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jueves, 31 de diciembre de 2020

Bienvenido 2021



Y sí, prometía, allá por enero, el redondo 2020, pero se torció a la primera de cambio y tuvimos que aprender a visualizar con quién nos queríamos encontrar al final del túnel que no era otra cosa que el fin del confinamiento que parecía tan cerca y resultó estar tan lejos. Y sí, nos reencontramos en un día de primavera lluvioso y gris, con dicha y gozo (como dirían mis monjas) lástima que no hubo selfie, quiero pensar que fue la emoción de volver a vernos, sin tocarnos, sin besos, a distancia. Funcionó la visualización, lástima que la magia durara  solo un instante. No he vuelto a visualizarlo el resto de este tiempo. No todo ha sido malo también ha servido para abrir los ojos y volver a enamorarme de mi misma. Y volvimos a rezar cada noche, creyentes y no creyentes, abrazándonos a nosotros mismos pues no podíamos abrazar a nadie más. Y sobrevivimos sin horno (cosa excepcional) mientras el resto del mundo horneaba e inventaba mil y una formas del convertir las tardes eternas en tardes llevaderas. Y sí, mientras los demás cogían peso a ritmo de magdalenas y bizcochos esponjosos, yo bajé 2,7 kilos que parece poco pero que era un mundo encerrada en casa entre el aburrimiento y el desasosiego. Creo que entonces cambié mi forma de relacionarme con la comida o quizás, me refugio en ella cuando el problema sólo es mío?. Y dejé de leer y casi de escribir, y descubrí porqué todo el mundo hablaba de Netflix, de Prime Amazon y de Filmin, acompañada por “Las Chicas Gilmore”, mi serie favorita y que permanecía en su celofán desde que hace años mi hermano me la regalara por Navidad. Lorelai y Rory, mis chicas adoradas, llenas de dudas y de miedos. Cuántas cosas en común las Gilmore y yo, y nosotras, independientes, divertidas, locas, con su envoltorio de belleza y risas, solas al fin pero no al final, mujeres en un mundo de hombres. Fui crítica en este visionario de tirón, aún así las quiero por haberme acompañado tantas horas de aquella primavera robada. Y después filosofé con Merlí, viví los problemas de los chicos de This is Us, vibré con Anatomía de Grey, sin duda, una de mis favoritas, conocí el ambiente de las iglesias negras con Greenleaf, me enamoré de los paisajes de Un lugar para recordar, y soñé con volver a Galicia viendo El desorden que dejas y con caminar por París junto a Emily o con Valeria por Madrid y con la campiña inglesa tras ver la majestuosa Downton Abbey. Cociné cosas ricas que nunca había pensado que cocinaría, mi especialidad calamares en su tinta, y me enamoré del pescadero y de cada persona que intentaba hacernos la vida más fácil en medio de aquella deriva personal y social. Y grabé vídeos y leí poemas para Desmantelados y mientras echaba de menos a mis amigos y a los míos, descubrí a otras personas que tenía cerca. Y me enamoré cada día de los perros y de su amor infinito y desinteresado y de la compañía que nos hacen y de que empatizan mejor que muchos humanos. Y aprendí a estirarme por las mañanas con la satisfacción de quien no tiene nada más importante ni mejor que hacer. Y lloré mucho por lo que estaba pasando y el sinsentido de todo. Y me convencí de que la libertad que perdíamos a cada paso que ganaba el virus, nos iba a hacer mejores como sociedad. Y sumábamos cada día muertos, cientos, miles, en bucle esperando las ruedas de prensa como partes de una guerra que no daba tregua. Me acordé de los atentados de Madrid, cuando sólo quería saber y ver, sólo que aquí no había imágenes y creo que ese fue uno de los grandes errores en la gestión de la crisis, víctimas invisibles de un virus letal que machacó literalmente a nuestros mayores y a nuestro sistema de geriátricos. Tenemos que mirar qué hacemos con nuestros viejos, una sociedad moderna tiene que respetar a sus mayores dándoles dignidad y calidad, calor de hogar aunque estos sean forzosos y forzados. Y la Sanidad hubo de reinventarse y los maestros y los coles y las empresas y todo fue nuevo, pero no mejor, ni tampoco mejores nosotros. Así que hoy entre la nieve, tras encontrar mi ubicación y en el lugar en el que verdaderamente quería estar desde hace tiempo sin saber que no necesitaba excusas para hacerlo, este lugar mágico que me permitió pasar el verano de mi vida descubriendo a una niña de rizos dorados que tiene un don para conectar con la gente desde su mirada atenta, no todo ha sido malo para mí, le digo adiós a este año mezquino y ruin que nos puso a prueba a todos con el convencimiento de que por muy malo que sea el 2021 no será peor que el 2020. Nunca un final fue tan esperado como este. Bienvenido 2021, esperamos por ti con esperanza.


 

jueves, 24 de diciembre de 2020

“El desorden que dejas” la serie

“Todos los horrores posibles que eres capaz de imaginar, alguien ya los cometió” Iago a propósito de Tiempos Difíciles de Charles Dickens.


Elenco de la serie.

Imagínate que escribes una novela y que la premian, aunque los premios no sean ninguna garantía de calidad literaria. Imaginate que, en este caso, la novela es bastante buena, con un argumento creíble que engancha desde el momento, con dos personajes femeninos potentes y principales rodeadas de hombres que son los peones de la historia. Imagínate que tienes la posibilidad de reescribirla y de hacerla infinitamente mejor. Pues eso es lo que le ha pasado a Carlos Montero que ha convertido “El desorden que dejas” en el guión de la serie del mismo nombre que puedes ver en Netflix. A mi que me gustan bastante las series nacionales que me gustan (que no son todas) me ha entusiasmado. Inma Cuesta y Barbara Lennie en los papeles de Raquel y Viruca están espléndidas, llenas de aristas, de dudas, de miedos, valientes en la interpretación. Ellos, Roberto Enríquez y Tamar Novas, tampoco están mal, pero sus papeles son de mero acompañamiento, ambos, maridos de Viruca y de Raquel respectivamente, son débiles. Mauro, el de Viruca, es manipulable, bailando al son que le ponga su esposa por muy endemoniado que sea este y Germán, el de Raquel, un escritor que no escribe, busca desesperadamente no depender económicamente de su mujer adentrándose por caminos complicados. Son, sin embargo, los chavales, Iago y su amigo Roí que no coinciden físicamente con las descripciones de la novela y desfasan mucho menos (al menos en la serie no se muestra tanto, lo que te llama poderosamente la atención al menos en los primeros capítulos), los que son fundamentales, sobre todo, Iago interpretado por Aarón Piper, un chaval atormentado que se obsesiona con su profesora de literatura de forma peligrosa.

Se trata de un thriller psicológico ambientado en Novariz, un pequeño pueblo ficticio de Galicia. La trama de la novela nos presenta a Raquel, Inma Cuesta, una profesora de literatura en crisis personal a la que encanta enseñar y que acepta hacer una suplencia en el instituto de Novariz, el pueblo natal de su marido, encarnado por Tamar Novas. Nada más incorporarse a su nuevo puesto, sus alumnos dejan entre la prueba escrita que les ha hecho una macabra nota en su bolso que dice "Y tú, ¿cuánto vas a tardar en morir?" junto al cartel de Desaparecida de la profesora a la que sustituye. Así, Raquel descubre quién es la profesora a la que reemplaza y que se suicidó, decide empezar a hacer preguntas (acosada por su propio secreto que no quiere que salga a la luz) y arengada por Mauro, el viudo de la muerta, a investigar qué fue lo que le pasó Viruca y qué pudo motivar que acabase con su vida. Pero claro, nada es lo que parece y la tela de araña que se va tejiendo a su alrededor la va envolviendo de forma tal que parece arrastrarla por idéntico sendero al que condujo a Viruca a la muerte.

Premio Primavera de Novela 2016.

