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sábado, 27 de noviembre de 2021

Almudena y la alegría.



“Como el cuerpo de un hombre derrotado en la nieve,
con ese mismo invierno que hiela las canciones
cuando la tarde cae en la radio de un coche,
como los telegramas, como la voz herida
que cruza los teléfonos nocturnos
igual que un faro cruza
por la melancolía de las barcas en tierra,
como las dudas y las certidumbres,
como mi silueta en la ventana,
así duele una noche,
con ese mismo invierno de cuando tú me faltas,
con esa misma nieve que me ha dejado en blanco,
pues todo se me olvida
si tengo que aprender a recordarte.”

Luis García Montero, compañero de Almudena.

Hace casi un mes que no escribo. Este Noviembre sin violetas que escribió Lorenzo Silva me ha metido en una maratón de películas navideñas para ver si este año, por fin y antes de que llegue diciembre, anticipándome con turrones y luces que anuncian con premura las fiestas entrañables y familiares por excelencia (aquellas que con el tiempo se van tornando odiosas para los que cumplimos años y contamos ausencias que se hacían impensables e imposibles en nuestro deseo más íntimo, qué ridiculos somos negando la meta del camino), vaya que me pierdo, pues para ver si me invade ese espíritu de celebración tan necesario en este tiempo raruno en el que llevamos casi dos años navegando. Sí, somos navegantes del tiempo, como decía el último título propuesto por el Club de Lectura de Oviedo en el que participo. Navegantes de un tiempo lineal en el que despacio al principio y más rápido al final vamos caminando hacia la muerte. Sí, la Muerte. No vamos a esquivarla por muy buenas cartas que tengamos en la mano.
En eso andaba yo ayer, viendo pelis, y de celebración de aniversario de este blog fantástico en el que tantas emociones he vertido y que tantas satisfacciones me ha dado, amigos, lectores, lectores-amigos, amigos-lectores. Un blog que nació de la necesidad de ser alguien en el mundo virtual para escribir en los blogs de otros, amigos-blogueros. Andaba de celebración del cumpleaños de Roberto, cronista oficial del concejo de Quirós y una de las personas más generosas que conozco. Ojalá hubiera muchas más personas como el (sobran más palabras). Compartimos orígenes, amor por la tierra y ganas de compartirla, también compartimos, cada uno a su manera (el de forma mucho más seria y rigurosa que yo que soy una loquita) curiosidad y ganas de saber más cosas de este territorio que nos acoge con tanto amor casi siempre y con desamor algunas veces. Roberto es ese compañero que siempre apoya las iniciativas de los demás. Andaba celebrando la Vida y a Quirós en medio del temporal de  nieve y viento, con las mejillas enrojecidas por el frío y disfrutando como la niña que fui con Lola y los amigos de Lola, Miko y Bruma. (Abro paréntesis, no hay nadie que disfrute más de la nieve que un perro. Ainssss los perros de los que tanto, tanto aprendo a cada minuto. Seres generosos y agradecidos que lo dan todo a cambio de nada. En fin. Cada mañana me estiro con idéntico placer al que tienen que sentir ellos). Alternando cocina y chimenea con paseos escuchando mis pasos en la nieve, uno de los sonidos más bonitos que existen junto al crepitar de las hojas bajo tus pies en el otoño. Andaba gastando la Vida cuando cayendo la tarde recibo un mensaje que me dice que Almudena Grandes ha muerto y se me quedó el Corazón Helado porque ya no esperaremos sus lectores su último libro (aunque hay uno que se publicará a título póstumo y que pienso fue el motivo, acabarlo, para que hace apenas mes y medio se despidiera de la vida pública, decía que para volver, que no sabía cómo, pero para volver). No volverá Almudena. No va a volver a escribir sus artículos ni a regalarnos historias suyas o de otros, porque ha gastado la vida sin quererlo, antes de tiempo, con premura, anticipadamente. Qué pena más grande y qué hueco deja esta mujer grande en presencia como su apellido que nos enseñó a algunas tantas cosas. Y es que yo siempre he sido muy Malena. Yo que a Almudena Grandes le debo más cosas que todas las fantásticas historias que nos ha contado, pero eso ya se lo cuento cuando me la vuelva a encontrar, que seguro que lo haré porque habrá un sitio para las mujeres grandes de presencia, de corazón, de apellido, rojas, solidarias y amantes de la vida y de los suyos, comprometidas con su tiempo y amigas de historias contadas y escritas, de libros, de palabras y de versos… La conocí en el Filarmónica. Aquella tarde fui al Rialto antes de ponerme a una cola de lectores que abarrotó el teatro. Iba acompañando a Jacque a que le firmara un libro. Yo no llevaba ninguno porque no soy muy mitómana pero esperé para saludarla. No estaba de buen café (me dio la sensación), habría atendido a cientos de lectores (nosotras éramos casi las últimas) pero le dije que la escena de “El lector de Julio Verne” en la que al niño se le abre el mundo cuando descubre una biblioteca toda para el, era una de las escenas más bonitas que había leído nunca y entonces le cambió la cara. Podía haberle dicho mucho más, pero me quedo con esa escena. La Libertad que da la lectura a aquellos que son prisioneros de cualquier cárcel, por esa Libertad algunos no quieren que leamos. El finde antes del confinamiento empecé en Quirós “Los pacientes del Doctor García” lo cogí con mucha gana pero fui para Oviedo y el encierro me sumió en una absoluta sequía lectora, árida y penosa, un desierto que excavó un tremendo pozo dentro de mi. Pienso que el mejor homenaje será retomar aquel texto que, no sé porqué, no acabe cuando recupere las ganas de leer, pero también puedo volver a Malena, a los Aires Difíciles, a Modelos de Mujer, a Atlas de Geografía Humana, a Los besos en el pan que me tuvo una noche en vela de las ganas que tenía de Almudena. Algunas llevamos a la vida cosas de los personajes que nos marcaron, a mi cuando conozco a un hombre me dan ganas de preguntarle si le gusta la casquería… así supo Malena que aquel hombre era el hombre lo que buscaba. 
Hasta siempre Almudena. Hoy quiero celebrar en la ausencia la Eternidad de tus palabras y de tu recuerdo. Que la tierra te sea leve.

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