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jueves, 15 de abril de 2021

Centros de Salud en tiempos de pandemia.

Hoy he ido a visitar a mi médico de familia, algo rutinario, un dolor en el talón que tengo desde hace unas tres semanas, hace un par de días me dolía tanto que no pegué ojo y claro, no es plan levantándote a las 5.00 de la mañana pasarse la noche en vela. El caso es que ayer me llamó por teléfono pero no contento con la consulta telefónica me dijo que tenía que ver el pie. Allá fui a las 9.30 y tras seguir escrupulosamente el protocolo sanitario entré en mi centro de salud. El centro de salud pre-pandemia era un hervidero de gente entrando y saliendo, gente con prisas, trabajadores como yo que se escapan un minuto para ir a la consulta, madres de familia que hacen lo que pueden para llegar a tiempo, hoy una mamá llevaba a sus dos niños, obreros que van a hacerse curas por accidentes y, sobre todo, muchos mayores, cientos de mayores que muchas veces van a echar tiempo. Y médicos cansados. No es ser cruel, es ser realista. El centro de Salud de Ventanielles era y es un sitio amable, a pesar de la cantidad de gente que pululaba por allí. Yo estoy muy contenta con mi médico de familia que, por cierto, se llama Luis y con la Atención Primaria. El caso es que las cosas post-pandemia son totalmente diferentes, tan diferentes que hoy por primera vez, llevo siendo paciente de este doctor 20 años si bien las veces que lo he visitado se cuentan con los dedos de una mano afortunadamente, he estado en la consulta más de veinte minutos. Me dijo “no sé quién eres” y me baje la mascarilla para que me viera. Es cierto que el año pasado fui un par de veces a costa de la mano. Hemos hablado de cosas personales, personales del tipo “esto traerá unas consecuencias emocionales que están por ver”, “cómo echo de menos los abrazos, yo que no soy nada tocona” a lo que él confesó que como era algo que no le había gustado nunca podía pasar perfectamente sin ese tipo de contacto físico. Pero lo mejor fue cuando le dije que lo peor que me había pasado a mi era “no poder leer” y que eso me tenía ciertamente preocupada. El caso es que me hizo un razonamiento de lector (también empedernido por lo que comprobé). “Probablemente tengas un problema de concentración, de no ser capaz de pasar de la primera página, pero tienes que dejarte llevar por el libro, meterte en el, que te enganche” Entonces recordé “Alias Grace” el novelón que acabé anoche y en cómo me deslicé por el tobogán que se abrió ante mi nada más comenzar la primera página y le di la razón. Me engulló. Entonces empezamos a hablar de títulos. Me habló de Bolaño (tengo un libro de este autor que nunca he leído, “2666”), me contó que se murió joven esperando un trasplante, por cierto, hepático, y que probablemente esté llamado a ser una de las figuras literarias que pasen a la historia del siglo, me recomendó “Los Detectives Salvajes” una historia en la que de cada capítulo, “algunos de solo una página” podrías escribir una nueva novela. Qué interesante suena, un libro que se deshilacha en cientos de hilos de los que sacar nuevos argumentos. Y luego me recomendó “El ángel de Múnich” sobre una sobrina de Hitler que habría podido cambiar la Historia de Fabiano Mazzini. Así que salí de allí tras haberle contado que ahora vivo en el pueblo, camino mucho con los perros, he cambiado de hábitos (si fuera fumadora habría aprovechado la pandemia para dejar de fumar), he aprendido a contemplar lo que pasa a mi alrededor sin sacarlo todo de quicio y a dar a las cosas el valor que realmente tienen. Así que resulta que mi médico es humano y además lee y que ahora tiene tiempo para conocer a sus pacientes o, al menos, intentarlo. Ahora que las consultas no pueden ser presenciales, ahora tienen tiempo. Qué fácil serían algunas cosas si tuviéramos más tiempo. Por cierto, mi talón una radiografía a futuro y un analgésico de Astrazeneca, así que no sé...

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