Ya promete el opening de la serie, las dos actrices, bellísimas cada una en su estilo, Cuesta muy sensual y Lennie tan contenida en el gesto pero tan expresiva, se difuminan una en otra en una especie de ballet de delicado colorido hasta que casi las confundes a pesar de sus diferentes físicos, ballet en el que se van intercalando imágenes de los escenarios que vamos a conocer. El tema musical que acompaña esta apertura también se ha convertido en un éxito, “La espina de la flor en tu costado” del también gallego Xoel López, pero lo mejor, sin duda, son las dos actrices o mejor, el papel que han escrito para ellas. Dos mujeres capaces de arriesgarse en la vida hasta límites insospechados, pero también dos mujeres que cometen errores que las amenazan con acabar con sus mundos y que son incapaces de perdonarse (o no). El escenario, la Galicia rural devastada por la crisis (que se refleja mejor en la novela que en la serie). Galicia nunca falla, en este caso la misteriosa y nebulosa Galicia interior, mucho menos conocida que la Galicia costera, el Cañón del Río Sil, entre Órense y Lugo, las termas de Bande, los bosques, la atmósfera que crea la niebla, la humedad, en contraste con Coruña, otro de los escenarios. Vamos “Galicia pa comerla”. Muy buenas también las referencias literarias y la cantidad de libros que sacan y meten de cajas de mudanza, de mochilas y de bolsos, de estanterías, serán de atrezzo, pero ahí están. Si alguien quiere acercarse a Emilia Pardo Bazán, a Silvia Plath, a Carmen Laforet por nombrar algunas, no tiene excusa. Y el instituto donde se desarrolla gran parte de la acción. El instituto de Novariz que es en realidad el I.E.S Celso Emilio Ferreriro de Celanova (Ourense), un edificio ubicado en el Monasterio de San Rosendo con un claustro neoclásico que fue en el que estudió el propio autor de la novela y guionista de la serie. Mientras que para la sala de profesores, una sala de profesores diferente a las que conocemos, se eligió la biblioteca de la Escuela de Idiomas de La Coruña. Hay un capítulo que yo eliminaría y un personaje secundario que me rechina en la serie como no lo hizo en la novela que es arete, la amiga de Raquel.

Nada, si alguna vez escribo una novela o lo que sea que me tenga el destino preparado quiero que sea una novela como esta que además de contarnos una historia de amor y desamor, de corrupción y de malas decisiones, de mujeres que aman la Literatura o no, sea instrumento para mostrar mi tierra y a los lectores (en este caso también espectadores) nos entren unas ganas locas de viajar a conocer los escenarios y de dejarnos rodear por la magia innegable de la hermana Galicia de la que (no se me nota nada) estoy enamorada. Leed y si no leéis, ved la serie, os enganchará. 


domingo, 13 de diciembre de 2020

Repasar los rotos.



Buscaba hilo negro para coser un corchete. Cuando yo era pequeña los corchetes eran metálicos, ahora te los venden de plástico transparente. No encontré el hilo en mi acerico que en Quirós, como en mi trabajo, pasa por una cartera de esas que te dan de publicidad de alguna marca para que las lleves contigo cuando vas de viaje, la mía es de Alsa. Ahora que nada se repasa, que nada se repone, que todo es de usar y tirar, ahora que nos habíamos acostumbrado a vivir de cualquier forma, ahora, ha venido una pandemia para que revisemos nuestras vidas, nuestros cimientos y, de repente, nos hemos dado cuenta de que aquello que dábamos por hecho, porque era lo normal, porque era lo cotidiano, ha dejado de serlo. Tomar café en un bar, charlar toda la tarde con los amigos tomando una cerveza (o dos), las barras de las sidrerías abarrotadas de gente, llegar a cualquier hora y que te dieran de cenar, acudir a un acto social, cualquiera, sin aforo (o con aforo cuando el ponente es la bomba “entrada libre hasta completar la sala”), abrazar a tus padres o a tus sobrinos, acudir a Urgencias por una urgencia (o no, cuánto hemos usado y abusado de nuestra Sanidad), salir de compras o celebrar la Navidad que ahora es lo que nos preocupa y nos ocupa. La vida se ha vuelto del revés hasta el punto de que los que están solos están más solos, de que muchos hemos dejado de ser urbanitas para convertirnos en rurales, huyendo de la ciudad a refugiarnos a la aldea que nos echará en cuanto empiece a nevar, ahora que los que viven en familia, supuestamente acompañados, se sienten también solos, ahora que los pisos de ciudad se han convertido en pequeñas mazmorras de libertad dejando de ser nuestra zona de confort para generar la ansiedad de los que viven atrapados, ahora que nadie habla de la cantidad de ansiolíticos que se han consumido en este tiempo, ni de ataques de ansiedad o de pánico, ni de suicidios consumados o frustrados, i de l impotencia por estar sumidos en desiertos personales incapaces de abrir un libro. Ahora que hay que seguir sí o sí, aceptando todas las pequeñas y grandes limitaciones que nos imponen y cumplimos o no cumplimos, con desgana y desagrado, cerrando los puños y apretando los dientes, pensando en una gestión diferente y, por supuesto, infinitamente mejor “ay, si me dejaran a mi”, pero conocedores (muchos de nosotros) de la tremenda dificultad que implica esta situación por ir a ciegas, por desconocida, por zorra y asesina y aún peor, cómo si mirando en una bola pudiéramos ver..., de la crisis económica, social y política que va a venir, que está llegando, no tardando mucho, que ya está aquí. Amigos, la gente se va a morir de hambre al haber perdido sus trabajos, al haber muerto su red de sujeción, al no poder Papá Estado dar abasto con subsidios, ayudas subvenciones o lo que sea que van a darnos. Ahora que pasa todo eso y que los besos y abrazos que no hemos dado quizás ya no se den, y que este tiempo es irrecuperable aunque no sea irreparable su pérdida porque aún podamos vivirlo de otra forma, con más calidad, ya que cantidad no va a poder ser, ahora que así de un guantazo nos han robado casi un año de nuestras vidas que quién nos lo iba a decir, ahora es tiempo para repasar rotos, para crear espacios aunque sean personales  y patios interiores donde encontrarnos a nosotros mismos, tiempo de buscar respuestas a la pregunta de qué puedo hacer yo para “solucionar” esto. Ahora que es tiempo de Adviento, que sea verdad que llega un viento nuevo, brisa o huracán a nuestras vidas, a nuestros corazones, a nuestras calles, un aire nuevo a esta desazón que vivimos y contagiamos, preparemos para encarar lo que venga, que va a venir y va a seguir haciéndonos temblar, preparemos y hagamos hueco en nuestras vidas a la solidaridad, al encuentro con el otro aunque sea desde la distancia, preparémonos para construir juntos no para destruir. Solo remando a la vez, capeando el temporal conjuntamente seremos capaces de salir adelante. No es tiempo de dividir es tiempo de sumar. Es tiempo de repasar los rotos y salir hacia delante.

viernes, 27 de noviembre de 2020

Pincho y café para llevar

6.45 de la mañana, ASIPO, viernes, fin de la semana y del mes, ganas de no madrugar mañana, poco humor. Pincho y café para llevar.  Llego con el coche, dos hombres fuman sin mascarilla, of course, no veo ni sus cafés ni sus pinchos, dandole la chapa al pobre camarero que bastante tiene con el madrugón que, con suerte, le impide pensar en lo que está cayendo. " ¿No era pincho y café para llevar? ¿Cuánto llevan ahí?" pienso ya de la que estoy llegando. Me bajo del coche con mi mascarilla, desde la parte de abajo de la calle llega otro currito embozado con su mascarilla a por su café. Reconozco que ya estoy encendida sin haber oído nada aún. Los fumadores enzarzados en un "interesantísimo análisis de la pandemia" para todo el público. Estoy flipando. “Pincho y café para llevar, por favor” le digo al camarero que oculta su cansancio detrás de su nueva prenda de trabajo. A la derecha me queda el fumador más analítico y riguroso en su exposición, el otro fuma y asiente apenas. No hace frío (mala suerte). Y dice "esto de ahora no es del verano, esto es porque la sociedad es muy irresponsable y lo de las residencias... no tiene nombre". No puedo evitar, sin querer, ha sido un reflejo, lo reconozco, negar con la cabeza porque, coño, en las residencias que yo conozco han sido superescrupulosos con las medidas (ojo, que esto no quiere decir que la confianza no haga relajar las medidas y que este puto virus se cuele por las rendijas, estoy segura). A mis amigas que trabajan en residencias las tienen fritas a PCR, no pueden meter nada de afuera sin que pase una cuarentena, han vivido la angustia de los usuarios válidos que han estado confinados más que nadie, hay usuarios que no salen de sus habitaciones desde hace meses, hay familiares que ruegan  por ver a los suyos ¿qué más pedirles?. El virus es tan zorro que aguarda en las esquinas cualquier descuido para colarse en los gallineros. Me dice el fumador mas peleón "no muevas la cabeza, moza". Huy, este lo que quiere es guerra, pues no la va a tener. Sigo en mis trece negando con la cabeza, lo que no sabe es que no sé si estoy negando su argumento o negando su actitud. "Irresponsable tú e insolidario, ignorante y faltosu ¿qué coño haces aquí sin mascarilla fumando, llenándolo todo de aerosoles, contaminando el aire y molestando al mundo? ¿Quién te ha dicho que interese a nadie tu estúpido monólogo? Qué no has entendido? Vete a currar y recuerda que es "pincho y café para llevar" no para estar aquí echando tiempo." No le digo nada porque acabaríamos en una agarrada que no lleva a ninguna parte. Me meto en el coche con ganas de darle una patada en la espinilla o morderle  tobillo, no merece la pena, ya me está llevando más tiempo este tipo. Me voy y prometo contarlo. Aquí lo tenéis. 


domingo, 22 de noviembre de 2020

Paulino y Lucinda. Historia viva del Bar Nuevo.

