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martes, 6 de enero de 2015

Tradiciones nuevas para nuevos tiempos.


Se acaban las fiestas. Los días llamados propiamente festivos, días tan propios para los excesos, excesos del tipo que sean, a veces, incluso demasiados excesos. Y ahora empieza lo bueno. Volver a la bendita rutina e intentar conseguir los propósitos que con tanto esmero y esfuerzo nos hemos propuesto en estos primeros días del año 2015 del que a lo tonto ya casi hemos consumido una semana. Yo no suelo proponerme nada, sin embargo, este año hice uno, light y fácil de conseguir "no sentirme culpable comiendo chocolate" Parece una tontería, pero me apetecía, un poco en serio y un poco en broma, que fuera un propósito de año nuevo ¿por qué no? No es nada imposible, ni especialmente ambicioso, ni hace mal a nadie... Vamos una nimiedad, un propósito al fin.
Sin embargo no quiero hablar de propósitos hoy. Quiero hablar de tradiciones y sueños, de ilusiones y emoción, de primeras veces y de primeras decepciones, de objetivos que se cumplen y otros que no. Quiero hablar de iniciación a la vida. De niños que han vivido su primera Navidad y su primera noche de Reyes, de padres primerizos que se emocionan recordando su infancia, de abuelos novatos que no saben muy bien cúal es su recién estrenado papel. De inocencia nueva y de inocencia caduca. Y es que la vida son etapas, capítulos que empiezan y se acaban, esclusas que te permiten cambiar de nivel, cajas chinas y matrioskas que encierran tras de sí parte de nosotros, caminos que se cruzan para separarse y caminos que discurren paralelos. Quiero hablar de tradiciones, de tradiciones viejas que mueren cuando lo hacen las personas con las que las compartías y de tradiciones nuevas que surgen a la luz de los nuevos tiempos que vivimos. 
Mis abuelos reunían en torno a su mesa y en su casa a sus tres hijos con sus familias. Muchas veces no estábamos todos por motivos de trabajo, pero mi abuela siempre lo intentaba. Cocinaba siempre el mismo menú y sufría algún momento de crisis, muchos normalmente (era innato a su carácter) Hoy creo que no hay Navidad sin una anfitriona en crisis. Nunca se sentaba a la mesa y luego se pasaba días y días comiendo el turrón que había quedado igual que un ratoncito, a escondidas de mi madre, de manera que ella misma daba buena cuenta de la totalidad del dulce aunque, en realidad, "ella nunca comía nada". Sus favoritos eran el turrón de rajalmendra que no es otra cosa que mazapán puro y duro, las peladillas y los piñones. Siempre había peras al vino junto al resto de dulces navideños. Mi abuela las cocía en vino y azúcar peladas y enteras. Nunca me había dado cuenta de que esto era una tradición hasta que el otro día Leticia lo mencionó en Facebook, tengo que investigar el origen de esta costumbre en nuestra casa. Mi tía Tere también aportó su propia tradición. Nosotros que no habíamos comido nunca Roscón de Reyes empezamos a comerlo cuando Tere se casó con mi tío Carlos. Al faltar mi abuelo se mantuvieron las cosas con una excepción, era mi madre la que cocinaba. Sin embargo, cuando mi abuela enfermó, el tiempo que se abrió para nosotros fue un tiempo de mucha tristeza. Todos hicimos una travesía muy amarga, muy dolorosa y muy larga, demasiado larga. No hubo más tiempo para tradiciones, ni para las antiguas que se diluyeron como el azúcar en el café, pero sin endulzar, ni para nuevas. Aunque, por suerte o por desgracia, la vida te permite reinventarte y así, el tiempo ha dado paso a nuevas tradiciones, menos familiares, pero no por ello peores. Así, celebrar una cena de Nochevieja el día 30 de diciembre y brindar con un cosmopolitan en casa de amigos antes de cenar el 31, tomar chocolate con churros con los que vienen de Valencia y sus niños o los que están en Valladolid, el Conciertín de los Jóvenes Músicos Quirosanos y participar en la Cabalgata de Reyes de Quirós, el cumpleaños de Monchu que nació la noche más mágica del año... Hay algunas otras cosas, todas igual de buenas y todas igual de diferentes. Cosas que no tienen nada que ver con las que hacíamos hace quince o veinte años, pero que nos ayudan a estrechar lazos y a crear vínculos con estas fiestas que algunos días odiamos tanto. Y es que la vida es evolución, renovación, revolución y, por eso nos gusta tanto y por eso nos sorprende tanto.
Pienso ahora en los niños que han llegado a nuestras vidas este año, en Carlos que ayer fue nuestro Niño Jesús, en Luis, en Alejandro, en Elba, en Paula, en Alba, en Pilar... En todos los recién llegados para los que estas fiestas han sido las primeras. Pienso lo importante de mantener vivas las tradiciones y de crearlas otras nuevas para ellos, pues la vida se construye a base de estos recuerdos. Pienso en Hugo, en el brillo de sus ojos, en la vida que comienza. Pienso en el futuro, respiro hondo y sonrio. Hoy nuestras vidas tienen un sentido nuevo.

2 comentarios:

  1. "Y es que la vida es evolución, renovación, revolución y, por eso nos gusta tanto y por eso nos sorprende tanto." Cierto, aunque cómo cuesta a veces aceptarlo. Hay que sobreponerse y seguir.
    Me ha gustado mucho.
    Besos!!

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