Afuera llueve.
Las gotas se escurren entre las tejas del tejado.
Huyen hacia la tierra fértil que las recibe.
Dentro crepita la leña en la chimenea.
El fuego ilumina la estancia.
Hay poca luz ya en la calle.
El cielo gris invernal, ábside protector sobre nuestras cabezas, poblado de estrellas que hoy no veremos, pero que sabemos sobre nosotros.
Cada estrella uno de los nuestros que partió antes de tiempo.
Lola duerme a mi lado.
Once años ya de vida en común, de intensidad, de refugio mutuo y compartido. Ha recibido todos los besos y abrazos que no he dado en este tiempo, probablemente destinados a quienes duermen para siempre en las cloacas del desamor, la soledad y la impaciencia.
Y sí, lo reconozco no he sido paciente, nunca lo fui. Tampoco voy a serlo ahora.
Hoy cumplo cuarenta y siete años.
Felicidad, eres esto?
Sí, seguramente sí.
Lo importante es vivir.
Transparente y primaria, necia y coherente. Con mal café si me llevan la contraria. Amiga de mis amigos e incondicional si la causa, aunque sea perdida, merece la pena, pero también divertida, independiente e inconstante en mis afectos. Y desde ya "a palabras necias, oídos sordos" Recordádmelo porfa. El resto ponerlo vosotros, pero leédme, porque en cada palabra, en cada pensamiento en cada entrada de este blog está mi corazón y mi esencia de persona. Besos para todos. (la gente lee esto)
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sábado, 4 de febrero de 2017
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