Hoy ha amanecido nevando. A las 6.30 cuando levanté mi persiana, me sorprendió cubriendo los coches y la calle dónde vivo. Seguí todas mis rutinas: desayuné, remoloneé en la cama, ducha, un poco de secador para el pelo, me vestí y saqué a Lola a dar su paseo diario. Lola es mi perra, la mayoría lo sabéis. Le encanta la nieve, sin embargo odia la lluvia. No lo entiendo muy bien, porque a fin de cuentas ambas, nieve y lluvia, son casi lo mismo.
A mi también me encanta la nieve: la limpia atmósfera cuando nieva; la luz del Naranco cuando, de repente, en medio de la niebla aparece estelar teñido de blanco; el sonido de la nieve cuando cae... Si, porque la nieve suena, sobre todo en Quirós, me imagino que en otros sitios también suene, pero en Quirós suena, sólo hay que querer escucharla y su sonido transmite paz, paz en medio de este caos que vivimos.
A mi la nieve no me frena, ni me impide hacer mi vida diaria, sin embargo hoy la nieve ha frenado la primavera que estaba instalándose ya entre nosotros. Será un freno momentáneo que además será bueno para la tierra y el campo, benditos tierra y campo. Este año no habrá seca por lo menos en el Norte, pues ha sido un invierno largo y húmedo, con mucha agua, agua que nos traerá vida, vida en forma de cosechas y de pastos, en forma de brotes verdes, pero no sé si ésos de los que tanto hablan.
Pero yo lo que quería era escribir de la nieve, no de la primavera. Quería escribir de otros días de nieve, de infancia, de trineos, de muñecos hechos en medio del patio del colegio o en los prados de Fitoria, entre la algarabía y el vaho que salía de nuestras bocas por aquel frío, de manos congeladas y de risas. De escaleras de colegio llenas de agua, de catiuskas, de catarros y de fiebre por haber estado más rato de la cuenta jugando en la calle con los pies mojados.
Hoy he recordado otro día de nieve, cuando Martín estaba en el hospital. Martín es mi ahijado, nació un poco antes de tiempo y estuvo ingresado en Maternidad unos días, uno de los días, nevaba, nevaba mucho y su abuela y yo bajamos en mi Ford Fiesta rojo hasta casa. Era la primera vez que conducía nevando, recuerdo que la lleve a su casa y que cuando llegué a mi calle, el asfalto estaba cubierto de nieve, virgen, sin que nadie se atreviera a circular por ella. Aquel día nevo mucho y Oviedo estaba precioso.
Hace dos semanas estuve con Hugo, mi sobrino, en la nieve. Hugo tiene dos años y estaba entusiasmado con el paisaje blanco y el asiento blando y frío sobre el que apenas se podía revolver. Nos echamos unas risas y jugamos con la nieve. Fue un rato divertido.
Son bonitos los días de nieve, muy bonitos. ¿Será verdad el refrán que dice "Año de nieves, año de bienes"? Ojalá se cumpla este año, pues ya va haciendo falta.
Besos para todos
La nieve puede parecer simplemente agua congelada, pero no es así, es el poderoso combustible de la máquina del tiempo; tiene la capacidad de trasladarnos a lugares y a momentos de nuestra ya lejana infancia además de hacer que cualquier adulto, por sieso esté sea, se comporte como un crío.
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