En la novela de
Alejandro Palomas “Una madre” la abuela Ester, cuando las
cataratas hicieron de las suyas y para describir lo que veía, empezó
a utilizar la expresión “algunas luces y muchas sombras” y todos
los miembros de la familia acabaron usándola habitualmente para
referirse a aquellas situaciones que o bien no tenían muchas ganas
de explicar o bien no estaban muy claras o muy definidas. En mi caso,
yo a la frase, que es muy buena, le he dado la vuelta.
“Muchas luces y
alguna sombra” estas cinco palabras expresan lo que he
vivido en esta primera mitad de campaña electoral. Y quiero compartirlo
hoy y no el domingo porque si espero al 24 a lo mejor, y sólo a lo
mejor, las impresiones son otras, de hecho seguro serán otras. Y es
así que pasado el ecuador de estas dos semanas, tengo que decir que
uno aprende y madura con cada uno de los pasos que va dando en su
vida y esta aventura para mi está siendo una de las experiencias más
enriquecedoras que he tenido en tiempo, sobre todo, por la gente. Por encima de todo y sobre todas las
cosas, me quedo con la gente.
Y es que cada uno de
nosotros que no puede ni debe abstraerse de su lado social, se
relaciona con los demás como respira, muchas veces de forma
instintiva y refleja, sin ni siquiera pensarlo. Pero cuando por un
motivo concreto tienes que ir pueblo por pueblo, casa por casa,
puerta por puerta tomando el pulso de la gente que vive o sobrevive,
hablando con aquellos que aman o aborrecen su pueblo, su ciudad o su
país, te das cuenta de que lo que le da un valor verdadero y
absoluto a todo somos nosotros, las personas, todas y cada una de
nosotras, todas diferentes y únicas, todas especiales e
irrepetibles, con independencia de nuestras ideas que en ocasiones
nos unen y en otras nos separan.
Y puede ser que si este
último mes no hubiera sido tan intenso o yo no estuviera
especialmente sensible, no me apetecería para nada compartir estas
sensaciones o quizás la explicación venga de que cada una de las
personas que hemos visitado nos ha abierto su casa, recibido con una
sonrisa o con un gesto amable, nos ha hecho partícipes de su riqueza
o de su pobreza, nos ha incluido en sus vidas que eso para mi ya es
mucho. Y es por eso que a lo mejor la clase política debería
(no debo ni quiero incluirme) salir más a la calle durante los
cuatro años que duran los mandatos, tomar muchos cafés y fumarse
muchos cigarrillos con la gente que deposita en ellos su confianza,
hablar menos y escuchar más a aquellos que son sus potenciales
votantes no sólo los últimos quince días del mandato, sino todas y
cada una de las mañanas y las noches que tienen los 1461 días
durante los que inocentemente depositan sus destinos en sus manos.
Creo que esto se lo he oído yo a un compañero: “La campaña
electoral es cada día” y es verdad, el voto se pide cada día con
nuestros actos, con nuestro comportamiento, con nuestra capacidad personal y grupal para atender a las personas y gestionar sus peticiones, con nuestras habilidades para ejecutar proyectos, con nuestro hacer y estar
en Quirós y por Quirós. Sin embargo, esta reflexión no hay que
hacerla hoy sino cada día.
Ahora sólo me queda
hablar de las “muchas luces” porque de las “algunas sombras”
no voy a hablar, no merecen ni mi tiempo, ni mis palabras. Y muchas
luces, sí, las de estos días. Luces de siempre y luces
nuevas. Las de mi gente que me llevan acompañando toda la vida y que
me apoyan en todas las causas que emprendo. Las de los compañeros de
la candidatura que para nosotros es la mejor porque es la nuestra, no
olvidaré las veces que nos hemos reído juntos y lo buen equipo que
hemos formado a pesar de ser tan diferentes, recordad que el
auténtico trabajo empieza el 25. Las de todas las personas, también
de otras formaciones, que me han manifestado su cariño y su respeto,
guardo cada palabra, cada e-mail, cada comentario, me he sentido muy
bien, la verdad, tampoco podía ser de otra manera. Y las de los quirosanos y quirosanas, cada mirada cansada y cada cara surcada de arrugas, cada mano anciana y cada descontento, cada observación... sus luces son
las que justifican este compromiso, este trabajo y esta aventura.
Y algunas sombras,
a pesar del cansancio, del mal sabor de boca y de algún que otro
trago amargo, respecto a éstos: paso palabra. La envidia es mala, pero el miedo más. Por suerte, mi madre marcó la puerta de nuestra casa y la mediocridad paso de largo en nuestras vidas. Pobres de aquellos que la
tienen sentada a su mesa para siempre. Ellos solos se retratan.
Campaña electoral habría que hacer día a día, tienes razón. A ver como se conocen los problemas de la gente si no, y si no se onocen cómo se van a resolver.
ResponderEliminarLa sombras son inevitables y hay que aprender a manejarse con ellas. Y si hay sombra es porque hay luz que la produce. Te deseo que sigas disfrutando de esas luces.
Besos!!
Cierto, no se entiende la sombra sin luz, un beso!
Eliminar