 


Lucinda que siempre tiene frío, y que ayer me conoció a la primera a pesar de las mascarillas que disfrazan nuestras caras y de que hacía nueve meses que no nos veíamos, fue la Reina del día y no se quejó ni una vez de frío. Paulino silencioso pero muy pendiente de su mujer estuvo en un segundo plano pero no por ello menos emocionado o agradecido. Acompañados de su familia recibieron de la mano de los políticos quirosanos el reconocimiento por tantos años de trabajo y entrega a la comunidad. El Bar Nuevo es sin duda un referente a la hora de hablar de Quirós, larga vida a sus fundadores y que les respete la Salud muchos años.

Ayer domingo, 22 de noviembre, el alcalde de Quirós, Rodrigo Suárez, acompañado por la Teniente Alcalde, Claudina Suárez, los portavoces del grupo socialista y popular en el Ayuntamiento, Jose Prieto y Nati Fernández respectivamente, Roberto F. Osorio, cronista oficial del concejo y promotor de la idea y Alva Rodríguez, directora del MEQ, procedieron a la segunda parte de la entrega de las Medallas de Oro de Quirós, en este caso a Paulino y Lucinda del Bar Nuevo. El acto individual, entrañable y familiar, no había podido celebrarse el pasado día 31 de octubre junto al resto de homenajeados por motivos personales. 

Con un “si volviera a nacer volvería a luchar por Quirós” recibieron Lucinda y Paulino al alcalde y sus acompañantes. Lucinda fue ayer un poco voz de este matrimonio que el año que viene cumplirán ambos 90 años y más de sesenta de casados. 27 años tras la barra y la cocina del Bar Nuevo y un año primero en el local del Tolete avalan otros tantos de trabajo y entrega a la comunidad y de historia de un pueblo, Bárzana, capital del concejo, que recibía a todos los que llegaban a trabajar cuando las expectativas de instalarse para quedarse en Quirós eran otras y posibles. Paulino y Lucinda que habían bajado de Faedo para regentar un negocio, dejaron el Tolete pero querían seguir trabajando cara al público así que un buen día con la excusa del Día de América en Asturias se plantaron en Oviedo a comprar el local y la casa de la antigua Farmacia Castañón para establecerse allí. Hoy veinticuatro años después de la jubilación de Lucinda siguen manteniendo su hogar en el mismo sitio.

Lucinda a la que alguno de sus clientes llamó “cerebro electrónico” por su memoria infalible, se sabía los números de teléfono de todo el concejo, daba cuenta ayer de muchas anécdotas e historias vividas o presenciadas por ella, “antes la gente era más lista que ahora, guiábase por una Peña, íbamos a cuidar las ovejas a la mortera de Faedo y a las 12.00 del mediodía se veía la Iglesia de Salcedo y ya sabíamos la hora.” Repasa también dichos de su infancia “cuando el pico Pelitrón pone la capa, no dejes la tuya en casa”, ejemplos de una sabiduría popular que en muchos casos se ha perdido. Muy agradecidos y acompañados de su familia recordaban momentos no tan agradables para muchos “Yo ya tengo una historia de la vida, una vida fue dura para mucha gente” Buenos vecinos, solidarios, con una casa abierta y un plato de comida o una cama dispuesta para quién lo necesitara.

La Medalla a Lucinda y Paulino del Bar Nuevo es más que merecida en opinión del cronista oficial del concejo, de la corporación y de todos los quirosanos. Lucinda y Paulino regentaron un chigre que fue una institución de la hostelería del concejo y que aún hoy lo es en manos de la actual familia que lo lleva. El Bar Nuevo ofrecía servicio de bar, restauración y fonda a vecinos y foráneos pero también era un auténtico servicio público. Durante muchos años las muestras de las matanzas se dejaban allí para que los recogiera el veterinario de la zona. Recogían paquetes, partes médicos, cartas, encargos y hacían todo tipo de favores de forma desinteresada. Su fonda acogió a médicos y maestros, mineros o tratantes que llegaban al concejo y daban desde ella sus primeros pasos por aldeas y caminos de Quirós, famosa también es la habilidad de Lucinda como cocinera. Un merecido homenaje tanto por su veteranía como por su trayectoria y calidad humana.



domingo, 1 de noviembre de 2020

Solina de Ricao



En julio Quirós despidió a Solina, quirosana centenaria de Ricao que vió la luz con los “felices años veinte” y que se ha ido ahora, el 2020, el año de la pandemia. Se había propuesto llegar a los cien y en cuanto llegó a la meta, la venció el cansancio. Un siglo de vida lleno de trabajo y sacrificio, éxitos y satisfacciones. Solina regentó durante treinta años una tienda-chigre en Ricao, su aldea natal que fue el origen de la empresa  familiar, empresa que hoy perdura diversificada. Ella y su esposo Juan Campollo, fueron los pilares sobre los que se sustentó una familia emprendedora que transmitió a los suyos valores universales como familia, trabajo, vecindad y compromiso con la tierra. No en vano hoy sus tres nietos están vinculados profesionalmente al Valle desde diferentes proyectos empresariales. Solina “fue casi de todo” dice su nieto Roberto Fernández Osorio, cronista oficial del concejo, en un texto en el que glosa su figura. Esposa, madre, abuela y bisabuela “de cuatro futuros” títulos que llevaba con orgullo, pero también fue comerciante y buena vecina, dispuesta a echar una mano al que la necesitara asistiendo a un parto o poniendo una inyección, sin dejar de lado un interés innato por la actualidad de su concejo y de su país. Este siglo que ha dado cobijo a su historia es probablemente el tiempo que más cambios nos ha traído al mundo en general y al mundo rural en particular. Solina presenció como la luz y el agua corriente llegaban a las casas y como se construyeron carreteras que facilitaban transacciones comerciales y movimientos. Fue testigo de un tiempo en el que al ritmo que mejoraba la vida en las aldeas, estas se iban desangrando con la pérdida de población, sin embargo, ella y los suyos se quedaron, cuando las raíces y el apego son firmes, no nos permiten alejarnos mucho. Solina es el ejemplo de aquellos que siembran buena semilla, recogen frutos y esta mujer deja buenos frutos: todos ellos trabajadores, generosos, amantes de la tierra que les vio nacer. Sin embargo, echar el telón de una vida como la de esta mujer, larga, emocionante, intensa, provechosa, nos deja un gusto amargo, despertando en muchos de nosotros la sensación de que se cierra una época, la de nuestros abuelos, hombres y mujeres forjados así mismos, que contribuyeron a construir un mundo que se extingue al ritmo que los perdemos a ellos. Queda en nuestras manos mantener viva su memoria, una memoria que es la historia de la tierra que pisamos. 



Carteros rurales y solidaridad vecinal.


Ayer, día 31 de octubre, el alcalde de Quirós, Rodrigo Suárez, acompañado por la Teniente Alcalde, los portavoces del grupo socialista y popular en el Ayuntamiento, Jose Prieto y Nati Fernández respectivamente y Roberto F. Osorio, cronista oficial del concejo y promotor de la idea, y Alva directora del MEQ en calidad de técnico del Ayuntamiento y yo misma, entregaron las Medallas de Oro de Quirós en un acto individual, entrañable y familiar que ya se había pospuesto dos veces y que fue muy diferente al acto inicialmente programado desde el Ayuntamiento, acto que no pudo celebrarse por obvias razones sanitarias. Recibieron su homenaje: un oficio, los carteros rurales, representados en este caso por Pepe Veiga (28 años de servicio), Teresa Alvarez, la de Pontonga y Jaime Menéndez y la solidaridad vecinal encarnada en Nicanor Alvarez, Canor el de la Senra, todos ellos por su servicio y su trabajo en favor de la comunidad. 


