Las bibliotecas son mucho más que libros colocados en estanterías esperando que los tomes prestados. Las bibliotecas son personas. Personas que hacen comunidad. Bibliotecarias y bibliotecarios que trabajan como héroes, batiéndose el cobre frente a las administraciones que tantas veces las olvidan, colocándolas las últimas de la fila en cuanto a presupuesto, visibilidad y protagonismo dentro de la vida cultural de nuestros pueblos y ciudades y fuera también casi siempre de los programas políticos. Qué importa la cultura en el despiadado y cruel reino del neocapitalismo. Mientras esto pasa, mientras las bibliotecas públicas de Gijón por ejemplo, llevan siglos sin incorporar nuevos títulos a sus fondos, movilizando a cientos de usuarios gijoneses en su defensa, los hombres y mujeres que trabajan en ellas están todo el tiempo pensando en qué hacer para crear y/o reforzar y hacer crecer esa comunidad que mencionaba arriba. Clubes de lectura, encuentros con autores, rutas literarias, viajes en busca de referentes literarios, cuentacuentos, conferencias, teatro, formación e información en nuevas tecnologías, alfabetización digital, ... son eso y mucho más, infinitamente más. Y qué decir de los lectores y lectoras. Las bibliotecas crean lazos de hermandad, espacios de encuentro y entendimiento, diálogo y debate. Hacen amigos, ponen en común a personas que de otra forma difícilmente se conocerían. Escritoras y poetas, fotógrafos y amas de casa, maestros y funcionarios, artesanos y músicos, de todas las edades, de todos los estratos sociales. Las bibliotecas son, sin ninguna duda, personas.
Se me ocurre para no extenderme más (que sí, que soy una rollista) hablaros de su papel en la democratización de la cultura. No hay nadie que no pueda entrar en una biblioteca, siempre que tenga acceso a una, claro, y cumpla un mínimo dentro de los usos y costumbres exigibles para vivir en sociedad. No se pide nada para ser miembro de este selecto club integrado por millones y millones de personas en todo el mundo y que maneja un sencillo y universal método de trabajo, un lenguaje entendible por todos, el requisito es leer, respetar el libro que te llevas, tratarlo con amor y devolverlo a su sitio. Las bibliotecas son también a fecha de hoy, una herramienta fundamental en la sociedad de la información en la que estamos inmersos, son auténticas fórmulas para corregir la exclusión digital que es sinónimo de exclusión social por pérdida de información y de oportunidades laborales principalmente. El acceso a los medios digitales en concreto a Internet facilita la vida a muchos usuarios permitiéndoles estar en el mundo virtual que tanto tiene que ver con el día a día.
Cuenta Carlos López Otín en su libro "La vida en cuatro letras" (aunque yo ya lo conocía precisamente por mi bibliotecaria) que existe una actividad que practican los japoneses y que se conoce como "baños de bosque". Consiste principalmente en caminar a través de uno de los numerosos bosques que tiene el país (un 70% de su territorio está cubierto de bosques) combinando el paseo con ejercicios de respiración, coordinación, relajación y psicomotricidad y dice que este ejercicio de comunicación con la Naturaleza y con nosotros mismos ayuda a generar cambios positivos en nuestras vidas por contacto con ese entorno natural favorable. Pues yo que no soy ni de lejos una persona autorizada en ningún campo aunque me atreva a opinar de casi todo, os diría, daros un baño de bosque y alternarlo con uno de bibliotecas, cuidar el cuerpo y la mente, estar en contacto con la naturaleza y con la sabiduría que nos traen las bibliotecas seguro, seguro que podremos entender mejor el mundo y ser un poco más felices.
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