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lunes, 26 de diciembre de 2016

Babayos y babayaes

Sardinera en Santurce, siglo XX.
Marina Expósito regresaba a casa con la mitad de la mercancía sin tocar. Había sido una dura e infructuosa jornada de venta. Todo el día caminando arriba y abajo, orbayando por encima de ella, iba pingando como una pita. Aunque el orbayu no era lo que más le preocupaba. No era perjudicial para el pescado que carretaba. Así mojadines, aquelles sardines suyes, tan fresques y guapines, estaben más brillantes. Daba gusto veles. Si de algo presumía Marina, a la que habían salido los dientes vendiendo sardines, era de la calidad del género que ofrecía, no en vano tenía entre sus clientes a les mejores sidreríes de Gijón. Pero no se quejaba de eso, lo malo no era oler a pescado a todes hores, ni el orbayu, lo jodido era levantarse a las 4.00 de la mañana, ir a rular y pasarse siete u ocho horas callejeando por Gijón tirando por aquel puñetero carro y, los días como hoy, sin encontrar ni un puto cliente al que coloca-y les sardines, ni un sitiu donde abelugase.

- ¿Qué coño pasa hoy que no hay un alma por la calle? Esto no hay Dios que lo entienda. No parez más que está corriendo el latosu esi de Oviedo que ta tol día subidu al coche dando-y zapatilla y ya no gana ni una carrera- iba pensando Marina en voz alta - y mira que ye raro porque la gente del Norte sale sí o sí a la calle: orbaye, llueva o diluvie. Será por miedo al agua- volvió a oirse decir a Marina- Estoy hasta el moñu, farta de tirar por esti trastu que pesa un quintal y farta de esti tufo a pescadizo que tengo pegado a la piel y que no me saco por mucho que frote y frote. Menos mal que al mi Arturín no-y molesta esti fedor- pensó mientras recreaba la escena de la noche anterior en el Rinconín.- Sí, tengo que dejar esti trabayu, tengo que dejar la calle de una puta vez. Me da igual que el mi hombre se ponga como una moto viéndome limpiar sardines, encontraré otro trabajo y limpiare-y les en la intimidad- en esto estaba Marina cuando de repente…
  • ¡Hostia!- exclamó Marina cuando vio saltar por los aires todes les sardines que quedaron sembradas por la calzada como cuando se rompe un acuario y los peces de colores que contenía quedan extendidos por la alfombra- ¿Qué ye hoooo? ¿Qué no viste el pasu cebra? A fiu, pues les rayes tan pintaes bien grandes ¿Cuánto hay que no gradues les gafes?
  • Me cagon en mi madre, fía, ¿Tas bien? ¿Mancastete? ¿Cómo coño se te ocurre meter así el carro esi en medio de la carretera? ¿Qué ye que no viste el semáforo Casi me mates del sustu- dijo el taxista que había chocado accidentalemente produciendo aquel estropiciu mientras salía del coche a ver cuales eran los daños.
  • Redios, tien la cara de decir que si no ví el semáforo. Me cago en todo lo que se menea ¿Qué si no ví el semáforo? ¿Qué cojones de semáforo? ¿No ves que está en ámbar e intermitente? y que si está así, tien preferencia el peatón en el pasu cebra. Precaución ye lo que te indica el amarillo. Será babayu el puntu esti. A-M-A-R-I-L-L-O. So burro, aldeanu, que pareces de pueblu ¿Qué ye que saltaste la clase de semáforos en la autoescuela? ¿No veies Barrio Sésamo de guaje? ¿Tocote el carnet en una tómbola?
  • Dejate de berrar, so burra, que en vez de sardinera pareces verdulera- dijo el taxista subiendo al taxi de nuevo al ver que no había ningún daño.
Efectivamente como suele suceder era más el ruidu que les nueces y ni el carro de Marina, ni el taxi tenían ni una rozadura. Más allá de lo aparatoso y ruidoso del golpe y del espectáculo dantesco con todos aquellos cadáveres plateados y con los ojos abiertos esparcidos por el suelo aquello no habría pasado de una anécdota si no fuera por la cabezonería de los implicados.

