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lunes, 5 de febrero de 2018

Caen cuatro copos y se colapsa todo

Llevo desde el viernes recreándome en el fantástico paisaje que dibuja la nieve a mi alrededor. Pueblos quirosanos pintados de blanco que provocan admiración como si de un cuadro se tratara. Es guapa la nieve, ¿verdad? Mirarla desde casa en las redes sociales, ver nevar desde la ventana de la casa de aldea que nos cobija, calentinos con la chimenea encendida, la despensa provista, un buen libro y un chocolate caliente. "Fantástico plan", me dicen mis amigos urbanitas, pues sí, "pero a mí dame la playa" añaden.
Trabajando ayer en la retirado de árboles de la carretera

 Este finde ni yo, loca aventurera, me he arriesgado a coger el coche y subir a Salceo, ni con botas de agua y polainas me he atrevido. Me he quedado en Oviedo, con los pies y la cabeza calientes porque es que "caen cuatro copos y se colapsa todo". Y luego va y dice la gente que nos quejamos mucho y que hay que tener paciencia. Paciencia con la nieve, con los medios escasos o con la falta de previsión de estos fenómenos cada vez más extraños pero que, a veces, ocurren, sobre todo, en invierno que vienen anunciados con tanta antelación que ya nadie da crédito a las previsiones adversas y claro, luego pasa lo que pasa.
Contaban las hermanas de mi padre, (vivieron tres en Salceo hasta prácticamente el final de sus vidas, no hace tanto tiempo, aunque realmente fue en el siglo pasado), cuando nevaba en el invierno y las llamábamos por teléfono, aquellos teléfonos de pared que había que marcar, que salían de casa entre la nieve aprovechando los caminos que hacían las vacas cuando iban a beber al Reguerón. Porque hubo un tiempo, no hace tanto, en que la nieve cubría más de un metro y la pala no subía a los pueblos. Los vecinos se pasaban entonces días incomunicados porque no había móviles, ni Internet, ni quitanieves como ahora, la luz era de 125, marchaba y había que confiar en que volviera pronto, con suerte, no había tele y la gente se acostaba al oscurecer y me imagino que alguno rezaría para que dejara de nevar aún conociendo lo importante que era la nieve para la pación, para los manantiales, para limpiar... Sí, eso pasaba no hace tanto y si la vida ha evolucionado para mejor ¿cómo es que "caen cuatro copos y se colapsa todo"?
Escribo esto porque desde el viernes en Quirós y en los concejos vecinos se ha ido la luz intermitentemente en todas las aldeas, no ha subido la pala a otras muchas, los niños no han ido al colegio bien porque no ha habido transporte escolar, bien porque los padres con buen criterio se han curado en salud "no vaya a ser que bajen y luego no puedan subir" y hoy, comienzo de semana, los árboles sobre la calzada y los argayos han cortado las ya precarias carreteras de la zona. Pero es que claro, "caen cuatro copos y se colapsa todo", los vecinos no llegan al trabajo, el ganado sin atender y los operarios del Ayuntamiento no dan abasto, porque esos sí están al pie del cañón intentando solventar lo que otros no pueden o no quieren y seguramente porque no son ellos quienes tiene capacidad para decidir, disponer o administrar realmente medios materiales y personales. Nada, si es que "caen cuatro copos y se colapsa todo".
Foto Pelayo Alonso

No puede ser esto. No puede ser que lleven días anunciando la llegada de un frente polar y no se prevean cosas. No puede ser que se vaya la luz una y otra vez con los recibos que se pagan. No puede ser que debido a la mala cobertura no se pueda dar parte al 112. No podemos tener las carreteras que tenemos, ni los bosques abandonados que arrojan hastiados cadáveres de árboles a la calzada. No puede ser que queramos hacer lo rural atractivo y luego "caen cuatro copos y se colapsa todo". No voy a hablar del Huerna, ni de Pajares porque eso también válgame Dios. Voy a hablar de lo mío, sí, desde Oviedo (lo reconozco), pero solidarizándome con mis vecinos quirosanos, los que hoy ayudaron a sus operarios a quitar los árboles caídos en la carretera de Ricao a Santa Marina, de las madres con niños sin luz en casa contando las horas, de los ancianos que no pudieron salir a la antojana de casa porque la nieve les escondió les madreñes.

Foto José Álvarez

Cuando os digan que tengáis paciencia, rebelaros coño que estamos en el siglo XXI y no puede ser que "caigan cuatro copos y se colapse todo".
Al final va a ser verdad lo que dice Julio Llamazares autor de "La lluvia amarilla", "hay una España que viaja en vía estrecha a la desaparición" y añado yo, una España que no le importa a nadie y parte de ella está en la montaña asturiana. No sé si estaremos a tiempo de enmendar nada.



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