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miércoles, 15 de septiembre de 2021

Los besos de Manuel Vilas


“Las historias de amor son como los libros, comienzan y terminan.” Manuel Vilas, Los besos.

Es una realidad que en los próximos tiempos asistiremos a la publicación de miles de libros postpandémicos, de hecho, a partir de ahora todo será postpandémico (a.d.p. o d.d.p.) pero este de Manuel Vilas ocurre durante el periodo que dura el primer confinamiento, en aquellas primeras semanas en las que no sabíamos que iba a pasar y en las que no nos imaginábamos lo que se nos venía encima. Durante este tiempo, en medio de aquel desasosiego, muchos pensamos recoger todo lo que nos pasaba por la cabeza y escribirlo. Eso hace Salvador, un profesor de 58 años, prematuramente jubilado por enfermedad (si bien no queda clara que enfermedad) el protagonista de esta novela: plasmar por escrito todas las reflexiones que algunos hicimos (los que tuvimos la suerte o la desgracia de estar solos en nuestros pisos), pero además el tiene el tiempo, la suerte y las ganas de enamorarse de Montserrat, una belleza de 45 años que trabaja en la tienda de ultramarinos del pueblo con una mochila dolorosa, a la que bautiza con el nombre de Altisidora (nombre de un personaje de El Quijote). Dos almas solas huyendo de la Oscuridad que repasan sus vidas pero a distinto ritmo. En mi opinión ella se desnuda más, ella sufre, mientras que el pasa de puntillas por los hechos dolorosos de su vida como por ejemplo el fallecimiento de su madre. Los recuerdos de su estancia en la Universidad, fundamentalmente de su relación con un compañero, Rafael Puig, apuntes sobre la novela de Cervantes que junto a la Biblia se lleva a su particular e idílico lugar de confinamiento (que hasta en esto tiene suerte), el amor en la edad madura,… son otros de los pilares del argumento. He leído la novela de un tirón, me ha gustado, me he visto reflejada en algunas de las situaciones aunque hay otras que me rechinan un poco, por qué esa manía que cultiva Salvador tan fea cada vez que va al súper y que declara que es una especie de acto de rebeldía contra el estado, por qué en esa crítica feroz al presidente de España, se ve que no le cae muy bien. Pasé en mi confinamiento haciendo vídeos, reflexionando sobre moldes de repostería y tuppers, poniendo orden en mi casa para no ponerlo en mi cabeza, no pude leer ni una sola línea del bloqueo mental que me produjo aquella situación (esto hoy aún me apena enormemente), me salvaron mis perras y la ridícula idea de volver a ver a alguien con la fe absoluta de que me esperaba al otro lado del túnel (“Sin una fantasía amorosa la vida es nada, la vida no vale la pena. Si no estás enamorado, aunque solo sea de una ilusión lejana e irreal, la vida no sirve” dice Salvador a medio camino del final). Alimenté un enamoramiento en la distancia soñando con los besos que no fueron, ni son, ni serán. Pensé en los amigos a quienes dejé en el camino.  Soñé con volver a Lisboa. Vamos, Vilas tal cual, en pequeño y sin novela. Si yo hubiera escrito esta novela le hubiera puesto “Los abrazos” porque no darlos fue lo peor que nos pasó en este tiempo, pero no soy Vilas así que me quedo con “Los besos” y espero que también os encontréis reflejados en sus páginas. Una foto preciosa en la cubierta y una buena campaña de publicidad harán el resto. #lecturasdeveranobibovd21

viernes, 3 de septiembre de 2021

Ciclistas en la niebla.



Entre la niebla ganó la afición. Fueron miles los aficionados al ciclismo que no quisieron perderse la puesta de largo de una cima, el Alto del Gamoniteiru, que llega a La Vuelta para quedarse, al menos esa es la promesa de la organización y la expectativa de los ayuntamientos de Lena y Quirós que se repartieron el protagonismo en una jornada épica deportivamente hablando que fue una auténtica fiesta para lo más valioso de este deporte: su afición. 

