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Carmen en Casa Jamallo celebrando su jubilación. |
En agosto de 1976, pasada Alba,
fecha que marca y marcaba el avanzar del año en Quirós, una joven de 24 años,
acompañada de su marido, llegó a Bárzana en un mini a buscar casa. Mari Carmen
Echegaray Pérez, descendiente del premio Nobel de Literatura José Echegaray, recién
licenciada en Medicina, venía a tomar posesión de su plaza como médico de
cabecera. No les fue difícil encontrar un techo y tres o cuatro días después volvieron
a instalarse “Volvimos con una furgoneta y los pocos muebles que teníamos. Nos
ayudaron los vecinos a instalarnos. Tuvimos muy buena acogida desde el
principio”. Unos meses antes su suegro que se había trasladado por motivos
laborales a Asturias, empezó a contarles lo increíble que era esto. “Nos
describía un lugar ideal, de gran belleza y venga a decirnos veniros, veniros. Acabábamos
de finalizar la carrera. Yo me licencié, recogí mi título y en agosto empecé a
trabajar en Quirós. Era un momento en el que aún no había Facultad en Asturias,
y los médicos que ejercían aquí venían de Valladolid, Salamanca o León, en
Madrid empezaba a haber exceso de médicos y nos lo planteamos como una
aventura.”
Traía consigo un maletín, un
fonendoscopio, el aparato de tomar la tensión y unas ganas enormes de descubrir
la magia de su profesión.
Puestos en contacto con la Jefatura Provincial
de Sanidad que estaba en General Elorza en Oviedo, les recibió el jefe de
personal José Ramón Tolivar Faes que casualmente había comenzado su carrera de
médico en Quirós “Tolivar era el clásico médico humanista, de la escuela de
Marañón. Me enseñó un mapa de Asturias lleno de banderitas y chinchetas de
colores. Había nueve localidades sin médico. Busqué la que estaba más cerca de
Oviedo, mi marido tenía que ir y venir para hacer la especialidad al Hospital
de Asturias: Bárzana, 42 km desde Oviedo. Me hizo los trámites, nos pasamos por
el pueblo a presentarnos y a hablar con los vecinos. Manuel Formoso ocupaba la
otra plaza de médico, llevaba cuarenta años ejerciendo. Yo ocupé la otra.”
Instalada en el bajo de Evaristo,
muy cerca de lo que fue el almacén de Argentino y Marica en la misma entrada de
Bárzana y en el que podías comprar cualquier cosa, mientras daba sus primeros
pasos en el ejercicio de su profesión comenzó a conocer a los quirosanos de los
que habla con infinito cariño. “La gente era entrañable. Ipi de Faedo, que vivía
encima, me bajaba la comida. Yo echaba mucho tiempo con cada paciente y tenía
en una de las habitaciones de la vivienda
la consulta, me daban las mil y entonces bajaba Ipi y decía “dejai comer
a la neña, hoooo”.
Carmen sentía la necesidad de
conectar con el pueblo en el que vivía más allá que su trabajo y encontró la
fórmula cuando conoció al director del colegio y a los dos sacerdotes que
llevaban la parroquia. “Angel, el director era un hombre que vivía en Oviedo
pero estaba muy vinculado a Quirós donde pasaba muchas horas trabajando en el
cole y muy implicado con el proyecto educativo. Los sacerdotes, Vicente y Nacho
también eran jóvenes. Vicente era un muchacho tan próximo que jugaba la partida
con los más comunistas del pueblo” (en aquellos tiempos en los que los
comunistas y los sacerdotes era polos radicalmente opuestos o eso se vendía). Empezó
a relacionarse con la gente joven organizando entre todos una obra para
Navidad. “Éramos un grupo con una ilusión y unas ganas de trabajar tremendas”
En aquella obra, que iba tejiendo la historia de la Navidad a partir de las
letras de villancicos populares, querían trabajar todos y para poder darles
papeles se fueron incorporando escenas “que teníamos doce niños, pues vamos a
vestirlos de ovejas y que salgan con un pastor. Colaboraron todos, las madres.
