Poca gente conoce
la auténtica labor de ingeniería que hacen las abejas. Esos
insectos amarillos y negros de los que todo el mundo huye y de los
que casi nadie se acuerda cuando aprovecha las cualidades medicinales
y nutritivas de ese producto tan valorado que es la miel y que ellas
generosamente producen. Y es que las abejas no sólo son
imprescindibles para el proceso de polinización que es el
mecanismo mismo de la vida, sino que tanto dentro de las
colmenas modernas como de los tradicionales, cada vez menos
frecuentes, truébanos, las miles de abejas construyen un
universo particular admirable. Una comunidad ordenada donde la Reina
manda y los demás obedecen. Entre 40.000 y 100.000 abejas pueden
convivir en una única colmena en las que la producción de miel
tiene una relación de 7 kilos de miel producidos por cada kilo de
cera aproximadamente. Pudiendo llegar a producir 15 colmenas
hasta 3,500 kilos de miel. La producción de miel artesanal es una
actividad que conserva mucho de tradicional gracias a la gran
cantidad de pequeños productores aficionados que siguen aplicando
usos y costumbres de siempre. El Valle del Trubia no es la excepción.
Es el caso de Roberto F. Osorio de Ricao (Quirós) aficionado que nos
hace una primera aproximación a este mundo.
Y así cuenta Roberto F.
Osorio que tradicionalmente los truébanos eran los lugares en
los que "ensamaban" las abejas, pudiendo darse el caso de
conseguir ensamar un enjambre que estuviera en el monte y al que se
engañaba para que se instalará en el truébano con la "abechera"
(planta que se usaba para que las abejas siguieran al hombre y que no
es otra que la melisa) Los truébanos eran troncos huecos de árbol,
de ahí su forma redonda, con unos agujeros por donde entraban y
salían las abejas. En ellos se introducía una cruceta de madera a
partir de la cual el enjambre construía los panales con cera.
Panales en los que depositaba la producción de miel. Tras la
floración de primavera y después del verano, en junio la producción
aún es muy pequeña, sobre todo en los meses de setiembre y octubre,
cuando el tiempo empieza a estar frío sin estarlo, comienza la
extracción de la miel. Siendo más fácil la extracción pues la
miel está aún líquida. Años atrás, llegado el tiempo de la
extracción, se seguía el siguiente procedimiento: de noche los
dueños de los truébanos se acercaban y sopesaban cual de ellos
estaba más lleno. Lo retiraban introduciéndolo en un saco bien
cerrado y con él se iban a la fuente o al bebedero de las vacas,
donde procedían a ahogar a las abejas. Sacaban los panales y en
casa, con ayuda de una prensa, extraían la miel. Esta forma de
extracción distaba mucho de cumplir unas condiciones higiénicas
mínimas, la calidad de la miel estaba lejos de la actual y la
fórmula tampoco era especialmente productiva.
Hoy el procedimiento es
diferente y no se mata a las abejas. Se ha sustituido a los antiguos
truébanos por las modernas colmenas que han de estar situadas
en un lugar soleado pues las abejas necesitan el sol para trabajar y
en un lugar donde no molesten a nadie, que no haya casas, que no haya
caminos. Antiguamente estaban dentro de los pueblos porque fuera
estaba el oso, principal enemigo de las colmenas y porque en esta
zona no hay "cortinos" para protegerlas (construcciones de
piedra circulares que existen por ejemplo en la zona de Los Oscos)
actualmente el pastor eléctrico es la defensa contra el oso que, sin
embargo, se las sabe todas para llegar a su trofeo. Las colmenas, que
a diferencia de los truébanos son cuadradas, tienen una caja base a
partir de la cual se van añadiendo alzas con las que se van haciendo
pisos. Dentro se encuentran los panales, cuadros de madera con un
marco en los que se coloca la cera en celdillas hexagonales, no
redondas ni cuadradas pues es en las hexagonales donde cabe más
cantidad de miel. Esa cera es estirada por las abejas que van
haciendo recipientes que sellarán con la misma cera tras llenarlos
de miel. En las colmenas el lugar por donde entrar y salen las abejas
se llaman piqueras y en torno a ellas crean un auténtico lugar de
aterrizaje y despegue desde el que partir a su particular labor fuera
de la colmena.
La extracción se hace a
partir del aturdimiento de las abejas con humo en un momento en el
que la actividad ha disminuido y ellas se encuentran menos activas.
Se extraen los panales, se quita con un cuchillo la cera que recubre
las celdillas y se deja la miel al descubierto. Se colocan los
panales en un extractor que puede ser desde manual a automático
dependiendo del número de colmenas que tenga el productor y se
extrae la miel.
Pero ¿cuál es el
criterio que diferencia a un productor profesional de uno aficionado?
Según el Plan Apicola Nacional el criterio es únicamente tener más
de 150 colmenas. Si bien Javier García Galguera, pequeño productor
profesional de miel asentado en Villamejin que la comercializa bajo
el nombre de Miel de los Valles del Trubia, nos cuenta que el
profesional está sometido a un fuerte control sanitario que
garantiza la calidad de la miel producida. Hoy, de acuerdo a la
normativa comunitaria, el pequeño productor también puede
comercializar parte de su producción siempre que tenga un número de
explotación y que se venda directamente a particulares.
Por lo que respecta a la
calidad de la miel del Valle de Trubia, García Galguera, defiende
que la miel que se produce en esta zona no sólo no tiene nada que
envidiar a la miel del Occidente donde probablemente se produzca más
cantidad, pero no más calidad. La miel de los Valles del Trubia
reúne unas características organolépticas excepcionales debido
fundamentalmente a que en poco terreno existe una gran variedad de
flores. Este productor que tiene repartidas sus colmenas por
distintas zonas del Valle nos comenta que en Vallin (Quirós) la
mancha de castaños llega practicamente a La Cobertoria, mientras que
en la Granda de Olid, encima de la Peña de Caranga, las abejas
disfrutan con las zonas de brezo y los robledales y en Proacina,
brezo y castaño de nuevo. Esta composición floral enriquece la miel
otorgando un amplio abanico de sabores y colores a la producción
autóctona.
Una actividad muy
interesante pero no exenta de problemas. En la actualidad el tamaño
del sector les impide, por ejemplo, luchar eficazmente contra la
avispa velutina, una especie invasora que llegó a Europa en un barco
de carga procedente del continente asiático y que amenaza la
supervivencia de las abejas que no cuentan por si mismas con un
instrumento eficaz de defensa. Dar solución a esta amezana,
conseguir una mayor profesionalización y modernización del sector
son algunos de los retos de futuro que se presentan ahora mismo.
LA PRODUCCION DE MIEL ARTESANAL EN EL VALLE DEL TRUBIA (publicado en La voz del Trubia, número de noviembre de 2015)
LA PRODUCCION DE MIEL ARTESANAL EN EL VALLE DEL TRUBIA (publicado en La voz del Trubia, número de noviembre de 2015)
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