infortunio.
"Suerte desdichada o fortuna adversa"
En los dos últimos meses he perdido a dos personas cercanas. Cercanas y queridas ambas, aunque de distinta forma (claro que a todas las queremos de diferente forma) De Carmen me negué en su momento a escribir su panegírico, pues cualquier cosa que yo escribiera iba a quedar años luz de lo que ella se merecía y le escribiría su esposo Paco. De Goyo me siento obligada a escribir algo, no sé porqué, quizás porque las últimas veces que lo había visto habíamos estado de fiesta y seguramente él me tenía por una persona más seria de la media, por eso bromeaba menos conmigo (en realidad soy un poco borde) quizás por el tótum revolútum que me ha originado esta muerte, quizás porque necesito hacerlo sin más. Hace dos años en la fiesta del instituto, viendo el interés que yo ponía en sacar las fotos al resto de los compañeros, se empeño en fotografiarme a mi, me hizo una batería de primeros planos (al final, ninguno valía para nada) él puso mucho interés, la modelo no. El año anterior habíamos hecho una sesión completa en la terraza del Club de Golf de Las Caldas, había niebla, humedad, estaba frío, pero allí estuvimos echándonos unas risas María, Miguel, Manolo, él y yo detrás del objetivo.Carmen y Goyo han tenido mala suerte, ambos estaban en el momento equivocado en el lugar equivocado. Probablemente el guión de sus vidas estaba escrito con este final desde el principio, pero ni ellos, ni nosotros lo sabíamos y por eso, hoy lo lamentamos.
"Hecho o acaecimiento desgraciado"
Tanto Carmen como Goyo se han ido como consecuencia de un acontecimiento desgraciado. Los accidentes, los malditos accidentes, el eventual suceso que acaece para producir la desgracia y arrancarnos de cuajo al ser querido. Ya escribí en otra entrada que cuando un joven se muere normalmente es de accidente o de enfermedad. El accidente que implica la muerte repentina, es tremendo. Es como si, de repente, te arrancarán un miembro y te animarán a vivir sin él. Te ponen en la calle, sin postoperatorio, a vivir de nuevo. Ahora te falta una parte pero, búscate la vida que va a ser así para siempre. A Carmen se le cayó un pedazo de fachada, un momento antes o un momento después hubiera salvado su vida, si hubiera habido un pájaro que la distrajera, un cartel que anunciará una exposición de arte o un concierto al aire libre, una persona a quién saludar, un semáforo en rojo, un paraguas olvidado en casa que la hubiera hecho regresar. A Goyo ha sido el mar, la mar, un fallo de su corazón, las bombonas de oxígeno ... qué más da... si ya no van a estar más.
La fatalidad, la relación causa-efecto, algo involuntario, algo imprevisto, algo fuera de su control o del nuestro... vamos una mierda. Paco, el marido de Carmen, intenta reconstruir su vida dando tumbos; a las hijas de Goyo, Claudia y Andrea y a su mujer, les pasará lo mismo.
Goyo era un tipo grande, su grandeza física, sin embargo, dejaba entrever su nobleza. Era un hombre atento, enamorado de mis amigas Katia y María José a las que cada vez que veía les demostraba su cariño y admiración, un adulador profesional. Echaré de menos como las llamaba. No creo que la vida le haya tratado mal, se había separado, pero deduzco que mantenía una buena relación con su esposa y su familia política. Era en su trabajo todo lo serio que no había sido en el instituto. Recuerdo una vez que lo vi trabajando, me hizo mucha gracia verle allí en su salsa, tan formal. Era un tío legal y era un hombre de afectos. Cuando hicimos 1º de BUP siempre estaba con José Angel, bajaban juntos al instituto desde Pumarín. Luego con los años formaba parte de aquella pandilla de chicos guapos que tantos corazones rompieron: Valentín, Manolo o Miguel. Goyo ejercía en ocasiones de Celestina, pero también fue el hombro que consoló a sus amigos y amigas de tantos desengaños y de tantos desamores, cuando todo lo que nos pasaba era un drama y hoy sabemos que los dramas son otros.