  • Oye ne- dijo el conductor que había vuelto a entrar en el coche- ye que tengo mucha prisa que llevo a esti señor al aeropuerto. Si no salimos ya, pierde el vuelo. ¿Date más que arranque y me acerque luego hasta Cimadevilla pa pagate todo esti desaguisao? ¿Por quién pregunto? Seguro que no te importa porque a pesar de esa mala baba que gastes tienes cara de ser buena rapaza.
  • ¿Mala baba? ¿mala baba? Pero ¿qué carajo dices? Voy date yo mala baba a ti ¡hostia! De aquí no se mueve ni dios sin dame una solución que de la venta de estes sardines tengo que da-y de comer a los mis hermanos y compra-y les medicines a mi pa- dijo cruzando los dedos porque a Marina no le gustaba mentir, pero estaba viendo que de aquel suceso no iba a sacar nada en claro.
  • Di que si guaja, no lu dejes marchar, que ya se sabe de qué pelaje son los taxistas que el mi hombre trabajo diez años en el taxi de un cuñau, conoció a una puta que-y daba carreres y lo que me dio a mi fue puerta. Toda la vida mamando hosties y va y dejame por una puta, hay que joderse- dijo la portera del edificio delante del que se había producido el choque.
  • A Usted, ¿quién coño le ha dado vela en este entierro?- dijo el taxista saliendo otra vez del coche- venga métase en lo suyo que ye la bayeta y déjenos a nosotros a ver si lo solucionamos de una puta vez. Que no neña, ho, déjame marchar que esti hombre tien prisa, joder, cagon mi manto. Mira que ye un abogado muy importante que tiene una comparecencia en la Audiencia Nacional. Va a defender a un tal Rato que intento-y vende-y unes preferentes a un tal Nicolás Pequeño. Yo, la verdad, ye que no sé de que va esi asuntu ni me importa, pero si no salimos pierde el avión y encima no va a págame la carrera.
  • Que nooo, me cagon mi madre, que yo hasta que no me paguéis les sardines ni marcho, ni me muevo. Me cagon la leche puta. Vamos a ver so faltosu, ¿no ves que la única perjudicada soy yo que me quedo sin pescao y sin perres?
  • Me cagon la puta, guaja, mira que yes necia y cabrona, coño. Necia como un gochu y fures por una pared ¿quies dejar de jodenos? Dígote que te busco a la vuelta y pagotelo todo. No será difícil dar con la sardinera con más mala hostia de todo Gijón que doy fe que yes tú, no puede haber otra con más mala idea.
  • Señorita, por favor, ¿con quién tengo el gusto de hablar?- dijo sin bajarse el hombre que ocupaba el asiento de atrás del taxi y que hasta ese momento había permanecido en silencio.
  • Marina Expósito para servirle a Dios y a Usted- respondió la chica bajando los brazos que hasta ese momento habían estado en jarras y que extendió para recoger la tarjeta que amablemente le tendía el cliente del taxi.
  • Mire, señorita Expósito, perdóneme que intervenga, creo que estamos entrando en una situación absurda, en una discusión sin fin, en un laberinto sin salida. Soy Iñaqui Torres de “Torres y Urdangarín asociados” Ciertamente ahora mismo tenemos mucha prisa porque el tiempo corre en nuestra contra, prometo ayudarles a solucionar este contubernio tan desagradable, pero afortunadamente sin más víctimas que estas pobres sardinas que, por otro lado, ya estaban fenecidas. Si Usted y el seguro de este caballero no llegarán a un acuerdo satisfactorio para ambas partes, yo mismo le defenderé, pero ahora, por favor, déjenos avanzar. A ver, Usted, señor barrendero, O-R-G-A-N-I-Z-A-C-I-O-N, ayude por favor a esta señorita a retirar el carro y los fallecidos de la calzada.
  • Hostia. Esto no ye faena mía, señor. Ni mía recoger, ni suya mandar, porque vamos a ver ¿Usted que competencia tien para mandame? ¿Acaso ye concejal del Ayuntamiento? Yo conozco mis derechos que pa eso pago mi porqué al sindicato de barrenderos y si no miren, ahí viene un guardia urbano, vamos a pregunta-y a él.
  • Buenos días, señores, vamos a ver ¿qué coño pasa aquí? ¿No ven el atasco que están formando? Miren, miren, ya hay una cola que llega hasta el Molinón y hoy no tenemos partido.
  • A mi el fútbol ni me lo mente, que ya tengo bastante con que el mi Arturín sea del Oviedo y un lunes sí y otru también traéme un recao de los compañeros de trabayu que son más burros que un arao, cuando no-y pinchen una rueda, rompen-y una ventanilla.
  • Venga señora, vaya circulando, quite ese artefacto del medio de la calzada, que tengo miedo que no esté autorizado para circular y recoja el pescao que ahora todavía no huele, pero sino mañana en esta calle no se para de olor y en este portal vive el concejal de Urbanismo…

    Placa en el monumento a las sardineras, Lastres.

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