Manos fuertes que convierten en algo precioso aquello que tocan.
Miradas que encienden fuegos con solo encontrar mis ojos.
Sonrisas que se contagian.
Complicidad.
Pieles morenas que hacen la mía aún más blanca.
Promesa de copas llenas y noches compartidas....
Lluvia fuerte, tierra que espera recompensa.
Fruta madura, sabores dulces.
Hombres de bandera.
Mujeres que saben lo que quieren.
Personas que hacen digno cualquier proyecto.
Serenidad en medio de la tormenta.
No espero nada, aunque hayas renovado el sentido de mi vida.
¿Qué hace alguien sin hacer para que te enamores como una quinceañera?
Suspiros.
Si contara las veces que se han visto, llegaría a la conclusión de que se ha enamorado de un hombre inexistente. Una fantasía. Una idea. Ha construido, en media docena de veces, al hombre con el que querría estar. El hombre que habitaba en sus sueños: educado y sereno, enamorado de lo suyo y de los suyos, tremendamente atractivo y con una importante carga sexual invisible al resto, sólo explicable por ella... A su lado siente brillar su piel. Una luz se enciende cuando la mira. Una mirada que, en un destello, le promete paraísos que explorar juntos. Esa forma de mirar que es en sí misma el regalo de una sonrisa."El hombre que sonríe con la mirada" así le llaman sus amigas. Así lo describió ella misma un mañana de inspiración romántica. La verdad es que es una definición preciosa para un hombre. Si analizara todo con un pelín, sólo un pelín, de objetividad se daría cuenta de que ese enamoramiento que, por otro lado, le sienta tan bien, no se sustenta en nada y, sin embargo, a medida que pasan los días crece, no disminuye. Es como el fuego cuando empieza y se expande sin control. Ella quiere pararlo, consciente de que no la lleva a ningún sitio, pero no puede. Se pregunta, una y otra vez, como puede haberle pasado esto. Se siente pequeña y perdida en un laberinto de sentimientos sin salida. Su cerebro le dice a gritos "quitátelo de la cabeza", pero sus vísceras, todas ellas, el resto de los órganos de su cuerpo y los sentidos, sobre todo la piel le dicen que se deje arrastrar por el maremoto de emociones que, de repente, han despertado y la conducen al abismo. Porque lo malo del enamoramiento cuando es así de absurdo es el apagado y es que le está costando tanto apagarlo... Es tan feliz. Se siente tan bien. Los enamoramientos normalmente son flashes, fogonazos de inicio que te hacen fijarte en esa persona y no en otra. Porque en realidad ¿qué hizo él si ni tan siquiera los presentaron formalmente?, pero ¿por qué él y no otro? ¿Qué fuerza te hace fijarte en esa persona y no en otra? Y ella ¿con qué derecho va a apagar el faro que ha iluminado su travesía tanto tiempo a oscuras? Fue en un instante, cruzar sus miradas y ella se quedó enganchada. Sintió que había llegado a casa. Que aquellos labios guardaban las palabras más hermosas y habían reservado los mejores besos para su boca pequeña, demasiado pequeña en un tiempo de bocas generosas. Que aquellas manos grandes estaban destinadas a dar forma perfecta a sus imperfecciones. Que aquella piel morena haría brillar la suya tan blanca y hasta entonces sin vida. Que eran el uno para el otro territorio virgen a explorar, cumbres que escalar, simas a las que descender, sin protección, ellos dos solos.
Miradas que encienden fuegos con solo encontrar mis ojos.
Sonrisas que se contagian.
Complicidad.
Pieles morenas que hacen la mía aún más blanca.
Promesa de copas llenas y noches compartidas....
Lluvia fuerte, tierra que espera recompensa.
Fruta madura, sabores dulces.
Hombres de bandera.
Mujeres que saben lo que quieren.
Personas que hacen digno cualquier proyecto.
Serenidad en medio de la tormenta.
No espero nada, aunque hayas renovado el sentido de mi vida.
¿Qué hace alguien sin hacer para que te enamores como una quinceañera?
Suspiros.
