Durante muchos
años el pan fue el alimento básico e imprescindible de la dieta de muchos
hogares. El “pan nuestro de cada día” o que “no nos falten el pan y la sal” son
expresiones comunes no sólo de aquella época de “fame” y necesidad, sino que
hoy mantienen plena actualidad. En Quirós no podemos hablar de gastronomía y
tradición sin mencionar al “pan de escanda” un pan muy sabroso y apreciado,
sobre todo, para aquellos que tuvimos la suerte de poder disfrutar del que
hacían nuestras madres y abuelas. Es un pan oscuro, no especialmente tierno, que
se conserva muy bien y que encierra en sí mismo parte de la historia y
costumbres quirosanas.
En un momento en que muchos
hogares han vuelto a interesarse por la fabricación artesana del pan, no está
mal recordar un proceso, el de “hacer pan”, que nos retrotraerá a muchos de
nosotros a aquellas mañanas de calor en pleno verano junto a la cocina de
carbón mirando como “lleldaba” la masa, deseando que tu “güela” te dejará
formar un “bollín” de cuernos o colocar un “huevín” cocido en medio de la bolla
que llevarías de romería el día de Alba o el de San Roque. Era un tiempo
larguísimo el que teníamos que esperar mientras se “arroxaba” el horno, se “enfornaba”
y, por fin, se sacaba la “forná” Es en este momento, el de “qué forma más
guapo”, “qué buen color”, “qué bien te salió esta vez” cuando las mujeres
respiraban orgullosas y colocaban los panes en la masera a esperar que enfriaran,
era el tiempo de descansar un rato o de seguir con las tareas cotidianas tras
un día que había empezado muy temprano. Mientras tanto, los más pequeños sólo
esperábamos poder comer un buen pedazo de aquel pan caliente y prohibido porque
podía hacernos mal a la barriga, que había llenado de olor a pan todos y cada
uno de los rincones de la casa.
Tres elementos son necesarios
para que el milagro del pan de escanda se produzca: el cereal, los fornos y
las mujeres.
La escanda es
una variedad de trigo que se cultiva en estas zonas de montaña porque tiene una
mayor resistencia a las condiciones del clima. Durante muchos años las tierras
de pan eran incluso mucho más abundantes que las de maíz, el otro cereal
fundamental en la época. Hoy, sin embargo, el cultivo de escanda en Quirós se
encuentra reducido a pequeñas tierras que se siguen sembrando por costumbre y
casi únicamente para el consumo familiar. Así quedan tierras de pan en
Bermiego, Cortes, Toriezo, Faedo y Las Llanas. En la seronda, dicen que en
Salcedo en Rechampo llegó a sembrarse escanda incluso en enero, empieza la
siembra del cereal. Se siembra la “erga” (el grano de escanda antes de haberle
quitado la cascarilla), se “salla” y se “arrianda”. Llegado el fin del verano,
entre agosto y setiembre, se recoge la escanda. Es un trabajo muy laborioso para
el que se necesita a toda la familia. Las espigas sólo pueden cogerse a mano,
una a una, o como mucho con “unes mesories” (especie de tenazas de madera que
sirven para arrancar las espigas de la planta) y te permiten, cuando aprendes a
usarlas, coger varias espigas a la vez. A la tierra a “coller” pan hay que ir
con manga larga para que las plantas de pan no te arañen. Recogido el pan se
lleva al hórreo para que se sequé y de ahí, al rabil en dónde las espigas se
chamuscan para quemar las aristas y se mallan para deshacerlas. Se introducen
por la tolva y bajan a la piedra para quitar la cáscara del grano. La cáscara es
muy ligera y para separarla del grano se ayudan con un ventilador. Ese deshecho
es la llamada “poisa”. De manera que en el rabil es dónde sale la escanda
separada, cayendo a una especie de cajón que recoge los granos de escanda limpios. De el molín de
pisar al molín de moler, que son cosas diferentes. En el primero se separa el
grano de escanda de la cáscara y en el segundo la escanda se muele. Ambos son
hidráulicos, es decir, empiezan a funcionar cuando el río trae agua para poder
mover la maquinaria.
