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sábado, 26 de febrero de 2022

Juanjo, el último en abandonar la escanda



Cada agosto, pasado el tiempo la yerba, las mujeres y los hombres de Bermiego recogían la escanda. Las cortinas de pan doradas por el sol, La Tuxa, Valdeviḷḷar, Rozás, El Pusaorio, Los Vaches, La Techera, La Grade, L'Oteiru, Ardabín, El Porqueiru y Abechas… todas ellas tierras sembradas, tierras de pan, hombres y mujeres a pleno sol esmesoriando porque “La escanda se tiene que coger con mucho calor. Las espigas tienen que estar a sol fuerte por lo menos dos horas” nos dice Juanjo Viejo, el protagonista de este reportaje, mientras nos enseña unas mesorias de más de medio siglo de antigüedad “eran de Adela, vino un día a ayudarnos y se las dejó a mío Ma”.  Juanjo es el último de los de Bermiego en abandonar la siembra de escanda, un cereal de montaña que tanto avío hizo a la gente quirosana en un tiempo donde no había harina de trigo o no estaba al alcance de todos, un tiempo donde la fame se solucionaba de la mejor manera posible, con los frutos de la tierra, con el sudor de la frente y el trabajo casi siempre manual, una forma de vida que echo a muchos en busca de otras oportunidades y que fue la fórmula perversa para que la montaña se desangrase perdiendo su valor más grande: la gente, pero esa es otra historia. Hoy nos interesa la tradición que ha seguido Juanjo que nos recibe en su casa junto a su mujer Rosa, una quirosana de adopción que ha aprendido estas costumbres ancestrales para hacerlas suyas. (Juanjo y Rosa son los padres del ciclista ya retirado Dani Viejo, mi primera entrevista para La Voz del Trubia allá por 2015).



Juanjo es un amante del pan de escanda. “Ese pan que levanta y tiene riscos. Mi familia tomó el relevo de mi tía Manuela, la de Celestino, fallecida en 2009. Aquel año tenían una tierra de escanda en La Grade y la recogimos nosotros. Aquella escanda sirvió para erga (simiente) y así empezamos a sembrar anualmente. Luego prepare una tierra de una prima mía a la entrada del pueblo y también la sembramos. De esas tierras, serán unos 2000 metros cuadrados, sacamos unas 5 ó 6 güesias de espigas, y de todas ellas sacaremos una faniega que son 8 zalamines (un zalamino unos 8 kilos). Rosa, mi mujer, aprendió con mi madre Josefa, con Manuela, con las de Veiga y viendo amasar a vecinas más cercanas. Ella amasa en la masera grande o en la pequeña que nos hizo Julio Viejo el de Tene que era quinto de mi padre. De arroxar el forno y cuidar la forná ya me encargo yo.” Esta familia comenzó siguiendo el caminando de siempre “Llevábamos la escanda a la Casa de la Pila que es de Diego el de Proaza a preparar y luego a moler. No se muele todo porque si no se va a usar, la escanda pierde la fuerza” Luego se hicieron socios de ASAPES (Asociación Asturiana de Productores de Escanda) y desde entonces muelen y preparan allí la escanda. Sin embargo, ahora Juanjo para de semar “Lleva mucho trabajo y yo llevo muchos años trabajando, estos brazos ya no dan para más, además luego no tienes quien te ayude, pierdes el humor”. Y es que en primer lugar las familias son cada vez más cortas, en los pueblos cada vez hay menos vecinos para ayudar en un trabajo que al sol llega a ser muy duro. Juanjo transmite idea de continuidad “No es un final, es una pausa. De momento, tenemos que ir consumiendo lo que tenemos, no seguir acumulando. La tierra está preparada, retrobateada, con tractor y ahora en barbecho para que descanse. Hasta hace unos años todavía éramos Pin el de la Manga, Balbino y yo los que sembrábamos, porque semar, seman los homes y recochen las mucheres, recochen y amasan, aunque a cocher escanda cuántos más seamos mejor. Nos preguntamos por el futuro de la escanda y, en este sentido, su idea nos parece ambiciosa, conservar semillas para el futuro “Esta escanda es distinta a la de Cortes por ejemplo, me gustaría ceder algunas semillas a un banco de semillas, si lo hubiera. Esta es una escanda que sabe diferente, hay que mirar antes de que nos quedemos sin ella”. En este sentido sabemos que en redes sociales le han tirado el guante (amablemente hablando) al presidente de nuestra comunidad, son los políticos, quizás no Adrián Barbón pero sí los suyos o los que vengan, son quienes han de proteger estas tradiciones que dan identidad a nuestra montaña y a nuestras gentes y que explican el pasado a los más jóvenes. Se trata de no olvidar, para eso están los Museos Etnográficos, pero también de no perder porque seguro que el pan de escanda, fuerte, oscuro, consistente ayudó a muchos a llegar hasta aquí que ya es mucho. 



(este artículo fue contraportada en LVT del número de febrero de 2022).

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