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sábado, 19 de enero de 2019

Un Baltasar que vino de Guinea. Pedroveya también es Quirós.


Amaneció feo este sábado 19 de enero, con una promesa de nieve que parece que no cuaja y en mi cabeza un propósito, subir a Pedroveya a escuchar decir Misa al nuevo sacerdote, un Baltasar venido de Guinea y con nombre de rey visigodo que lleva, entre otras muchas, la parroquia de San Antonio a la que pertenecen Dosango (Santo Adriano), Pedroveya y la Rebollada, los dos pueblos quirosanos a los que se accede bien por Tenebredo bien por Argame en el vecino concejo de Morcín. Mi padre hoy no está, se operó el jueves de una mano y no ha venido, así que puedo irme sin tener que explicarle que "sí, papá, el gasoil corre de mi cuenta". A pesar del catarro que arrastro y del día desapacible, cargo el coche y nos fuimos hasta allá. 
En Pedroveya se sitúa uno de esos rincones con encanto que hacen entrañable un concejo: Casa Generosa, donde los pucheros de Enedina convierten las viandas de la tierra en platos exquisitos y en cuyo restaurante muchos son los momentos inolvidables vividos por los clientes. Buena mesa y buenos anfitriones. Muchos son los montañeros que tras hacer la Ruta de las Xanas, otro de los atractivos de la zona, rematan la jornada metiéndose entre pecho y espalda una buena fabada o una buena ración de caza, piezas procedentes casi con toda seguridad de los montes que rodean el pueblo, pintoresco y muy cuidado. Dejo el coche en el aparcamiento y desando unos doscientos metros para tomar un café en el ya mencionado restaurante que, por cierto, despertaba después de unas bien merecidas vacaciones. El café de Casa Generosa, café de manga o café de pota, como el que hacemos en mi casa de toda la vida, despertó en mí la emoción al devolverme, por un momento, el café de mi abuela Elena, café flojín con un apenas perceptible sabor a achicoria. Mi abuela cumple hoy años. Ya he perdido la cuenta. Nació en 1915. 104 años cumple. Ella siempre hizo el café así y hoy tantos años después este café me la ha devuelto tal cual, colándolo al lado de la cocina de carbón. Mis abuelos tenían una cafetera italiana que solo sacaban en Navidad. La manejaba mi abuelo y hacía un café tsn gordo que casi se cortaba. Las lágrimas llenan, sin llamarlas, mis ojos, quiero pensar que es el constipado que me tiene baja de defensas, pero cuando se convierten en un mar me doy cuenta de que la pena por la ausencia de los que amamos no se cura nunca. Pregunto en el bar si el cura pasa pronto y me dicen que sí, pero que no para. Tiene prisa, mucha plancha y poco tiempo, muchas parroquias y pocos feligreses. La pastoral rural es lo que tiene. Arranco caminando bajo la lluvia que arrecia en dirección a la iglesia. Subo andando y cuando llego la mojadura ya no tiene marcha atrás. 
El paisaje hoy es muy nuestro, llueve a cántaros, la niebla va cambiando de lugar y el verde es más verde a pesar de que en invierno el verde casi siempre es gris. Asoma la nieve en los picos más altos. Los perros ladran a lo lejos. Junto a la iglesia un tejo, símbolo pagano, tan propio de estas zonas. Cuento los tejos que conozco, al lado de la de Salcedo, de la ermita de Santa Olaya de Pirueño, el de Bermiego, en Faedo junto a la ermita del Angel...Religión y paganismo de la mano (por si acaso). 
Llega Recaredo, al principio no me reconoce, el chubasquero está empapado y parezco una caperucita gris pasada por agua. Lo hace nada más escuchar mi voz. Le pregunto si hace también servicio de taxi pues baja a tres mujeres de Dosango que vienen a misa. Está feliz en Morcín, me cuenta que la primera vez que investigó más allá de estos lugares, a ver qué había en Quirós fue a la parrillada solidaria a favor de Duchenne, me alegra el corazón este sacerdote venido de Africa, me saca una sonrisa como la suya, contagiosa, y me dice que ya se imaginaba que Quirós era más que estas dos aldeas en las que tan acogido se siente. Le quieren, se nota en las caras de las mujeres mayores que asisten a la celebración. Siete mujeres y un hombre (que no se diga). Al salir de misa me preguntan por mi familia, "soy de Salcedo, sobrina de Domitila, mi padre hace mucho que marchó de aquí, pero siempre hemos venido" (si no hubiera marchado se habría acabado yendo).  Me preguntan por la Cabalgata de Reyes, Recaredo fue un Baltasar excepcional, su espiritualidad inspiró la noche mágica. Nos dice que fue muy feliz ese día, que disfrutó mucho, sobre todo, en la residencia junto a los ancianos "no podemos quedarnos en solucionar las necesidades materiales, ellos y ellas necesitan, quieren que les preguntes, que les sonrías, que les estreches la mano..." buff, como me gusta este hombre. Me voy con la promesa de una entrevista (un perfil ya podría hacerlo), lo último que me dicen es que es "tan cercano" yo añadiría "y tan humano". Cuando llego a casa me piden que escriba un cuento. No puedo ser más feliz. Mi abuela sonríe desde el cielo, estoy donde quiero estar, se puede pedir más a la vida?

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