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viernes, 24 de julio de 2015

Bonhomía y gente tóxica.

bonhomía.
(Del fr. bonhomie).
1. f. Afabilidad, sencillez, bondad y honradez en el carácter y en el comportamiento.

 ¿Quién de vosotros no recuerda en clase de Matemáticas el tema aquel de cada principio de curso que nos explicaba los conjuntos y subconjuntos? Parecía una tontería, pero hoy me sirve para explicar esto. Si volviéramos a las aulas y nos mandarán hacer conjuntos y subconjuntos con las personas habría muchas posibilidades para agruparlas. Si usáramos un criterio para clasificarlas que atendiera a su relación con los demás, a su relación con el resto del mundo, dígase animales, plantas y demás, seres vivos o no, medio que nos rodea, a su forma para gestionar su vida en comunidad, la que sea, yo haría la siguiente clasificación: buena gente, gente corriente y gente tóxica. Tres grupos muy amplios integrados por elementos, en este caso individuos, que a su vez podrían dividirse en razón a otras características que los diferenciaran entre ellos, pero que tendrían algún rasgo común tan general que les permitiría ir en uno u otro lugar.
¿Qué decir de la buena gente, de la gente de buen corazón, sencilla y honrada? La verdad es que no voy a decir nada porque su saber estar, su saber hacer, su presencia y su sonrisa los definen. En este mundo que nos ha tocado vivir en medio de la mediocridad algunas veces te encuentras con gente de este subconjunto. Algunas personas se convierten en imprescindibles en tu vida, en "must", en fondo de armario. Yo conozco a algunos. En concreto, tengo un vecino en la aldea que si le tuvieran que dar un premio le darían el premio "al mejor vecino". Todos los que me conocéis un poco sabéis a quien me refiero. No, no es mi padre, porque mi padre que tiene muchas, muchas cualidades y está dentro de la categoría de buena gente, no ocuparía ese primer puesto. No por nada, sino simplemente porque para mí, mi padre es mi padre, ni más ni menos, sin más título, no necesita otro. El hombre al que me refiero es el padre de una "hermanamiga" de las que siempre ha estado, está y estará. Otra imprescindible, como su padre. Este hombre gran conversador y memoria viva de nuestro pueblo es un GRANDE y como tal tiene el reconocimiento, el cariño y la amistad de toda la gente que le quiere, que afortunadamente somos muchos y está muy por encima de la media en lo que se refiere a relaciones de vecindad. Para mi este paisano encarna en sí mismo el concepto de bonhomía.
En otro subconjunto tendríamos a la gente normal, el más numeroso, la gente corriente, la del vive y deja vivir. Son el grupo más numeroso que vive tranquilamente y al que, de vez en cuando, se le exige participar de las reglas de vecindad.
Por último, existe un subconjunto pequeñito pero muy pendenciero. Es el de la gentuza. Gente que ni vive ni deja vivir, porque se pasa todo el tiempo discurriendo la forma de hacer daño al resto. Os imagináis a alguien que se levanta y se acuesta pensando como joder al vecino. Pues como las meigas, "haberlos haylos". No les voy a dedicar más tiempo ni más palabras, no merece la pena. Voy a recoger aquí lo que me dijo alguien un día acerca de la que había sido su pareja: "Imagínate una comunidad de vecinos, la del portal de tu casa por ejemplo. Cuando riñes con el del primero, puede ser que el problema sea de él, cuando riñes con el del primero y con el del quinto, a lo mejor el problema siguen siendo ellos, pero cuando riñes con el del primero, con el del segundo, con el del tercero, con el del quinto, con el de tu descansillo, con el de enfrente,... creo que entonces el problema eres tú" Pues así esto mismo. Cuando un grupo de personas establece unas relaciones de vecindad desde el respeto y el cariño unos a otros, con sus diferencias, por supuesto, con sus distintas formas de hacer, claro, pero sin rencillas, desde el diálogo y el buen juicio y en medio de todos ellos crece un elemento distorsionador que quiere joder a todos, el problema será el individuo, no el grupo, ¿no? Pues en eso estamos. Mientras hay gente que siembra semillas de cooperación y auxilio mutuo, de trabajo en equipo y convivencia pacífica, hay otros que se dedican a perturbar la paz ajena. Lo dicho, por mi podrían perderse en el desierto y correr detrás de un espejismo, o montarse en una barquita y vagar eternamente por la inmensidad del mar. Algunas personas que plantan árboles no lo hacen en pos del bien común, sino para que sus raíces crezcan a toda velocidad en dirección al infierno, que, por cierto, si existe, yo sé de buena tinta donde tiene la puerta. La maldad existe y habita entre nosotros.
Afortunadamente la palabra hijoputismo no viene en el diccionario de la RAE (lo he comprobado). Será porque su significado es tan claro que no hacen falta palabras para definirla. Se define ella en sí misma, es por eso por lo que no la he usado en el título de la entrada aunque ganas de hacerlo no me faltaron. Es por eso también que he esperado unos días para escribir esta entrada, pues las cosas en caliente hay que dejarlas reposar, pero reposado y todo es lo que siento y no sólo quiero compartirlo, sino que quiero publicarlo, para volver a ello cada vez que, una y otra vez, se repitan ciertas cosas, ciertos comportamientos torticeros y barriobajeros. Creo que hay gente tóxica que no merece respirar el mismo aire que el de la buena gente. Ahí lo dejo.

2 comentarios:

  1. Cuanta verdad hay encerrada en estas palabras. Estoy totalmente de acuerdo contigo. Me ha encantado

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  2. Gracias, me apena mucho tener que escribirlo, pero algunas injusticias tienen que denunciarse, algunas personas no se merecen el daño que reciben de otras. Cada uno tiene que usar sus armas para defender lo que cree justo. Gracias de verdad y un saludo.

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