacía. Imposible leer para los lectores, amar para los amantes, seguir los caminos trazados, avanzar por la vida sin pausa, respirar de forma acompasada, sembrar la tierra, creer que la vida era esto que pasaba mientras  estábamos atrapados en un eterno día de la marmota y el mundo giraba sin tener en cuenta nuestros deseos. Hay un antes y un después, el que convirtió lo normal en singular, lo ordinario en insólito. No había respuestas a las preguntas porque no existían repuestas a todas las preguntas y así aprendimos a vivir con el paso cambiado y ahora lo raro es vivir.


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