Te preguntas si pienso en ti. No con frecuencia, pero alguna vez sí. Cómo no iba a hacerlo, cómo iba a poder no hacerlo, cómo iba a querer no hacerlo. Pienso con el cariño que la memoria sabia y selectiva ha imprimido a los recuerdos, habiendo sacado otros sentimientos fuera, conservando solo lo que quiero conservar.
Han pasado los años y aunque el espejo engañoso nos devuelva idéntico reflejo, ya no somos los mismos. El calendario, el pelo cano y las arrugas han mudado la insolente e inocente juventud en experiencia de vida y madurez. Afortunadamente. ¿Te imaginas habernos quedado anclados para siempre en aquellos días, en una especie de bucle sin fin, atrapados en el tiempo? En el camino recorrido de entonces a acá he aprendido que enfangarse en el pasado no lleva a ningún sitio. Prefiero preocuparme por el hoy y, si acaso, planear el futuro. Planear el futuro para que luego sea casi siempre otra cosa. Pero sí, claro que pienso en ti.
Si me preguntaras cuándo pienso en tí, te diría que por lo menos dos veces al año. Una en la fecha que nos besamos por primera vez. "Abre la boca" acertaste a decir mientras tu lengua buscaba infructuosa la mía, tímida y esquiva. Era mi primer beso en serio. Nunca había pensado que no sabría hacerlo, ni que había que aprender a hacerlo. Y abrí la boca y besarte aquel domingo de marzo del siglo pasado fue mágico aunque la magia se convirtiera más tarde en otras cosas. ¡Dios! cómo había esperado aquel beso que fue el inicio de aquella aventura.
Sí, algunas veces pienso en ti, incluso celebro tu cumpleaños desde hace cuatro. ¿El culpable? Este blog que nació sin darme cuenta el mismo día que tú. Fue inconsciente, originado por la posibilidad de vernos. Un amigo mío me preguntó que qué te iba a contar cuando nos encontráramos después de tantos años y salió "Haciendo balance" la primera entrada, así, de tirón. Era una reflexión sin pretensiones que abrió paso a cuatro años de trabajo que se cumplen dentro de un mes. Un hábito el de escribir que me ha ayudado mucho a canalizar muchas cosas. Casi doscientas entradas, algunas muy personales obedeciendo a este deseo exhibicionista que llevamos dentro incluso los más tímidos. Escuché a Coque Malla decir que pone en escena todo aquello que no puede expresar en la vida real y de esa forma libera un poco su timidez. Pues yo, salvando las distancias, un poco igual. Mi vida expuesta, pero también historias inventadas de ficción. Mi vida expuesta de forma que sólo algunos sabéis que hay de autobiográfico y que no. Un blog que recoge lo que soy. Apuntes del día a día y de la actualidad. Reseñas de algún libro e impresiones de alguna película... Un cajón de sastre de dimensiones importantes. Una Caja de Pandora de emociones. De alguna manera el comienzo de este trabajo empieza contigo, quería empezar con la segunda parte de nosotros, con la calma después de la tormenta, aunque luego realmente no haya sido así.
Y algunas otras veces, sin saber porqué, me asaltan los recuerdos en algunos escenarios que compartimos. Te veo caminando delante de mi por la estrecha acera de la calle Cimadevilla o de la Rua cuando no eran peatonales. Entrando en la Plaza de la Catedral conduciendo la barragana, se nos abrió la puerta ¿te acuerdas? Me veo subida a un bordillo o a un peldaño para llegar a tus labios. En calles oscuras iluminadas solo por la luz que desprendíamos. En las olas de la playa de Rodiles adonde no he vuelto. Escuchando una canción vieja del Último de la Fila cuando eran Los Burros. Y siempre, siempre, cuando suena Dire Straits. Y es que el tiempo que pasé contigo es el único que tiene banda sonora propia y sí sé cuánta música escuchamos juntos, pero no sé porque deje de hacerlo. Imagino que formó parte del duelo y luego la música se convirtió en algo prescindible quizás porque me recordaba mucho a ti, como imprescindibles son ahora para mi las palabras.
Hoy me alegra reconocer que si no hubiéramos estado juntos yo no sería la persona que soy. Lo reconozco. Sería otra, mejor o peor, pero otra. Aunque no estábamos hechos el uno para el otro, por un ratito fuimos el uno de la otra y viceversa y estuvo bien. Sí, estuvo bien. Luego tardé un poco en remendar el roto que hicimos, aunque finalmente lo conseguí. No es ahora tiempo de revisar la historia. Durante un tiempo te negué, como Pedro a Jesús. Pasaron años antes de creer que de aquel tiempo compartido vendría algo bueno en forma de recuerdos, pero lo hizo. Escampó en mi vida. Levantó la niebla. Volvió el sol y con el descubrí que había más mar fuera de ti, más montaña dentro de mi y más cielo y tierra fuera de aquel universo que yo me había empeñado en acotar yendo contra nosotros mismos. El horizonte siempre está más allá aún de la línea que vemos. Yo plegué mis alas y pretendí cortar las tuyas. Cuántos errores y cuánto se aprende, pero cuánto se tarda en hacerlo. Sin embargo, de aquel tiempo guardo, junto a todo lo que aprendimos, parte de mis mejores amigas, las que aguantaron el timón de la nave cuando iba a la deriva. Ellas y mis padres.
Claro que pienso en ti, pero a lo que he renunciado es a entrar en tu muro. No voy a negar que alguna vez también lo hice "a escondidas", pero decidí dejarlo. Me faltaba alguna respuesta que ahora tengo. No me aportaba nada, al menos nada bueno. Ver a tus hijos me duele. Me duelen los tuyos como me duelen otros. Sus juegos, sonrisas y miradas me hablan de los que no he tenido. Me duele haber sido cobarde y haber dejado irse a todos por el desagüe, pero esa es otra historia.
Bueno, mientras llega el momento en que con otras coordenadas de espacio y tiempo, tomaremos ese café prometido y tantas veces pospuesto, sé muy feliz y una vez más gracias por mostrarme tantas cosas, por el tramo que caminamos juntos y por ser tú en el momento en el que ni yo misma sabía quien era. Un besín.
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http://bealadelola.blogspot.com.es/2012/11/haciendo-balance.html
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