Si contara las veces que se han visto, llegaría a la conclusión de que se ha enamorado de un hombre inexistente. Una fantasía. Una idea. Ha construido, en media docena de veces, al hombre con el que querría estar. El hombre que habitaba en sus sueños: educado y sereno, enamorado de lo suyo y de los suyos, tremendamente atractivo y con una importante carga sexual invisible al resto, sólo explicable por ella... A su lado siente brillar su piel. Una luz se enciende cuando la mira. Una mirada que, en un destello, le promete paraísos que explorar juntos. Esa forma de mirar que es en sí misma el regalo de una sonrisa."El hombre que sonríe con la mirada" así le llaman sus amigas. Así lo describió ella misma un mañana de inspiración romántica. La verdad es que es una definición preciosa para un hombre. Si analizara todo con un pelín, sólo un pelín, de objetividad se daría cuenta de que ese enamoramiento que, por otro lado, le sienta tan bien, no se sustenta en nada y, sin embargo, a medida que pasan los días crece, no disminuye. Es como el fuego cuando empieza y se expande sin control. Ella quiere pararlo, consciente de que no la lleva a ningún sitio, pero no puede. Se pregunta, una y otra vez, como puede haberle pasado esto. Se siente pequeña y perdida en un laberinto de sentimientos sin salida. Su cerebro le dice a gritos "quitátelo de la cabeza", pero sus vísceras, todas ellas, el resto de los órganos de su cuerpo y los sentidos, sobre todo la piel le dicen que se deje arrastrar por el maremoto de emociones que, de repente, han despertado y la conducen al abismo. Porque lo malo del enamoramiento cuando es así de absurdo es el apagado y es que le está costando tanto apagarlo... Es tan feliz. Se siente tan bien. Los enamoramientos normalmente son flashes, fogonazos de inicio que te hacen fijarte en esa persona y no en otra. Porque en realidad ¿qué hizo él si ni tan siquiera los presentaron formalmente?, pero ¿por qué él y no otro? ¿Qué fuerza te hace fijarte en esa persona y no en otra? Y ella ¿con qué derecho va a apagar el faro que ha iluminado su travesía tanto tiempo a oscuras? Fue en un instante, cruzar sus miradas y ella se quedó enganchada. Sintió que había llegado a casa. Que aquellos labios guardaban las palabras más hermosas y habían reservado los mejores besos para su boca pequeña, demasiado pequeña en un tiempo de bocas generosas. Que aquellas manos grandes estaban destinadas a dar forma perfecta a sus imperfecciones. Que aquella piel morena haría brillar la suya tan blanca y hasta entonces sin vida. Que eran el uno para el otro territorio virgen a explorar, cumbres que escalar, simas a las que descender, sin protección, ellos dos solos.
Mientras llega el tan temido apagado, ella es una mujer nueva y muchas personas se lo dicen. "Estás diferente"."Me han quitado la ortodoncia" contesta ella, sin poder dejar de sonreír. Le han dicho de todo, todo bueno, y ella sonríe, con esa sonrisa que es como estrenar un vestido nuevo cada día, sin más adornos que el saber que él existe y que ya forma parte de su vida.
Ay, la sonrisa. La sonrisa que estaba ensombrecida por la pena, una pena negra que tanto le pesaba en el alma, una pena que algunas veces se hacía tan difícil de cargar... Tanto tiempo conviviendo la pena y ella, que algunos días ni siquiera se daba cuenta de que iban juntas a todas partes. Ella que es fuerte. Ella embarcada en mil batallas que casi siempre pierde. Ella evitando pararse a repasar los huecos de su alma, aquellos que no se pueden llenar. Su alma como un pozo en la arena de la playa siempre vacío por mucho agua de mar con que pretendas llenarlo.
En este tiempo corto e intenso por tantas cosas, ha empezado a creer en los flechazos, en la presencia mágica de hombres de bandera que viven en la ignorancia de ser amados y deseados como si fueran tesoros de incalculable valor (que lo son) Hombres fantásticos con vidas corrientes que devuelven la vida a mujeres únicas que vivían entre sombras. Sólo por eso, sólo por haberme devuelto a la vida, alguna vez te contaré esta historia.
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