Un acto marcado por la pandemia y con un punto pintoresco y original pues se realizó en el exterior de los domicilios de los homenajeados gracias a la climatología que acompañó, domicilios a los que, en este caso, se desplazaron los políticos. No fue el Ayuntamiento, la casa de todos, quien acogió en un acto que habría sido mucho más solemne y formal y donde el Salón de Plenos, o la Casa de la Cultura como estaba previsto en este caso, hubiera acogido a homenajeados y familia junto con numeroso público, sino las casas de los homenajeados en un ejemplo más de que las cosas están cambiando. La mañana estuvo plagada de anécdotas, algunas protagonizadas por los concejales quirosanos, como Claudina Suárez, también cartera que entregó su diploma a Teresa Alvarez, o Jose Prieto, concejal socialista, que siendo neno ayudaba a Jaime Menéndez a repartir el correo en Cortes y que recibía como recompensa, el y los demás, una invitación a un refresco al final del curso. “Aquello sí que era luchar” apunta Jaime el cartero, responsable del reparto en la zona de Cortes en un tiempo donde no había carretera y sí una valija llena de cartas con noticias, alegres o dolorosas, que muchas veces llegaban allende los mares. “Correo y medicamentos era lo que llevábamos, la farmacia tenía lo que tenía, lo encargaba y lo acercábamos al día siguiente”, cuenta Menéndez, con treinta años de servicio a sus espaldas, de un tiempo en el que hubo hasta siete carteros en Quirós, “siete carteros, un empleado en la oficina y otra oficina en Pontonga para esa zona del Valle. El correo llegaba en el coche de línea, creo recordar que el de La Agüeras ya quedaba allí y luego desde Bárzana se repartía.” Cuenta también que una vez en Llanuces metió un telegrama por debajo de la puerta “era la cancelación de una cita médica y el destinatario no supo lo que era aquel papeluco y se presentó en el médico para sorpresa de este”. 




Pero si hubo un momento de emoción fue la entrega de la Medalla a Canor el de la Senra, acompañado por los suyos, un hijo y su familia por videollamada desde Madrid, que la recibió con muchísima humildad. “He estado pensando de dónde nace mi espíritu de colaboración y quiero decir que ha habido tres épocas que marcan mi vida. La primera es después de la guerra, siendo un chiquillo. Había muchas mujeres solas, familias muy grandes, todos teníamos que ayudar. La segunda, el tiempo que anduve con camiones, no había ni ruedas, todo era muy precario, había que colaborar unos con otros y la última, el tiempo que estuve transportando a niños con necesidades especiales en Mieres, esos ocho años me marcaron mucho, pero nunca pensé en tener un premio porque lo que hacía me lo mandaba el corazón.” Sin embargo, es la Noche de Reyes lo que enorgullece a este hombre de 87 años que nació en Santa Marina, el es el responsable de conducir la estrella de los Magos hasta la llegada de estos “es un lujo ver como cambian las caras de los nenos: asombro, alegría, miedo y picardía, todos los sentimientos. Padres con críos que primero fueron niños y a los que la estrella sigue iluminando sus caras”. Canor el de la Senra no sabe cuántas veces se levantó de la mesa para hinchar la bici de un chiquillo, pero está feliz porque “no me salía estar a la mesa cuando el neno esperaba por mí, sobre todo, cuando sabes que es su momento para disfrutar, no podía hacerles esperar”. Hoy reflexiona sobre la herencia que le ha dejado a los que viene detrás y da las gracias a Mari, su esposa, porque nunca “me quitó de echar una mano”. Queda pendiente la entrega de tres medallas: a Paulino Arias y Lucinda Fidalgo, del Bar Nuevo que por razones personales rehusaron hacerlo ese día por motivos personales y a Laudelina Alvarez, cartera rural, que se encuentra en Oviedo no pudiendo desplazarse debido a las restricciones de movilidad vigentes, así como la entrega de distintos diplomas a las familias de los carteros rurales que ya forman parte de la historia del concejo y que han fallecido.




Habría pagado por recorrer esa mañana parte del concejo: de Veiga a Bárzana, de casa de Jaime a casa de Canor y de Bárzana a Pontonga donde una mujer menuda, de voz potente y firme, a punto sus ojos de completar un siglo, nos recibió agradecida y acogedora, tal cual son sus sobrinas, en especial Isabel, una de las mujeres que conozco qué más paz transmiten. Pepe Veiga y Carmen, su mujer, son una de las parejas más longevas del concejo, siempre están para todo y siempre con buen humor. Jaime que ha superado esta pandemia con nota, es un hombre conversador y consecuente con sus principios y su vida, sus hijas, Cristina y Margarita y sus cinco nietos varones, le acompañan y están siempre pendientes de él, viudo desde hace unos años. Canor, qué voy a decir de Canor, una de las personas más entrañables que conozco junto a Mary siempre con una sonrisa y Teresina que, coqueta, no quiere hablar de cumplir años, qué cosas. Qué cosas más guapas me pasan y qué bien poder contarlas. La historia de un concejo la escriben estos hombres y mujeres, testigos de un tiempo que no volverá y que hay que reinventar. Admiro desde siempre el oficio de cartero, un oficio llamado a extinguirse por el avance de la tecnología y la digitalización de las comunicaciones, pero quién no abre su buzón con la esperanza de recibir unas letras de una persona querida... yo no pierdo las ganas de escribir a mano noticias amables que lleguen muy lejos...

miércoles, 14 de octubre de 2020

De ayer a hoy



De ayer a hoy, 
la luz ha mudado los colores del bosque para instalar definitivamente al otoño. 
El otoño nos regala, 
por fin, 
un cielo gris que no promete lluvia, 
pero quién sabe, 
quizás si una mano invisible parase el viento... 
El viento mueve las hojas en el suelo, 
de un lado a otro, 
en un murmullo juguetón, 
como niños que celebran la fiesta del domingo. 
De vez en cuando, 
una manzana cae desprendida de su rama. 
Las ramas aún están llenas, 
quedan muchas en los brazos de los manzanales doblados pero no rotos ni vencidos.
Ya no las recogerá nadie. 
Bajo la atenta mirada de Lola, 
una libélula planea sobre el jardín. 
No recuerdo que hubiera libélulas en mi infancia. 
En el horizonte Rueda, 
promesa de libertad, 
las primeras nieves pueblan su cumbre. 
Mañana será lunes, 
qué ganas de que sea de nuevo viernes!

Despedida.

Pienso en las despedidas que siempre son duras por tempranas, 
en la temida orfandad cualquiera que sea la edad a la que la suframos.
Pienso en seguir, 
en avanzar, 
en crecer, 
en creer, 
en los comienzos de nuevos proyectos que te llenan de esperanza y renuevan las ganas. 
Pienso en idas y venidas, 
en lealtades y traiciones,
en amores correspondidos y frustrados.
En abrazos de consuelo nunca dados.
En abrazos de los otros, 
los que queman por dentro y por fuera. 
En amaneceres que son realidad y en los que nunca llegan. Pienso en lo que fue y lo que será. 
Pienso en mi como tierra sedienta
y en tí como lluvia fecunda, 
en el presente nosotros, 
recogiendo los frutos. 
Pienso 
Y respiro para poder seguir pensando.

domingo, 27 de septiembre de 2020

Diamantina Rodríguez, un siglo de tonada asturiana en femenino.



El pasado 14 de Setiembre Diamantina Rodríguez cumplió 100 años. La que es una de las figuras más queridas y reconocidas de la tonada asturiana vio la luz en Vil.laxime, Quirós. Cumplidos los cien años con alguna neblina en la memoria pero con una actitud vital fantástica, tal como pudimos comprobar en la residencia de mayores dónde vive y dónde la visitamos el pasado día 26, descansa alejada de los escenarios y los medios, regalando sonrisas generosas y miradas llenas de luz que llenan su cara, una cara que no delata, para nada, su edad centenaria. Diamantina que comenzó a cantar siendo una niña e hizo una carrera musical de trayectoria envidiable para muchos, recibe estos días homenajes llenos de cariño. La quirosana que abrió la puerta grande del mundo de la tonada a la mujer, dándoles su lugar, es hoy un referente para las nuevas voces femeninas de este ámbito artístico. En el prólogo del libro “Diamantina Rodríguez. Memoria de un tiempo de la canción asturiana” cuyo autor es Xaime Arias y que recoge una amplia biografía de la quirosana de imprescindible lectura para acercarse a su figura, trabajo y trayectoria, Ismael Arias resume lo que esta intérprete significó para su tiempo destacando, entre otras, su capacidad para arriesgarse, afrontando un repertorio muchas veces nuevo y, otras, enriquecido con la presencia del piano o de los ritmos de panderu, atreviéndose con composiciones propias para convertirse en la gran voz femenina de su tiempo -“un tiempo en el que la sola presencia femenina ya era por sí innovadora” y sin alejarse de lo mejor de la tradición asturiana. Dos de las voces femeninas actuales más importantes del panorama artístico se suman a ese reconocimiento público y merecido. Así Anabel Santiago (Buenos Aires, 1981) la define como “brújula de una generación”. Para Santiago “Diamantina fue, es y seguirá siendo la brújula de toda una generación dedicada y llamada a renovar la canción asturiana. Ella (sin ser consciente en su época) marcó las pautas a seguir para empoderar su figura de cantante aguerrida, carente de prejuicios, luchadora y revitalizadora de un repertorio propio y en otras ocasiones magistralmente elegido (como el Cancionero de la Lírica de Torner o el de Baldomero Fernández) que la convirtió en lo que hoy es. Un referente”. Destaca Anabel Santiago, que fue alumna suya y con la que tuvo la suerte de compartir escenario que “no son pocas las voces que hablan de su fuerza y de su arranque en el pasado glorioso de la mujer diamante. Ella tenía siempre la generosidad por bandera, y así trascendió a las voces que hoy en día la seguimos y divulgamos. Fue para nosotras maestra de vida, de obra y de pensamiento. Su "Arboleda bien plantada" o "A la madre del mineru" quedarán para la posteridad grabadas en el imaginario de tantas discípulas y de tantos cantantes bravíos que las revisitaron en cada canto libre interpretado”. Las palabras de Anabel Santiago recogen el sentimiento de tantos y tantos asturianos amantes del género “tanto Quirós como Mieres, concejo donde vivió casi el resto de su vida, como todos y cada uno de los lugares que sintieron y aplaudieron la voz de oro de la tonada, celebraron el privilegio de contar en vida con una de las grandes leyendas de la tonada asturiana en femenino”. Otra de las voces con más luz y proyección del panorama musical asturiano, Marisa Valle Roso (La Felguera, 1987) se suma también a este homenaje. Valle Roso recuerda con cariño la primera vez que escuchó cantar a Diamantina “tendría unos doce o trece años y estaba descubriendo la asturianada a través de las grabaciones de cintas de casete que Alfredo Canta, mi maestro, me proporcionaba”. Marisa descubrió en esas cintas la voz de Diamantina “allí estaba ella, con su voz desgarradora, potente, con una personalidad que la hacía única”. La neña que se iniciaba en la tonada pasó horas escuchando aquellas interpretaciones “para que no se me escapara ningún detalle, ninguna vueltina, al igual que ella hizo en sus comienzos. “Laves la cara” fue una de las primeras canciones que aprendí de ella, así como “Yo soy una vaqueirina”, porque Diamantina dominaba todos los estilos y géneros, aunque para mí, sin duda, “Arboleda bien plantada” es su canción estrella”. Marisa Valle Roso la define como una mujer valiente e innovadora en su tiempo que “aún adentrada en un género totalmente patriarcal, consiguió tener su lugar y que se la reconociera. Tiene una seguridad en sí misma envidiable. Es simpática y divertida en las distancias cortas y está llena de sabiduría que comparte generosamente con todos los que tenemos la suerte de conocerla”.