Carmen era una mujer delicada, delicada y simpática, vehemente en la manifestación de sus pensamientos y opiniones. Querida dónde quiera que fuese, querida por su familia, sus amigos, sus compañeros de trabajo, sus alumnos. Tenía alma de artista y era la vara que sostenía a su familia, en la que se apoyaban los suyos. Siempre alegre y dispuesta a hacer cosas. Carmen era un amor.
Tanto Carmen como Goyo se han ido como consecuencia de un acontecimiento desgraciado. Los accidentes, los malditos accidentes, el eventual suceso que acaece para producir la desgracia y arrancarnos de cuajo al ser querido. Ya escribí en otra entrada que cuando un joven se muere normalmente es de accidente o de enfermedad. El accidente que implica la muerte repentina, es tremendo. Es como si, de repente, te arrancarán un miembro y te animarán a vivir sin él. Te ponen en la calle, sin postoperatorio, a vivir de nuevo. Ahora te falta una parte pero, búscate la vida que va a ser así para siempre. A Carmen se le cayó un pedazo de fachada, un momento antes o un momento después hubiera salvado su vida, si hubiera habido un pájaro que la distrajera, un cartel que anunciará una exposición de arte o un concierto al aire libre, una persona a quién saludar, un semáforo en rojo, un paraguas olvidado en casa que la hubiera hecho regresar. A Goyo ha sido el mar, la mar, un fallo de su corazón, las bombonas de oxígeno ... qué más da... si ya no van a estar más.
La fatalidad, la relación causa-efecto, algo involuntario, algo imprevisto, algo fuera de su control o del nuestro... vamos una mierda. Paco, el marido de Carmen, intenta reconstruir su vida dando tumbos; a las hijas de Goyo, Claudia y Andrea y a su mujer, les pasará lo mismo.
Goyo era un tipo grande, su grandeza física, sin embargo, dejaba entrever su nobleza. Era un hombre atento, enamorado de mis amigas Katia y María José a las que cada vez que veía les demostraba su cariño y admiración, un adulador profesional. Echaré de menos como las llamaba. No creo que la vida le haya tratado mal, se había separado, pero deduzco que mantenía una buena relación con su esposa y su familia política. Era en su trabajo todo lo serio que no había sido en el instituto. Recuerdo una vez que lo vi trabajando, me hizo mucha gracia verle allí en su salsa, tan formal. Era un tío legal y era un hombre de afectos. Cuando hicimos 1º de BUP siempre estaba con José Angel, bajaban juntos al instituto desde Pumarín. Luego con los años formaba parte de aquella pandilla de chicos guapos que tantos corazones rompieron: Valentín, Manolo o Miguel. Goyo ejercía en ocasiones de Celestina, pero también fue el hombro que consoló a sus amigos y amigas de tantos desengaños y de tantos desamores, cuando todo lo que nos pasaba era un drama y hoy sabemos que los dramas son otros.
Carmen era una mujer delicada, delicada y simpática, vehemente en la manifestación de sus pensamientos y opiniones. Querida dónde quiera que fuese, querida por su familia, sus amigos, sus compañeros de trabajo, sus alumnos. Tenía alma de artista y era la vara que sostenía a su familia, en la que se apoyaban los suyos. Siempre alegre y dispuesta a hacer cosas. Carmen era un amor.
"Estado desgraciado en que se encuentra alguien" que es como nos sentimos todos hoy y nos sentimos hace dos meses. La desgracia se los llevo a ellos, pero nos deja huérfanos a nosotros, a todos nosotros, huérfanos de hermana, de hijos y de padre, de marido y de esposa, huérfanos de amiga y de compañero de instituto, solos para afrontar lo que venga en este verano sin sol, en este verano sin ellos.
Ayer mi reloj se quedo sin pila, ojalá todo fuera tan fácil como cambiarle la pila a un reloj y seguir avanzando.
Descansen en paz Carmen y Goyo.
Ayer mi reloj se quedo sin pila, ojalá todo fuera tan fácil como cambiarle la pila a un reloj y seguir avanzando.
Descansen en paz Carmen y Goyo.
Gracias, Bea, por el hermoso homenaje que has hecho a Carmen. Lo siento por
ResponderEliminartu amigo.
Las palabras tienen mucho poder. Y tú
las dices muy bien.
Un abrazo.