En la actualidad hay un rabil
funcionando en el pueblo de Bermiego. Balbino Martínez ha rehabilitado y puesto
en funcionamiento un molín de pisar que pertenece a Diego el de Proaza. Balbino
habló con Diego y le comentó que podía ser interesante limpiar y echar a andar
de nuevo el molín. Hoy este molín recibe escanda de Lena, Aller e incluso de la
zona de Langreo, también de los pocos quirosanos que siguen teniéndola. Existe
al menos otro rabil en Veiga, pero en la actualidad no está funcionando.
Pero
el pan de escanda no sería tal sin los “fornos artesanos”. Fornos que desde
siempre han estado integrados en nuestras construcciones tradicionales, de
manera que muchas casas los conservan siendo fácilmente reconocibles. Desde
afuera en las casas hay adosada una especie de construcción circular cuya boca o
puerta habitualmente está en la cocina. Hoy mucha gente enforná en casas de sus
antepasados en las que han conservado los fornos mientras que las casas
modernas o reformadas o bien no los han incluido o simplemente los han quitado.
Mientras la mujer realiza el proceso de amasar en una masera en la que se coloca
mitad y mitad de harina de trigo y de harina de escanda, más o menos, dependiendo
un poco del gusto de cada familia y para lo que se ha usado el “furmientu” (de
la última masa fermentada, las mujeres retiran un pedazo que usarán para
fermentar la nueva masa). Se prepara el forno mientras la masa llelda. Para
ello se enciende utilizando distinto tipo de madera que puede ser de avellano,
de fresno y de haya, ésta última es muy buena debido a su alto poder
calorífico. Se trata de conseguir que los ladrillos estén en caldea, esto
ocurre cuando el forno por dentro está blanco hasta la puerta. El horno ha
alcanzado ya la temperatura ideal para cocer y no para quemar. Utilizamos aquí
varias herramientas propias de esta tarea. El “serraorio” una vara larga con la
que mover las brasas para ir repartiendo el fuego dentro del horno, eso se
llama “sorrascar” y tradicionalmente hay que hacerlo al menos ocho veces. Una
vez listo el horno y preparados para introducir los panes que hemos ido
formando, se barre el horno con una escoba de sabugos o de boje que aportará
aroma al pan. Le llega entonces el turno a la pala de enfornar, que es una pala
de panadero con un mango muy largo sobre la que se pone de uno en uno cada pan
que queremos ir colocando dentro del horno. Es un proceso que hay que realizar
con cuidado porque los panes no pueden estar muy juntos para que no se peguen,
ni tocando las paredes del forno para que no se quemen. Por ultimo, se usa la
“cayá” que finaliza el proceso de colocar los panes dentro del forno y con la
que los acercaremos a la puerta para sacarlos al finalizar la cocción. En algunos
sitios debajo de cada pan, para que no se manche, se coloca una hoja de berza.
Una oración y a esperar.
Miedra
pan que la cama se t’esfai
Pan
en el forno, Cristo sobre todo.
A
San Isidro Labrador, a San Antonio Bendito Nos defienda’l ganao y a nosotros de todo pecao
Amén, Jesús.
No es posible
hacer pan de escanda sin la confluencia de escanda, forno, pues nunca se va a obtener
el mismo resultado en un horno de gas o eléctrico, y mujeres que por creencia,
tradición o costumbre rezaban para que todo se llevará a buen fin y bautizaban
los panes antes de meterlos en el forno haciendo la señal de la cruz con un
tenedor sobre ellos. Sea este un homenaje a cada una de ellas sin excepción.
Muy interesante. En La Mancha nuestra harina es la de candeal, que es esponjosa y blanca, como las nubes. Supongo que es cuestión de geografía: la escanda es agreste, como las montañas de la que hablas. Mi pan, domina el horizonte, como el paisaje plano de aquí. Te adjunto parte de un poema que me ha venido a la mente al leer el principio de tu post. Es de Eladio Cabañero:
ResponderEliminarPoned el pan sobre la mesa,
contened el aliento y quedaos mirándolo.
Para tocar el pan hay que apurar
nuestro poco de amor y de esperanza.
Mirad que el pan, entre el mantel,
más blanco que el mantel de hilo blanquísimo,
tiene, como señales de su hornada,
el último calor que no da el sol al trigo.
Mientras que nos invita,
mientras que da su premio conmoviendo
de dichosos temblores nuestras manos,
podemos merecer el pan de hoy.
Gracias Gonzalo, me ha encantado el fragmento "en un premio" como el pan mismo.
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