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viernes, 14 de mayo de 2021

En la despedida de Antón.


Cuando a una que por edad ya colecciona despedidas, algunas por tempranas feas y duras, aún le sorprenden las pérdidas por dolorosas y porque algunos dejan un vacío tan, tan grande tanto en la familia de la que forman parte, como en l comunidad de la que fueron, cada uno a su manera, pilares.  Algunos días largos se convierten en tremendamente largos cuando, al final de ellos, recibes la noticia de la pérdida de una persona querida y admirada por muchos de nosotros. Nos ha dejado Antón el panadero. Entonces tu pensamiento se divide entre el panegírico que debes escribir y lo que realmente te gustaría escribir. Y lo que quieres escribir es que Antón es inmortal, eterno Antón, y que este verano volverá a trabajar la huerta y abrirá su casa y paseará por Bárzana. Y sí, será inmortal, no como nos gustaría, pero sí para  todos los que le recordaremos, con pena por su partida, pero sin poder evitar una sonrisa idéntica a la suya, con una pincelada grande de picardía, esa picardía que tienen las personas mayores que han visto mucho y que han vivido tanto. Y entonces, al final de este día largo, te pasa por la cabeza la posibilidad de tirar de hemeroteca (en los últimos años Antón ha sido protagonista de la crónica social del concejo: en 2012, protagonista del vídeo que trajo a Celtas Cortos a mi pueblo y testigo de aquel concierto que llenó Bárzana de miles de personas, un concierto al que contribuimos todos con cada “like” y cada “compartir”, pero que, sin duda, supuso un antes y un después para sus protagonistas; en 2016, Abuelo del Aramo y en 2018, Medalla de Oro del concejo con el resto de “panaderos” y es que a los mayores hay que darles reconocimientos en vida, cuando aún los pueden disfrutar y repasar en forma de recortes de periódico y recordar y presumir de ellos. Sí, claro que sí, PRESUMIR, porque qué vidas y qué hazañas las suyas) pero en lugar de hemeroteca decides que quieres escribir desde el corazón aunque las lágrimas se mezclen con los recuerdos divertidos robándote sonrisas en medio De la pena. Y lo único que quieres es dar GRACIAS por este hombre singular y único, trabajador y generoso, que fue capaz por un momento de ocupar el escenario de aquel concierto y de llenarlo. Un hombre mayor que rebosaba vida y al que ahora despedimos.

Antonio Fernández Quirós (Villar de Salceo 1927) más conocido como Antón el panadero, era un hombre de conversación amena y divertida que, generoso, salpicaba de anécdotas. De una familia grande de siete hermanos, de las que ya no quedan, pero de las que hubo tantas por Quirós, siendo un “guajete” ya iba a la mortera con la “becera”, recordaba, aquel domingo de 2016 en el que lo atraqué para que me diera una entrevista justo media hora antes de subir para L.lagüezos, como los neños de las Vallinas y de la Villa se juntaban en la Canga y desde allí a la mortera o al puerto. El subía de un poco más abajo, de Villar de Salcedo. Durante mucho tiempo, tras decidir que la mina no era pa el, compaginó su trabajo como ganadero con su profesión como panadero de la que estaba jubilado. Decía que para tratar con la gente le ayudó mucho su sentido del humor y su conversación, pero sobre todo la experiencia y la sicología (y algunas mentirijillas que les colaba a las mujeres para justificar su retraso). Recordaba aquel día conmigo como comenzó su periplo como panadero con un caballo aparejado con dos “banastras” en las que llevaba el pan tapado con una manta hasta Santa Marina y de Santa Marina a La Pachuca. Luego pasó a un carro lo que le permitía ir a caballo y de ahí a una furgoneta. Antón fue testigo de la historia de este concejo y de la llegada del progreso en forma de carretera a las aldeas. Tenía, como tienen los viejos en el sentido más cariñosos de la palabra, mucho que contar. Viudo desde hacía más de veinte años, se había trasladado a vivir a Oviedo, feliz, en su rutina y junto a su única hija, su  marido y sus nietos, ella en 2016, para el nombramiento de Güelu del Aramo, se había desplazado desde Barcelona para acompañar a su Güelu. Era un galán de los de antes que, con exquisita educación, siempre tenía un requiebro o un cumplido para una mujer. 

Durante los últimos tiempos lo veía paseando por el puente de la autopista en Oviedo cuando yo venía del trabajo. Este último año, dejé de verlo, la pandemia y trasladarme a Quirós han cambiado muchas cosas. No sé cuándo nos vimos por última vez, pero hoy quiero recordarlo con un culín de sidra a su salud y sonando “Cumbia para Antón” de la Banda de Gaitas Teixo-Manolo Quirós. Buen viaje amigo, nos dejas abatidos. Nunca un día fue tan largo y tan triste. 

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