sábado, 19 de septiembre de 2020

Formas de perderse.



Existen muchas formas de perderse. Cuando yo era pequeña, mi amiga Argentina y yo nos perdimos en la Feria de Muestras. No sé muy bien lo que pasó, tendríamos 9 y 10 años respectivamente y nos despistamos de nuestros padres y hermanos. Nunca me ha gustado la Feria de Muestras de Gijón me parece un despropósito, quizás si vas con un objetivo puede que tenga sentido, si no, me parece de esas citas estivales totalmente prescindibles, quizás la razón sea que me perdí allí aquel verano de los años ochenta. Nunca lo había pensado. Quién sabe. El caso es que nosotras nos perdimos y ni cortas ni perezosas salimos de la Feria y volvimos a casa. La verdad es que sería idea de Argentina que siempre fue mucho mas espabilada que yo. Salimos de la Feria y nos dirigimos al sitio que consideramos casa que ni siquiera era realmente nuestra casa, el piso de veraneo de su familia donde la mía estaba pasando unos días, así en plan comuna o tribu que me gusta mucho mas. Nuestras madres se conocieron llevándonos al colegio y tuvimos una larguísima amistad que ahora no tiene la misma intensidad pero que para mi tiene idéntico significado. Fuimos juntas al colegio, al instituto y a la Facultad de Derecho. Lo dicho yo un año por delante, pero ella infinitamente mas resuelta un año despues por edad no por inteligencia o capacidad. Argentina fue la típica niña que hoy tendría una adaptación curricular para pasar de curso. Por cierto, no somos primas, solo amigas. Genti si lo lees un besazo. Bueno esta no es la historia que quiero contar. Cómo se nos ocurrió salir de la Feria e ir a casa de la prima de su padre que estaba relativamente cerca? Ni idea, pero nuestros padres nos encontraron allí sanas y salvas. Y cómo se les ocurrió a nuestros padres r a buscarnos allí y no llamar a los municipales? Ni idea. En algún momento despues de anunciarnos por megafonía se dieron cuenta que a la cabeza pensante del dúo se le ocurriría ir a casa de Mariluz. No nos pasó nada, fuimos por la calle, Piles abajo dirección a la playa, en el Gijón bullicioso de los años ochenta, dos enanas de 9 y 10 años y no nos pasó nada. Muchas veces recordamos la anécdota, mientras salíamos por la puerta de la Feria los altavoces reclamaban a dos niñas perdidas confundiendo nuestras edades, nosotras no lo escuchamos pero esta confusión quedó para nuestra historia. Este verano en Parque Principado un niño cercano a mí se perdió. El que es un niño muy templado que aparentemente no pierde los nervios, lo tuvo mucho mas fácil. Se dirigió a un guardia de seguridad le dio el número de teléfono de su madre y en pocos minutos su madre se acercó a recogerlo. Este peque no tiene móvil propio, es muy pequeño aún, pero si lo hubiera tenido habría sido infinitamente aún mas sencillo. 


Lola se perdió la semana pasada en la mortera. Lola es mi perra (para los que no lo sabéis). Somos una sola. Perder a Lola al atardecer en la mortera me ponía las cosas un poco cuesta arriba. La vi entre los felechales, pero como es muy bajita al momento dejé de verla. Dejar a Lola a dormir al raso era cuando menos peligroso, dada su edad, este mes cumple quince años y los achaques de ancianidad que la acechan suponía exponerla a un riesgo innecesario. Sin embargo, fijaros que en ningún momento pensé en que no iba a aparecer, en primer lugar porque tengo una confianza ciega en ella y en segundo lugar, porque aquí la conoce todo el mundo, o sea, alguien la encontraría y me la haría llegar. El caso es que siguiendo su instinto, y como ta ocurrió otras veces, pensé que iría a casa. En ese momento nuestra casa era el coche, así que me dirigí hasta el sin tener en cuenta que yo iba a llegar mucho mas rápido de lo que lo haría ella. Y no, no estaba en el aparcamiento, y ahí me entró un poco de pánico escénico así que cogí el coche y fui hasta el último lugar donde nos habíamos visto para reconducir la búsqueda. No hizo falta, a medio camino, a la velocidad que le permiten sus patitas y arrastrando la pila de sabiduría y senectud que lleva encima, eso sí muy pizpireta, como es ella, me la encontré yendo a casa. Me bajé del coche, la cogí en brazos y le dije "sabía que harías esto". Entre el día de Gijón y el de la mortera del Teixu hay infinidad de pérdidas mas, todas las veces con final feliz, y todas, Bea, o sea, yo y Lola volvimos a casa. Desde marzo a mayo estuvimos perdidas en una nebulosa intensa y asfixiante. De mayo a hoy nos hemos perdido en el bosque de sentimientos que supone volver a las raices, al origen, a la esencia. Volver a intentar encontrarnos a nosotras mismas y con ello ser felices. Así que, si nos buscáis seguro que nos encontrais no muy lejos de nuestro refugio, de nuestro hogar, en la montaña, en Salceo, en algún camino de Quirós, en definitiva, en casa.


jueves, 20 de agosto de 2020

El Hayedo de Lindes, el lugar donde viven los gnomos.


Y ahora descansada, toca hacer la valoración de la dificultad de la ruta, aunque ya os digo por adelantado que merece mucho la pena de cualquiera de las formas, pero NO es para todos los públicos y una de dos, hay que tener mucho amor propio (o sea yo) o estar muy en forma (o sea Javi). Hace unos años Claudia Alvarez Alvarez, Judi y yo bajamos hasta el río. Aquel día habíamos subido a L.lindes y Vidal nos dijo que tuviéramos cuidado con los osos. (Ainssss Vidal, qué humor tiene y qué paciencia con todos los que llegan hasta allí). En aquella ocasión, cómo os cuento, bajamos hasta el río, cruzamos un puentecito y llegamos hasta el claro desde donde se comienza propiamente a atravesar el hayedo. Aquel día que creo que era otoño porque lo recuerdo todo mucho menos intenso y del que tenemos unas fotos muy chulas que andan por aquí (como no podía ser menos), no nos aventuramos más, bajamos y subimos por el mismo camino, yo calculo unos veinte minutos o así. Ayer cuando llegamos a L.lindes hacia las 11.00 el aparcamiento estaba lleno, LLENO, ejemplo de que mucha gente ha seguido este agosto la máxima de “vamos hacia el Norte”, me parece genial, pero ojo, la montaña es mala compañera si no la respetas. Muy mala. No puede ser que cada día haya que rescatar a gente que se aventura por desconocimiento y/o imprudencia. Mucho respeto a la montaña, por favor. Seguimos con la ruta, hasta el río era terreno conocido pues, aunque ya os digo que lo recordaba mucho menos salvaje. Una vez abajo comienza el ascenso por el interior del hayedo, que tampoco tiene mucha pérdida aunque no haya camino. Hacia arriba, siempre hacia arriba, pero ligeramente hacia la derecha, sin mirar atrás porque el suelo es resbaladizo y está lleno de hojas, hay infinidad de árboles que se cruzan y que se pueden sortear sin mucha dificultad o con mucha, pero se puede hacer. Ya os digo, agachando el llombu o levantando la patuca o sorteando las raíces arrancadas de cuajo del suelo. Estábamos casi coronando cuando nos encontramos con dos parejas que daban la vuelta. Nos dijeron que literalmente era imposible pasar por una zona de monte bajo que ya habíamos leído que era impracticable. Así y todo subimos hasta coronar porque estábamos muy cerca y porque a mi me daba un poco de miedo volver por donde habíamos bajado. 

