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domingo, 1 de noviembre de 2020

Solina de Ricao



En julio Quirós despidió a Solina, quirosana centenaria de Ricao que vió la luz con los “felices años veinte” y que se ha ido ahora, el 2020, el año de la pandemia. Se había propuesto llegar a los cien y en cuanto llegó a la meta, la venció el cansancio. Un siglo de vida lleno de trabajo y sacrificio, éxitos y satisfacciones. Solina regentó durante treinta años una tienda-chigre en Ricao, su aldea natal que fue el origen de la empresa  familiar, empresa que hoy perdura diversificada. Ella y su esposo Juan Campollo, fueron los pilares sobre los que se sustentó una familia emprendedora que transmitió a los suyos valores universales como familia, trabajo, vecindad y compromiso con la tierra. No en vano hoy sus tres nietos están vinculados profesionalmente al Valle desde diferentes proyectos empresariales. Solina “fue casi de todo” dice su nieto Roberto Fernández Osorio, cronista oficial del concejo, en un texto en el que glosa su figura. Esposa, madre, abuela y bisabuela “de cuatro futuros” títulos que llevaba con orgullo, pero también fue comerciante y buena vecina, dispuesta a echar una mano al que la necesitara asistiendo a un parto o poniendo una inyección, sin dejar de lado un interés innato por la actualidad de su concejo y de su país. Este siglo que ha dado cobijo a su historia es probablemente el tiempo que más cambios nos ha traído al mundo en general y al mundo rural en particular. Solina presenció como la luz y el agua corriente llegaban a las casas y como se construyeron carreteras que facilitaban transacciones comerciales y movimientos. Fue testigo de un tiempo en el que al ritmo que mejoraba la vida en las aldeas, estas se iban desangrando con la pérdida de población, sin embargo, ella y los suyos se quedaron, cuando las raíces y el apego son firmes, no nos permiten alejarnos mucho. Solina es el ejemplo de aquellos que siembran buena semilla, recogen frutos y esta mujer deja buenos frutos: todos ellos trabajadores, generosos, amantes de la tierra que les vio nacer. Sin embargo, echar el telón de una vida como la de esta mujer, larga, emocionante, intensa, provechosa, nos deja un gusto amargo, despertando en muchos de nosotros la sensación de que se cierra una época, la de nuestros abuelos, hombres y mujeres forjados así mismos, que contribuyeron a construir un mundo que se extingue al ritmo que los perdemos a ellos. Queda en nuestras manos mantener viva su memoria, una memoria que es la historia de la tierra que pisamos. 



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