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miércoles, 9 de mayo de 2018

Primavera cierta

Contempla distraída crecer las margaritas en el minúsculo espacio verde que le ha tocado en suerte. Piensa, sin hacerlo realmente, en cómo son las cosas de la vida. La vida en círculos. La vida sorprendiéndola a cada paso, trayendo a su orilla al hombre justo en el momento en que, sin esperarlo ni saberlo, más lo necesitaba. Le sorprende lo que siente porque pensaba que no volvería a sentir así nunca más. Nunca tan joven y tan enamorada como hoy. Nunca con tantas ganas de ser mejor persona. Nunca tan entusiasmada con su vida como lo está hoy. Ella que vivía tras haber abandonado las sendas que conducen a algún sitio. Ella que caminaba sin ir realmente a ninguna parte. Ella sola.
Y él? El, por su parte, simplemente seguía. Vivía sin contar que nada ni nadie viniera a "ximielgar" los cimientos de su vida. Una vida como la de todos, con su familia y su trabajo, su rutina y las manías de quién va cumpliendo años y cree que todo es como tiene que ser. Sin plantearse que el engranaje rechina porque le falta algo y que algunas piezas dejan de encajar porque lo que servía deja de hacerlo, que los zapatos que te iban tan cómodos empiezan a apretarte y que en la vida necesitas algo más que zona de confort. Seguía sin ser consciente de la sed ni del hambre que tenía de otra piel, de otra boca, de otras manos. Seguía sin saber que en un recodo del trayecto aparecería quién iba a remover su vida para siempre. El acompañado.
"Cómo tienes el corazón?" le preguntó ella en voz baja. "Estaba vacío"- le contestó el en un susurro- "pero has llegado tú y se ha llenado". Y la sonrisa honesta y la mirada limpia iluminaron para siempre a quien nada esperaba.

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