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jueves, 2 de mayo de 2019

Las tormentas.


Con la primavera llegaron las tormentas. Estaba advertida. Las que me inquietaban y alimentaban con rabia y sin piedad todos mis miedos, llenándome de dudas, despertando fantasmas que no sospechaba pero me acechaban en cada esquina para acompañarme y no dejarme sola, tomándome del brazo para ayudarme a cruzar las avenidas o lanzándome sobre los coches, perdiéndome  aún más en el complejo laberinto de la vida. Las tormentas eran como el Minotauro. Ellas persiguiéndome, yo buscando la salida. Crecían desde mi propio interior. Traían consigo una lluvia que caía a borbotones, golpeando con fuerza en los tejados de uralita, el sonido seco y bronco de los truenos, la luz de los relámpagos, el granizo a destiempo, como en una estación de paso descolocada en momento y espacio. Resonaba todo en mi interior como un eco, como tambores lejanos que anunciaban una guerra, que presagiaban un tiempo convulso, extraño, raro,...Tenía que haberlo visto, tenía que haber advertido lo que se avecinaba. El cielo negro, los oscuros nubarrones querían decirme algo. Señalaban los cambios que vendrían, apuntando la llegada de un tiempo de silencio, de fracaso interior y colectivo, de siluetas que se agigantaban en callejones oscuros prestas a destrozar ilusiones y esperanzas, sueños y futuro, de quienes susurraban calumnias que ensuciaban el honor de aquellos a los que luego llamaban amigos, los que tenían que callar y avergonzarse, pero en su lugar ensuciaban las vidas ajenas. Con las tormentas me abandoné al dolor y fueron ellas las que me llevaron por cunetas llenas de barro y piedras arrancadas de la tierra violentada. Noches largas de insomnio y cuchillos bajo la almohada para protegerme. Mi propio naufragio en un tiempo ajeno, testigo también de un naufragio ajeno en mi propio tiempo. Nunca más la guardia bajada. Y tras la tormenta, la soledad que produce el vacío de sonidos, el escucharse a una cuando no quieres hacerlo, el abandono a mi suerte, la pena que me dejó vacía de palabras e ideas, muda de historias que contar, seca la tinta en el tintero, seca yo misma por dentro y por fuera. El "ya te lo dije" de tanta gente amiga. La infinita pena y el desconsuelo infinito, el abandono y la mala gente. La inocencia quebrada.
Resolverán las dudas que quedan aún sobre la mesa una vez levantadas las cartas? Nadie sabe que suerte deparará el destino, pero de mi mano ni un mendrugo de pan, ni una palabra de aliento y un deseo que me reservo. Ojalá la vida golpee donde más duele a quien pasa el tiempo discurriendo la fórmula para hacer daño, ojalá la vida devuelva la maldad que van sembrando, ojalá lo veamos y podamos aplaudir el fin de una forma de hacer.
Después de las tormentas, la primavera vestirá de vida cada huerto, pero alguno en el que solo se sembró la cizaña se cubrirá de sombra permanente y nunca más dará fruto. Así será y así lo espero.

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