Y he empezado a leer en el orden oportuno las dos obras, os dejo mis impresiones:
"Omara la trapecista"es una novela erótica, en algunos momentos hasta pornográfica. Hay una auténtica orgía de sentidos e incluso un poco de exceso de órganos sexuales. Omara muestra la parte de la mujer que escandaliza hoy, aquella que disfruta con el sexo y la que escandalizaba entonces en un escenario el de nuestro país atrapado por la mediocridad de sus gobernantes y por los tonos grises. Pero debajo de lo puramente erótico está la descripción maravillosa que Manuel Herrero hace de la España de la posguerra. Una España donde nada es lo que parece. De manos de Coldo, el hijo del alcalde, un chaval que está despertando a la vida a base de decepciones y alguna que otra alegría, el autor va dibujando en cada uno de los personajes la vida de aquella época: la miseria que envuelve a Paquito y el estraperlo, la pobreza moral de los poderes fácticos del momento, la Iglesia y la guardia civil, el miedo metido en los huesos y la utilización del sexo como llave que abre puertas. Historias conocidas por todos pero no menos dolorosas por ello. El argumento es sencillo. Coldo encuentra casualmente un libro en la biblioteca de su padre y se dedica a animar la vida de sus vecinos, leyéndolo en un destartalado vagón de tren de la que vuelven a sus casas tras una dura jornada de trabajo. El libro y su lectura durante este trayecto les cambia la vida a todos, a ellos y a sus mujeres, al menos durante el tiempo que Coldo consigue prolongarlo evitando que se acabe. Coldo regala a sus compañeros de vagón a Omara en todo su esplendor, desnuda, animal y libre, añadiendo calorías a unas vidas desnatadas y descubriendo allí mismo en aquel triste vagón un auténtico paraíso carnal.
Y vamos con "Omara en el París de las Maravillas" Tiene esta segunda novela el mismo protagonista, la misma ciudad como escenario y el mismo esquema que la primera. Coldo regresa en la época actual a Oviedo, su ciudad natal huyendo de la enfermedad y de la cárcel y encuentra protección y abrigo en la Residencia Luz del Señor. La vida allí transcurre de manera gris siguiendo el devenir de aquellos que están ya en el crepúsculo y a los que sólo les queda esperar la llegada de la muerte. La residencia es un sitio particular. En ella ocurren cosas que no sucederían en un geriátrico normal. Las monjas son especiales y mantienen una cercana relación con sus empleados. Coldo, que aunque limitado en movimientos, no ha dejado de discurrir, cree que las personas allí recluidas y en algunos casos aparcadas, merecen algo más en el ocaso de sus vidas que un yogur o una gelatina de fresa como postre y cuando, por casualidad, se reencuentra de nuevo a su querida Omara, procedente también de una colección privada, decide que hay que poner a vivir a los ancianos y que no hay mejor forma de hacerlo que con la inestimable ayuda de nuestra puta favorita. Volverán a leer, esta vez no será dentro de un vagón de tren, ni serán las alcobas de los obreros en las se recrearán las más intrépidas aventuras. Serán los ancianos los que vivirán una postrera y lúbrica primavera. Nada ni nadie son lo que parecen, pero hasta aquí puedo leer. Tenéis que acercaros a ella, eso si, hacedlo sin pudor y sin complejos. Las aventuras de Omara se ambientan en París, una ciudad alegre y divertida, abierta al arte y a las vanguardias. Omara estará rodeada de los más grandes artistas y con ellos escribirá gloriosos pasajes de la historia del arte contemporáneo. En mi opinión, esta Omara es más divertida que la primera porque vive situaciones totalmente hilarantes. La ancianidad y la decrepitud, la decadencia sexual y la soledad (comentario aparte merece la particular relación entre Pachu y la gocha Gloria) reflejan fielmente una realidad que está ahí. Dijo el autor en la presentación algo así como que cree que se puede hacer mucho más con los ancianos, más que aparcarlos, más que castrarlos, más que negarlos. La senectud es una etapa más de la vida y no por ser la última tiene que ser la peor. Qué mejor momento para reconciliarnos con nosotros mismos que el final del camino.
Respecto a la edición, "Omara la trapecista" viene en un envoltorio bonito y delicado, tan discreto que pasó desapercibido en muchas de las estanterías de las librerías en las que se vendió. En su presentación nos contaron como anécdota que en los albores del tercer milenio tuvo la novela algunos problemas de distribución hasta el punto que a día de hoy pasa por ser una obra descatalogada a salvo de los ejemplares que obran en poder de la editorial. ¿Censura en el siglo veintiuno? Yo más bien diría catetismo, pero ese es otro tema. "Omara en el París de las maravillas" tiene al contrario una de esas cubiertas que llenan un escaparate, que te llaman desde él con la promesa no siempre cierta de que dentro se esconde una historia inolvidable y te animan a comprarla, provocándote a leerla. Pasa con algunas cubiertas de novelas como pasa con algunas personas, el exterior es tan bonito que te atraen antes incluso de conocerlas (craso y común error en muchas ocasiones, no en esta caso).
Me gusta Omara, no por los pasajes explícitamente sexuales, ni el erotismo que destila en cada una de sus páginas, me gusta Omara por lo que significa de libertad frente a cadenas, de color frente a vidas escritas en blanco y negro, de exceso frente a contención, de calor frente a frío, de vida frente a muerte. El sexo nos hace iguales, nos empequeñece y/o nos engrandece. La vida es maravillosa, pero con sexo es aún mejor. Probablemente en este país, si leyéramos, folláramos y nos riéramos más (da igual el orden) ¿todo iría mejor? No sé, pero seguro que todo se vería de otro color.
Os recomiendo que leáis las novelas, que conozcáis a Omara, trapecista y puta, que os acerquéis a ella sin pudor, sin miedo, sin prejuicios. No os arrepentiréis.
Excelente reseña la que nos traes de las dos novelas Bea!. Ahora ya me ganas porque a la segunda todavía no le pude hincar el diente...pero ya caerá, ya caerá jeje!
ResponderEliminarSin duda Omara destila libertad por cada poro de su piel, ole!!!
Un beso!
Sandra.