Raitán es el nombre asturiano del petirrojo que literalmente significa pecho rojo. |
Un breve apunte de algo bonito que ocurrió esta mañana. Después de un momento de esos en los que el resto del mundo y yo hablamos distinto idioma, salí de la nave donde trabajo por la calle para que me diera el aire y me lleve un susto de muerte. En el suelo, a la entrada, estaba delicadamente apoyado un pequeño raitán. Tengo la creencia de que estos pajarinos son un pelín suicidas y pensé que estaba muertín, por eso el susto. Una bolina de plumas con el pechín colorado. ¡Qué horror! En Quirós son muy amigos de petar contra los cristales de las ventana en esta época, parece ser que se debe al frío que los desorienta y les hace deambular por el aire de forma errática. El fin de semana antes de morir mi tía Domitila lo hizo uno. A veces entran por la puerta y no encuentran la fórmula para salir. En mi casa algunas veces se cuela porque casi siempre el final es dramático. De hecho hace unos días Gloria Lucía Basurto, una facebookamiga, comentaba un suceso parecido. Pero NO, el mío esta vez ¡no estaba muerto! El conductor del transporte de uno de mis clientes me dijo que él lo había puesto allí. Lo había desincrustado de la furgoneta de otro cliente. ¡Flipar! el raitán fue atropellado por un vehículo mientras volaba. No le mató el golpe y un humano se tomó la molestia de excarcelarlo de entre los hierros donde estaba atrapado cual ratonera, colocarlo en el suelo a ver, si con suerte, el pequeñajo sobrevivía. ¿Cuánto pesa un raitán? ¿pesará 25 gr.? ¿cuál es su esperanza de vida? En esto sale mi jefe, lo recogemos y me dice que lo lleve a la oficina y le dé calor con las manos. El bichín estaba inmóvil, con los ojinos cerrados, como catatónico, pues bien, lo subo conmigo, lo pongo en una caja de cartón tapado con un folio y cerca del foco de calefacción. El pequeño raitán no se sujetaba de pie. Su cuerpo le hacía ir hacia adelante de manera que quedaba en el suelo de la caja apoyado con el pico. A lo largo de la mañana lo saco un par de veces, le acerco a la ventana, animándole a volar, sin forzar. Estaba volviendo a la vida, pero muy despacio. Fue abandonando la borrachera, había abierto los ojos y aleteaba aunque no estaba aún preparado para irse. En esto decidimos esperar a despues de comer, a ver si con el transcurso de las horas las condiciones van preparandole para regresar a su mundo. Sube un compañero con un mendrugo de pan para darle unas miguinas y ¡chachán! al abrir la caja, el raitán echa a volar por la oficina. Al final salió por la ventana rumbo a su destino que hoy, desde luego, no era morir espachurrado contra un coche. Pues sí, hoy me siento orgullosa de formar parte de la raza humana y de haber contribuido a salvar un ser vivo y de los hombretones que tb pusieron su granito de arena. Momentos tiernos que no tienen precio.
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