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viernes, 10 de febrero de 2017

Sobre el cierre del Pan de Trigo

La historia de las personas que habitan un lugar se escribe también en los locales a los que acuden para pasar su tiempo de ocio. Salir a comer o a tomar una copa, vermutear un domingo o elegir este u otro lugar para celebrar un acontecimiento personal o para festejar un momento familiar forma parte de nuestro paso por la vida. Reuní en el Benidorm a mis amigos de entonces para tomarnos unas sidras por mi 18 cumpleaños, recuerdo perfectamente que en la mesa de al lado había otra chica que celebraba idéntica fecha. Parábamos siempre mientras duraron nuestros años de salir en un bar en la calle el Rosal que se llamaba El Cuentu la Buena Pipa del que ya he hablado más veces en estas páginas. La Perla, enfrente del Campoamor, el Meson Covadonga donde ponían los mejores pinchos de tortilla de Oviedo o El Manantial y su particular fórmula para avisar que estaban a punto de cerrar, el Mesón del Labrador en el centro de Oviedo o El Javier también en el Cristo fueron escenarios de mi historia particular.
Y efectivamente son muchos los bares en los que nos refugiamos del mundo, intentando huir o decidiéndonos a vivir dependiendo del momento. Muchos de los que forman mi historia han cerrado sus puertas. Si lo pienso, todos en los que fui feliz han desaparecido. Otros se han reinventado, algunos para sobrevivir y otros para enterrar definitivamente su solera y su ambiente, su forma de tratar a la gente y sus camareros jóvenes y guapos, disfrazándose de sitios modernos y/o alternativos, perdiendo para siempre su esencia o luchando por encontrar un sentido nuevo a su existencia. Y es que los chigres son organismos con vida propia, habitados por una fauna particular que comparte barra y mantel, pero sobre todo que vive en ellos auténticos capítulos del devenir propio de sus vidas cotidianas. Los bares son en sí mismo una lectura del mundo y de la vida.
En Quirós, junto a los chigres y locales de siempre que sobreviven contra viento y marea, a fin del verano de 2014 abría sus puertas en Bárzana el "Pan de Trigo" de la mano de Felipe Guindos y su esposa Mar López, avalados por cinco años al frente del Bar Tienda el Rubio de Santa Marina. Felipe y Mar sabedores de que su trabajo era apreciado se decidían a poner chigre propio. El espacio fue bien acogido primero porque quienes lo iban a regentar traían consigo ganas de trabajar y de hacer cosas diferentes, segundo porque se situaba en medio de Bárzana y tercero porque la gente sabe que cuando la oferta se amplía es mejor para todos. La competencia obliga a cualquier gremio a diferenciarse con el fin de fidelizar al cliente y, al final, son los clientes los que salimos beneficiados.
El Pan de Trigo venía a sumar dentro de la oferta gastronómica de la zona a la que añadía detalles de los que convencen al público más urbanita: copas altas para el vino, manteles y servilletas de tela y un especial interés por agradar a los clientes tratándoles con exquisito mimo. Todo el proyecto estaba encaminado a cautivar a aquellos que pretenden aunar tradición en idéntico ambiente del que disfrutan en los restaurantes más "cool" de las ciudades.
Estratégicamente situado junto a la Plaza Cubierta, el "Pande" como lo conocemos los asiduos, ocupaba una pequeña plazoleta peatonal en la que se asentaba su amplia terraza. Terraza que en verano llenaban las risas infantiles y las conversaciones de adultos y en la que no faltaban las pequeñas tapas creadas por la experta mano de Felipe con las que agasajar a los clientes. Una terraza retirada de la carretera general y un interior decorado con mucho gusto que permitía hacer un repaso a la historia del concejo que en forma de fotos que descansan aún sobre sus paredes. Una carta cuidada basada en los productos de la tierra, siempre que fuera posible, y una apuesta diferente que combinaba a un gran cocinero, Felipe curtido en mil batallas y siempre en evolución, materia prima de alta calidad y el trato exquisito de Mar. Tres pilares que eran la auténtica marca de la casa.
Sin embargo, la travesía no exenta de tempestades, les lleva tras casi dos años y medio después a echar el cierre. Las circunstancias personales y la dificultad (y SÍ, ya sé que a algunos les resulta extraño) de encontrar personal cualificado para sacer adelante y con solvencia la cocina, de forma que la gente siguiera identificando el proyecto inicial con el resultado final a pesar de no estar directamente Felipe gobernando  los fogones y digo "la dificultad" por no decir "la imposibilidad" porque he sido testigo en las últimas semanas de como Mar buscaba incansable alguien de confianza en quien depositar la responsabilidad de la cocina, les obligan a cerrar. No fue suficiente el buen hacer de los dueños esforzándose siempre en dar lo mejor de sí. Tampoco la amplia terraza, ni el interior acogedor. Se pone fin a un proyecto que mientras duró conquistó a quirosanos y visitantes no sólo por su cocina sino por el empeño de Mar, Jefa de Sala y alma del restaurante, en dar lo mejor de sí misma para que los clientes se fueran contentos y con ganas de volver. Un objetivo, el de cautivar a los clientes que, sin duda, consiguieron.
Un equipo de profesionales que pone fin a un sueño el suyo, pero que durante este trayecto ha puesto sabor a los sueños de muchas personas entre las que me incluyo que elegimos este local para nuestras celebraciones. Allí celebré mi cuarenta y cinco cumpleaños rodeada de mis amigos quirosanos y ovetenses un día de febrero en el que nevaba tímidamente. Bodas y bautizos, comidas familiares y reuniones de quintos, fiestas de Navidad del PDQ, cenas de Comadres... Si hasta LVT y yo cerramos nuestro trato de colaboración en vuestra terraza. Tantos momentos compartidos en una historia que en realidad ha sido más corta de lo que todos deseábamos. Felipe y Mar, vuestra casa ha sido la nuestra. Gracias por vuestro trabajo. ¡Os echaremos de menos!

6 comentarios:

  1. Que lastima que sitios como los que has descrito cierren.....

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    1. en ellos vivimos tantas cosas, que cuando cierrran se cierra definitivamente algo nuestro

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  2. Sabes que creo que es muy asturiano ese vínculo con los bares? O quiza6es que yo también lo he mamado desde pequeña y relaciono distintas partes de mi vida a un bar.
    Me da mucha pena ver desiertos ciertos locales que en su día estuvieron llenos de vida. Y más, en los pueblos, donde las vidas se cuentan más tras un café, un caldo o un culete de sidra.
    A mi pueblo ahora mismo se le despiden dos (me cuenta mi madre) y andamos todos, los que viven de continuo y los que volvemos una y otra vez, como almas en pena, sin saber dónde contarnos cómo llevamos esto de vivir.
    ����

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    1. una pena, cada vez que un sitio de estos cierra muere algo nuestro, lo peor en los sitios pequeños como Quirós, cada vez que un negocio cierra es un paso adelante hacia el olvido

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  3. Qué pena!!! Nos gustaba mucho ir y reiteró todo lo q escribes!!

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    1. pues sí, a mi me da mucha pena, aparte de acogedor, aportaba un plus a la hostelería de la zona

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