Trabajaron codo con codo y desde bien temprano Unipublic y los trabajadores del Ayuntamiento de Quirós así como los voluntarios que llevaban días preparando los hasta seis parkings habilitados en Llagüezos, conocido por la celebración de la Fiesta del Corderu. Quirós y Lena concejos vecinos llamados a entenderse y a compartir como hermanos mieles y hieles en esto de fiestas de prao y ciclismo cuando la niebla, como ayer, se presenta sin acreditación. Mejor niebla que la lluvia que anunciaban y que afortunadamente, solo llegó en forma de chaparrón, cuando todo había pasado. Mejor niebla, aunque no permitiera disfrutar del increíble paisaje de la zona, mejor porque aseguró el espectáculo de ver surgir a los ciclistas de entre ella como auténticos extraterrestres aupados en sus bicicletas camino de un pódium que había que asegurar a apenas unos días del final de LaVuelta. Lluvia fuerte en el Alto de la Cobertoria que despedía sobre las 19.00 de la tarde a los más rezagados y que había sido poblada por aquellos que fueron repartiéndose a lo largo de un puerto que se subió dos veces, primero por Quirós y luego por Lena. Llenas las cunetas de todo tipo de vehículos esperando a un pelotón agotado por la subida a Lagos de Covadonga el día anterior y por todos los km acumulados en las piernas pero en el que los mejor posicionados no estaban dispuestos a ceder ni un segundo.

Se pueden decir muchas cosas del ciclismo, cierto que por desgracia no todas amables. Lo que no se puede negar es la voluntad y el sacrificio de estos deportistas, algunos casi niños, que se suben a una bicicleta para soportar de todo: público sobrepasado de emoción e inclemencias del tiempo, carreteras en mal estado y caídas, médicos sin escrúpulos y vampiros a todas horas. Ellos se levantan y siguen hasta extremos insospechados. De ayer esta plumilla de caleya quiere destacar a un superhéroe de azul aunque sin capa que vino a escribir su nombre para la historia de La Vuelta y del Gamoniteiru. Miguel Angel López, Supermán López, colombiano del español Movistar pasará al olimpo de los que ganan las etapas que acaban inclinando la balanza de las grandes vueltas. Decir también que si hay algo que define a este deporte son los equipos que con sus estrategias son capaces de echar abajo una escapada, llevar a su líder al final de la etapa o como ayer el Deceunick Quick Step conservar para su jefe de filas, Fabio Jakobsen el maillot verde de la regularidad. Literalmente sus compañeros de equipo lo llevaron en volandas hasta la meta demostrando que un equipo es mucho más que un líder. Apuntar para finalizar que el Norte de España, sobre todo, la cornisa cantábrica, se moviliza con La Vuelta: gallegos, cántabros y vascos acompañados por los asturianos dan calor y vida a este deporte que necesita público para lucir en todo su esplendor. La mejora de las condiciones de la pandemia ha permitido que el público vuelva a la carretera y no sufrir la soledad del deportista que se vivió el año pasado en El Angliru y en La Farrapona. Menos mal. Permitidme una anécdota para finalizar, bajaba ayer del Alto dirección Barzana cuando me encontré a un chaval que bajaba andando, le pregunté si quería que lo bajara y hasta dónde (eso es algo que hacemos la gente de los pueblos, acercar a otros vecinos a su destino). El chaval montó en el coche muy agradecido. Hablaba portugués. Le pregunté que de dónde era. Venía de Oporto a ver la etapa, cogió el coche y se plantó en Santa Marina, subió andando por la Cobertoria hasta dónde pudo o hasta dónde llegó, sobre la marcha volvía a casa para trabajar hoy mismo. Este es el motor más potente del ciclismo, el que hace la magia: su público