Cuando un manto de dolor y llanto cubrió el valle al conocerse los nombre de los fallecidos, alguien me pidió que escribiera algo sobre el doloroso suceso. Yo honradamente no podía hacerlo porque apenas era capaz de poner cara a la chica con la que había coincidido un par de veces, pero subí al tanatorio a dar el pésame, tengo amigos entre los miembros de su familia y ya sabéis la solidaridad de los pueblos en estos casos. Cuando volví a casa contagiada por el dolor de una madre que estrujaba un pañuelo entre sus manos apoyada en la pared y cuya imagen a día de hoy aún me hace llorar, escribí un texto sobre el dolor ajeno que se compartió muchas veces en las redes. Aquel día, inocente de mi, alcancé a ver por primera vez el poder de las redes sociales. Conservo el texto. Hace unos días estuve con la madre, no la había vuelto a ver, volví a vivir la escena del tanatorio y vi en su mirada el inmenso dolor que vive para siempre en su interior. Una sola muerte en carretera es demasiado.
Ayer sobre las 13.00 horas una foto en Facebook me puso en alerta. Esta vez era un motorista. Bajaba hacia Quirós. Yacía muerto, solo, sobre el asfalto cubierto con una manta. El helicóptero a pocos metros. La guardia civil evitando a los curiosos. Una caravana en una carretera secundaria es sinónimo de accidente. Nadie sabe la angustia que pase mientras descartamos que fuera un quirosano. Algunos amigos andan en moto de carretera. Cuando después de hacer un montón de llamadas me confirmaron que no era de Quirós me di cuenta de cuantos amigos que no son de Quirós andan en moto y cuántos de ellos están viniendo a pasar unos días aquí. También me preocupaba el trato periodístico que iban a dar al hecho. Un accidente es noticia, pero mucho cuidado con lo que cuentas. Detrás de un fallecido en carretera hay muchas personas, también niños, hay que ser escrupulosamente aséptico y, por encima de todo, respetuoso.
Ayer un motorista ovetense de 36 años moría en La Cobertoria. La carretera siega vidas jóvenes y ancianas. La carretera mata. La puta carretera y el puto destino. El asfalto y la máquina, combinación peligrosa aún en condiciones de conducción responsable. ¿Qué llevó a este joven a volver a Oviedo desde León por este camino y no por otro? ¿En qué cruce de caminos eligió el equivocado? Quizás fue que venía con tiempo suficiente, que no conocía las atractivas y sinuosas curvas de este puerto quirosano, que había tenido noticias de las pruebas deportivas celebradas en el y quería conocerlo in situ, que le encantaba el paisaje, que le disfrutaba sumar kilómetros descubriendo paraísos escondidos... Quién sabe, no lo sabrá nadie. Un muerto más para las estadísticas, un proyecto de vida roto para siempre. Desde aquí y aún con el corazón encogido mi más sincero pésame. Se llamaba Oliver y tenía toda la vida por delante.
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