Coronamos y desde allí vimos perfectamente la orografía de la zona que describían los papeles que llevábamos. La zona de monte por la que no íbamos a poder pasar, el claro en medio de lo abrupto del paisaje como un remanso de serenidad en medio de una noche salvaje y la foz pequeña y la grande. Perfecto, estábamos en el camino correcto solo había que ver cómo pasábamos al otro lado. Y claro, el “camino” como nos habían dicho era imposible. Así que mientras Javi discurría opciones, nos encontramos con otros montañeros que nos dieron la alternativa que finalmente seguimos y que estoy segura que si hubiéramos visto desde el otro lado de la montaña no hubiéramos hecho, pero SÍ, en lugar de seguir el camino que nos llevaba directamente al otro lado y a la misma altura, bajamos al río y subimos hasta el claro. Más largo pero la única forma de pasar al otro lado. Allí tomamos un pequeño refrigerio y seguimos. Hay que decir que casi toda la ruta va en sombra al abrigo de miles y miles de árboles que nos abelugaron del sol que hacía, en un día espectacular para una ruta preciosa. Miles de fayas jóvenes que compiten por ver quién alcanza el cielo, pero también fayas impresionantes de gran circunferencia y otras que se estiran abrazándose y algunas que parece crecer desde dentro de la pared de piedra caliza. Un espectáculo. Me encantan las fayas, tuve un romance con una que me susurraba el pasar de las estaciones. Se murió, no puedo evitar emocionarme cuando pienso en ella. Soy así de tonta o como dijo Javi de “peculiar”. Perdonad el paréntesis sentimental. Una vez que llegas al otro lado, hay que bajar al cauce del río por un camino que encuentras cuando sales del claro, y a partir de ahí cruzando una y otra vez el río para encontrar “senderos” que te lleven hacia arriba hasta encontrar un puente que NO hay que cruzar y desde el puente tomar un camino (camino, camino) que te lleva de vuelta, hacia arriba un buen tramo y hacia abajo, otro tramo bastante largo y para mí lo peor porque es muy pendiente y está lleno de barro y que te conduce directamente y sin perdida al mismo lugar de L.lindes del que salimos. En esta parte sí encuentras señalización porque es un tramo común a la subida a Peña Rueda y a los Puertos de Agüeria. Y allí de nuevo en la aldea que nos dio el pistoletazo de salida, un poco más tarde de lo previsto porque perdimos a una perra y tuvimos que dar la vuelta (y eso que yo pase un momento de crisis total en plan “no puedo Javi porque estoy muerta”) llegamos a la meta y pudimos sentarnos, a nuestro lado una parejina que venían de Valencia y Murcia y que justo habían llegado detrás nuestro por la mañana con la que compartimos cerveza y experiencia. Un lujo de día y de compañía. 


Lo mejor de la ruta: el bosque, los árboles, el olor, la alfombra de musgo, el río, la brisa fuerte que me infundió el espíritu que necesitaba para poder seguir cuando me entraron las dudas que, por cierto, no transmití, la compañía humana y perruna, los sonidos del bosque, el crujir de las ramas que se rompían a nuestro paso, la humedad, los osos que viven en las fayas, ... en definitiva, la vida. 

Lo peor: la falta de señalización, aunque Javi llevaba de todo, gps, track, papeles por si acaso y el estado de algunos no-caminos, aunque esto sea algo difícil de solucionar. 

martes, 11 de agosto de 2020

Veranos sin fin

He cambiado la orientación de la cama y ahora cada mañana serán mil los rayos de sol entrando por la ventana y asomando por Pena Podre los que me despierten (qué cosas!). No pedirá permiso el astro Rey. Se colará atrevido y entrará sin picar por entre las cortinas para llenar de luz mi cara somnolienta y acariciar mi rostro tras una noche en la que el sueño se habrá poblado de mil príncipes que, por suerte, nunca son azules y siempre concluyen en ti, el menos azul de todos y el único real. Estaré mil mañanas tras el cristal intentando adivinar entre las copas de los árboles medidas por la niebla el perfil calizo y firme de la Peña de Alba y contando las hojas de los frutales que la esconden y esa puede ser la mejor forma de pasar el verano, sin duda, lo es. Sí, contaré hasta mil y volveré a empezar. Buscaré tu mirada limpia y sana entre los mil verdes que anticipan los mil dorados que, para nuestra suerte, están a la vuelta de la esquina, promesa del otoño más hermoso, el nuestro, el quirosano, el asturiano,... Puedo también jugar a contar abejas, gordas a pesar del trajín de trabajo que se traen yendo y viniendo cumpliendo su labor: mantener en pie el planeta, hasta llegar a mil, a buscar hormigueros que alberguen mil hormigas y pueblen el laberinto de ciudad que les ha diseñado la neña de la casa o a echar carreras de caracoles que corran los mil metros (menudo lío de trazado de carreras en una aldea tan pequeña) o concluir que son mil las golondrinas que se preparan para irse al Sur buscando los mismos nidos que abandonaron hace meses. Por la noche, mil estrellas sostendrán mi sueño y mil luciérnagas marcarán el camino que te lleva hasta mi y viceversa. Y una luna llena más guapa que nunca lucirá sobre nosotros prometiendo noches largas y cortas madrugadas. Serán más de mil pasos, pero estaré esperando mil veladas eternas que conservaré siempre pues son más de mil las veces que pienso en ti a lo largo del día, en los mil besos que te daría, en los mil mordisquinos con que te comería las orejas y los pies  y en las mil sonrisas que me regalarías porque, efectivamente, solo importan las risas cuando son de verdad y los amigos cuando son para siempre. Y sí, tu corazón y el mío ya son viejos amigos y aunque separados sigo soñando cada día que estás cerca de mí y que si te llamo acudirás para escuchar las Mil y una historias que inventaré para llamar al sueño cada madrugada después de una noche insomne.

domingo, 12 de julio de 2020

Entre la niebla de este tiempo raro.


