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sábado, 19 de septiembre de 2020

Formas de perderse.



Existen muchas formas de perderse. Cuando yo era pequeña, mi amiga Argentina y yo nos perdimos en la Feria de Muestras. No sé muy bien lo que pasó, tendríamos 9 y 10 años respectivamente y nos despistamos de nuestros padres y hermanos. Nunca me ha gustado la Feria de Muestras de Gijón me parece un despropósito, quizás si vas con un objetivo puede que tenga sentido, si no, me parece de esas citas estivales totalmente prescindibles, quizás la razón sea que me perdí allí aquel verano de los años ochenta. Nunca lo había pensado. Quién sabe. El caso es que nosotras nos perdimos y ni cortas ni perezosas salimos de la Feria y volvimos a casa. La verdad es que sería idea de Argentina que siempre fue mucho mas espabilada que yo. Salimos de la Feria y nos dirigimos al sitio que consideramos casa que ni siquiera era realmente nuestra casa, el piso de veraneo de su familia donde la mía estaba pasando unos días, así en plan comuna o tribu que me gusta mucho mas. Nuestras madres se conocieron llevándonos al colegio y tuvimos una larguísima amistad que ahora no tiene la misma intensidad pero que para mi tiene idéntico significado. Fuimos juntas al colegio, al instituto y a la Facultad de Derecho. Lo dicho yo un año por delante, pero ella infinitamente mas resuelta un año despues por edad no por inteligencia o capacidad. Argentina fue la típica niña que hoy tendría una adaptación curricular para pasar de curso. Por cierto, no somos primas, solo amigas. Genti si lo lees un besazo. Bueno esta no es la historia que quiero contar. Cómo se nos ocurrió salir de la Feria e ir a casa de la prima de su padre que estaba relativamente cerca? Ni idea, pero nuestros padres nos encontraron allí sanas y salvas. Y cómo se les ocurrió a nuestros padres r a buscarnos allí y no llamar a los municipales? Ni idea. En algún momento despues de anunciarnos por megafonía se dieron cuenta que a la cabeza pensante del dúo se le ocurriría ir a casa de Mariluz. No nos pasó nada, fuimos por la calle, Piles abajo dirección a la playa, en el Gijón bullicioso de los años ochenta, dos enanas de 9 y 10 años y no nos pasó nada. Muchas veces recordamos la anécdota, mientras salíamos por la puerta de la Feria los altavoces reclamaban a dos niñas perdidas confundiendo nuestras edades, nosotras no lo escuchamos pero esta confusión quedó para nuestra historia. Este verano en Parque Principado un niño cercano a mí se perdió. El que es un niño muy templado que aparentemente no pierde los nervios, lo tuvo mucho mas fácil. Se dirigió a un guardia de seguridad le dio el número de teléfono de su madre y en pocos minutos su madre se acercó a recogerlo. Este peque no tiene móvil propio, es muy pequeño aún, pero si lo hubiera tenido habría sido infinitamente aún mas sencillo. 


Lola se perdió la semana pasada en la mortera. Lola es mi perra (para los que no lo sabéis). Somos una sola. Perder a Lola al atardecer en la mortera me ponía las cosas un poco cuesta arriba. La vi entre los felechales, pero como es muy bajita al momento dejé de verla. Dejar a Lola a dormir al raso era cuando menos peligroso, dada su edad, este mes cumple quince años y los achaques de ancianidad que la acechan suponía exponerla a un riesgo innecesario. Sin embargo, fijaros que en ningún momento pensé en que no iba a aparecer, en primer lugar porque tengo una confianza ciega en ella y en segundo lugar, porque aquí la conoce todo el mundo, o sea, alguien la encontraría y me la haría llegar. El caso es que siguiendo su instinto, y como ta ocurrió otras veces, pensé que iría a casa. En ese momento nuestra casa era el coche, así que me dirigí hasta el sin tener en cuenta que yo iba a llegar mucho mas rápido de lo que lo haría ella. Y no, no estaba en el aparcamiento, y ahí me entró un poco de pánico escénico así que cogí el coche y fui hasta el último lugar donde nos habíamos visto para reconducir la búsqueda. No hizo falta, a medio camino, a la velocidad que le permiten sus patitas y arrastrando la pila de sabiduría y senectud que lleva encima, eso sí muy pizpireta, como es ella, me la encontré yendo a casa. Me bajé del coche, la cogí en brazos y le dije "sabía que harías esto". Entre el día de Gijón y el de la mortera del Teixu hay infinidad de pérdidas mas, todas las veces con final feliz, y todas, Bea, o sea, yo y Lola volvimos a casa. Desde marzo a mayo estuvimos perdidas en una nebulosa intensa y asfixiante. De mayo a hoy nos hemos perdido en el bosque de sentimientos que supone volver a las raices, al origen, a la esencia. Volver a intentar encontrarnos a nosotras mismas y con ello ser felices. Así que, si nos buscáis seguro que nos encontrais no muy lejos de nuestro refugio, de nuestro hogar, en la montaña, en Salceo, en algún camino de Quirós, en definitiva, en casa.


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