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sábado, 17 de junio de 2017

La tecnología que está por venir.

El lunes pasado en el Club de prensa asturiano y un poco por casualidad (estaba por allí y fui a ver si veía a Esther) asistí a la conferencia de Amador Menéndez acerca de Retos Tecnológicos de Futuro a propósito de su libro recientemente galardonado con el Premio Internacional Jovellanos de Ensayo. La presentación corrió a cargo de Pelayo García de Ediciones Nobel, editora del mencionado título.
Tras la misma, tras la presentación digo, comenzó el espectáculo y digo espectáculo y digo bien porque Amador nos dio una lección de ciencia para novatos, un baño de ciencia divulgativa y didáctica en el que disfrutaron todos los presentes, incluso los más sabios que ocupaban las primeras filas. Amador estaba acompañado de muchos compañeros, lo que está bien, muy bien, sobre todo, porque no ocurre en otros campos donde parece que el mérito propio desmerece al ajeno. Puede ser que lejos de egos personales, seguro que “haberlos haylos”, la comunidad científica sintetice conceptos, (además de proteínas) al menos de mano, lejos de otros intereses comerciales y mercantiles como universalidad, globalidad y bien e interés común. Eso quiero creer. Los avances científicos logrados/conseguidos/recogidos, hoy por mí y mañana por ti, ponen en la palestra el trabajo de compañeros de mesa en el laboratorio o de estudios de posgrados en universidades extranjeras y hermanas. La comunidad científica, al menos desde donde yo la observo, aglutina valores de auténtica “comunidad”, pero volvamos a Amador.
Empezó diciendo que iba a contarnos una historia. Si hubiera empezado por “había una vez un mono…” habría tenido idéntico auditorio entregado. Y digo yo que por qué no habrá más profesores así, sobre todo, pensando en aquellos de letras que no tenemos más interés por la ciencia que un móvil patata, un coche carromato que nos lleve a donde queremos ir y que nunca nos preguntamos en serio por qué vuelan los aviones porque no entenderíamos la explicación y vale más no pensarlo y encomendarse a algún santín o virgen milagrosos para llegar a destino. No me vanaglorio de mi analfabetismo ni mucho menos, más bien me avergüenza, pero quizás desde hace un mes cuando asistí a la conferencia de Inmaculada de Melo sobre Niños a la carta empiezo a reconocer que esa ignorancia no me lleva a ningún sitio, más bien me aleja de la realidad. Ahora bien no me preguntéis nunca nada de Física y Química porque más allá de los elementos de la tabla periódica y de aquello que todo cuerpo sumergido en un fluido desaloja una cantidad del mismo igual a su volumen (o algo así) soy una nulidad.
A pesar de toda esta confesión después del lunes soy un poco menos torpe, Amador Menéndez me llevó de la mano por una historia de futuro y esperanza, en el que la ciencia se use en pos del hombre, de la salud y del medio ambiente, alejada de intereses espurios que, realmente, no era de lo que tocaba ocuparse el lunes.
El gran invento del hombre es el fuego. A medida que el hombre evolucionaba y su cerebro crecía, el cerebro que consume el 20% de la energía que necesitamos, el invento del fuego vino a proporcionarle esa energía extra para poder usarla en otras cosas. El fuego permitió cocinar los alimentos y así a nuestros abuelos les costó menos desgarrar/masticar/alimentarse con el consiguiente ahorro de energía para emplearla en otras cosas  más provechosas. De ahí hasta hoy apenas un instante. El siglo XXI promete en cien años más avance científico y tecnológico que el resto de historia de la humanidad, pero ¿quién tendrá acceso a ese avance? Esta pregunta es mía y se me ocurre así sobre la marcha. Uno de los móviles que manejan ahora nuestros niños tiene más capacidad que los ordenadores de la NASA que sirvieron para enviar al primer hombre a la luna. Esta revolución con la que ya convivimos pasa por automóviles que nos permitirán ir sin conductor, máquinas inteligentes que superan al hombre una y otra vez. Esta revolución nos llena de miedos porque qué pasará si cuando las máquinas superen en inteligencia al hombre tomen el control y decidan prescindir de la raza humana. En palabras de Amador Menéndez esto no pasará porque nunca podremos entender completamente al cerebro y si esto es así difícilmente una máquina puede superar al hombre.
Conceptos como inteligencia colectiva, tan comunes en el mundo animal (una hormiga no es inteligente, pero el hormiguero sí). Resultado de la suma de las inteligencias individuales que convierten al grupo en más inteligente y como ejemplo Wikipedia, fruto del trabajo de miles de wikipedistas repartidos por el mundo que buscan/incorporan/editan información (humildemente yo entre ellos). ¿Podríamos llegar a un cerebro planetario que englobase la superinteligencia) Sí, pero no a corto plazo. Esto no es temible, más bien abre la puerta a la resolución de muchos problemas sobre todo, relacionados con las energías renovables y la protección del medio ambiente, (lástima que los hombres no tengamos conciencia para salvar nuestro mundo, esto lo añado yo)
La última parte de la, como podéis leer, interesantísima exposición, versó sobre el BIGDATA. En el inmenso big brother que estamos inmersos donde tu huella digital sirve para conocer y manejar tus gustos, también cabe la investigación colectiva. Bigdata abre un universo de posibilidades también un big brother en el propio cuerpo humano en forma de píldora que llegue a donde nadie nunca antes llegó. Nanopartículas inteligentes que sean el guardián del cuerpo. La salud desde dentro de nosotros. El  médico del futuro está en la nube. Hasta tal punto esto es cierto que se pudo diagnosticar una epidemia de gripe a partir de la infinidad de entradas de individuos buscando en Google síntomas de la gripe. Un futuro de oportunidades está por venir. La presencia en la última entrega de los premios Princesa de Asturias de Hugh Herr, conocido como el hombre biónico entregado a una investigación sin descanso en materia de miembros biónicos. Los exoesqueletos, bypass en el cerebro capaces de saltarse a la médula espinal para enviar órdenes a las extremidades, cascos biónicos… “Un viaje al futuro al que hay que mirar con esperanza” Lo mejor está por llegar.

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