Yasmina Alvarez “Los versos que nunca os dije” BajAmar

Debería de ponerme a escribir o a leer. Este tiempo extraño me tiene atada de pies y manos. Me siento incapaz de hacer nada de lo que tanto quisé. No hay oportunidad para mí en esta crisis personal, interna, propia. Entonces camino. Camino y cuento pasos. Camino acompañada de los de siempre y de algunos nuevos miembros que se han unido siguiendo las señales que llevaban a la casa de chocolate (qué de trampas y qué crueles son los cuentos de hadas). Y así paso el tiempo, contando pasos y midiendo paredes para conseguir meter mi guardarropa (madre mía) en apenas treinta metros cuadrados. Camino, cuento pasos y despierto recuerdos de otros veranos, no sé si más felices, pero sí diferentes. Mecida por los sonidos de esta aldea y por las risas de los niños que hoy ven la vida pasar ajenos al caos en el que estamos sumidos, pienso en mi infancia, sin piscinas azules ni máquinas del diablo que nos abducen, con bicicletas con las que recorríamos caminos en los que lo difícil era no caerse y cómics, muchos cómics, los mismos que hoy lee Hugo. Y soy consciente de qué todo lo que necesito para ser feliz, lo tengo (como también lo tuve en aquellos años que niña fui querida sobre todas las cosas): una alfombra mágica (de la que ya escribí hace tiempo) y la compañía de estos entrañables bichos (de cuatro patas y de dos con alas, de cualquier tipo, lástima de ratones estigmatizados desde siempre) que apenas buscan mi abrigo y un poco de ternura. Ternura. Es lo único que puedo ofrecerles y que, a cambio, recibo a toneladas. Esta relación sí es bidireccional. No como otras relaciones o son otros los que no saben el significado de bidireccionalidad. A pesar de todo soy una suertuda, subida en un carrusel de emociones este último año. El accidente que frenó durante cinco minutos mi vida, la vulnerabilidad de mi madre, perder la confianza en la gente que quieres (y aquí ya no hablo de nadie del pasado que ya dice el refrán que “agua pasada no mueve molino) y la puta pandemia. Se une todo en un nudo difícil de deshacer. Imposible deshacerlo. Lo metimos junto en la cazuela y a cocer. Camino, camino, cuento pasos, despierto recuerdos y descubro lugares, lugares que me conducen a ti aunque no sepa quién eres, ni dónde estás, ni sepa siquiera si voy a encontrarte o si seguiremos jugando al escondite. Leo un poema de Yasmina Alvarez (una de las poetas asturianas que mejor dice los versos y que escribe precioso) leo una definición de mi vida, tal cual, siempre tarde y es que qué a destiempo llegamos siempre a las personas, que desacompasados los quereres y los deseos de la piel del otro. Y adónde van los besos y los abrazos cuando no los dimos, y ahora que no podemos darlos, los perdemos para siempre? se convierten en piedras? Aquí estoy entonces, llena de piedras y de pena, de abrazos y besos convertidos en lágrimas, lágrimas por derramar que voy dejando por las esquinas y que no parece que se vayan a agotar. Soy un pozo lleno de piedras y lágrimas sin fondo. Y lloro, lloro mucho, me emociono por todo. Lloro por mi, por los míos, por el futuro, por este país, por lo que vendrá, por lo que hemos dejado atrás, por los muertos, por los que no han estado a la altura, por los que no saben estarlo, por los que seguimos en la brecha aunque la pena pese tanto como la losa que ha sepultado para siempre mis deseos... Sé que llorar no es la solución pero sana (o al menos eso creo) y combino el llanto con la risa a veces sincera y otras falsa, que me ayuda a disimular la borrachera de dolor que llevo dentro. A veces pienso que es cansancio otras simplemente hartazgo. Y camino, sigo caminado, contando pasos bajo el sol de un verano inexistente, de un julio engañoso, bajo la lluvia o atrapada entre la niebla de esta aldea diminuta que esconde mil historias que contar esperando ser contadas, lástima que este tiempo haya agotado mis ganas. 

domingo, 14 de junio de 2020

Una oportunidad perdida

Es el vagón de cola el lugar destinado para Quirós?


Unanimidad, esa es la palabra. Realmente esa es una de las claves para enfrentar cualquier acción en la vida, también y sobre todo, en la vida política municipal. Unanimidad, consenso, acuerdo y una atmósfera política propicia para defender lo propio. Un caldo de cultivo favorable para el trabajo en equipo. Un lugar de encuentro: el Ayuntamiento, un foro de opiniones, de puntos de vista que se conjugan en pos de un objetivo común “defender Quirós”, con mayúsculas, en negrita y subrayado como decía mi maestra de Lengua en el colegio. 

Defender, con todas las consecuencias, el que debería de ser uno de los motores económicos del concejo: la Senda del Oso y con ella todo lo que lleva detrás, casas y alojamientos rurales, alquiler de bicicletas, restauración, ... empleo, futuro,... Un sector, el turístico, gravemente herido por esta pandemia que ha llegado para dar vuelta a nuestras vidas. Una actividad económica por la que, además, el Ayuntamiento había apostado fuerte cuando celebró con entusiasmo el reinicio de las actividades de Aquitur, la asociación quirosana de turismo que retomaba su labor con mucho ánimo y mucha ilusión, cargados de ideas. Un sector y unos empresarios que así suman una nueva bofetada. “Sin Senda no hay Paraíso quirosano más allá de Valdemurio” podría ser el nuevo eslogan para esta temporada, perdida para muchos, que con las obras de mejora de la Senda adivinaban luz al final del túnel.

Una oportunidad perdida, aprovechar esta unión política, la buena sintonía existente, para plantarse y “todos a una” como en Fuenteovejuna, defenderse frente al trato discriminatorio del concejo en el proyecto de reforma de la Senda y no dar luz verde a unas obras que excluyen a mayores el tramo de la Senda del Oso que transcurre por Quirós o, si dar luz verde era necesario, hacer ruido desde enero hasta ahora, denunciar la exclusión, exponer las razones para que la actuación sobre la Senda se realizara de otra forma, movilizar a la comunidad, utilizar las herramientas para ejercer “el derecho al pataleo” que, en definitiva, es lo único que queda a los ciudadanos de a pie. Se sabe desde enero, aunque ha transcendido ahora, que las obras sólo afectarían en Quirós al entorno de Valdemurio dejando fuera el trazado hasta Santa Marina, aunque en aquella reunión de enero de Alejandro Calvo, Consejero de Medio Rural, con los cuatro alcaldes de los concejos afectados ya se mencionó el tremendo error que se cometía (qué frágil es la memoria que obvia que el ferrocarril minero que da origen a la Senda salía de Santa Marina). Por qué no se manifestó nadie entonces? Rodrigo Suárez, alcalde de Quirós, ha trabajado firme para conseguir finalmente un compromiso “por escrito” David Villar, Director General de Medio Natural de que se arreglarán los argayos de la Senda en el tramo quirosano con cargo a los presupuestos del Parque Natural Las Ubiñas-La Mesa, pero no nos engañemos, NO va a haber presupuesto, no va a haber “perres” por motivos ajenos al mundo rural, claro. Cada céntimo de euro sobrante va a tener que destinarse a subsanar el caos originado en nuestra sociedad por el recién llegado virus, alguien cree que la Senda o los Parques Naturales (o cualquier otra infraestructura, servicio o lo que se os ocurra) van a ser prioridad en una nueva realidad por mucho compromiso firmado que tengan de la autoridad responsable autonómica? Papel mojado. Cuántas veces reciben los administrados con muy buenas maneras la promesa de “lo tuyo para cuando haya presupuesto” o “lo haremos cuando tengamos presupuesto”? 

Amanecerá y veremos, dijo un ciego pero amaneció y no vio. Confiar en que solucionen el tema de la Senda con cargo a los presupuestos del Parque es una cuestión de fe, confianza la de los representantes quirosanos que, por otro lado, aplaudo, pero que es complicado compartir. Puedo entender (y entiendo) las razones esgrimidas por el Pleno quirosano, en su totalidad, para votar a favor del proyecto, primando los intereses del Valle por encima de los intereses particulares de un concejo concreto, pero qué pasaría si la excluida hubiera sido Teverga? Sinceramente, no veo a la alcaldesa tevergana ni a su combativa oposición cruzados de brazos esperando a que haya presupuesto. 

No aprovechar el buen clima político que reina en el Ayuntamiento quirosano para defender Quirós es una oportunidad perdida. En pocos días se pondrán en marcha las obras en la Senda, sin embargo, el trato recibido por el concejo quirosano debería de analizarse con detenimiento. Quirós juega en una categoría inferior? Ha sido el azar o el destino el que coloca a los quirosanos en el vagón de cola una vez más? Se podría haber hecho algo más en la defensa de sus intereses? Se tendría que haber informado a los empresarios turísticos para que se movilizaran? Interrogantes para la reflexión, ahí lo dejo.




miércoles, 27 de mayo de 2020

Batirse en duelo.



Duelo a garrotazos o La riña ​forma parte de la serie conocida como Pinturas Negras que Francisco De Goya realizó para la decoración de los muros de la casa —llamada la Quinta del Sordo— que el pintor adquirió en 1819. La obra compartía pared con Las Parcas y en medio de ambas estaba situada una ventana quizás para que corriera el aire entre ambos despropósitos pintados para la ocasión. La interpretación tradicional del cuadro es la de dos villanos luchando a bastonazos en un paraje desolado enterrados hasta las rodillas. Independientemente de que estuvieran enterrados, este tipo de duelos se producían en la época al igual que los de caballeros, solo que, a diferencia de estos, las armas eran garrotes y carecían de reglas y protocolo: padrinos, cuenta de pasos, elección de armas.