Aurorita y Daniel el panadero hicieron una obrita escrita por García. Resultó
muy bonito. Como no había salón de actos en el colegio, lo hicimos en la
entrada, decoramos las columnas, pusimos un tejadito para que fuera el Portal
de Belén. Un coro cantó dos villancicos, un grupo bailó el Xiringüelu. Resultó
una función navideña preciosa.”
Formaron una especie de
asociación que llamaron “Grupo Cultural de Quirós, nos reuníamos todas las
semanas y discurríamos fórmulas para dinamizar de alguna manera la vida
cultural. Al año siguiente organizamos la Cabalgata de Reyes. También intentamos construir
un refugio en los Puertos de Agüeria pero vino el mal tiempo y se quedó en
proyecto.”
De aquellos cursos escolares
quedan las charlas de educación sanitaria que organizaba. Había más de
doscientos niños en el colegio y Carmen conocedora del problema de bocio
endémico que había en la zona y puesta de acuerdo con los responsables
sanitarios y escolares, programó acercarse a los niños yendo al colegio.
Reconocimientos médicos, charlas sobre alimentación y nutrición, prevención de
accidentes, primeros auxilios, patologías banales. “Llegaba primero con un
proyector y dibujos muy sencillos hechos por mi misma y más tarde, gracias a
Tolivar pude hacerme con una colección de diapositivas.”
Su relación con su colega local,
sin embargo, fue escasa “Era un médico mayor que probablemente había perdido la
ilusión después de tanto tiempo ejerciendo. A nivel profesional me encontraba un
poco sola. Empecé a reunirme con los médicos de Proaza y Teverga. Jaime
Profitos estaba en Proaza. Era un traumatólogo de Barcelona al que una
depresión y la recomendación de su siquiatra trajó a la comarca. “Vete a un
pueblo donde lo más interesante sea ver a un perro mear” le dijo y José Luis
Cadierno era un médico de cabecera que luego fue pediatra en Gijón. “Nos
encontrábamos para hablar de casos, y hacer una especie de seminarios, una
semana de la artrosis, otra del asma. Se trataba de mantener la moral y la
capacitación científica. Entonces para mantenernos al día solo teníamos
revistas. Con Profitos llegamos incluso a hacer pequeñas cirugías sin necesidad
de trasladarse al Hospital: hemorroides, fimosis,….”
Recuerda con cariño su primer
paciente “un señor de Salcedo que se cayó del caballo, fue una lipotimia y todo
quedó en un susto”. Veía hasta cincuenta personas diarias sobre todo, los días
de feria. A primeros de mes, aprovechaba la gente para ir al médico. “Había
cosas que me llamaban la atención, por ejemplo, cómo se hacían los tratos en la
feria, el valor de la palabra dada, la forma de hablar, tuve que hacerme un
pequeño diccionario. Era una medicina muy artesanal. Teníamos que hacerlo todo
in situ y salir adelante”. Tiene muchas
anécdotas: subir en mula a visitar a un enfermo y que la mula se metiera
directamente en la cuadra, ir en coche y volver en tractor porque había
empezado a nevar sin tregua, hacer suturas alumbrada con un carburo, llegar a
un pueblo a las 19.00 y que estuvieran acostados o el día que después de llevar
un rato sentada en la cama con el paciente preguntándole sobre su estado, éste
le decía a su familia “¿cuándo me vais a buscar al médico?” En aquellos días
eras médico día y noche, la gente llegaba en cualquier momento para que
hicieras un domicilio, contarte un problema o traerte algo.” Aprendió mucho
también de aquellas mujeres que sanaban pequeños males con remedios naturales,
aprendieron juntas a conjugar la medicina científica con la tradicional.
