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jueves, 30 de julio de 2015

Pilar

"Y el Cielo se alegró porque llegaba el ángel más bello e inocente.
La joven de la eterna sonrisa.
Y la Tierra se llenó de pena porque lo que ganaba el Cielo lo perdía ella.
Y a partir de hoy habrá más Luz, pero también habrá una familia que deba reinventarse y aprender de nuevo a vivir.
Esta noche contaré una estrella más que seguro estará cerquina de la Luna para que podamos verla los de casa.
Descanse en paz Pilar."
Bea la de Lola



Se nos ha ido Pilar, con su eterna sonrisa y sus enormes ojos verdes, siempre expectante ante lo que pudieras decirle, siempre agradecida de que le prestaras atención, siempre niña. Se nos ha ido tras una lucha larga, demasiado larga, después de muchos malos ratos de los que siempre salía, cada vez más débil, cada vez más cerca la despedida, tocada, pero no hundida. Pilar que fue un regalo a pesar de su enfermedad. Color y luz en medio de este mundo triste y gris en el que ella siempre lucía la mejor de las caras. Pilar que era el motor para seguir adelante cuando los ánimos desfallecían.
Sin ella seguirán, seguiremos, como sigue girando el mundo y lo harán, lo haremos, sabiendo que Pilar está en el Cielo y seguro, seguro, que se reunirá con mi abuela Elena que tanto la quería y a la que echó en falta cuando mi abuela, presa para siempre del olvido, dejó de visitarla de repente. Y Pilar, dónde esté, jugará al fútbol con el resto de ángeles niños como no pudo hacerlo en su momento con su hermano Miguel y observará la vida que lleven sus padres y el resto de los suyos tras su partida, una vida que habrá que empezar a vivir de forma diferente. Aprendiendo a hacerlo con el hueco grande, grande, dejado por la niña de sus ojos. Y sonreirá, como me decía ayer su padre en el tanatorio, "sonreirá como lo hacía siempre".
Se nos ha ido Pilar. La eterna bebé, a la que la enfermedad privó de los primeros pasos de la mano de su abuela, porque Pilar habría aprendido a caminar con sus abuelos Arsenio y Pili, estoy segura. La eterna niña a la que le arrebataron las primeras palabras y las primeras letras en el cole. La adolescente rebelde que no fue, a la que no besaron por primera vez, ni la tomaron de la mano, ni vio un atardecer de película en la playa España. La joven a la que robaron el tiempo indolente entre clase y clase en la Facultad, que no pudo intercambiar apuntes con los compañeros, ni ir a las fiestas de Begoña, ni a una fiesta de prao, ni tomar sidra, ni pasar el verano sin hacer nada, sólo tomando el sol y bañándose en la playa. Pilar que no tuvo un primer novio por el que derramar sus primeras lágrimas sin consuelo, ni pudo pelearse con sus primas y compartir confidencias, ni hacer de rabiar a su hermano.
Tuvo Pilar, sin embargo,  algo que no tienen otros muchos, algo en desuso en los tiempos que corren cuando algunos niños acaban en la basura metidos en una mochila. Tuvo el amor sin excusas ni límites de su familia, el amor en los términos exactos que describe Pablo en su Carta a los Corintios. El amor paciente y servicial, generoso y sin vanidad, el amor que no se irrita, que no lleva cuentas del mal, el auténtico y el que no espera nada. El amor que todo lo perdona, que todo lo cree, que todo lo espera, que todo lo soporta. El amor que no pasa nunca. El amor que nos mantiene en pie, el que nos alimenta. Así quiso la gente a Pilar, sin límites y con entrega absoluta.
Pensando ayer, cuando me llamó mi madre, en el principio de esta historia, recuerdo que en un primer momento, sin saber como iba a ser lo que vendría, ellos sólo estaban contentos porque, entre las secuelas de aquella meningitis, Pilar podía ver. Ahora pienso que ante la posibilidad de perderla, cualquier signo daba alas a la esperanza.
Se nos ha ido Pilar, y ha sido largo y duro el camino recorrido, muy duro, con momentos de desierto y desazón pero siempre afrontados con una fe inquebrantable y con una fuerza que sólo la entendemos los creyentes. Y escenas como la de ayer en el tanatorio quedan grabadas en la memoria, la hija muerta rodeada de flores blancas, tan blancas como la inocencia de la niña que se va, no había lágrimas, había serenidad y, un poco de alivio porque por fin no habría más recaídas, ni más operaciones, ni más ingresos, por fin Pilar va a descansar.
Ya sé que será difícil de creer para muchos de vosotros, pero días como el de ayer, hacen más fuerte mi fe y la hacen más fuerte porque la muerte de Pilar sólo puede tener sentido si parte a un lugar mejor, un lugar donde pueda echar carreras con el resto de los niños, donde pueda comer su helado favorito hasta que le duela la barriga, donde pueda nadar y aprender a andar en bicicleta, donde pueda besar y abrazar, leer su libro favorito y cantar a gritos. Un lugar donde pueda vivir sin las cadenas que la sujetaban. Un lugar donde pueda ser libre. Y estoy segura de que ese lugar existe para ella porque algunas historias merecen un final feliz y ésta lo tiene. Descanse en paz Pilar.

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