Cuando una observa la realidad desde su atalaya de privilegio y ve lo que ve o lee lo que lee no puede dejar de acordarse de los antiguos duelos entre caballeros donde el protocolo era pieza básica e imprescindible. Y a la luz de lo visto y leído en los últimos tiempos especialmente en redes sociales, auténticos vomitorios de lo peor de cada uno de nosotros (me voy a incluir porque yo también, Padre, he pecado) en los que escudándonos en dedos juguetones que teclean como locos (sin control ni ortografía y lo peor, sin filtro,...) sacamos de dentro nuestra peor versión, esa versión en la que con tanta facilidad perdemos los papeles columpiándonos entre la burla y el insulto, entre el ataque y el contraataque, entre dimes y diretes, entre una defensa que se agrieta en cada envite ofensivo, sin un ápice de humildad y carentes totalmente de empatía y humanidad. Así, a lo idiota y sin pensar en nada más que en verter todo el odio y la inquina que llevamos dentro de serie o no, contagiados por la tribu o impresos en los genes, llevados por la mala baba que hemos ido criando en estos dos meses de encierro impuesto y de auténtico vacío de libertades (ay, la libertad de movimiento, quién nos iba a decir que circular en coche arriba y abajo por una carretera intransitada y solitaria iba a convertirse en auténtica llave de nuestro deseo más íntimo y personal, qué importantísimo valor han adquirido estos días aquellas cosas que hacíamos a diario sin darnos cuenta de lo que realmente implicaban) alimentados por la soledad y por la distancia del desamparo, como ha bautizado una amiga a la distancia social, convertimos una queja legítima, incluso una simple observación personal, aparentemente inocente (o no, porque líbrame del agua mansa que de la brava ya me cuido yo), en un auténtico duelo entre villanos, como en el cuadro De Goya, totalmente alejado de los tradicionales duelos de caballeros donde el honor a reponer (normalmente) era lo principal en la disputa. Nos damos garrotazos hasta en el forro sin pararnos a pensar si esta es la mejor versión de mi mismo y es la que quiero mostrar. De forma tal que al calor de la disputa llegamos a olvidar cuál era el honor que inicialmente estábamos defendiendo. Qué coño discutíamos? Acaso el derecho de la autoridad a regular nuestras vidas? Acaso el derecho de la autoridad a tomar decisiones equivocadas? Acaso no yerran los sabios? Acaso no es la autoridad, cualquiera que sea y en cualquiera de sus formas la depositaria del poder que reside en nosotros, su pueblo (igual esto tampoco debía de olvidarse).  No debe de ponerse en duda que nuestros gobernantes, investidos de “potestas” por la población civil, sabios ciudadanos (nosotros) que libremente ejercemos nuestro derecho a voto y nuestro derecho a elegir a quienes queremos que nos gobiernen en los diferentes mandatos representativos, hacen lo mejor para nosotros según su criterio que, por supuesto, no deja de tener un importante componente subjetivo, en aras al bien de la comunidad, llámese Salud Pública o llámese x. Igual es momento de recordarles también que, les guste o no, gobiernan para todos sin exclusión o mejor, con inclusión de aquellos que les caen un poco menos bien que el resto por las razones que sean (siempre entendibles, of course, que no va con el cargo la obligación de que caiga bien todo el mundo, pero tampoco va con el cargo caer en gracia a todos los ciudadanos, principio de reciprocidad, oiga, que no siempre te van a tratar como tú tratas, aunque viendo lo visto...)

Y digo yo que no sería mejor, en el ejercicio de la “auctoritas” que permanece más allá del cargo en forma de calidad de persona que se superpone al cargo político, que las autoridades no se desautorizaran contestando por las redes sociales a los ciudadanos. No sería bueno que quienes rigen nuestros destinos supieran que las normas se pueden interpretar de forma tal que beneficien a la ciudadanía y que hay una interpretación de las mismas que no es restrictiva sino extensiva. No sería fantástico que supieran conjugar intereses de los ciudadanos con salud pública y que examinasen si en su comportamiento no hay nada reprochable antes de dar consejos a nadie. Por otro lado, no sería bueno que los ciudadanos usaran los canales oportunos para sus quejas y que se dejasen de consideraciones personales, que no vienen al caso, y que hacen que su posición en el duelo pierda peso y credibilidad. Hay que elegir bien las armas pero también atender al principio de proporcionalidad y ponderar el daño que vamos a hacer y si este es necesario y que a falta de garrote será la palabra nuestra arma más afilada. No se puede convertir algo legítimo como es el derecho al pataleo en algo ofensivo y nada constructivo para el conjunto de la comunidad, pero tampoco se puede permitir que la defensa de cualquier idea o persona se apoye en descalificativos crueles e hirientes con el ánimo de desacreditar al contendiente. Señores y señoras, antes de lanzarse asegúrense de que llevan el salvavidas bien ceñido no vaya a ser que sus palabras les califiquen como vecinos o como autoridades o mejor, desnudos de nuestra vecindad y nuestros cargos, como personas. No todo vale afortunadamente, no todo vale. Moderación, mesura, respeto y capacidad para, por un momento, entender al que se sitúa enfrente de nosotros es el ring. Qué mal vamos a salir de esta pandemia. La mitad (por lo menos) para encerrar, la otra mitad ya estaba...

miércoles, 20 de mayo de 2020

Solidaridad en tiempo de pandemia.



Orestis y su familia podrían ser los protagonistas de una historia más de este tiempo extraordinario, de esta pandemia que nos ha tocado vivir, una de tantas como han vivido los ciudadanos de este país, pero su historia es única porque es la suya propia y porque suma a las dificultades añadidas a este encierro impuesto (muerte, soledad, pérdida de seres queridos, enfermedad, incertidumbre laboral, viviendas precarias, brecha educativa y digital, ...) la solidaridad tevergana. El fantástico mantra “quédate en casa” no ha sido igual para todas las familias, de hecho, seguramente habrá habido tantos “quédate en casa” diferentes como personas pueblan este planeta llamado Tierra. Pero volvamos a Orestis, si ya era complicado el día a día de esta familia monomarental ovetense, estos dos últimos meses lo han puesto patas arriba. Orestis es autista severo, con un 75% de discapacidad reconocida, y la idea de vivir confinados se presentaba ante ellos con un horizonte de incertidumbre y un auténtico reto. “Vivimos en un piso de 80 metros cuadrados, mi madre de 74 años, mis dos hijos mellizos, Carmen y Orestis, y yo.” nos cuenta María, la madre de Orestis, “estar 24 horas con tu hijo con autismo en un piso, un autista severo, es complicado. Orestis es sensorial, hiposensible, necesita moverse mucho y hacer ruidos, tocar cosas ásperas. Es otra dimensión de persona. Está conectado con la naturaleza y la naturaleza es analógica, no digital, tiene olores, sabores, texturas, ruidos y pueden llenar su hiposensibilidad”. Con el panorama desalentador de tener a su hijo encerrado amaneció el pasado 13 de marzo. La suspensión de las clases, Orestis acude al Colegio de Educación Especial de Latores, y la paralización de los servicios que, en este caso, prestan voluntarios y técnicos de Cruz Roja, unido a la preocupación de convivir con la abuela, obligaron a María a buscar opciones y así se echó a la calle, movió a sus contactos y buscó soluciones, aunque fueran temporales. Esta joven madre que a estas alturas se declara “agotada” no escatima trabajo ni esfuerzo a la hora de encontrar soluciones pero es este caso la respuesta vino de la mano de una empresaria de turismo rural tevergana que decidió ceder sus casas rurales, cerradas durante el confinamiento, a familias que se encontrasen en situaciones especiales. Así y gracias a la solidaridad de esta joven emprendedora, que en todo momento ha ocupado una discreta posición no pretendiendo ningún tipo de reconocimiento ni protagonismo, solo hacer lo que consideraba necesario y echar una mano, María y sus hijos, la abuela Olga se quedó en Oviedo haciendo su cuarentena, se trasladaron a la antigua escuela de Entrago en Teverga. “La casa rural es muy bonita. Me gustó la idea de que fuera la antigua escuela, es amplia y cómoda, de madera y piedra. Orestis estaba tranquilo y jugaba mucho con su hermana.” Establecidos de forma temporal en su nuevo hogar también diseñaron nuevas rutinas, fundamentales para estos niños. “Bajábamos todos los días a la compra a San Martín y la gente fue muy amable, nos tenía preparado el pedido para que Orestis no tuviera que esperar mucho.” María habla con mucho cariño de la gente de Teverga, también elogia la calidad de la cesta de la compra que hacía allí “la carne de Basi es buenísima y los productos de la panadería me encantaron. La gente fue cordial. Me consoló un poco de esa distancia que hay que mantener con el otro. Para mí esta distancia es desamparo pues yo realmente necesito mucha ayuda con Orestis. Las cosas no están tan mal, lo vamos llevando. Iba a su cole y tengo un apoyo de Cruz Roja y, de repente, te quedas sola con él y no puedes hacer nada, ni teletrabajo. Entiendo la situación pero para mí esto es muy difícil de llevar”. Así María ha bautizado esta la distancia social impuesta como “distancia del desamparo”. En realidades en las que la presencia física y el contacto se hacen imprescindibles añadimos a la soledad el desamparo y así lo han vivido muchas de estas familias. María, a pesar del miedo, hace una lectura positiva de estas semanas que ha pasado en Teverga “me ha gustado mucho la experiencia, se han ofrecido siempre a ayudarme y además me he enterado que la maravillosa pediatra de mis hijos, Laura García Riaño, nació a dos casas de la escuela. Ahora entiendo porque es tan maja, tevergana tenía que ser”.