De aquella época es el primer
consultorio “Pusimos el consultorio en las colominas. Aprovechamos mesas y
sillas que estaban en un almacén abandonadas, creo que provenían de una antigua
escuela y yo coloqué mi sillón y mi vitrina. Hacía muchísimo frío. Puse unos
radiadores en la sala de espera y en la sala de exploración, pero recuerdo
pasar consulta muchas veces con anorak.” Como la situación geográfica era la
que es con la diferencia de que no había carreteras y las que había eran como
eran, Carmen programaba un itinerario por los pueblos para visitar a los
mayores. Unas veces pasaba consulta visitando los pueblos de Villar y Salcedo y
la siguiente vez se acercaba a Cortes y Lindes.
“La gente me esperaba porque sabía que iba a subir. A veces, cogía a los
niños y me los llevaba conmigo, quedaban allí con alguna vecina, merendaban mientras yo hacía domicilios.
Teníamos un taca-taca plegable para la pequeña”. Hacía la campaña de vacunación
de la gripe “La enfermera titular no estaba en Quirós, tenía la plaza por la
que cobraba, pero trabajaba de comadrona en Oviedo. Llevaban tiempo en esta
situación y parecía que se iban arreglando pero esa no era solución.
Necesitábamos a la enfermera. Tardé mucho en conseguir que la titular se diera
de baja y luego vino un enfermero jovencito que empezó a trabajar. Piensa que
por aquel entonces había muchos inyectables, hoy casi todo es por vía oral.”
Cuando se fue Carmen se llevó
tres hijos quirosanos, los tres mayores, pero también muchos amigos con los que
aún mantiene relación Gerardín de Paso´l Río, Maruja la de Jamallo, Ramón y
Julia los del Molinón, Ana la de Volusiano, Pepe y Carmina, los del Ocaso, Ipi…
“Ana cuido a mis hijos. Era de la familia, cuando nos fuimos a pasar la baja
maternal de mi segunda hija, alquilamos una casa en Santa María del Mar y se
vino con nosotros. Había una serie de mujeres encantadoras, tremendas y muy
fuertes.” Cuenta con una sonrisa permanente que en Quirós empezó todo, como
madre y como médico. A pesar de que ha trabajado muchos años en ciudad, después
de aquella experiencia nunca abandonó el espíritu de médico rural, la cercanía,
la proximidad al paciente, la necesidad de ofrecerle confianza. Acaba de
jubilarse de su plaza en el centro de salud de Contrueces y presume con
humildad del homenaje que le han dado los pacientes. “El de los compañeros te
lo esperas, pero el de los pacientes tiene otro sabor.”

Un tercio de los médicos que
trabajan en la España
rural se jubilarán en los próximos diez años. No existe relevo generacional y
se prevé entrar en déficit antes de 2025. Esta situación, altamente preocupante
que la Sociedad Española
de Medicina de Familia y Comunitaria denuncia desde hace tiempo y ya que fue
admitida por el Ministerio de Sanidad en 2011 y recogida en el informe “Oferta
y necesidad de especialistas médicos en España (2010-2025)”. Llegando a la mitad de este período temporal, las
soluciones no parecen verse y el horizonte se vislumbra desesperanzador. Que
comunidades como Asturias estén afectadas por el envejecimiento, la
despoblación, la meteorología y las comunicaciones (aunque estas dos últimas no
son, de ninguna manera, las que fueron) podrían explicar algunas de las
dificultades para atraer médicos de familia a los pueblos. No tendría que ser
así porque plazas como Bárzana ofrecen algunos alicientes que nunca tendrían
otras: calidad de vida, tranquilidad, cercanía a los enfermos que son tus
vecinos y, hoy, proximidad a Oviedo. Algunas carencias denunciables, eso sí,
las dificultades del acceso a Internet en estos lugares y quizás el hastío ante
la impasibilidad de las administraciones por mirar al mundo rural y enfrentar
sus problemas, abocan a esta profesión de médico rural a expedir recetas a
enfermos crónicos y expedir certificados de defunción. Este es sólo uno de los
problemas de los llamados concejos de montaña, porque el Paraíso Natural quizás
tenga los días contados, no por su belleza sino por el abandono total que
acabará por sufrir.